martes, 29 de diciembre de 2015

Un entretenimiento lelo y pueril

Tenemos cientos de películas y series pirateadas, y por poco dinero muchas más en plataformas como Wuaki o Netflix; en Internet, las cadenas de televisión también ofrecen infinidad de programas totalmente gratuitos en streaming; con la música pasa otro tanto de lo mismo, hay tantos discos accesibles en sitios como Spotify o Youtube que desde hace tiempo da hasta pereza piratear; en nuestros hogares se apilan las diferentes consolas de videojuegos que hemos ido acumulando con el paso de los años; y en muchas ocasiones ya no sabemos dónde meter tantos libros, muchos sin leer, como esas toneladas de libros que se marchitan en los anaqueles de las bibliotecas esperando que alguien venga a adoptarlos, o como esos cinco mil e-books que te pasó un amigo y se mueren de aburrimiento en tu ordenador; y no me olvido de la prensa, todos esos periódicos y todas esas revistas que antes costaban el esfuerzo de bajar al kiosco y aflojar la pasta y que ahora encuentras en tu móvil con un leve toque en la pantalla por el módico precio de una conexión wifi o 3G.

Nadie puede negar que el mundo del entretenimiento ha experimentado en los últimos años una revolución sin precedentes. Aquellos tiempos en los que unos cuantos libros (pocos), la prensa de papel y las dos cadenas de la televisión (la primera y la segunda) eran los únicos recursos para entretener las horas de ocio se han convertido ya en un capítulo de Cuéntame.

Aún me recuerdo en décadas pasadas manteniendo aquella discusión (entonces bizantina) en la que intentábamos dirimir si los programas de la tele eran malos porque los espectadores los preferían así o si la gente los veía solo porque no había otras alternativas. Los optimistas, con su irreductible fe en el ser humano, se aferraban entonces a la segunda opción. Los pesimistas y escépticos como yo éramos más de la primera. Hoy, lamentablemente, la realidad nos da la razón. Y si no, que alguien me explique por qué siguen siendo millones de personas las que mantienen en los primeros puestos de los rankings de televisión programas tan patéticos como Sálvame, Gran Hermano, Tu cara me suena o el programa de Bertín Osborne. Por no hablar de esos absurdos concursos de cocina en los que el espectador juzga a los cocineros sin probar bocado.

“El medio es el mensaje”, dijo Marshall McLuhan, y a lo mejor eso lo explica todo. Puede que la televisión solo sea un medio lelo y pueril, más adecuado para emitir payasadas como el Sálvame Deluxe que para los documentales de la 2. Aunque no deja de ser desalentador que haya tantos millones de personas que lo elijan entre tantos posibles entretenimientos.

Perdonad que mi misantropía no pueda irse de vacaciones ni en Navidad, pero es que sin querer estuve un rato viendo la tele.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Cucarachas

En caso de hecatombe nuclear
solo las cucarachas
y otros inmundos seres
poblarán el planeta

Seguro que los hombres
se encuentran en la lista
del arca de Noé
Al menos esa élite
que pueda costear
el precio del pasaje
y el elevado importe
de las operaciones
quirúrgicas que permitan
adaptarse a las nuevas
condiciones atmosféricas

Los pregoneros del apocalipsis
pueden estar tranquilos
Quien dijo cucarachas
probablemente hablaba
de forma metafórica
a modo de parábola


viernes, 27 de noviembre de 2015

Ajedrez

En una partida de ajedrez en la que te encuentres acorralado y a punto del jaque mate, no te servirá de mucho lamentarte por aquella jugada en la que perdiste a la reina o por aquel torpe movimiento que te costó las dos torres. Lo que aprendiste de aquellos errores quizá te sirva para futuras partidas, pero no para esta, en la que ya no quedan ni torres ni reina que defender.

Lo único que debe importarte en esta partida es buscar a la desesperada una estrategia ganadora con las pocas fichas que aún conservas sobre el tablero. No será fácil. Tendrás que emplear todos los recursos que tengas a tu alcance para perjudicar a tu adversario y para salir del hoyo en que te has metido. Poco importa a estas alturas que seas tú el responsable de haber cavado un hoyo tan profundo.

En los juegos de estrategia en los que hay vencedores y vencidos, independientemente de lo grande que sea el tablero y del número de fichas que estén en juego, siempre pasa esto. No importa mucho el desarrollo de la partida, sino elegir con acierto la próxima jugada.

Es obvio que no habría vencedores ni vencidos si la partida no hubiera comenzado, pero ya es un poco tarde para volver atrás. Sobre todo cuando tu adversario no está dispuesto abandonar, ni mucho menos a negociar unas tablas.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Vuelven Los Impresentables a El Internacional

El ciclo de poesía más informal y desfaratado de Toledo regresa este sábado. En esta ocasión tenemos un cartel increíble. Vienen a visitarnos Ángel Petisme y Luis Farnox, y solo eso ya es motivo de celebración. Estoy seguro de que va a ser una noche increíble.

Esta vez no subiré al escenario, pero me encontraréis entre el público preocupándome por que todo salga bien. Nos vemos allí.


domingo, 8 de noviembre de 2015

El infierno de las actividades extraescolares

A comienzos de los noventa, en mis años universitarios, me ganaba la vida como podía. Durante el curso, una de mis fuentes de ingresos eran las clases particulares. Solía dar clases de sintaxis o latín, pero, como se trataba de sobrevivir a toda costa, si me salía cualquier otra cosa para la que me viera capaz, la aceptaba. Sin duda, el caso más curioso que tuve fue una madre pija que me contrató para que le transmitiera a su hija el amor por la lectura.

