El pequeño fascista que
me habita
tiene esas cosas que
tiene cualquiera
dice esas cosas que todos
pensamos
aunque las escondamos en
nuestro propio infierno
El pequeño fascista que
me habita
es un pepito grillo hijo
de puta
que jamás ha tenido la
desdicha
de enfrentarse a ese
ángel que le pare los pies
Me acorrala a menudo e
intenta persuadirme
de que con mano dura se
arreglan los problemas
que las respuestas tibias
son propias de cobardes
que el orden mundial se
impone a base de hostias
y que con las medidas que
él pondría en marcha
en veinticuatro horas
todo se enmendaría
la avalancha de moros que
vienen en pateras
la invasión de sudacas
que nos está anegando
la insubordinación odiosa
de los jóvenes de hoy
las execrables masacres
de tantos terroristas
o el incordio constante
de los nacionalistas periféricos
Me dice que debieran
restaurar las torturas
que siempre funcionaron
en casos de excepción
que el vulgo echa de menos
las siempre edificantes
ejecuciones públicas, o
los desollamientos
o las lapidaciones, o la
Ley del Talión
La gente echa de menos
las leyes sin dobleces ni oscuros subterfugios
reclaman sin descanso que
vuelvan cuanto antes
los juicios sumarísimos,
los justos linchamientos
que son más eficaces que
el tardo mecanismo de la justicia de hoy
El pequeño fascista que
me habita
varias veces me ha dicho
que aprenda a fabricar explosivos caseros
que habría que volar el
Congreso, el Senado o cualquier edificio del Gobierno
Debería, me dice,
conseguir un buen rifle y dar clases de tiro
Con un solo disparo en el
punto de mira de un francotirador
se elimina de un soplo a
un político indigno
El pequeño fascista que
me habita
no siempre trabaja en
estos ambiciosos proyectos de estado
Acostumbra también a
hablarme de mi vida
para que no me olvide de
lo mal que la llevo
Me dice que debiera no
dejar cabos sueltos
y ajustar esas cuentas
que aún tengo pendientes
Sabe que hubo traidores
que dejé sin venganza
Sabe que ahora me atacan
y que no me defiendo
Mi pequeña conciencia
justiciera me dice que ha llegado
la inaplazable hora de la
dulce venganza
que hay formas de hacer
daño
que son como accidentes
que no provoca nadie
y que me ayudaría a
preparar las trampas
y a limpiar toda huella
que pudiera implicarme
Al pequeño fascista que
me habita
termino casi siempre
callándole la boca
sacándolo a patadas del
zaguán de mi mente
Pero él nunca se rinde y
espera con paciencia
al lado del umbral de mi
cabeza
para meter su zarpa en cuanto me descuide
para meter su zarpa en cuanto me descuide
1 comentario:
Bueno no, lo siguiente.
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