Mostrando entradas con la etiqueta Publicidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Publicidad. Mostrar todas las entradas

domingo, 13 de septiembre de 2015

"Mataría a los de Podemos"

El problema del lenguaje de los seres humanos, y su virtud más sorprendente y maravillosa, es su capacidad para formular mensajes que no pueden decodificarse mediante una simple interpretación literal.

Hay mensajes aparentemente sencillos que solo se comprenden correctamente gracias al contexto. En el metro, por ejemplo, decimos a los desconocidos cosas como “voy a salir” o “¿vas a salir?” cuando lo que realmente queremos decirles es que se aparten porque están obstruyendo la puerta.

Por otra parte, los mensajes muchas veces solo se entienden gracias a su sentido figurado. Los tropos y otros recursos expresivos como la hipérbole, la paradoja o la ironía complican y enriquecen nuestro lenguaje. Estos recursos expresivos pueden servir para esconder los significados más terribles en elocuciones aparentemente banales e inofensivas. En la Guerra Civil, por ejemplo, los falangistas pedían que les dieran café a muchos de sus prisioneros, metáfora eufemística para ordenar su ejecución. También podemos encontrar el fenómeno contrario: decir una barrabasada sin ninguna credibilidad para expresar nuestro profundo rechazo por algo. A nadie se le ocurrió llevar a juicio a los Siniestro Total en los ochenta por temas como “Matar jipis en las Cíes”. En este tema se cuenta en primera persona cómo el protagonista llega a una isla y descuartiza y mata a todos los jipis que encuentra. Tan claro estaba entonces que odiaban a los jipis como que no iban a tocarles un pelo. Puede que fuera para algunos un humor negro de mal gusto, de sal gorda y desparpajo punk, pero humor al fin y al cabo.

Por todo esto yo entendí perfectamente a Albert Pla cuando dijo en una entrevista que “mataría a los de Podemos y plataformas ciudadanas. Ahora todavía no llevan guardaespaldas, es mejor acabar ahora”. Quizá yo jugaba con ventaja porque soy seguidor de Pla desde hace más de veinte años y estoy acostumbrado a su humor salvaje y brutal, pero era obvio que no iba a matar a nadie y que intentaba llamar la atención con aquella salida de pata de banco, puede que premeditada e intencionada. Para cualquiera que forzara un poco sus capacidades hermenéuticas, estaba claro que lo quería decir es que si los de Podemos llegaban a gobernar y se hacían poderosos (solo los poderosos llevan guardaespaldas) acabarían pareciéndose a la casta política que tanto critican. No sé si podemos considerar sus palabras como desacertadas. Consiguió un efecto y una repercusión que no hubiera tenido diciendo simplemente que preferiría que Podemos desapareciera antes de que acabara decepcionándonos. Algunas veces los recursos expresivos buscan impactar al destinatario para que preste una atención especial al mensaje.

El anarquismo sui generis de Albert Pla le ha llevado a expresar en sus canciones y espectáculos el profundo rechazo que siente por el sistema y por toda forma de poder. Así se puede interpretar la indiferencia con la que hablaba de la muerte de un policía, un político y un militar en “La dejo o no la dejo”, la polémica canción de la novia terrorista, o la crueldad hilarante y demencial del monólogo con el que hace un par de años presentaba en los medios de comunicación su espectáculo “Manifestación”. En este monólogo explicaba que lo que le gustaría sería cargarse a los policías, los empleados de banco, los políticos y los de las multinacionales mientras todo el mundo en la calle le aplaudía y le sacaba a hombros. En esta misma línea, Albert Pla ha llegado a destruir Estados Unidos, estado por estado, en su tema “La colilla”, o la capital de España en “Están cayendo bombas en Madrid”.

Hace pocos meses, un juzgado de Valencia le condenó a cien euros de multa por las declaraciones antes referidas al interpretarlas como una amenaza. Ahora, la Audiencia de Valencia le ha absuelto porque considera que a esas declaraciones les falta “seriedad, firmeza y determinación (concreción del mal)”, algo que saltaba a la vista para cualquier persona con dos dedos de frente. Por otra parte, no fueron ni Podemos ni las plataformas ciudadanas las que denunciaron a Albert Pla, sino un particular, un tal Ricardo Cano, un abogado que o bien es demasiado lerdo para comprender en su contexto y en su sentido figurado las declaraciones de un artista transgresor y provocador, o bien es un espabilado que vio en los despropósitos verbales de Pla una oportunidad para darse publicidad. Sin duda, esto último es lo más probable. Y aunque Albert Pla ha sido absuelto, no me atrevería a decir que el denunciante no se ha salido con la suya. Su nombre está en todos los medios y la publicidad, sea buena o mala, siempre viene bien.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Cuando se despertó