Vivían en un piso enorme por la zona de Diego de León. No recuerdo los detalles, pero sí que todo estaba impoluto –supongo que tenían servicio–, que era un piso moderno y sofisticado, con líneas rectas y muebles de diseño, y que la madre, una mujer aún joven y tremendamente atractiva, parecía diseñada para ir a juego con su casa. No así su hija, que desentonaba igual que una cagada de paloma en un vestido de novia. Aunque iba a verla por las tardes, en muchas ocasiones la encontraba aún con el uniforme del instituto de monjas. Creo que cursaba entonces segundo de BUP. No era guapa como la madre. Tenía cara de novicia amargada, la piel blanquecina, la mirada triste y el pelo siempre recogido en una cola de caballo.

A la chica sí le gustaba leer. Lo comprendí después de pasar con ella dos o tres tardes. No leía por falta de tiempo. O de fuerzas. Cuando un día me contó su rutina diaria, su vida me pareció un verdadero suplicio. Aparte del instituto, estudiaba guitarra clásica, una actividad que le absorbía muchas horas. Jugaba en un equipo de balonmano bastante serio que entrenaba varias veces a la semana. Formaba parte de un grupo de boy scout o algo así, puede que fuera una asociación cultural y recreativa de su colegio de monjas. Iba a clases particulares de inglés y, para colmo, tenía que soportar una vez a la semana a un tipo que le preguntaba si se había leído el libro que habían acordado la semana anterior. Un puto infierno.

Arrostré el riesgo de perder aquel pingüe beneficio y, después de una de mis clases, cuando fui a recoger el par de billetes crujientes que cobraba por mis servicios, se lo expliqué a la madre. Su hija no tenía ningún problema con la lectura. El problema era su apretada agenda, en la que la lectura no cabía ni metiéndola a empujones. No me despidió. Tampoco me entendió. Me dijo que de acuerdo y que se alegraba de que a su hija le gustara leer.

Durante los meses que seguí yendo a aquella casa, hasta el final del curso, no volví a mandarle a la chica que se leyera ningún libro. Le llevaba cuentos y los leíamos juntos en la hora que teníamos programada. Recuerdo sus ojos tristes y cansados y su expresión ausente escuchándome con estoica resignación mientras seguro que pensaba en las tareas de clase que aún tenía sin hacer o en la hora de guitarra clásica que tendría un poco más tarde. Pensé en dimitir y no lo hice porque me venían muy bien aquellos dos crujientes billetes que me llevaba cada semana por no hacer prácticamente nada.

Mi infancia y mi juventud fueron las antípodas de las de aquella pobre chica. Nunca fui a ninguna actividad extraescolar. Por precariedad, por pura miseria, esa es la verdad. En mi casa vivíamos con lo justo y aquellos gastos extraordinarios ni se planteaban.

Cuando yo iba a la escuela, creo que en mi pueblo los jóvenes podían hacer actividades extraescolares como piano, guitarra, baile o artes marciales. Yo nunca tuve envidia de los que iban a esas actividades. Puede que un poco más mayor me hubiera gustado aprender algo de música, pero entonces estaba totalmente feliz por no tener ninguna de aquellas obligaciones. No todos, pero algunos de los que iban a esas cosas lo hacían a regañadientes. Y mientras ellos entretenían la tarde con aquellas actividades programadas, yo hacía lo que me daba la gana. Normalmente leía libros y mortadelos, o jugaba con mis amigos en la calle, a veces al fútbol, otras, las mejores, a inventar juegos ingeniosos y fascinantes. En ocasiones vagaba por el pueblo con algún amigo o salíamos a las afueras a deambular por el campo. Si estaba solo, aparte de leer, veía la televisión, escuchaba música, escribía alguna historia o simplemente me quedaba mirando el techo mientras dejaba que mi pensamiento bogara a la deriva.

No saben mis padres cuánto les agradezco que, aunque fuera accidentalmente, me regalaran toda aquella libertad.

Los jóvenes de hoy, en general, me inspiran la misma tristeza que aquella pobre chica rica de Diego de León. Los imagino llegando a casa derrotados después de toda la mañana en el instituto, con el tiempo justo para comer y hacer a toda prisa las tareas, saliendo de casa atropelladamente para no llegar tarde a la academia de inglés, o al gimnasio, o a las clases particulares de música, o al entrenamiento con el equipo de fútbol, y sin apenas tiempo para jugar, para leer, para pensar, para soñar. Y luego pienso en sus padres y madres, esos seres amargados y abnegados que se pasan las tardes haciendo de chóferes de sus hijos e hijas para llevarlos a todas esas actividades que ellos imaginan que les hacen mejores padres y madres. Sorprendentemente, son estos padres que sobrecargan a sus hijos de actividades extraescolares los mismos que protestan porque llevan demasiadas tareas del cole. En muchos casos porque son ellos mismos los que, en su afán por ser los mejores padres del mundo, terminan haciendo las tareas de sus hijos.

