Llevo ocho años trabajando como profesor de Secundaria y ahora me doy cuenta de que he dado más de lo que me pedían. Es lo que pasa cuando no te explican bien las cosas, que los profesores hacemos muchos cursos de formación, pero en ninguno te dicen en qué consiste el trabajo del día a día. Y en la oposición menos. Para la oposición solo te piden contenidos teóricos, algunos ejercicios y preparar una programación de curso que tanto el ponente como el tribunal saben que solo funcionaría en los mundos de Yupi. Nadie me dijo que solo tenía que trabajar 18 o 20 horas semanales. En estos últimos cursos he impartido 19 horas lectivas semanales. Algunos compañeros, 18. Ahora parece que nos las van a subir a 20 o 21. Supongo que esta subida servirá para felicitarnos por lo poco que protestamos cuando el año pasado nos bajaron el sueldo un 11 o un 12%. Ahora que sé que solo tengo que trabajar esas 20 horas lectivas lo veo más razonable. Menudo chollo.
Supongo que es cuestión de organizarse mejor. En los institutos nos obligan a estar en el centro 26 horas. Las horas que no son lectivas se dedican a guardias, reuniones de coordinación y atención a los padres. Para no trabajar más de 20 horas tendré que esforzarme, pero lo conseguiré. En las horas de guardia intentaré escaquearme en cuanto pueda. En las horas de coordinación con el resto de miembros de mi departamento, con el orientador o con otros tutores me llevaré algún autodefinido para entretenerme mientras practico mi gesto de estoy-totalmente-de-acuerdo-pero-voy-a-hacer-lo-que-me-dé-la-gana. Y en las horas de atención a padres intentaré que no venga ninguno dándoles largas.
Estos años también dedicaba mucho tiempo por las tardes a corregir ejercicios y exámenes. Podían haberme dicho antes que no era necesario. Aunque más vale tarde que nunca. Me han quitado un peso de encima. Probablemente, al tener más horas de clase, voy a tener algún grupo más. Y es seguro que van a subir el número de alumnos por clase. No me quiero ni imaginar las horas que me llevaría corregir tantos ejercicios y tantos exámenes. Los ejercicios los haremos en clase y los corregiremos allí mismo. Lo de corregir los exámenes en clase me va a costar más trabajo, que soy muy especialito y me gusta estar muy concentrado cuando realizo esta tarea, pero todo se andará. Supongo que tendré que mandarles que se lean algo o que hagan algún dibujo para que estén calladitos y me dejen trabajar en paz.
Y nada de quedarme sin recreo para castigar a un alumno que se ha portado mal o de mandarle una tarea que luego voy a tener que corregir. Si en el aula hay demasiado escándalo y no se puede dar clase, siempre podremos aprovechar el jolgorio y organizar una fiesta.
La burocracia es otra de las labores que no sirve para nada y que quita mucho tiempo. Ahora nos obligan a elaborar un PTI cada vez que un alumno suspende. Para los profanos: un PTI es un Plan de Trabajo Individualizado. Me he pasado tardes y tardes elaborando estos farragosos documentos que finalmente no sirven para nada. Tendré que aprobarlos a todos para no tener que hacer ninguno. Aprobándolos a todos evitaré además tener cualquier tipo de reclamación. He visto a profesores malísimos que utilizan esta misma técnica y nunca tienen ni quejas de los padres ni de los equipos directivos ni de los inspectores.
Y se acabó lo de prepararme las clases y elaborar materiales nuevos. A mí siempre me ha gustado repasar los contenidos antes de dar una clase para refrescar datos y anécdotas que ilustren el árido contenido del libro, pero eso es un trabajo por el que por lo visto no me pagan. Supondrán que con lo que estudié en la carrera y en las oposiciones será suficiente. No seré yo el que les lleve la contraria. Leeremos el libro de texto y saldremos adelante. Para resolver las dudas supongo que me bastará con mi bagaje cultural y, cómo no, con mi fecunda imaginación.
Como soy profesor de Lengua y Literatura, todos los años he seguido leyendo libros y haciendo cursos para no quedarme estancado. Ahora comprendo que es ridículo tanto esfuerzo. Con el nivel tan bajo que exigimos en las aulas tengo suficiente con lo que ya sé.
En estos años dedicados a la docencia más de un alumno me ha dicho que los profesores vivimos muy bien, que solo trabajamos por las mañanas y tenemos muchas vacaciones. ¡Angelitos! Ya sabemos cómo son los adolescentes y cómo les gusta repetir las cosas que oyen en sus casas. Al principio intentaba defender la profesión, pero desde hace unos años les doy la razón y les animo a hacerse profesores si tanto les gusta.
Este curso, después de lo que está diciendo la Esperanza Aguirre y de que en los medios de comunicación solo hablan de nuestras horas lectivas como si fuera lo único que hacemos, me espero lo peor. No me extrañaría que algún alumno me soltara que soy un vago y un caradura, que así de espontáneos y naturales son los jóvenes de hoy. Me gustaría poder darle la razón cuando suceda.
4 comentarios:
...y esto es sólo el comienzo, félix...
Mordaz hasta el final jajaja
jajaj muy bueno, se nota que sale del alma, se lo pasaré a mi hermana que es profa de historia.
Me están poniendo tan difícil esto de trabajar 20 horas semanales que, para empezar, ya me han tocado en el reparto de horarios 21 horas lectivas. Afortunadamente todas son de mi especialidad. Estoy hablando con compañeros que para completar su horario van a tener que dar asignaturas que no estudian desde que iban a COU. Esto es calidad educativa, sí señor.
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