Esto
de las movilizaciones ha llegado a normalizarse tanto que ya se queda para las
manifestaciones como para unas fiestas patronales. El otro día intentaba buscar
una fecha para quedar en Madrid con unos amigos que hace tiempo que no veo y
salió la fecha del 22 de marzo. Nos venía genial y además coincidía con las
Marchas de la Dignidad. De vicio. Son muchas las manifestaciones y huelgas que he
compartido con estos amigos y la vida nos brindaba una oportunidad más para
volver a disfrutar de ese derecho democrático que nos permite expresarnos libremente
en las horas que nos digan y por las calles que dispongan los organizadores de
festejos del Ayuntamiento. Si hace bueno, seguro que lo pasaremos fenomenal.
Siempre me ha encantado pasear por Madrid y así, en estas manifestaciones multitudinarias,
da gusto. Con las calles cortadas, como en los desfiles y en las procesiones, y
sin que nadie se extrañe de que vayas cantando y gritando ripios en contra de
los corruptos que nos gobiernan. Llevaremos silbatos para hacer más ruido y seguro que
habrá tambores. Estas manifestaciones ya no son nada sin sus buenas charangas y
batucadas. Al final del paseo, una vez saciado nuestro apetito reivindicativo,
nos iremos de allí enseguida, que estas marchas son muy pacíficas pero al final
siempre se lía. Porque hay alguien que quiere más o porque hay alguien que ya
ha tenido suficiente, eso depende. Cuando es alguien que quiere más, suele ser algún
cafre que, no contento con llevar un buen rato llamando hijos de puta a los
policías, empieza a arrojarles piedras u otros improvisados proyectiles. Cuando
es alguien que quiere menos, ese alguien suele ser de la policía, que también
son personas, y tienen familia, y aficiones, y ganas como todo hijo de vecino de
tener un sábado libre, y puede que a veces también terminen hartos de que les
griten hijos de puta, que es mentira que lo sean. Cansadas están las putas de
decir que ellas no los han parido. En fin, a lo que iba, que por lo que sea algunas
veces los polis ya no pueden más y dan la orden a los agentes de paisano
infiltrados en la manifa para que la líen y así tener una excusa para cargar,
que si es la policía la que empieza a dar palos siempre hay algún tiquismiquis
por ahí que pone alguna pega. Pero a esas alturas de la fiesta nosotros ya nos
habremos ido y estaremos por ahí tapeando en alguna tabernita madrileña o zampándonos
algún menú asequible. Por suerte, los que hemos quedado ese día mal que bien
tenemos trabajo y podemos salir sin contar la calderilla un par de días al mes,
y hasta permitirnos el lujo de hacer dieta de forma voluntaria si se nos antoja.
En la sobremesa, echaremos un vistazo a la prensa digital para saber si ha
habido palos o para echarnos unas risas con las cifras de asistentes que darán
los diferentes medios. Seguro que con la de La Razón nos descojonaremos. Por la
tarde, para redondear el día, a lo mejor vamos a ver alguna exposición, o a dar
una vuelta por las tiendas del centro de Madrid para ver todas esas cosas que
no podemos comprarnos. Va a ser un día genial, y no será raro que en la próxima
convocatoria multitudinaria, ya sea marcha de la dignidad o marea del color que
sea, volvamos a quedar. Yo que vosotros me apuntaba, que seguro que va a molar.
2 comentarios:
Pues cuenta conmigo que me apunto.
La última manifestación a la que acudí estuvo muy bien. Como hacía buen día (en Málaga casi siempre hace bueno) nos quedamos a comer en el centro y luego fuimos de tiendas y al cine y de copitas. Total, que al final llegué a casa a las dos de la mañana, con dos cojones. Pero antes había estado varias horas haciendo bulto y tocando el pito por la Alameda de Colón, el Parque y calle Larios.
En las manis casi siempre ves a algún conocido y que es de tu vida, te casaste o sigues soltero y como están tus padres y esto y lo otro y lo de más allá.
Me encanta ese airecillo de festividad del que hablas, los silbatos, las banderas, los cánticos, los tambores... Y siempre hay quien va disfrazado de Rajoy, de España, de mendigo, o de cualquier cosa que te puedas imaginar, como si estuviéramos en carnaval.
Yo sería incapaz de llamar hijo de puta a un policía. Soy muy tolerante y respetuoso. Además, bastante tienen las pobres putas, cuya profesión merece todos mis respetos.
En cuanto a los antidisturbios, nadie les ha obligado a tener el trabajo que tienen, ¿no? Al que no le guste que se dedique a otra cosa. Muchos, entre los cuales me incluyo, se lo agradecerían. Yo los mandaba a su casa pero no los sábados, sino todos los días de la semana :)
Supongo que la policía, en principio, hace falta. Para perseguir a los malos, claro, no a los ciudadanos que se manifiestan pacíficamente. Pero lo que enerva a la ciudadanía es que los policías que se extralimitan en sus funciones no suelen ser castigados. Y si alguna vez son llevados a juicio y condenados, finalmente se les indulta. También creo que cabrea bastante que quieran prohibir por ley grabar a un policía que se toma la justicia por su mano. En fin, que quien siembra vientos...
Por cierto, se puede observar que escribí este texto sin saber a qué hora era la manifestación. Pensaba que era por la mañana y fue por la tarde. Dejando ese error aparte, no me equivoqué mucho en mis predicciones. Fue un buen día. Me gustó ver tanta gente en la calle soñando con un mundo mejor. El final no me enturbió el día. Yo soy un hombre pacífico y ya me había ido cuando empezaron las movidas, y eso que empezaron pronto. La policía intervino antes de la hora para la que los convocantes tenían autorización, que eran las 21.30. Muchos piensan que hacían falta imágenes de disturbios para el telediario de las nueve. Suena bastante plausible.
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