No tengo hijos para poder demostrarlo, pero os prometo que si los tuviera, no los llevaría a ninguna actividad extraescolar a no ser que me lo suplicaran de rodillas. Y si cediera y accediera a llevarlos, tened por seguro que los desanimaría todo lo que estuviera en mi mano.

viernes, 9 de octubre de 2015

Niebla

Algún día alguien tendrá que hacer un estudio para evaluar el daño que los profesores de lengua y literatura le hemos hecho a la literatura. Sería curioso conocer la cifra aproximada de personas que han aborrecido la lectura por nuestra culpa. Aunque no toda la responsabilidad es nuestra. Recomendar libros siempre es una tarea ardua, y más si tienes que hacerlo frente a una caterva de adolescentes con las hormonas a flor de piel y las neuronas de botellón. Tampoco ayuda el insalvable abismo generacional que se abre entre los profesores y los alumnos, y el no menos insalvable abismo cultural. Sin embargo, no es tan difícil saber en muchos casos qué libros aborrecen, que la sinceridad, a veces hiriente y poco diplomática, de estas nuevas generaciones es un valor al que no siempre sacamos el suficiente partido. Ignoro por qué muchos compañeros y compañeras de profesión, a los que no quiero presumirles maldad, estulticia o sadismo, desoyen las súplicas y los lamentos de estos pobres adolescentes y siguen infligiéndoles lecturas desfasadas, insufribles, martirizantes.

En el Bachillerato estamos obligados, por currículum, a mandar lecturas relacionadas con los periodos de la historia que se estudian en cada curso, pero en la ESO son opcionales. En la ESO los profesores de literatura nos dividimos en dos grupos: los partidarios de la literatura para jóvenes y los fundamentalistas de los clásicos españoles. Estos últimos son menos, pero se sienten superiores por defender un legado cultural avalado por la tradición y los púlpitos universitarios. Algunos rechazan toda la literatura para jóvenes porque la consideran de baja calidad, otros, en cambio, solo buscan una excusa para no esforzarse en la búsqueda de libros que agraden a los alumnos. Los profesores de la ESO que preferimos los libros para jóvenes en lugar de los clásicos españoles intentamos, con mayor o menor acierto, crear lectores. En el amplio universo de lo que hemos dado en llamar literatura juvenil también hay obras maestras y escritores admirables, y mucha mierda, claro, pero no menos que la que encontramos en la literatura para adultos. La verdad, no sé muy bien qué es lo que pretenden los fundamentalistas de los clásicos españoles mandando el Cantar de Mio Cid, Fuenteovejuna o La Regenta a chicos y chicas de catorce o quince años, sin tener en cuenta que para apreciar esos libros hace falta cierta perspectiva histórica que te permita valorarlos dentro del contexto en el que fueron creados.

He llamado antes fundamentalistas a los profesores de literatura obsesionados por los clásicos españoles porque solo la fe les puede haber convencido de que esas lecturas son sagradas e intocables. Parecen, como los fundamentalistas religiosos, personas a las que les han lavado el cerebro, personas que no ven más allá por culpa de esa niebla que llamamos cultura oficial y que intentan inocularnos en las facultades de humanidades. Conmigo no funcionó. Estudié Filología Hispánica y ya en los primeros años de la carrera comprendí que todo aquello que llamábamos historia de la literatura era una farsa, que estudiábamos la historia que habían pergeñado una serie de catedráticos admitiendo y desechando ciertas obras por conveniencias personales o por prejuicios más o menos despreciables. Cuántas obras estupendas se han quedado fuera de los libros de texto porque no sirven de ejemplo para ilustrar una corriente literaria que los catedráticos ensalzan sobre las demás. Cuántos escritores han sido injustamente olvidados por no ajustarse a los patrones de un movimiento literario. Cuántos libros y escritores tachados porque no cumplían los mínimos de pedantería exigibles para que un catedrático se sienta importante mencionándolos. Y eso por no hablar del elitismo y la afectación de un colectivo que muchas veces vive al margen del mundo real. Ya estoy deseando leer dentro de unos años la historia de la literatura española de la década de los noventa y de la primera de este nuevo siglo para enterarme por fin de los libros que debería haber leído y que seguro que ni me suenan. La leeré con el escepticismo del agnóstico y con la media sonrisa con que hojearía una revista de tendencias esnob y elitista.

Supongo que parte de la culpa del cabreo que me ha llevado a escribir este artículo la tiene la relectura que acabo de hacer de Niebla, el celebérrimo libro de don Miguel de Unamuno con el que varias generaciones de profesores sádicos y fundamentalistas han estado atormentando a sus alumnos. Llevaba años evitando este libro porque el recuerdo que tenía de él era muy malo. Solo por cierto prurito profesional decidí volver a darle otra oportunidad. Había olvidado casi toda su trama –excepto el manido juego metaliterario que inevitablemente aparece en todos los libros de texto– y por un momento pensé que quizá no fuera un libro tan horrible como recordaba. Habían pasado más de veinte años desde que lo leí por primera vez. Ya no era alumno, sino profesor. Contaba con unos conocimientos mucho más amplios de la generación del 98. En fin, que llegué a pensar que podía estar equivocado. Pero no. Porque lo fundamental permanecía inalterable: yo seguía siendo yo y el libro seguía siendo el mismo.

En esta segunda lectura, Niebla me ha parecido igual de cargante, aburrido, pedante, idiota y afectado que en la primera. Hasta el juego de las contradicciones típico de Unamuno me parece tonto y pueril, contradicciones de jardín de infancia que debieron de hacer las delicias de los transgresores de mesa camilla de hace cien años y que hoy provocan vergüenza ajena. El mismo Unamuno debía de ser consciente de la mierda que estaba escribiendo y por eso se tuvo que inventar el timo de la “nivola”, una excusa como otra cualquiera para hacer una novela mala parapetándose en cierto sentido del humor que no llega ni a la categoría de chiste malo, con personajes subnormales, diálogos de oligofrénicos y soliloquios con ínfulas de tesis doctoral que no pasan de pajas mentales. He sufrido en todas y cada una de las páginas del libro. Por las estupideces que leía y porque no dejaba de pensar en los millones de jóvenes que han sido obligados a padecer ese via crucis. Y ahora solo puedo imaginarme las aulas como pequeños campos de exterminio en los que durante décadas, año tras año, evaluación tras evaluación, hemos ido ejecutando, con el convencimiento indolente del verdugo, a millones de lectores. Y no sólo por los libros malos que hemos sacralizado, sino también por haber convertido grandes obras maestras de la literatura en tareas de clase, en deberes, en exámenes. La literatura debería ser justo lo contrario.

