miércoles, 23 de febrero de 2011

Curso on line gratuito de escritura creativa: primera y última clase

Bienvenidos al curso
Tranquilos, ni esto es un anuncio ni este curso tiene ningún coste. Todavía no estoy tan necesitado como para tener que estafar a los incautos. Esta clase magistral que aquí, generosamente, ofrezco os será de gran ayuda para que, en caso de que queráis adentraros en el fascinante mundo de la palabra escrita, no caigáis en las redes de los talleres literarios o los cursos de escritura creativa. Si quieres gastarte tu dinero en algo de provecho, ve a un psicoanalista a que te mire lo de querer ser escritor, que ya son ganas.
Los talleres literarios son un engañabobos
Puedo decir con orgullo que nunca me han embaucado en ningún taller literario, ni como profesor ni como alumno. Algún payaso podrá escribir al pie de este post que ya se nota. Desde aquí le mando la más impertinente de mis sonrisas y le ahorro el esfuerzo de escribirlo.
Desde muy joven, incluso cuando creía que esto de ser escritor era algo más idílico, desconfié de los cursos para futuros escritores. No creía entonces que me fuera a servir de mucho que me enseñaran lo que yo mismo podía mirar en los libros.  Tampoco pensaba que me pudieran ofrecer el secreto de la fama, pues, de saberlo, los mismos ponentes lo habrían utilizado en su  provecho en lugar de estar dando un cursillo de mierda.
El talento no se vende
El arte no se puede enseñar. Te pueden transmitir la técnica, pero no el talento, lo que los flamencos llaman “duende”. Técnica y talento son necesarios para que exista un creador. Si habláramos de pintura, la técnica sin talento sería lo que son algunos profesores de Plástica. El talento sin técnica ni formación cultural, el pintor rural que fascina a sus vecinos cometiendo bodegones y paisajes espantosos. El talento además, si quiere ser productivo, tiene que ejercitarse con la ayuda de la técnica. Esto lo decía muy bien Lorca: “si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios –o del demonio-, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema.”
No, no me estoy contradiciendo. La técnica que necesitas saber no te la van a enseñar en ningún taller literario. En una academia o conservatorio de música te pueden enseñar solfeo. Eso en literatura se llama aprender a leer, y es algo que te enseñan en la escuela. En una academia o conservatorio de música también pueden enseñarte a tocar un instrumento. Eso en literatura se llama escribir, y también lo aprendemos gratis en los colegios. Si quieres aprender algo útil para escribir, pásate por una academia en la que te enseñen a darle a los dedos en un teclado de ordenador.
Trabajo duro
Si sabes leer y escribir, ya tienes toda la técnica que un escritor necesita para crear. Ahora te falta conocer el terreno en el que te mueves y ejercitar tus dotes de creador. No necesitas ningún gurú. Lee, lee mucho y escribe. Escribe mucho. Es un camino duro, ¿verdad? Pues vuélvete antes de que te arrepientas. Me temo que no hay atajos.
Hay escritores con más o menos formación, más o menos instintivos, pero no son mejores unos que otros. Lee con atención, analiza los trucos de los demás escritores o imítalos para retarte a ti mismo. Escribe sin descanso y de la forma que sea hasta que descubras cómo escribes tú.
La escritura se parece mucho a la música. Para ambas son muy necesarios el oído y el ritmo, y eso se tiene o no.
Yo me licencié en Filología Hispánica, pero estudiar humanidades no te sirve para escribir mejor. Con suerte aprendes a leer con atención si pones de tu parte. También tienes una visión diacrónica de la historia de la literatura que acaso te puede servir para no hacer el ridículo. Se me cae la cara de vergüenza ajena, por ejemplo, cuando algún aspirante a poeta se pone transgresor e intenta colarte la lectura de una botella de champú como algo rompedor. Siempre pienso que se perdió la clase de Bachillerato en la que enseñan las vanguardias.
La genialidad no respeta la técnica
Tampoco hace falta obsesionarse por la técnica. Hay grandísimos escritores que no han destacado o no destacan por su perfección técnica. Para empezar, Cervantes, que incluso en “El Quijote” dejó imperdonables errores de bulto. A mí me gustan otros muchos escritores cuestionados por su estilo descuidado: Hemingway, Bukowsky, Agota Kristof, Pedro Juan Gutiérrez, Pío Baroja… También prefiero escuchar a Sabina que a Plácido Domingo.
A quiénes van dirigidos los talleres literarios
A todos esos idiotas que dicen que quieren ser escritores y apenas leen. O a todas esas cursis que leen bestsellers y necesitan para entretener las tardes un hobby acorde con su nivel intelectual. La verdad es que la mayoría de los que acuden a estas cosas merecen ser estafados.
¿Qué coño se piensa toda esa gente que es ser escritor? Algunos, sobre todo algunas, a lo mejor solo lo hacen para dárselas de algo delante de sus amigos. Pena me da que realmente se crean escritores solo por haber ido a un cursillo. Sería como si alguien que estudia la carrera de Filosofía se creyera filósofo.
Quién imparte los talleres literarios
La mayoría son escritores de tres al cuarto. No digo yo que no haya algún genio bohemio que no haya encontrado otro medio de vida mejor –aparte de la hostelería-, pero tienen que ser los menos. La mayoría deben de ser tipos muy resentidos con el mundo. De esos a los que nunca les gusta nadie que haya triunfado. De esos que nunca ven la película que ve todo el mundo ni leen ningún libro de moda. De esos que siempre hablan de algún otro desgraciado al que se le reconoció el talento a título póstumo porque, en el fondo, esperan que a ellos les pase lo mismo. De esos que, si pueden, te traumatizarán, socavarán la poca autoestima que te quede (que no debe de ser mucha si te has apuntado a un curso así) y te sumergirán en lo más hondo de su propia frustración para demostrarte que tienen razón. Y para no estar solos. Fracasados y sinvergüenzas son todo lo que encontrarás al frente de estos maravillosos cursos.
Alguien me podrá decir que algunas veces escritores de prestigio se prestan a impartir estos talleres. En ese caso el atractivo es otro: conocer a un escritor famoso y, si es santo de tu devoción, disfrutar de sus anécdotas y poder charlar con él. Con estos cursos tampoco vas a aprender nada, pero te los recomiendo si te sirven para satisfacer tus pasiones más infantiles. Aunque cuidado, que muchos escritores pierden mucho en las distancias cortas.
Yo metería a todos los estafadores que imparten talleres literarios en una habitación y no los sacaría de allí hasta que se pusieran de acuerdo en algo que no fuera poner a caer de un burro a todos los escritores del top de ventas. No serviría para nada –como sus cursos-, pero al menos nos los quitaríamos de encima una buena temporada.
Corolario y título que acredita que has asistido a este curso
Si has leído esto y aun así quieres ser escritor, lo primero de todo pregúntate por qué. A lo mejor lo tuyo puede tener solución antes de que sea demasiado tarde. Cuando lo tengas claro y si tu decisión es firme, ya sabes todo lo que necesitas para intentarlo. Recuerda: leer y escribir, leer y escribir, leer y escribir. Sobre todo leer mucho y estar dispuesto a sacrificar gran parte de tu vida social por la literatura.
A lo mejor conoces a alguien que escribe y que no lleva una vida tan abnegada como yo digo. Créeme: la obra de un escritor de verdad requiere muchas horas, mucha soledad y mucha transpiración. Algún poeta hay por ahí que se sale de la norma, pero ni come con eso ni nadie le hace demasiado caso.
Acabas de terminar mi curso para futuros escritores. No doy título porque entonces perdería dinero. Piensa en mí con agradecimiento por toda la pasta que te has ahorrado en cursos para gilipollas. Y si quieres un título, puedes hacértelo tú mismo en casa. Solo necesitas un ordenador, una impresora y, por supuesto, saber escribir. Me lo envías y te lo sello con la media patata que tengo recortada con mis iniciales para estas gestiones.

