La espiral del silencio es una teoría sociológica que sostiene que la gente se
suma a las corrientes de opinión mayoritarias para evitar el rechazo social. Al
final puede que todos, de una manera o de otra, seamos como Leonard Zelig,
aquel personaje genial de Woody Allen que se mimetizaba con las personas que le
rodeaban, incluso convirtiéndose en negro si todos los que estaban con él lo
eran.
La
teoría de la espiral del silencio partía de un análisis hecho en la sociedad
occidental de la segunda mitad del siglo XX, un momento en el que los grandes
medios de comunicación monopolizaban la opinión pública. La conclusión era que
los seres humanos hacemos un constante sondeo a nuestro alrededor para saber si
nuestra postura en un tema coincide con el de la mayoría o no. En caso de que
exista coincidencia, normalmente no hay miedo de expresar lo que pensamos. Pero
si no es así, si nuestras opiniones no coinciden con las mayoritarias, solemos
reprimirnos para no ser rechazados. De esta forma, la espiral del silencio
ayuda a fortalecer una opinión que no encuentra oposición y sigue ganando
adeptos mientras silencia a los que no la comparten.
Solo
una minoría fuerte y sin miedo al aislamiento social se atreve a enfrentarse a
las corrientes mayoritarias. Normalmente son personas formadas y con una
posición socioeconómica solvente las que forman parte de esas minorías que se
atreven a defender posturas diferentes a las de la mayoría. También los hay que
simplemente son artistas o intelectuales rebeldes e inconformistas sin miedo a
las consecuencias de sus afirmaciones. Las opiniones minoritarias, en
ocasiones, calan en parte de la sociedad y empiezan a ganar seguidores. De esta
forma las opiniones minoritarias de una época pueden llegar a ser mayoritarias
en otra. Supongo que eso explicaría fenómenos como el del rechazo y posterior
aceptación de la homosexualidad por nuestra sociedad, cómo es posible que en
pocas décadas haya pasado de estar mal vista e incluso perseguida por la ley
hasta llegar no solo a la tolerancia de gran parte de la sociedad, sino a su
aceptación y comprensión.
En
una sociedad dominada por los grandes medios de comunicación, la espiral del
silencio podía resultar positiva si, por ejemplo, servía para extender
opiniones favorables a la democracia, la libertad o la solidaridad. Por el
contrario, en momentos de crisis, podía alimentar ideologías como el nazismo. Sin
ir más lejos, Elisabeth Noelle-Neumann, la autora de la teoría de la espiral del silencio, fue nazi en su juventud.
Supongo
que ahora mismo se estará estudiando cómo se puede aplicar esta teoría a la
nueva realidad mediática en la que vivimos. Por una parte, las redes sociales
nos permiten buscar otras opiniones diferentes a los de los medios de masas, lo
que les resta poder a quienes los controlan, que, en última instancia, es la
clase política. Por otra, las posturas minoritarias, incluso aquellas que son
execrables, irracionales o disparatadas, pueden encontrar partidarios en el vasto
universo de Internet. Los machistas, los racistas o incluso
los pederastas, gracias a la red, pueden combatir la soledad y el aislamiento al que hubieran
estado condenados en otro tiempo. Internet les permite relacionarse
con otros que son como ellos y reforzar sus posturas.
Escribo
esto porque también he observado cómo ciertas ideas que hace unos años nos
hubieran parecido despreciables aparecen de vez en cuando en los medios de comunicación (estoy recordando ahora mismo la aparición estelar de Marine Le Pen en el programa de Ana Pastor), y cómo esas ideas se convierten
en larvas que se incuban en las redes sociales, que son el verdadero caldo
de cultivo que garantiza su futuro.
Internet
y las redes sociales son una vía de escape para todos aquellos que quieren defender
posturas diferentes a las que intentan imponer los medios de comunicación de
masas. Y eso a los amantes de la libertad de expresión es algo que nos fascina.
Pero el problema es que las relaciones en la red son en gran medida
horizontales, lo que quiere decir que lo mismo vale la opinión de un genio que
la de un cretino. Mi poca fe en el ser humano no me hace pensar que en una
batalla dialéctica en la red vayan a ganar los genios. No dudo de lo atractivas
que resultan para muchas personas las opiniones de algunos cretinos con cierto desparpajo.
Que nadie piense que estoy pidiendo que se censuren algunas opiniones en Internet. Ya se hace y me parece terrible. Recientemente dos personas (Pablo Hasél y Alba González Camacho) han sido condenadas por expresar en la red sus opiniones y, aunque no estoy de acuerdo con lo que defendían, no comprendo ni siquiera que se les haya juzgado. Las opiniones o las canciones (aunque sean tan malas como las de Hasél) no son actos de terrorismo. Lo que quiero decir es que si Internet se convierte en una guerra de opiniones, no tengo ninguna fe en que triunfen los que más razón tengan. Las guerras las ganan los más fuertes, que en ocasiones son también los más imbéciles. “¡Muera la inteligencia!”, gritó Millán Astray, un tipo que ganó una guerra, fue jefe de Prensa y Propaganda en la dictadura franquista y todavía tiene en Madrid una calle dedicada a su memoria.
Que nadie piense que estoy pidiendo que se censuren algunas opiniones en Internet. Ya se hace y me parece terrible. Recientemente dos personas (Pablo Hasél y Alba González Camacho) han sido condenadas por expresar en la red sus opiniones y, aunque no estoy de acuerdo con lo que defendían, no comprendo ni siquiera que se les haya juzgado. Las opiniones o las canciones (aunque sean tan malas como las de Hasél) no son actos de terrorismo. Lo que quiero decir es que si Internet se convierte en una guerra de opiniones, no tengo ninguna fe en que triunfen los que más razón tengan. Las guerras las ganan los más fuertes, que en ocasiones son también los más imbéciles. “¡Muera la inteligencia!”, gritó Millán Astray, un tipo que ganó una guerra, fue jefe de Prensa y Propaganda en la dictadura franquista y todavía tiene en Madrid una calle dedicada a su memoria.
1 comentario:
muy buena columna del dia 27-4-2014 es una realidad palpable con una tesis de lo que nos callamos por cobardía ARACILES
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