jueves, 1 de octubre de 2015

El pequeño fascista que me habita

El pequeño fascista que me habita
tiene esas cosas que tiene cualquiera
dice esas cosas que todos pensamos
aunque las escondamos en nuestro propio infierno

El pequeño fascista que me habita
es un pepito grillo hijo de puta
que jamás ha tenido la desdicha
de enfrentarse a ese ángel que le pare los pies

Me acorrala a menudo e intenta persuadirme
de que con mano dura se arreglan los problemas
que las respuestas tibias son propias de cobardes
que el orden mundial se impone a base de hostias
y que con las medidas que él pondría en marcha
en veinticuatro horas todo se enmendaría
la avalancha de moros que vienen en pateras
la invasión de sudacas que nos está anegando
la insubordinación odiosa de los jóvenes de hoy
las execrables masacres de tantos terroristas
o el incordio constante de los nacionalistas periféricos

Me dice que debieran restaurar las torturas
que siempre funcionaron en casos de excepción
que el vulgo echa de menos las siempre edificantes
ejecuciones públicas, o los desollamientos
o las lapidaciones, o la Ley del Talión
La gente echa de menos las leyes sin dobleces ni oscuros subterfugios
reclaman sin descanso que vuelvan cuanto antes
los juicios sumarísimos, los justos linchamientos
que son más eficaces que el tardo mecanismo de la justicia de hoy

El pequeño fascista que me habita
varias veces me ha dicho que aprenda a fabricar explosivos caseros
que habría que volar el Congreso, el Senado o cualquier edificio del Gobierno
Debería, me dice, conseguir un buen rifle y dar clases de tiro
Con un solo disparo en el punto de mira de un francotirador
se elimina de un soplo a un político indigno

El pequeño fascista que me habita
no siempre trabaja en estos ambiciosos proyectos de estado
Acostumbra también a hablarme de mi vida
para que no me olvide de lo mal que la llevo
Me dice que debiera no dejar cabos sueltos
y ajustar esas cuentas que aún tengo pendientes
Sabe que hubo traidores que dejé sin venganza
Sabe que ahora me atacan y que no me defiendo
Mi pequeña conciencia justiciera me dice que ha llegado
la inaplazable hora de la dulce venganza
que hay formas de hacer daño
que son como accidentes que no provoca nadie
y que me ayudaría a preparar las trampas
y a limpiar toda huella que pudiera implicarme

Al pequeño fascista que me habita
termino casi siempre callándole la boca
sacándolo a patadas del zaguán de mi mente
Pero él nunca se rinde y espera con paciencia
al lado del umbral de mi cabeza
para meter su zarpa en cuanto me descuide


lunes, 28 de septiembre de 2015

Querido blog:

Ya sabes que hoy es una fecha especial porque cumplimos siete años juntos. Después de todo este tiempo, tengo que confesarte que he llegado a cogerte algo más que cariño. Tampoco te vayas a emocionar, que no es amor incondicional. Creo que si nuestra relación se interrumpiera en este momento, te echaría de menos unos días y luego, poco a poco, casi sin darme cuenta, me iría olvidando de ti sin sufrir ningún trauma ni sentir ninguna ausencia. Pero no vayas a preocuparte por eso. Estamos bien juntos y es fácil que nuestra relación se prolongue durante mucho tiempo. Aunque en estas cosas del cariño es difícil ponerse plazos.

He de reconocer que en el inicio de nuestra relación no lo tenía muy claro. Empecé a flirtear contigo por moda. A finales de 2008 todo el mundo que escribía había emborronado ya un par de blogs y decidí probarme en ese terreno con más curiosidad que emoción. Nunca había escrito algo que pudiera parecerse a un diario o a una autobiografía, y tampoco solía escribir artículos, aunque en alguna ocasión había escrito alguno. Pero al poco de empezar me enganché. Pronto me di cuenta de que tenía un montón de ideas entre divertidas y cínicas que me apetecía sacar fuera y algunos ajustes de cuentas personales que quería dejar por escrito. En un blog todo eso podía tener cabida.

Pasados aquellos primeros años de euforia, nuestra relación se volvió más serena, aunque también más necesaria. Descubrí que me ayudabas a ordenar mis pensamientos y a ajustar la imagen que tenía del mundo. Y que la relectura ordenada de mis textos me ofrecía una suerte de autobiografía emocional que me parecía mucho más interesante que un relato de mis vivencias. Esos textos dejados por el camino eran como las piedrecitas que ayudaban a Pulgarcito a volver sobre sus pasos. Para mí te convertiste en el diario de mi conciencia, que siempre me ha interesado más que mis rutinas cotidianas. También me di cuenta de que disfrutaba mucho releyendo ciertos textos que no recordaba haber escrito o que solo recordaba vagamente, como los flecos de un sueño que se desvanece en cuanto te levantas de la cama.

