Si en algo estamos de acuerdo la mayoría de
los españoles ahora mismo, es en que tendríamos que hacer algo para luchar
contra un sistema económico cruel e injusto y un gobierno corrupto e ineficaz.
Pero te pones a pensar en qué podríamos hacer y te da una pereza enorme.
Imagínate qué follón en estos momentos un levantamiento popular, que además es una de esas cosas
que sabes cuándo empiezan, pero nunca cuándo acaban. Y, la verdad, es que ahora
me viene fatal, que me piro una semana a la playa. Yo no tengo pasta, pero me
voy al pueblo de los abuelos, y he quedado con los colegas para hacer una
fiesta el fin de semana. Yo sí me voy fuera unos días, a París, que siempre ha
sido mi sueño y no lo voy a fastidiar por una revueltilla que luego va a ser
para nada. A mí no me jodas ahora con manifestaciones y hostias, si eso ya el
mes que viene, que ahora son las fiestas de mi pueblo y van a traer vaquillas
para hacer un encierro. Pues yo me voy a echar una siesta de tres horas.
Etcétera.
Por no hablar del jaleo que conlleva una
revuelta popular: movilización ciudadana, manifestaciones, huelgas, enfrentamientos
con las fuerzas de orden público, barricadas, cargas policiales, palos,
botellazos, pelotas de goma, detenciones… Y nos llevaríamos un montón de hostias
seguro, que los antidisturbios se ponen a repartir y se quedan solos. Y
eso si no acabábamos en la cárcel por una de esas leyes que los políticos se
sacan de la manga cuando quieren jodernos vivos. Y si la cosa se pusiera muy
fea, lo mismo hasta salía el ejército a restablecer el orden y ya la terminábamos de cagar. Quita quita.
¡Qué follón!
Y así andamos la mayoría, viendo los toros
desde la barrera y esperando que pase algo mientras nos refugiamos del insufrible
calor al amor del aire acondicionado, nos damos unos chapuzones en la piscina,
firmamos alguna petición en change.org, nos cagamos en los políticos en las redes
sociales y salimos por la noche a tomarnos unos tintos de verano a alguna
terraza. Y los que no gozan de todas estas comodidades bastante tienen con
sobrevivir con curros de mierda y sueldos de esclavo no emancipado. O con ir a
los comedores sociales o a los contenedores de basura por darse el capricho sibarita
de hacer la digestión.
Lo que no sé es qué esperamos. Supongo que
algo mágico y prodigioso, una suerte de deus
ex machina que venga a solucionarnos la papeleta sin que tengamos que
esforzarnos demasiado. No nos damos cuenta de que ese es el recurso de los malos
guionistas, que, cuando no saben resolver las historias, tienen que inventar
algo inverosímil para forzar el happy end
que la cruda realidad siempre nos niega.
1 comentario:
Así es, lúcida reflexión.
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