domingo, 13 de febrero de 2011

Me la pela

Llevo unos días en proceso de desintoxicación mediática. Suelo estar atento a la actualidad. Leo la prensa digital, sigo varios blogs, algunos días hojeo el periódico de papel y veo el telediario. Sin embargo, desde hace un par de semanas me provoca rechazo tanta información. Veo sin mucho interés el telediario, a ratos desconectando, a veces sin llegar hasta el final. Y solo leo alguno de los links que ponen mis amigos del Facebook. Pocos.

Hace unos días comentaba por e-mail algunas generalidades sobre política con un amigo y, después de un par de correos de ida y vuelta, me decía que la política y otro montón de cosas no le preocupaban demasiado, y que la frase que más repetía en los últimos tiempos era "me la pela". Me explicaba que de tanto estudiar la antigua Roma se estaba volviendo un escéptico con ciertas dosis de nihilismo. Es lo que tiene estudiar humanidades, que puedes viajar en el tiempo a precio de saldo y vivir cualquier época casi con la misma intensidad que la actual. Yo lo entendí perfectamente. En los últimos días había estado estudiando la historia y la literatura españolas de finales del siglo XIX y principios del XX, y le había puesto más interés a ese mundo que a la turbia realidad que nos rodea, y que en cierto sentido también me la pela.