Para mí la escritura, en gran medida, es una constatación de mi existencia, un subrayado de mi paso por el tiempo, una autoafirmación vanidosa y desesperada, para qué negarlo. Importante para mí, pero sin más trascendencia que esas palabras que suelen escribir en las celdas los presos de las películas: “Fulano estuvo aquí”. Los que escribimos, y no lo hacemos por pasta, en gran medida buscamos reconocimiento, atención, que alguien dé fe de que estamos, de que somos, de que contamos. Necesitamos alimentar nuestro ego, darle cierto sentido a nuestra vida, y por eso escribimos. Incluso todos esos que dedican sus palabras a defender a los más débiles, a reivindicar la solidaridad entre los seres humanos, a defender los valores de una sociedad más justa. Pura vanidad y egolatría. Si fuéramos menos vanidosos, seguro que en el mundo habría muchos más libros y blogs anónimos. Pero importa el yo. La firma a pie de página. Gritarle al mundo que tú, el de la foto, el que esto ha escrito, piensa de esta forma tan genial y admirable. La redes sociales son una bacanal de vanidad para todos los que necesitamos cada día nuestro chute de atención.

Por eso también es importante que pase gente por aquí. Sin lectores las palabras carecen de sentido. Nunca he dado ningún tipo de credibilidad a todos esos que dicen que escriben para sí mismos. En esa pose afectada siempre hay falsa modestia o miedo al fracaso, a la crítica feroz, a la burla lacerante. Todos los que dicen escribir para sí mismos sueñan con el momento en el que alguien descubra sus papeles y se sienta fascinado por sus palabras. De todo lo que he escrito en mi vida, lo único que estaba dirigido a mí eran los apuntes para estudiar y las listas de la compra. El lector es necesario para satisfacer el ego.

Por aquí no pasa muchísima gente, pero sí la suficiente para que todo esto tenga algo de sentido, para que no parezca un mero ejercicio onanista. Solo puedo entender la escritura como comunicación, como la mejor forma de compartir con los demás la incomprensión del mundo. Y no sé si me gustaría que este espacio tuviera mucha más afluencia de público. Quizá me sentiría cohibido o abrumado por el exceso de atención y me daría vértigo publicar un nuevo texto.

Así que supongo que seguiré pasándome por aquí con cierta regularidad. Soy consciente de que en los últimos años he ido espaciando cada vez más las visitas. Si no vengo más, no es tanto por falta de tiempo, que también, sino por falta de ideas. No siempre tengo algo que decir, puestos a ser sinceros.

Ojalá este nuevo año que empezamos juntos nos traiga una buena cosecha de textos para que podamos vernos más a menudo. Y si los textos salen buenos, no nos faltarán lectores.

domingo, 13 de septiembre de 2015

"Mataría a los de Podemos"

El problema del lenguaje de los seres humanos, y su virtud más sorprendente y maravillosa, es su capacidad para formular mensajes que no pueden decodificarse mediante una simple interpretación literal.

Hay mensajes aparentemente sencillos que solo se comprenden correctamente gracias al contexto. En el metro, por ejemplo, decimos a los desconocidos cosas como “voy a salir” o “¿vas a salir?” cuando lo que realmente queremos decirles es que se aparten porque están obstruyendo la puerta.

Por otra parte, los mensajes muchas veces solo se entienden gracias a su sentido figurado. Los tropos y otros recursos expresivos como la hipérbole, la paradoja o la ironía complican y enriquecen nuestro lenguaje. Estos recursos expresivos pueden servir para esconder los significados más terribles en elocuciones aparentemente banales e inofensivas. En la Guerra Civil, por ejemplo, los falangistas pedían que les dieran café a muchos de sus prisioneros, metáfora eufemística para ordenar su ejecución. También podemos encontrar el fenómeno contrario: decir una barrabasada sin ninguna credibilidad para expresar nuestro profundo rechazo por algo. A nadie se le ocurrió llevar a juicio a los Siniestro Total en los ochenta por temas como “Matar jipis en las Cíes”. En este tema se cuenta en primera persona cómo el protagonista llega a una isla y descuartiza y mata a todos los jipis que encuentra. Tan claro estaba entonces que odiaban a los jipis como que no iban a tocarles un pelo. Puede que fuera para algunos un humor negro de mal gusto, de sal gorda y desparpajo punk, pero humor al fin y al cabo.

Por todo esto yo entendí perfectamente a Albert Pla cuando dijo en una entrevista que “mataría a los de Podemos y plataformas ciudadanas. Ahora todavía no llevan guardaespaldas, es mejor acabar ahora”. Quizá yo jugaba con ventaja porque soy seguidor de Pla desde hace más de veinte años y estoy acostumbrado a su humor salvaje y brutal, pero era obvio que no iba a matar a nadie y que intentaba llamar la atención con aquella salida de pata de banco, puede que premeditada e intencionada. Para cualquiera que forzara un poco sus capacidades hermenéuticas, estaba claro que lo quería decir es que si los de Podemos llegaban a gobernar y se hacían poderosos (solo los poderosos llevan guardaespaldas) acabarían pareciéndose a la casta política que tanto critican. No sé si podemos considerar sus palabras como desacertadas. Consiguió un efecto y una repercusión que no hubiera tenido diciendo simplemente que preferiría que Podemos desapareciera antes de que acabara decepcionándonos. Algunas veces los recursos expresivos buscan impactar al destinatario para que preste una atención especial al mensaje.

El anarquismo sui generis de Albert Pla le ha llevado a expresar en sus canciones y espectáculos el profundo rechazo que siente por el sistema y por toda forma de poder. Así se puede interpretar la indiferencia con la que hablaba de la muerte de un policía, un político y un militar en “La dejo o no la dejo”, la polémica canción de la novia terrorista, o la crueldad hilarante y demencial del monólogo con el que hace un par de años presentaba en los medios de comunicación su espectáculo “Manifestación”. En este monólogo explicaba que lo que le gustaría sería cargarse a los policías, los empleados de banco, los políticos y los de las multinacionales mientras todo el mundo en la calle le aplaudía y le sacaba a hombros. En esta misma línea, Albert Pla ha llegado a destruir Estados Unidos, estado por estado, en su tema “La colilla”, o la capital de España en “Están cayendo bombas en Madrid”.

