domingo, 16 de agosto de 2015

Cuentos con moraleja: Los ciegos y el elefante

Hoy me viene a la memoria una historia oriental, probablemente de la India, que recoge Jean-Claude Carrière en El círculo de los mentirosos. Como tengo por costumbre en mis Cuentos con moraleja, no copio, sino que recreo mi propia versión con lo que recuerdo:

Un rey recorría su país y llegó a un pueblo que estaba habitado únicamente por ciegos. El rey viajaba a lomos de un elefante y pronto la noticia corrió de boca en boca. En aquel pueblo nunca habían oído hablar de ese animal y les entró la curiosidad por saber cómo era.
    Tres ciegos del consejo de sabios del pueblo se acercaron a saludar al rey, que los recibió amablemente, y, tras charlar un rato con él y ofrecerle su hospitalidad, le pidieron que les dejara acercarse al elefante. El rey no tuvo ningún problema en concederles lo que querían.
    Cuando los tres ciegos regresaron de ver al rey, hubo una asamblea a la que acudieron todos los vecinos del pueblo. Querían saber qué les había dicho el rey y, sobre todo, cómo era ese animal fabuloso en el que viajaba.
    El primer ciego, que le había tocado una pata al elefante, contó que era como una columna muy consistente.
    El segundo ciego dijo que se engañaba, que se trataba de un extraño tapiz ancho, delgado y rugoso que se movía. Este era el que había tocado la oreja del elefante.
    El tercero había palpado la trompa y se extrañó mucho de las descripciones de sus compañeros. El animal era como una extraña manguera que no dejaba de agitarse y que tenía una fuerza increíble.
    Los ciegos pensaron que sus tres consejeros les estaban tomando el pelo y se enfrentaron a ellos. Pero ninguno de los tres quiso dar su brazo a torcer, se caldearon los ánimos y acabaron intentando resolver la discusión a porrazos y bastonazos.
    Después de la trifulca, el consejo decidió que lo mejor sería que otra comisión de sabios fuera a reconocer a ese extraño animal para saber cuál de los tres consejeros decía la verdad. Pero cuando fueron a ver al monarca, este ya había partido.
    En aquel pueblo nunca nadie supo cómo era un elefante. Ni siquiera los tres ciegos que en una ocasión habían tenido el privilegio de acercarse a uno.

Sin duda, para saber cómo era el elefante, lo mejor que podrían haber hecho los ciegos era relacionar y poner en común las diferentes descripciones del animal. Quizá no habrían sido capaces de describirlo perfectamente, pero al menos hubieran tenido una idea más aproximada que la que ofrecían las descripciones individualizadas de cada una de sus partes.

La realidad no deja de ser como un enorme elefante del que solo conocemos porciones insignificantes. En una situación normal, para conocer nuestra realidad económica, social y política, solo habría que esforzarse un poco y escuchar las diferentes versiones que nos ofrecieran los distintos medios de comunicación. Es posible que no consiguiéramos una imagen de la realidad del todo acertada, pero sería mucho mejor que la que tenemos ahora. Vivimos en un país en el que los intereses políticos y empresariales controlan a la mayoría de los ciegos más poderosos, que repiten al unísono, con mayor o menor convencimiento, la misma versión del elefante. Y los que aún se atreven a llevarles la contraria son tan pocos que es fácil caer en la tentación de pensar que esconden oscuras intenciones.

1 comentario:

Noa dijo...

Muy buena ''observación''... .