Internet nos ha venido muy bien para abandonar toda esperanza en un futuro mejor. La democratización de los medios ha sido la mejor manera para dejar de confiar en la sociedad. El siglo pasado teníamos a los progres izquierdosos siempre dando la tabarra con la importancia de formar al pueblo y escuchar su voz. Pues bien, ese tiempo ha llegado. ¿Para qué? Para descubrir que vivimos rodeados de idiotas. Internet solo nos ha servido para sacar a la luz la mierda que escondíamos debajo de la alfombra.
Entra en cualquier periódico digital que permita los comentarios de los internautas. No son lo mismo que las cartas al director. Aquí no hay un esmerado proceso de selección. Sentirás terror al comprobar la cantidad de idiotas que hay en el mundo. Y esos idiotas no son una abstracción ni una realidad virtual. Son tus vecinos, tus compañeros de curro, la gente que hace la misma cola que tú en el súper, los que depositan el voto en tu mismo colegio electoral, el amigo al que le cuentas tus problemas…
Y no me refiero a los trolls. Esos están ahí para provocar o liarla. No confundamos a los idiotas con los trolls. En los trolls encontramos un amplio abanico de frikis que van desde los que se dedican a fastidiar por puro aburrimiento hasta los que han encontrado en esa afición la forma de canalizar sus frustraciones. Nada que reprocharles. Bastante tienen. Mucho más lamentables son los idiotas, que son los que caen en sus provocaciones y les siguen la corriente. Los idiotas son los que participan en esos foros totalmente en serio. Los que están convencidos de que el mundo debe conocer su opinión sobre la corrupción, sus ideas para acabar con el paro, qué harían ellos con los terroristas de ETA o a quién ficharían de nueve para el Real Madrid.
Internet y los programas de Telecinco del estilo de La noria han hecho creer a la gente que cualquier opinión es respetable. Lo mismo vale la opinión de María Antonia Iglesias que la de la Belén Esteban, lo mismo la de Enric Sopena que la de cualquier papanatas del Gran Hermano. No sé si es respetable que todo el mundo pueda dar su opinión. Supongo que sí. Pero qué pocas opiniones se pueden considerar respetables por sí mismas. Por la absurdidad de su contenido o por la poca credibilidad de los que las defienden.
Resulta paradójico que la democratización de los medios de comunicación me haya hecho dudar de las bondades de la democracia. Visto lo visto, sería de necios confiar en las revoluciones sociales para arreglar los previsibles problemas del futuro. En este momento hasta el sufragio universal se me antoja un dislate.
Y que no me cuenten cuentos los que dicen que la sociedad está embrutecida por un mal sistema educativo o por la perversión de nuestro sistema económico y nuestros valores materialistas. También nos han intentado inculcar valores positivos como la igualdad, la solidaridad y la libertad. Y nos han dado una formación básica, muchos libros y una cantidad de información infinita gracias a las nuevas tecnologías. En ninguna etapa de la historia el ser humano contó con tantos recursos para formarse. ¿Y qué hemos hecho con todo ese caudal de conocimientos? Limpiarnos el culo. Ya dijo Sartre que el ser humano es una pasión inútil.
¿Y qué podemos hacer para librar al mundo de la idiocia? Y yo qué sé. Abre un foro en Internet, plantea el tema y verás como hay un montón de idiotas que sí lo saben. Los fachas y los simples, que a veces son hasta la misma cosa, seguro que no solo lo saben, sino que además, si quieres, te lo cuentan.
Yo, humildemente, solo podría decirte los cuatro remedios caseros que me ayudan a no caer en una profunda depresión. Aunque vaya usted a saber si a alguien más le pueden funcionar. Para empezar, no leo nunca los comentarios anónimos de las noticias en la prensa digital. Tampoco dejo comentarios, que no soy yo de luchar contra gente desarmada ni de perder mi tiempo con quien no lo merece. En Internet solo participo en debates cuando conozco a los interlocutores (con amigos en Facebook, por ejemplo) o en blogs particulares que puedan tener alguna credibilidad por ser visitados por ciertas minorías o porque conozco a los titulares de los mismos. No veo las tertulias de la televisión. No pertenezco a ningún partido político. No soy de ninguna ONG ni de ningún colectivo. Evito los conflictos en las reuniones de vecinos y, a ser posible, en el trabajo. No quiero cambiar el mundo y no aspiro a casi nada. Ah, y siempre tengo palomitas para, en caso de que se precipite el fin del mundo, poder sentarme tranquilamente a disfrutar del espectáculo.
5 comentarios:
Eres capaz de plasmar con palabras y suma perfección lo que muchos pensamos.
Sin embargo, a mi sí me gusta leer (y en ocasiones participar) ciertos debates, sean o no anónimos (tal vez yo sea un idiota más), creo que de vez en cuando se puede aprender algo, sólo hace falta una buena criba.
pd. había un dicho, no recuerdo de quién que decía: "ten en cuenta la opinión de los estúpidos, están en mayoría"
Está claro, Félix, que no todos los que participáis en esas controversias sois idiotas. Supongo que hay una minoría que habría que clasificarla o en el apartado de los valientes o en el de los idealistas. Ponte en el que te veas más cómodo.
Yo, particularmente, te agradezco que te pases por este pequeño blog en el que todo el mundo es bienvenido. Los comentarios pasan por mi censura, pero solo para evitar a los trolls, que ya se pasaron una temporada tocándome los huevos.
Y no sé quién dijo la frase, pero cuánta razón tenía.
Yo creo que lo de las palomitas para ver el fin del mundo es super importante. Lo que deberíamos es abrir un foro para decidir si palomitas con mantequilla, dulces, tradicionales...
Yo discrepo totalmente de las palomitas. A donde se pongan las pipas...
Lo que presumo yo por ahí de los lectores de mi blog y del elevado nivel de sus debates. Unos pistachos también iban a caer, ¿eh?
Publicar un comentario