Hace pocos meses, un juzgado de Valencia le condenó a cien euros de multa por las declaraciones antes referidas al interpretarlas como una amenaza. Ahora, la Audiencia de Valencia le ha absuelto porque considera que a esas declaraciones les falta “seriedad, firmeza y determinación (concreción del mal)”, algo que saltaba a la vista para cualquier persona con dos dedos de frente. Por otra parte, no fueron ni Podemos ni las plataformas ciudadanas las que denunciaron a Albert Pla, sino un particular, un tal Ricardo Cano, un abogado que o bien es demasiado lerdo para comprender en su contexto y en su sentido figurado las declaraciones de un artista transgresor y provocador, o bien es un espabilado que vio en los despropósitos verbales de Pla una oportunidad para darse publicidad. Sin duda, esto último es lo más probable. Y aunque Albert Pla ha sido absuelto, no me atrevería a decir que el denunciante no se ha salido con la suya. Su nombre está en todos los medios y la publicidad, sea buena o mala, siempre viene bien.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Festival Internacional de Poesía Voix Vives 2015

Este año me han invitado a participar en el Festival Internacional de Poesía Voix Vives, que se celebrará en Toledo este fin de semana por tercer año consecutivo. Tres días de poesía sin tregua, desde por la mañana hasta bien entrada la noche. Si pasáis por el Casco dudo mucho que os escapéis sin escuchar algunos versos. El Voix Vives es una inundación poética en toda regla.

Como el programa es muy extenso, he seleccionado los actos en los que aparezco por si os apetece venir a verme. De todas formas, os animo a que leáis todo el programa del festival y a que lo disfrutéis todo lo que podáis. Aquí os dejo un enlace para que os lo descarguéis:


VIERNES, 4 DE SEPTIEMBRE

SIESTA DE SONIDOS Y PALABRAS

Hora: 16-17 h
Lugar: Plaza del Salvador
Presenta: Carlos Ávila
Poetas: Luis Arturo Guichard y Félix Chacón
Música: Natalia Martín

FIESTA DE INAUGURACIÓN

Hora: 22-23 h
Lugar: Plaza de la Poesía y el Arte Modesto (plaza del Ayuntamiento)
Voz en off: Miguel Barrera
Poetas: María Eloy García, Ana Rossetti, Jean-Luc Parant, Aggeliki Sidira, Isla Correyero, Graciela Baquero Ruibal, Dusica Nikolic, Luis Arturo Guichard, Ana Pérez Cañamares, Marlena Braester y Félix Chacón
Música: Isabel García Castro, El Punto y Kritikó Mikró

SÁBADO, 5 DE SEPTIEMBRE

DE VOZ EN VOZ

Hora: 10-11 h
Lugar: Plaza de la Poesía y el Arte Modesto (plaza del Ayuntamiento)
Presenta: Amelia Díaz
Poetas: Aggeliki Sidira, Ana Rossetti, Dusica Nikolic, María Eloy García, Basem al-Nabriss y Félix Chacón
Los poetas firmarán ejemplares de la antología del festival al finalizar el acto

LECTURA PANORÁMICA

Hora: 20-21 h
Lugar: Matadero Lab (IES Sefarad)
Presenta: Federico de Arce
Poetas: Antoine Simon y Félix Chacón

LECTURA A LA LUZ DE LAS VELAS

Hora: 24-01 h
Lugar: Plaza del Salvador
Presenta: Begonya Pozo
Poetas: David González, Escandar Algeet, Ana Pérez Cañamares y Félix Chacón

DOMINGO, 6 DE SEPTIEMBRE

DE ORILLA A ORILLA
Lectura debate entre poetas

Hora: 12-13 h
Lugar: Plaza del Salvador
Presenta: Federico de Arce
Poetas: Jean-Luc Parant y Félix Chacón


domingo, 16 de agosto de 2015

Cuentos con moraleja: Los ciegos y el elefante

Hoy me viene a la memoria una historia oriental, probablemente de la India, que recoge Jean-Claude Carrière en El círculo de los mentirosos. Como tengo por costumbre en mis Cuentos con moraleja, no copio, sino que recreo mi propia versión con lo que recuerdo:

Un rey recorría su país y llegó a un pueblo que estaba habitado únicamente por ciegos. El rey viajaba a lomos de un elefante y pronto la noticia corrió de boca en boca. En aquel pueblo nunca habían oído hablar de ese animal y les entró la curiosidad por saber cómo era.
    Tres ciegos del consejo de sabios del pueblo se acercaron a saludar al rey, que los recibió amablemente, y, tras charlar un rato con él y ofrecerle su hospitalidad, le pidieron que les dejara acercarse al elefante. El rey no tuvo ningún problema en concederles lo que querían.
    Cuando los tres ciegos regresaron de ver al rey, hubo una asamblea a la que acudieron todos los vecinos del pueblo. Querían saber qué les había dicho el rey y, sobre todo, cómo era ese animal fabuloso en el que viajaba.
    El primer ciego, que le había tocado una pata al elefante, contó que era como una columna muy consistente.
    El segundo ciego dijo que se engañaba, que se trataba de un extraño tapiz ancho, delgado y rugoso que se movía. Este era el que había tocado la oreja del elefante.
    El tercero había palpado la trompa y se extrañó mucho de las descripciones de sus compañeros. El animal era como una extraña manguera que no dejaba de agitarse y que tenía una fuerza increíble.
    Los ciegos pensaron que sus tres consejeros les estaban tomando el pelo y se enfrentaron a ellos. Pero ninguno de los tres quiso dar su brazo a torcer, se caldearon los ánimos y acabaron intentando resolver la discusión a porrazos y bastonazos.
    Después de la trifulca, el consejo decidió que lo mejor sería que otra comisión de sabios fuera a reconocer a ese extraño animal para saber cuál de los tres consejeros decía la verdad. Pero cuando fueron a ver al monarca, este ya había partido.
    En aquel pueblo nunca nadie supo cómo era un elefante. Ni siquiera los tres ciegos que en una ocasión habían tenido el privilegio de acercarse a uno.

