jueves, 28 de enero de 2016

El secreto de la educación finlandesa

Por ser de naturaleza fantasiosa o por simple y puro complejo de inferioridad, los españoles tendemos a idealizar los países nórdicos, especialmente aquellos cuyos nombres terminan en landia. Culpa de Walt Disney, supongo. Todas nuestras utopías sobre democracias maravillosas y quiméricas se cifran normalmente en Finlandia e Islandia, lugares que, por otra parte, ni conocemos ni pensamos visitar. Y por supuesto no tenemos en ellos a ningún pariente o amigo que nos pueda dar cuenta de lo que allí se cuece.

¿Quién no ha oído hablar de Islandia, ese país de ciudadanos valientes y comprometidos que, en los tiempos del 15-M, se negaron a rescatar a los bancos y metieron a todos los políticos corruptos en la cárcel? Creo que algo hubo de todo eso, pero con infinidad de matices y peros que alejan la realidad de Islandia de ese país modélico con el que algunos sueñan.

Otro tanto viene sucediendo con Finlandia, aunque en este caso como ejemplo de país con un sistema educativo eficiente y admirable que siempre los eleva al podio del informe PISA. Los fanáticos defensores del modelo finlandés no lo conocen en profundidad, pero han leído por ahí alguno de los innumerables artículos que todos los periódicos han publicado sobre la educación finlandesa, han retenido un par de ideas vagas que suenan muy bien en el contexto de sus fantasías y ya no saben hablar de otra cosa en cuanto alguien saca el tema. Pues en Finlandia eligen a los mejores profesores. Y los alumnos no repiten curso. Y no les ponen notas numéricas. Ni llevan tareas para casa. Y el Estado costea todos los gastos. Etcétera. No os voy a aburrir contándoos todas las bondades de la educación finlandesa, que para eso solo tenéis que buscar en Google y os aparecerán artículos sobre el tema para aburrir. Tampoco me voy a entretener en matizarlas por no extenderme demasiado.

Lo que quiero es poner en duda que un modelo como el finlandés pudiera funcionar aquí, fuera de su contexto. Para empezar porque su sistema educativo es público en un porcentaje elevadísimo. Ni una universidad privada hay en Finlandia. Así que todos esos colegios concertados y privados que intentan engañarnos diciéndonos que copian el modelo finlandés tendrían que empezar por echar el cierre para dar ejemplo.

¿Y cuál es el contexto de la educación pública finlandesa? Pues de Perogrullo: que está en Finlandia y pensada para alumnos finlandeses. Ahí es donde radica el secreto de su éxito. Los alumnos finlandeses, y los finlandeses en general, son gente esforzada, seria y responsable. Solo el 8% del alumnado finlandés no completa sus estudios obligatorios. Estoy seguro de que trabajan tanto en clase que por eso no es necesario mandarles tareas para casa. Y apostaría a que en los niveles más altos se matan a estudiar, que el suyo, por lo visto, es un sistema muy exigente y competitivo. Solo hace falta decir que para acceder a la carrera de maestro de primaria es necesario tener un sobresaliente en el bachillerato. En uno de nuestros periódicos más católicos he llegado a leer que la forma de ser de los finlandeses se debe en gran medida a una educación de herencia luterana, que fomenta le responsabilidad y el esfuerzo.

No, no debe de ser nada fácil para un mediterráneo integrarse en un sistema que requiere un grado de esfuerzo y de voluntad tan grande. Ni siquiera lo sería para los padres. Porque los padres finlandeses consideran la educación de sus hijos como algo primordial y se esfuerzan por darles ejemplo, y de qué modo. El 80% de las familias van a las bibliotecas los fines de semana. A las bibliotecas, no al McDonald ni a los centros comerciales. Finlandia es el país que más libros publica por número de habitantes. Se pasan la vida leyendo, incluso lo hacen cuando ven cine, que allí a nadie se le ha pasado por la cabeza doblar las películas extranjeras. Una estampa cotidiana en los hogares finlandeses es la de los padres tomando café al mismo tiempo que leen la prensa. De esta forma les transmiten a sus hijos lo importante que es leer y estar informados sobre lo que sucede en el mundo.

Y aunque al parecer los jóvenes finlandeses viven en hogares acogedores y tienen unos padres que se preocupan mucho por ellos, pronto abandonan el nido. Allí los hijos no se perpetúan en casa como esos trastos viejos que se acumulan y van cogiendo polvo en el trastero. Sorprendentemente, muchos de ellos se van de casa poco después de alcanzar la mayoría de edad. Incluso los que siguen estudiando. Los universitarios suelen hacerlo en cuanto empiezan la universidad. Tienen becas para estudiar, es cierto, pero resultan insuficientes y muchos de ellos se buscan algún trabajo a tiempo parcial que les permita ser totalmente autosuficientes.

Puede que todo eso explique, mucho mejor que su sistema educativo, por qué siempre sacan las mejores notas en PISA. Su sistema educativo no deja de ser otro síntoma de su forma de ser.

No vayáis a pensar que todo esto lo digo para rechazar un sistema educativo de tan probada eficacia. Todo lo contrario. Como profesor, estaría encantado de poner en práctica todas las innovaciones que pudiéramos importar de Finlandia. No tengo ningún problema en dejar de mandar tareas a mis alumnos, ni en que prohibamos para siempre las repeticiones de curso, ni en reducir las ratios, ni en potenciar la enseñanza pública. Y si tengo que ponerme las pilas y hacer cursos de formación para alcanzar las altas cotas de preparación de los profesores finlandeses, podéis contar con mi predisposición absoluta. Sin duda, una iniciativa así sería todo un éxito si contáramos con la materia prima adecuada para ponerla en marcha. Llenadme la clase de alumnos finlandeses y mañana mismo, si queréis, empezamos.

Y si esto último no es posible, dejad ya de tocar los huevos con el sistema educativo finlandés y busquemos un sistema educativo que pueda servir para una sociedad que siempre ha presumido de su incultura, que idolatra a personajes como Messi o Sergio Ramos y que sueña con llegar a protagonizar algún día uno de esos programas tan fascinantes que emite Telecinco. Y obviamente no me estoy refiriendo a Pasapalabra.

jueves, 7 de enero de 2016

Down / up

A veces me dejo caer hasta tocar fondo
Tan dentro de mí mismo que ni la guardia civil ni los bomberos ni el ejército
        podrían rescatarme
Y me siento escoria, podredumbre y vacío
Por decirlo más claro: la mayor mierda de este mundo

Es como deslizarse por un tobogán sin fin
Peligrosamente inclinado y terriblemente rápido

Lo cierto es que quiero llegar a lo más bajo

Sólo cuando no pueda bajar más
Me decidiré a escalar, a emerger de estas profundidades abisales tan infectadas
        de lo peor de mí mismo

Y será todo un triunfo volver de nuevo a la superficie y respirar