jueves, 28 de julio de 2016

That's all Folks!

Calculo que más o menos han sido cinco años. Eso es lo que nos ha durado nuestro interés obsesivo y desmedido por la política. No está mal. No es una marca despreciable. Las modas suelen durar menos.

Tuvo que ser a principios de 2011 cuando a todos nos dio por ahí, o un poco antes, que fue a finales de 2010 cuando se publicó Indignaos, de Stéphane Hessel, y encontramos el adjetivo que definía nuestro estado de ánimo de entonces. Los indignados de España salimos a tomar las calles, las avenidas y las plazas, y todo aquello desembocó en el ilusionante 15-M. Aunque yo no acampé en Sol, reconozco que me emocioné cuando estuve allí. De una forma o de otra –ocupando plazas, rodeando el Congreso, invadiendo calles, impidiendo desahucios, llenando las redes sociales de indignados mensajes políticos…– hemos pasado cuatro o cinco años bastante moviditos. Pero ya se acabó. Yo diría que justo después de las elecciones del 20-D. Se notó mucho en las redes sociales. El flujo de mensajes de contenido político descendió de forma considerable. Nadie habla de esto, pero seguro que ha sido uno de los factores que han hecho que la izquierda haya perdido tantos votos en las segundas elecciones. Y de las calles, avenidas y plazas mejor ni hablamos. Hace tiempo que nos cansamos de patearlas y ocuparlas. Hubo momentos en que era tremendamente agotador. Y confuso. Era todo tan confuso que tuvieron que organizar las mareas por colores para que nos aclaráramos.

¿Y qué nos ha quedado de todo aquello? Vivencias. Emociones. Recuerdos. Yo estuve allí. Cierta tranquilidad de conciencia por haberlo intentado. Poemas. Canciones. Puede que haya alguna novela buena, aunque aún no ha llegado a mis manos. También cambiamos el bipartidismo por un rompecabezas de partidos y colores imposible de resolver. Y es que la realidad de la política española actual, a pesar del cambio indiscutible, tiene más de resaca que de borrachera, y que te dé un bajón en la resaca entra dentro de lo normal.

La política sigue presente en las redes sociales, claro, pero de forma más comedida, displicente, desganada. Algunos no hablan de otra cosa, pero ya eran así antes del 15-M. Otros, de vez en cuando, seguimos haciendo algún comentario. Por inercia y sin ninguna ilusión. Entre otras cosas porque con los comentarios políticos se cosechan muchos menos me gusta que en otros tiempos. Y eso desanima, claro. Y que todo es lo mismo y uno ya está como de vuelta de escuchar las mismas noticias: las corruptelas del PP, los desatinos de Podemos, las noticias de Venezuela, las incoherencias de Ciudadanos, las bravuconadas de los independentistas… Todo se repite y nada se resuelve en un bucle infinito.

Por no hablar de la política internacional. Ahí estamos perdidos. Sobre todo los progres. Porque la derecha siempre simplifica y tiene las cosas más claras: no a la inmigración, no a los refugiados, no al islam, no, no y no. Gente práctica que no se complica, que lo de tener razón está sobrevalorado. Los progres, sin embargo, estamos aturdidos y desconcertados. En la guerra de Siria no sabemos qué bando es peor (bendita guerra de Irak, en la que estaba clarísimo quiénes eran los malos). Y pensamos que no habría que estar en esa guerra porque somos pacifistas, pero también entendemos que Francia se defienda de alguna manera de los ataques terroristas, cada vez más numerosos, cada vez más inquietantes, cada vez más difíciles de entender. Los refugiados nos preocupan y nos ofende que digan que son todos yihadistas, pero no podemos negar que algunos lo sean. Con los católicos fundamentalistas teníamos clara nuestra postura, pero no es tan fácil con el islam. Porque dices algo contra ellos y alguien acaba alineándote en las filas de Marine Le Pen, y eso nunca. Por eso puede que a veces pequemos de ingenuidad y de buenismo. Y de lo de Turquía ni hablamos. No podemos decir nada de un país que ni conocemos ni entendemos. Creo que en los próximos meses nos meteremos con Donald Trump, que es una de las pocas cosas en la que todos lo tenemos claro.

Pensando en todo esto, el otro día me acordé de este poema de Nicanor Parra:

NO CREO EN LA VÍA PACÍFICA
no creo en la vía violenta
me gustaría creer
en algo –pero no creo
creer es creer en Dios
lo único que yo hago
es encogerme de hombros
perdónenme la franqueza
no creo ni en la Vía Láctea.

Un poco así creo que nos sentimos muchos. Sin saber qué pensar de lo que pasa fuera y sintiendo que lo que pasa dentro no tiene solución, que cada sociedad tiene el gobierno que se merece y que esto es lo que nos merecemos nosotros.

El caso es que toda esta fiebre colectiva por la política se acabó. Y no porque yo lo diga. Es un hecho. La política vuelve a ocupar su espacio de siempre y la vida sigue su curso. Y puede que eso, al fin y al cabo, no sea tan malo. La vida es lo que sucede mientras perdemos el tiempo hablando de política. O mientras estás leyendo este post, que finalmente, reconócelo, no te ha servido para nada.

That’s all Folks!