Si no trabajara con adolescentes, tal vez no
recordaría la intensidad que tenía todo aquello. En los años de la adolescencia
todo se magnifica. Las experiencias están nuevas, a estrenar, y cada mirada,
cada comentario, cada desaire, cada insulto, cada beso, cada roce puede dar
lugar al momento más maravilloso de una vida o al drama más terrible. En el
mundo de los adolescentes todo está sobredimensionado por el deslumbramiento de
la novedad. Yo no sé las innumerables aventuras y desventuras que pueden vivir
mis alumnos de doce o trece años durante un curso. Los años de la primera
adolescencia, de la pubertad, deben de ser los más intensos. Esa es al menos la
percepción que yo tengo.
Observar y analizar los comportamientos de
estos niños que se hacen mayores es como ver la vida a través de una lupa. Un
primer amor vivido como la pasión más grande jamás soñada. O cualquier mal
gesto interpretado como la mayor traición de la historia. Desde la atalaya de
la edad y con las grandes dosis de cinismo que nos han hecho falta para llegar
hasta aquí, esta magnificación de la vida nos puede parecer algo entre
conmovedor y ridículo. Perdonable, al fin y al cabo, porque los que tenemos memoria
recordamos que también estuvimos allí y no hicimos algo muy distinto de lo que
hacen ellos.
Las que sí me parecen ridículas son esas
personas adultas que se creen muy maduras y se comportan como los adolescentes
más niñatos. Los comportamientos de los adultos que forman el personal de
cualquier empresa no distan mucho de los que tienen los adolescentes en un
patio de colegio. Los claustros de profesores no son una excepción. Son muchos
los profesores o profesoras que remedan
los comportamientos de esos mismos adolescentes a los que miran con
condescendencia. En los claustros de profesores están los profesores que no se
hablan, los que hacen grupitos, los que esperan el momento de la venganza, los
líderes que dejan a este y a aquel fuera de la convocatoria, los marginados… Y
hay conjuras, chismes, rivalidades ridículas, puñaladas traperas, historias de
amor inconfesables, rolletes que acabaron mal, traiciones por despecho, venganzas y enfados tan nimios y
patéticos como el que protagonizan esas dos adolescentes que terminan en
dirección después de pelearse porque una le ha dicho a la otra “ya no te junto”
por vaya usted a saber qué tontería.
Lo que no saben los alumnos cuando nos
ponemos serios delante de ellos y adoptamos la pose de personas rectas y
cuerdas y maduras es que casi todo es fachada, fingimiento, disimulo. Que son
las patas de gallo, la barriga o la pérdida de tersura de la piel lo que nos
hace parecer más serios.
Si los jóvenes pudieran escuchar las
conversaciones que sus padres tienen con sus amigos, si leyeran los chismes y
estupideces que cuentan en el Whatsapp, tal vez se darían cuenta de que en
muchos aspectos los adultos siguen siendo tan patéticos como los adolescentes.
O si los pudieran observar en una noche de escapada, haciendo el imbécil en una
cena de empresa o pasándose de la raya en una despedida de soltero o de soltera.
Porque ser padre, o profesor, o vendedor de seguros, o periodista, o alcalde,
no deja de ser representar un rol, ponerse una careta.
Lo que no saben los jóvenes es que los adultos
fingimos una madurez que no siempre tenemos. Lo que no saben muchos adultos es
que son tan ridículos como los adolescentes. En lo festivo no deja de
ser gratificante, pero no puedo evitar sentir bochorno cuando veo que ciertas
personas adultas que se imaginan muy serias y respetables siguen jugando a las
confabulaciones, al “ya no te junto”, al “esta te la guardo” y a crear grupitos
selectos con aquellos que mejor les bailan el agua.
2 comentarios:
pareciera que andabas dentro de mis pensamientos mudos...
Este post, real como la vida misma, me ha sacado una sonrisa cuando he llegado a la parte del Whatsapp.
Yo todavía no tengo Whatsapp (siempre llevo un retraso tecnológico de varios años con respecto a la mayoría, pero voy mejorando: hace poco adquirí una tablet y un soporte para libros electrónicos), pero en mi trabajo todo el mundo tiene móvil táctil, con conexión a Internet. El año pasado, mis compañeros crearon el grupo de Whatsapp "curro". Hace poco hubo jarana debido a los Whatsapps que algunos hombres, pues se trata de un grupo mixto, enviaban; supongo que te imaginarás el contenido de dichos mensajes: fotos de tías en pelota, chistes de "mal gusto", etc. Al final se mantiene el grupo “curro”, pero los hombres han creado otro alternativo, sólo para ellos, en el que se siguen mandando fotos de jamelgas siliconadas, vídeos de prácticas sexuales poco convencionales, por llamarlas de alguna manera, y polémica futbolística a tope: que si no fue penalti, que si Messi es tal y cual, que si el Madrid esto y lo otro...
Pienso igual que tú, que no hay tanta diferencia entre un adolescente y una persona "adulta". Bueno sí, hay algo muy importante, que se suele ir perdiendo con el paso de los años: la ilusión.
¡Saludos!
Publicar un comentario