Sin duda, para saber cómo era el elefante, lo mejor que podrían haber hecho los ciegos era relacionar y poner en común las diferentes descripciones del animal. Quizá no habrían sido capaces de describirlo perfectamente, pero al menos hubieran tenido una idea más aproximada que la que ofrecían las descripciones individualizadas de cada una de sus partes.

La realidad no deja de ser como un enorme elefante del que solo conocemos porciones insignificantes. En una situación normal, para conocer nuestra realidad económica, social y política, solo habría que esforzarse un poco y escuchar las diferentes versiones que nos ofrecieran los distintos medios de comunicación. Es posible que no consiguiéramos una imagen de la realidad del todo acertada, pero sería mucho mejor que la que tenemos ahora. Vivimos en un país en el que los intereses políticos y empresariales controlan a la mayoría de los ciegos más poderosos, que repiten al unísono, con mayor o menor convencimiento, la misma versión del elefante. Y los que aún se atreven a llevarles la contraria son tan pocos que es fácil caer en la tentación de pensar que esconden oscuras intenciones.

martes, 21 de julio de 2015

Marketing

Mucha gente cree que el término marketing alude a una suerte de campaña publicitaria para vender un producto, pero el marketing es algo mucho más complejo, y la publicidad solo es una parte del proceso, su cara más visible y creativa. El marketing puede empezar incluso antes de la creación del producto que se va a vender. Porque el marketing, o mercadotecnia, es un proceso comercial que comienza siempre con la identificación de las necesidades y preferencias del público potencial al que quiere dirigirse una empresa. Una vez conocido el perfil y los intereses de esos clientes potenciales, la empresa se marca unos objetivos, entre los que se cuentan la creación de un producto que satisfaga a los consumidores y la puesta en marcha de unas estrategias publicitarias que capten clientes, den valor al producto y lo hagan competitivo. Dentro de este mercado global en el que vivimos todo está controlado por el marketing. Nada es ingenuo y espontáneo, y si algo lo es en su origen pronto es fagocitado por las estructuras del mercado.

No es raro que el último éxito del marketing a nivel mundial haya estado protagonizado por una empresa que lleva en activo desde el siglo IV, concretamente desde los tiempos del emperador Constantino, que fue el que creó esa multinacional llamada cristianismo. Me refiero, claro, al increíble éxito que está cosechando la iglesia católica, una de sus franquicias más potentes, con la elección del nuevo papa, Jorge Mario Bergoglio. Una empresa que lleva en pie casi diecisiete siglos y que ha sabido adaptarse a todo tipo de estructuras sociales, económicas y políticas ya usaba el marketing antes de que nadie le hubiera puesto nombre. Por tanto, sería ingenuo pensar que a los cardenales que se reunieron en cónclave para elegir un nuevo papa se les ha colado un rebelde.

En este mundo nuestro en el que las clases medias se empobrecen y millones de pobres terminan cada día en el arroyo, era necesario un cambio de discurso acorde con este nuevo contexto. Conseguir reformar el discurso del Vaticano sin que ello cuestionara las prebendas y privilegios de la iglesia católica era el reto. Casi parece de chiste imaginar en el cónclave a los cardenales planteando la necesidad de encontrar a un papa de corte franciscano, que hablara mucho e hiciera poco, y que terminaran proponiendo a un argentino.

Una vez elegido el producto, es fundamental ponerle un nombre con gancho. La elección del nombre de Francisco en homenaje a Francisco de Asís, el santo de los pobres, ha sido uno de los grandes aciertos de esta campaña. Igual que su presentación. La imagen de un producto es determinante. Un hombre santo que no deja de hablar de los pobres no puede ir vestido con ostentación. Por eso era importante que el papa Francisco vistiera y viviera con cierta humildad. De ahí que lleve un anillo más modesto que sus predecesores, que calce zapatos baratos o que haya cambiado el trono de oro por otro de madera. También se ha negado a vivir en el lujoso apartamento pontificio que han ocupado los papas desde 1903. Puro postureo franciscano y acertadísima estrategia de marketing, que no tenemos conocimiento de que el apartamento, las joyas y las vestimentas caras que ha rechazado se hayan subastado para repartir los beneficios entre los pobres.

También debe de ser postureo su pose de comunista evangélico, que le ha llevado a disputar el patrimonio de los pobres con los marxistas, a los que solo puede ver como a competidores oportunistas que llevan más de un siglo intentando arrebatarles el monopolio de la pobreza. Supongo que el mohín de disgusto que hizo el otro día el papa Francisco cuando Evo Morales le regaló un cristo crucificado en una hoz y un martillo es algo así como si quedas con el presidente de la Coca-Cola y le invitas a una Pepsi.