Cuando se despertó, la misma mierda seguía allí. Lo supo nada más encender la televisión. Se puso a ver el telediario y se asustó al comprender que toda su vida había sido un sueño, que la realidad era bien distinta y que había estado esperando pacientemente a que se despertara. Para empezar, mandaban los de siempre. Si no eran los mismos, eran sus hijos o sus nietos o sus clones, sus sosias, sus avatares. La misma mierda represora y fascistoide que había soñado que era algo de otros tiempos. Los policías no iban de gris, pero multaban y golpeaban a todos los que intentaban expresar su rechazo a las medidas de un gobierno corrupto, mafioso, endogámico e ineficaz. No tenía nada para desayunar y salió a la calle. Se sorprendió al ver a los muchachos jugando con trompos. Les preguntó si otra vez estaban de moda los trompos y no le comprendieron. Le dijeron que ellos jugaban a la peonza. Él les explicó que era lo mismo. Ellos se encogieron de hombros y el hombre continuó su camino. En un escaparate se quedó mirando a un maniquí de mujer y casi da un respingo al ver que se volvían a llevar las hombreras. Entró a un bar y pidió un café con leche y unas porras. En el lado derecho de la barra había dos hombres discutiendo sobre los últimos fichajes del Real Madrid. Eso le tranquilizó. En toda la mañana era lo único que se correspondía con el sueño que había tenido, una constante, algo que permanecía intacto. De pronto llegaron dos hombres y una mujer y se pusieron a su derecha. Se sorprendió al oírles contar maravillas sobre el papa. No quiso seguir escuchando aquella conversación, así que cogió su desayuno y se fue a una mesa. En la mesa vecina un jubilado le contaba a otro que su nieto, que era ingeniero, había tenido que emigrar a Alemania. Para tomarse su desayuno tranquilamente, el hombre intentó evadirse con la ayuda de la televisión. Lo primero que vio en la pantalla fue un anuncio en el que un niño se ponía histéricamente feliz al abrir un regalo y descubrir que era un palo, un miserable palo. El hombre se recordó a sí mismo, en su niñez, en un tiempo que creía remoto, jugando con palos a falta de mejores juguetes. En su memoria se mezclaron los recuerdos entrañables con cierto regusto amargo de precariedad y miseria. El siguiente anuncio fue aun peor. Era un anuncio navideño y en él aparecían una Monserrat Caballé que parecía recién fugada de un psiquiátrico y un Raphael seco como una mojama que más que vestido parecía amortajado. El hombre no pudo evitar pensar en Raphael con diez, con veinte, con treinta, con cien años menos cantando el ropopompom. Cuando acabó la tanda de anuncios, regresó la actualidad: manifestaciones de estudiantes, desahucios, paro… Y eso que el programa era un magazín matinal para entretener a las marujas. No le quedó más remedio que darse prisa en dar cuenta del desayuno. Después se dirigió al baño. Necesitaba lavarse la cara porque no estaba seguro de haber despertado del todo. Podría ser que todo aquello no fuera nada más que una pesadilla. Por un instante, justo antes de mirarse en el espejo, tuvo la ilusión de descubrir en su reflejo al joven que era treinta y cinco o cuarenta años antes. De haber sido así no le hubiera importado. Hubiera aceptado el trato: aquel mundo de mierda a cambio de su juventud. Pero no. En el espejo solo apareció un hombre maduro, un poco hinchado, con enormes bolsas debajo de los ojos, una papada que ni la barba conseguía disimular y una alopecia galopante. No, no había vuelto atrás en el tiempo, como no fuera en el Delorean de Michael J. Fox. Si era así, no recordaba dónde lo había aparcado. Aunque daba igual. Ahora que todos los ingenieros se habían ido de España, a ver quién cojones iba a ser capaz de arreglar un puñetero condensador de fluzo.

martes, 18 de noviembre de 2008

Somos Extremaydura

“Tierra de conquistadores
No nos quedan más cojones...”
Extremoduro

Estos días observaba desde el autobús los carteles de una campaña de publicidad de Extremadura. La promoción es bien sencilla. En cada cartel aparece la cara de una mujer bastante agraciada con un eslogan bien simple: “Somos Extremadura”.

Los dos primeros carteles que vi me chocaron porque eran dos mujeres rubias. Después de verlos varias veces pude reconocer en uno a la triunfita Soraya y en el otro a la otra rubia que sale en “Sé lo que hicisteis”. Digo “la otra” porque para mí la rubia de ese programa es Patricia Conde. Al principio supuse que lo de haber fichado a dos rubias era una argucia de publicistas, para que hiciera contraste con la palabra “Extremadura” y llamara la atención.

Sin embargo, hoy, esperando el autobús, pude observar detenidamente otro cartel de la misma campaña. La chica que aparecía en el cartel no era rubia. Tampoco tan popular como las otras dos. Acercándome mucho a la marquesina de la parada de autobuses donde estaba el anuncio, he conseguido encontrar en el ángulo inferior izquierdo del cartel, en pequeñito, el nombre de la chica y su profesión, en este caso periodista. No recuerdo el nombre de la muchacha, pero sí que, como las otras dos, era muy guapa. Puede que la Junta de Extremadura diga a los medios de comunicación que la campaña pretende transmitir la idea de que Extremadura es cuna de gente que vale mucho, pero la verdad es que lo único que ve uno son “tías buenas”. Y a mí al relacionar la idea de “tías buenas” con Extremadura inevitablemente se me viene a la cabeza la canción de Extremoduro que decía: “Extrema y dura, tus mujeres mo la ponen extrema y dura...”. Y sólo puedo pensar que al Robe le han robado la idea y que debería cobrar parte del sueldo de los creativos que han ideado el anuncio. O que, para compensarle, deberían hacer un anuncio para televisión con la misma idea y con la música de fondo de Extremoduro, para que por lo menos cobrara derechos de autor. No sería tan desternillante como el anuncio de las mellizas de Bancaja, pero probablemente también nos echaríamos unas risas.

APOSTILLA: Después de escribir este texto he echado un ojo en el Google y he descubierto que la campaña completa la han protagonizado –en carteles independientes- tres mujeres y tres hombres destacados de Extremadura (yo es que probablemente sólo me fijo en lo que me interesa). Supongo que por aquello de contentar a todo el mundo y porque las mujeres también tienen derecho a ver muchachos con buena planta. Ellos también son bien parecidos. De cualquier forma, se trata de vender físico para promocionar a una región. Lo han hecho siempre con los yogures y los coches. La novedad es hacerlo para atraer turistas.