En una partida de ajedrez en
la que te encuentres acorralado y a punto del jaque mate, no te servirá de
mucho lamentarte por aquella jugada en la que perdiste a la reina o por aquel
torpe movimiento que te costó las dos torres. Lo que aprendiste de aquellos
errores quizá te sirva para futuras partidas, pero no para esta, en la que ya
no quedan ni torres ni reina que defender.
Lo único que debe importarte
en esta partida es buscar a la desesperada una estrategia ganadora con las
pocas fichas que aún conservas sobre el tablero. No será fácil. Tendrás que
emplear todos los recursos que tengas a tu alcance para perjudicar a tu
adversario y para salir del hoyo en que te has metido. Poco importa a estas
alturas que seas tú el responsable de haber cavado un hoyo tan profundo.
En los juegos de estrategia
en los que hay vencedores y vencidos, independientemente de lo grande que sea
el tablero y del número de fichas que estén en juego, siempre pasa esto. No
importa mucho el desarrollo de la partida, sino elegir con acierto la próxima
jugada.
Es obvio que no habría
vencedores ni vencidos si la partida no hubiera comenzado, pero ya es un poco
tarde para volver atrás. Sobre todo cuando tu adversario no está dispuesto
abandonar, ni mucho menos a negociar unas tablas.
1 comentario:
Sí, señor. Me gusta.
Balbi Mar
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