Hace unos días empezaron a venirme a la
cabeza escenas de El club de la lucha.
De la película y del libro. Y me pareció una buena idea volver a leer el libro
y ver de nuevo la película. Tenía la sensación de que El club de la lucha quería decirme algo. No me equivocaba.
La realidad de nuestro presente no es muy
diferente de la que aparece en la ficción de Palahniuk. Si cabe, un poco peor.
Porque ahora ni siquiera es fácil encontrar trabajo de camarero, taxista, mensajero
o mecánico. Vivimos en un momento tan dramático que son varias las generaciones que se sienten estafadas por la realidad. La televisión, internet y los sistemas
democráticos nos prometieron un mundo maravilloso donde el capitalismo nos
ofrecería todo lo que siempre habíamos soñado. Y lo único que hemos conseguido
es un mundo de mierda en el que aprendes a conformarte con un contrato basura,
unas vacaciones en Benidorm, un sofá de Ikea y un iPhone de segunda mano.
La generación que tiene más de 50 años ya
puede agarrarse con uñas y dientes a sus puestos de trabajo, que si los pierden,
probablemente no tendrán ninguno más. En la de los de los treinta avanzados o
los primeros cuarenta, que es en la que estoy yo, puede que muchos tengamos
trabajo, pero también tenemos unas hipotecas desorbitadas que quisimos
llevarnos como recuerdo de los últimos años de la burbuja inmobiliaria. Los que tienen menos
de treinta y cinco no tienen mucho pasado, ni mucho futuro y su presente es
casi inexistente, pero les queda mucho tiempo para ir acostumbrándose a las
nuevas condiciones laborales en régimen de pseudoesclavitud que están
preparando nuestros gobiernos con la recetas que les pasan desde Alemania. A
muchos jóvenes de hoy me los imagino soñando con ser los próximos inquilinos de
la casa de Gran Hermano para así poder
colmar todas las aspiraciones de éxito que han ido incubando a lo largo de su
vida.
Antes de volver a leer El club de la lucha, le di un repaso a la película, y fue al llegar
a los últimos minutos de metraje cuando supe lo que estaba buscando. Por eso,
estimados lectores, si estáis leyendo este post y aún no habéis visto la
película ni leído el libro, os aviso de que va a haber un spoiler imperdonable.
En la escena final de la película –que no se
corresponde con el final del libro–, Tyler Durden, el alter ego perverso y
retorcido del protagonista, está a punto de volar los edificios donde tienen su
sede las oficinas de las compañías de crédito de Estados Unidos. En la película
de David Fincher, Tyler Durden le explica lo siguiente al protagonista, su yo
convencional y pusilánime: “Por esas ventanas vamos a ver desplomarse la
historia de las finanzas. Un paso más cerca del equilibrio económico”. El
protagonista, a punto de ser derrotado por Tyler, está repantingado en una
silla de oficina, apaleado, sin pantalones y con la cara llena de golpes. Mira
fijamente a Tyler sin saber cómo detenerlo. A su espalda, las paredes de
cristal nos dejan ver los rascacielos del área financiera. Tyler tiene una
pistola y unos minutos antes se la ha metido en la boca y le ha amenazado con
volarle la cabeza. Totalmente desesperado, el protagonista le ruega a Tyler que
cancele la operación. Tyler ha preparado todo aquello porque piensa que es lo
que él quiere, pero no es así, no es eso lo que quiere y se lo dice. Entonces Tyler
se cabrea y le espeta: “¿Qué quieres? ¿Tu mierda de trabajo? ¿Estar en un
pisito viendo sitcoms?”
Al final, el protagonista, a la desesperada,
conseguirá frenar a Tyler pegándose un tiro en la boca, aunque será demasiado
tarde. El caos ya ha puesto en marcha su maquinaria y, en el momento en el que el protagonista,
que sigue milagrosamente vivo después del disparo, le dice a Marla Singer –la
desequilibrada con la que Tyler mantiene una extraña relación básicamente
sexual– que no se preocupe, que está bien, que confíe en él, que todo va a
salir bien, vemos a través de los grandes ventanales cómo explotan y se vienen
abajo los edificios de las empresas de crédito de Estados Unidos mientras suena
de fondo el Where is my mind? de los
Pixies.
Al 2014 solo puedo desearle que tenga un final parecido al de la película. Espero que sea un año en el que muchos de los que se sienten estafados por la realidad no puedan controlar su parte perversa y que el sistema financiero mundial acabe hecho cascotes, literal o metafóricamente, que eso es lo de menos. Y a vosotros, que lo veáis y lo disfrutéis.
Al 2014 solo puedo desearle que tenga un final parecido al de la película. Espero que sea un año en el que muchos de los que se sienten estafados por la realidad no puedan controlar su parte perversa y que el sistema financiero mundial acabe hecho cascotes, literal o metafóricamente, que eso es lo de menos. Y a vosotros, que lo veáis y lo disfrutéis.
1 comentario:
Muy buenas, la película y la novela. En mi opinión, una de las mejores de Palahniuk (siempre que debo escribir su apellido tengo que recurrir a San Google).
Dices que la escena final de la película no se corresponde con el final del libro. Lei la novela y vi la película hace mucho, así que no recuerdo bien la estructura. Creo recordar que el libro comienza por el final de la historia, el desenlace, y a continuación hay un largo flashback, algo muy típico de este autor.
Palahniuk me gusta pero en pequeñas dosis. Durante un tiempo lei varias novelas suyas casi seguidas y me cansé un poco. Tiene libros geniales, pero otros, en mi opinión, flojitos.
Los adolescentes sueñan con triunfar en "El Gran Hermano" y hacen bien: ¿van a sacrificarse durante 5,6 o 7 años estudiando una carrera, que muchos de sus padres ni podrán pagar, para luego engrosar las listas del paro?
Hombre, no seas tan agorero. Yo sueño con un futuro mejor para todos, una utopía en que los ricos compartan su fortuna, amasada tras años y años de explotación, fraude y extorsión, con aquellos que no tienen ni para comer ;).
En fin... De ilusión también se vive y cada uno se mata como quiere.
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