Como unos miserables
vivimos todos juntos
en la enana república que
aloja mi pellejo
Vivimos
hacinados entre los flojos muros de mi carne
que sustentan estos óseos
pilares cada vez más cansados
Aquí vivimos todos, los
que ya fui y seré
el
sabio y el idiota
el
recto y el perdido
el
lúcido suicida y el infausto inmortal
el
duro y el sensible
el
cruel homicida y el misericordioso
el
loco peligroso y el sabio consejero
el
más leal amigo y el infame traidor
el
místico, el ateo
el
misántropo, el hombre prometeico
el
amante, el misógino
el
sacrificado humanista que consagra su vida al estudio
o
el alucinado que incendia los fondos de la Biblioteca Nacional
Todos tienen su sitio, su
turno de palabra
y unas normas comunes
para la convivencia
A veces se las saltan,
discuten y dan voces
y en muchas ocasiones
llegan a darse de hostias
Sin embargo, al final,
siempre vuelve la calma
se firma un armisticio y
reina la concordia
y hay abrazos incluso y
vuelven las palabras a servir a la vida
Hace frío ahí afuera y es
mejor vivir juntos
que salir a la calle a
morir congelados
Las incomodidades no
tienen importancia
si uno tiene un refugio
donde sentirse a salvo
y una ventana al mundo para ver lo que pasa
y una ventana al mundo para ver lo que pasa
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