Desengañémonos:
la gente lee muy poco. Para leer hace falta mucho tiempo y mucha dedicación, y
el que más y el que menos tiene muchas cosas importantes que hacer o muchos
otros entretenimientos con los que amenizar los ratos de ocio.
Conozco
a profesores y profesoras de literatura que apenas leen. Una vez hicieron una
carrera, se leyeron unos cuantos libros y aprobaron unas oposiciones. Fin del
proceso. Ahora repiten sin cesar aquellas listas de nombres que machacaron una
y otra vez en sus lejanos días universitarios. Puede que muchos de ellos fueran
lectores voraces en el instituto y que por eso eligieran estudiar una carrera de
humanidades. Puede. Veo a muchos alumnos que terminan el Bachillerato y se van
a estudiar Filología, Historia o Filosofía sin apenas haber leído en su vida.
Me refiero a algo que no sea lo que les mandamos en clase.
También
conozco a escritores que leen poco o nada, sobre todo poetas, que muchas veces
la atracción por el texto corto no es otra cosa que vagancia. Los escritores no
son de aprenderse temarios con nombres de autores y obras, pero sí tienen
olfato para pertrecharse de una serie de lecturas estratégicas que les permitan
dar el pego: un par de clásicos, dos o tres escritores con su dosis de
malditismo, un par de autores raros que no conoce nadie y una serie de poemas o
citas más o menos efectistas para sorprender a la audiencia en caso de
necesidad. Un dato: he estado en algunos aquelarres de poetas, digo, jam sessions de poesía en las que
vendían libros y pocas veces he visto a los asistentes comprar alguno.
Luego
están todos esos que dicen que les gusta mucho leer, pero que no tienen tiempo
porque están estudiando inglés, se han matriculado en un curso de la UNED, van
a jugar al fútbol dos tardes por semana o están yendo a clases de flamenco. En
esos casos, siempre pienso que se toman muchas molestias para encontrar excusas
que les libren de la lectura.
Os
cuento todo esto porque me he dado cuenta de que yo tampoco leo mucho. Le
dedico tiempo, sí, pero apenas avanzo. Y yo sí que evito otras distracciones
para poder hacerlo. Pero no me vale de nada. Los libros pendientes se acumulan
en las estanterías y van desapareciendo lentamente bajo una pátina de polvo, en
muchas ocasiones, hasta volverse invisibles.
Anoche
una librera me dijo que en España se publican 80.000 títulos al año, y que, con
este aluvión de novedades, ningún libro consigue tener ni importancia ni hueco
en las librerías. El abaratamiento de los medios de producción y su
democratización han provocado una avalancha de títulos y de editoriales
alternativas imposible de asumir. Otro dato: en España hay gente que dice que
lee mucho porque se lee un libro al mes. Si alguien con ese ritmo de lectura estuviera
leyendo durante cincuenta años, solo habría alcanzado la irrisoria cifra de 600
libros. En toda una vida.
Salvo
fenómenos editoriales de consumo masivo normalmente efímeros, que van desde El código Da Vinci a las Cincuenta sombras de Grey pasando por Juego de tronos, los escritores, incluso
los que tienen cierta fama, pueden aspirar a muy pocos lectores. Están rifados.
Los tiempos del escritor profesional están tocando a su fin. Los que escribimos
no lo hacemos por dinero. No sé si es por vocación, por inconsciencia o por
vanidad, pero por dinero desde luego que no. Supongo que habrá alguno que fantasee
con una hipotética e improbable fama póstuma e inmarcesible, y tenga poluciones
nocturnas soñando con ella.
Me temo que las editoriales, salvo en casos de autores muy consolidados, ya no dan grandes
anticipos por los derechos de edición de ninguna obra. Lo que yo veo en el
mundo que me rodea me recuerda mucho más a mis tiempos de músico alternativo en
el circuito madrileño de salas de conciertos, allá por la década de los 90 (no creo que
ahora sea muy distinto). No recuerdo que hubiera ningún local que nos ofreciera
la posibilidad de tocar en una sala llena de público para darnos a conocer. Ni siquiera
gratis. El sistema era otro: nos dejaban una sala vacía, los del grupo
convocábamos a nuestros amigos, se la llenábamos y así dábamos de comer al
dueño del negocio y a un par de camareros. Cobrábamos un porcentaje de la
entrada o un tanto por ciento de la barra. En cualquier caso, una mierda.
