En las fábulas de Babrio encuentro esta pequeña joya que recreo a mi antojo:
Era el tiempo de la siembra y un labrador andaba preocupado porque los estorninos le robaban parte de los granos de trigo que arrojaba en el barbecho. En cuanto se acercaban a robarle las semillas, le gritaba a su hijo que le llevara corriendo la honda. A pedradas los reventaba con la esperanza de que no volvieran más.
Pero los pájaros no cejaban en su empeño. El festín era demasiado apetecible para renunciar a él. Pronto aprendieron que el grito del hombre pidiendo la honda era la señal que les avisaba de que era el momento de huir.
El labrador no tardó en darse cuenta de la astucia de los pájaros y estuvo un buen rato pensando cómo podría engañarlos. Finalmente se acercó a su hijo y le dijo que iban a cambiar de táctica. Ya no le gritaría que le llevara la honda, sino que le acercara el agua. Esa sería la señal para que le llevara la honda y un buen cargamento de piedras.
Así lo hicieron y los pájaros, despreocupados, siguieron picoteando las semillas esparcidas por el barbecho después de escuchar cómo el hombre le pedía agua a su hijo.
El labrador les disparó sin piedad. Antes de que pudieran reaccionar les reventó las cabezas a un par de estorninos y a otros dos les partió las alas.
El labrador les disparó sin piedad. Antes de que pudieran reaccionar les reventó las cabezas a un par de estorninos y a otros dos les partió las alas.
Los que consiguieron escapar decidieron que había llegado el momento de irse a vivir a un lugar menos peligroso. En el camino se encontraron a unos grajos que iban en dirección contraria. Estos, extrañados, les preguntaron adónde se dirigían.
-Nos vamos a algún lugar donde no haya hombres –les explicaron los estorninos-. Y vosotros deberíais dar la vuelta y hacer lo mismo. Maldita sea la especie de los malvados hombres, que han aprendido a decir una cosa al mismo tiempo que son capaces de hacer otra bien distinta.
Nosotros no podemos huir de nuestra propia especie, pero sí alejarnos de aquellos que han perfeccionado hasta límites insospechados la habilidad del ser humano para engañar. Ese podría ser el caso de muchos predicadores. Aunque los que más peligrosos me parecen ahora mismo son los que han hecho de esa despreciable facultad la base de su profesión.
No espero nada de esta campaña electoral. Intentarán atraernos hacia las urnas mientras van preparando la munición.
Después del 20N no vamos a saber dónde meternos para que no nos alcancen las pedradas.
Después del 20N no vamos a saber dónde meternos para que no nos alcancen las pedradas.
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