lunes, 2 de mayo de 2016

Piso compartido

Como unos miserables vivimos todos juntos
en la enana república que aloja mi pellejo
Vivimos hacinados entre los flojos muros de mi carne
que sustentan estos óseos pilares cada vez más cansados

Aquí vivimos todos, los que ya fui y seré
el sabio y el idiota
el recto y el perdido
el lúcido suicida y el infausto inmortal
el duro y el sensible
el cruel homicida y el misericordioso
el loco peligroso y el sabio consejero
el más leal amigo y el infame traidor
el místico, el ateo
el misántropo, el hombre prometeico
el amante, el misógino
el sacrificado humanista que consagra su vida al estudio
o el alucinado que incendia los fondos de la Biblioteca Nacional

Todos tienen su sitio, su turno de palabra
y unas normas comunes para la convivencia
A veces se las saltan, discuten y dan voces
y en muchas ocasiones llegan a darse de hostias

Sin embargo, al final, siempre vuelve la calma
se firma un armisticio y reina la concordia
y hay abrazos incluso y vuelven las palabras a servir a la vida

Hace frío ahí afuera y es mejor vivir juntos
que salir a la calle a morir congelados

Las incomodidades no tienen importancia
si uno tiene un refugio donde sentirse a salvo
y una ventana al mundo para ver lo que pasa



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