Yo sé que a la vuelta de unos días volveré a caer en las redes de la actualidad. Me interesa saber lo que pasa. Los que escribimos además necesitamos todo ese caudal informativo para elaborar nuestros mundos. Si no, ¿por qué me tenía que importar que a una mujer de Pamplona la haya matado su marido? O que en Estados Unidos quieran que haya algo parecido a la Seguridad Social. O que en Cuba sigan diciendo la obsoleta chorrada de “patria o muerte”. O que hayan echado al dictador de Egipto si ni siquiera me apetece ir a ver sus pirámides. Se puede vivir sin todo eso. En un mundo particular y personal mucho menos proceloso.

Hace unos días hojeaba mis fotos de 2010. Viéndolas me he dado cuenta de que 2010 ha sido un año buenísimo. Para empezar tengo que reconocer que mi vida familiar, la relación con mi pareja, está mejor que nunca. 2010 además fue muy importante para ella porque tomó una decisión laboral muy valiente con la que consiguió que los últimos meses del año fueran estupendos. Además viajamos a Portugal, a Cádiz, a las playas de Murcia, a Barcelona, a la Costa Brava y a Francia. Las fotos también me han recordado un montón de fiestas con amigos, cumpleaños, fiestas de disfraces o reuniones familiares entrañables y divertidas. Y que publiqué un libro. Y que ganamos el Mundial y disfrutamos de unos momentos maravillosos de felicidad pueril.

Y si 2010 fue así, porque las pruebas lo atestiguan, ¿por qué tengo esta sensación de agotamiento, frustración y decepción? Sí, me bajaron el sueldo algo así como un once por ciento. ¿Y qué? No puedo estar de mal rollo solo por eso. De momento puedo pagar mis facturas.

Estos estados de ánimo negativos solo pueden deberse a la tremenda sugestión que provoca leer tantas veces la palabra crisis, a los miedos que te transmite escuchar constantemente noticias sobre la inestabilidad del mercado bursátil, la falta de liquidez de los bancos, los problemas de los políticos para cuadrar sus cuentas o la astronómica cifra de parados que hay en España. Pero ¿qué coño puedo yo hacer por todo eso? Y digo más: ¿qué cojones hago yo preocupándome por cuestiones que no son de mi competencia? Que yo sepa ya hay un montón de banqueros, empresarios, sindicalistas y políticos que están ahí para preocuparse por esos problemas (ya sería la leche si además los resolvieran) a cambio de recibir un montón de pasta, en A y en B, por encima de la mesa y por debajo.

No voy a poder evitar volver a interesarme por la actualidad. Pero desde ahora voy a intentar seguir el ejemplo de mi amigo y decir más “me la pela”. Voy practicando: me la pela quién gane las elecciones, me la pela que los integristas se hagan más fuertes en el mundo árabe, me la pela que los bancos cierren, me la pela lo que pase en Cuba, me la pela Hugo Chávez, no os podéis ni imaginar cuánto me la pela José María Aznar, me la pelan los independentistas, me la pela que la Bolsa se vaya a hacer puñetas, me la pela quién gane los Oscar, me la pela para quién amañen el Planeta, me la pela que en educación cada vez haya menos recursos (sí, eso me afecta de lleno, pero particularmente tampoco puedo hacer nada para solucionarlo, excepto padecerlo), me la pela que suba el petróleo, me la pela quién gane la liga, me la pela si renuevan o no al entrenador del Barça, me la pela el cambio climático (sí, bueno, reciclaré para engañarme a mí mismo), me la pelan las leyes represoras aplaudidas por el pueblo, me la pela lo que nos cuesta mantener a la Iglesia Católica, me la pelan todas y cada una de las mierdas que suelta por la boca el santo Papa de Roma, me la pela Silvio Berlusconi, me la pela quién deja la casa en Gran Hermano, me la pela quién trabaja en Telecinco, me la pela el despilfarro que supone el Palacio de la Zarzuela…

Todo lo que tengo que hacer yo es intentar ser un buen profesional en mi trabajo, llevar bien la gestión económica de mi casa para que los gastos no superen nunca a los ingresos, y preocuparme de los que me quieren y de los que quiero, que normalmente son los mismos. El grado de felicidad es inversamente proporcional al número de preocupaciones.

Con un poco de retraso, pero aquí está mi propósito de año nuevo.

martes, 8 de febrero de 2011