Incluso currándotelo mucho y llenando algún que otro local no nos daba ni para cubrir
gastos. Algo así pasa ahora con la multitud de editoriales alternativas que
pululan por ahí: hacen pequeñas tiradas, les venden el libro a las amistades
del escritor y, con mucho esfuerzo, muchos autores y muchos amigos,
consiguen mantenerse en la cuerda floja haciendo arriesgados ejercicios de
funambulismo contable.
No
sé si os he dicho que acabo de publicar un libro. Tampoco sé si sabéis que tengo
la suerte de no vivir de eso.
3 comentarios:
Yo soy de las que no tienen tiempo para escribir ni leer pero aún así,saco una hora de mi sueño o una hora de estudio para poder leer y escribir pero no leo cualquier libro sino que me gusta leer clásicos para poder aprender y para poder empaparme con sus pensamientos. Pero sí, tienes mucha razón con lo que dices.
letrasdegiulietta.blogspot.com
Hoy en día la gente joven lee mucho. Esos adolescentes que reciben y mandan Wasaps en cantidades industriales. Imagina cuántas palabras leerán al día: miles, millones… Nunca se ha leído tanto como ahora :).
Pues sí la gente lee muy poco. Siempre ha sido así y siempre será así. Y creo que cada vez menos, debido al incesante auge de lo audiovisual. Quizás, cuando sólo existía el teatro la gente leía un poco más, o a lo mejor no: el índice de analfabetismo en siglos precedentes era muy superior al del siglo XX y lo que llevamos del XXI.
En cuanto a lo que dices sobre escritores que leen poco (cuesta creer que haya escritores que no lean nada, aunque ese dato sea cierto), tiene su lógica. Imagina, por ejemplo, un escritor que sea periodista y dedique a su profesión ocho o nueve horas diarias. Pongamos al caso que este escritor publica un libro cada dos o tres años (hay escritores que dedican la mayor parte de su tiempo libre a escribir) A todo esto hay que añadir el tiempo que se invierte en vida social, cultura (cine, teatro, exposiciones…), viajes, compromisos, cuestiones de orden práctico... La lista sería interminable.
Hay algún que otro escritor de mediana edad (entre cincuenta y sesenta años) que dice haber leído miles de libros. Una persona que, a la edad de 50 años, haya leído miles de libros tiene que haber empezado a leer muy muy joven y haber leído siete u ocho horas al día, es decir, más de media vida dedicada a la lectura. No digo que haya gente por ahí que antes de llegar a la tercera edad, haya leído tres mil o cuatro mil libros, pero creo que son muy pocos.
Yo suelo leer, como media, unos cinco o seis libros al mes. Tengo facilidad para concentrarme. Hay gente que para leer necesita su butaca preferida y el más monacal y absoluto de los silencios. Yo soy capaz de leer un libro en un concierto de Death Metal, no te digo más. Y ahora con el libro electrónico es más fácil, por lo menos para mí: lo llevo siempre encima y leo cuando voy en el autobús, en la consulta del médico, mientras mi mujer está en una tienda viendo ropa o zapatos… A todo esto, debo añadir que veo muy poca televisión, por no decir nada.
Por cierto, ¿cuánto se lleva un escritor por cada libro vendido? Tengo entendido que muy poco, como un cinco por ciento del valor del libro o algo así, ¿no?
¡Dios, qué hago aquí perdiendo mi tiempo, cuando podría estar leyendo un libro!
Saludos.
Pues un 10% es lo habitual en libro caro y un 5% en bolsillo. Aunque también es habitual que los escritores firmen porcentajes más bajos, o, lo que es peor, que no cobren nunca. Es lo que hay.
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