Cómo
me reía hace unos años contándoles este chiste a mis amiguetes procastristas:
Dos hombres que no se
conocían coincidieron en los asientos contiguos de un avión y en mitad del
vuelo se pusieron a charlar. En un momento dado, uno le preguntó al otro:
–¿Y usted de dónde es?
–De Cuba –respondió.
–Ah, de Cuba. ¿Y qué tal les
va ahora por allí?
–No nos podemos quejar.
–Ah, pues me alegro de que
os vaya mejor que antes.
–No, no me ha entendido. Lo
que le digo es que en Cuba no nos podemos quejar.
Esta semana volví a toparme con el chiste en internet y el protagonista ya no era cubano, sino español. Y no me hizo tanta gracia.
Con
las leyes que tenemos, ahora mismo están pidiendo cuatro años de cárcel para cinco profesores que en septiembre de 2011 se manifestaron de forma espontánea
en Guadalajara. Y han sido muchos los ciudadanos que han recibido multas de 600
u 800 euros por participar en concentraciones improvisadas, una cantidad muy alta
para un trabajador en apuros o un parado, que suelen ser los que acuden a este tipo de convocatorias.
La
“ley mordaza” quiere imponer sanciones de hasta 30.000 euros por perturbación
grave en oficios religiosos para poder multar a los que abuchean a la Cospedal
cada vez que va al Corpus; o por concentrarse ante el Congreso aunque esté
vacío; o por escalar un edificio público como acción protesta, que deben de ser
muy peligrosos esos individuos de Greenpeace. Y las hay mayores, de hasta
600.000 euros por convocar una manifestación o por acudir a ella el día de reflexión
previo a las elecciones; o incluso por celebrar un espectáculo público o una actividad
recreativa que ha sido prohibida por las autoridades. Y esta es la versión light de la ley, que el proyecto inicial
era más salvaje.
Vuelven
los chistes de españoles, y en esos chistes siempre somos los más graciosos,
pero también los más tontos.
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