La elección de un argentino que hable mucho y haga poco está dando unos resultados extraordinarios, que este papa ha conseguido que le aplauda un nutrido sector de agnósticos y ateos, algo inédito desde los tiempos de Juan XXIII. La estrategia utilizada siempre es la misma. El papa modifica el discurso de la iglesia para adaptarlo a la moral y a la visión de gran parte de la sociedad actual, pero sin que sus declaraciones lleven aparejados cambios y reformas en el funcionamiento de la iglesia católica. Así, hemos podido ver cómo no condena a los homosexuales, pero tampoco propone que el matrimonio gay pueda celebrarse en las iglesias; o perdona a los divorciados, aunque no les permite volver a casarse, a no ser que apoquinen, como Dios manda, lo que cuesta la concesión de la nulidad; o elogia constantemente a las mujeres sin que se sepa que vaya a luchar por abrirles las puertas del sacerdocio. En esta misma línea de predicar mucho y dar poco trigo han ido sus últimas intervenciones, apoyando a Tsipras en la crisis griega o atacando a los que dañan el medio ambiente en su encíclica sobre al cambio climático.

En las apuestas empresariales fuertes siempre hay que asumir riesgos. De ahí que el papa Francisco haya dejado aparcado el papamóvil y se juegue la vida por las calles con un coche descapotable. Aquí los expertos han debido de valorar que ganarse a la clientela con un servicio cercano y eficaz es más importante que la seguridad de un hombre que, de cualquier forma, es sustituible.

Pero el departamento de marketing del Vaticano no debe dormirse. En un mercado competitivo y despiadado, más difícil que llegar es mantenerse. Es cierto que tienen un buen producto y que están obteniendo unos resultados espectaculares, pero aún da fallos y es necesario mejorarlo. Ya ha habido reclamaciones de ciertos consumidores, y no solo de consumidores ricos, que ese sector del público ya lo dan por perdido, sino de sus nuevos adeptos, que no entendieron que, tras los atentados a la revista Charlie Hebdo, censurara la libertad de expresión y mostrara cierta empatía con los yihadistas diciendo que era normal que los musulmanes atacaran a los que se burlaran de su fe. Y cuando quiso ilustrar sus palabras con una parábola y dijo que si alguien insultara a su madre, le partiría la cara, no hizo nada más que empeorarlo todo, que sus nuevos adeptos son más de recuperar el espíritu pacifista de los evangelios y de poner la otra mejilla.

sábado, 27 de junio de 2015

Qué bien pensado está el mundo: La censura

Qué alegría que vuelva la censura a España. Del todo del todo nunca se fue, eso es cierto, pero durante dos o tres décadas ha sido tan nimia que por un momento hemos tenido la extraña sensación de vivir en un país plenamente democrático. Pero afortunadamente todo eso ya se acabó. No sé si va a ser mucho pedir, pero el colmo de la dicha sería que volviera la Inquisición (¡Viva las cadenas!) con sus autos de fe, sus sambenitos y sus condenas ejemplarizantes. Los espectáculos de humillación y escarnio público siempre han gustado mucho a todo el mundo, sin distinguir clases sociales, que igual los disfruta el pueblo llano que la aristocracia más refinada, algo así como lo que pasa con los toros.

La dicha no es completa, lo sé. Porque en principio, por lo que sea, parece que no van a detener a ningún sacerdote de esos que desde sus púlpitos incitan al odio contra los homosexuales, o que fomentan la discriminación de la mujer, o a esos políticos que trivializan y enaltecen delitos de genocidio que gozan de la simpatía de la casta que está en el poder. Tampoco les va a pasar nada a los que humillan a los que murieron en la Guerra Civil o en la cruel posguerra. Ni a los que dicen en Twitter que habría que cargarse a todos los vascos y catalanes, que a esos lo mismo terminan dándoles alguno de los innumerables y variopintos premios Princesa de Asturias. De momento habrá que conformarse solo con los rojos que se atreven a contar chistes macabros en Twitter o que se van de manifestación y tienen la osadía de corear ripios que desagradan a los que mandan, y no por razones estilísticas, claro, que la censura en ese caso quizá estuviera más justificada. Me estoy leyendo la bien llamada Ley Mordaza y no veo por ningún lado que sea un agravante formar parte de algún gobierno de izquierdas, pero en vista de lo que les está pasando a Rita Maestre y a Guillermo Zapata debe de serlo, y lo que pasa es que yo no sé buscarlo, que esto de las leyes fácil, lo que se dice fácil, no es.

La verdad es que lo que nos ha pillado de sorpresa es que esta nueva forma de hacer justicia tenga carácter retroactivo, que menos mal que no quedaron grabados los chistes que algunos contábamos en el instituto que si no, a muchos nos tocaba la “prisión permanente revisable” esa que tanto le gusta al PP. Fíjate que hasta los chistes del parvulario me parecen ahora mismo peligrosos, que seguro que si algún concejal rojo cuenta en estos momentos el chiste del perro “mis tetas” la Fiscalía dice que su intención era humillar a todo el género femenino y hacer apología de la violencia de género.

¿Y por qué no pensábamos que podía volver la censura? Porque nos la figurábamos como en tiempos de Franco, con señores gordos, amargados y rijosos prohibiendo la publicación de libros y cortando fotogramas con muslos, pechugas y besos en las películas. No nos habíamos dado cuenta de que la historia se repite, sí, pero cambiando el decorado para hacernos creer que esto es otra cosa. Aunque la realidad es que la censura que tenemos hoy, que es la autocensura, es la que más ha trabajado en todas las épocas en las que se ha perseguido la libertad de expresión.

Pero los límites de la autocensura los pone uno mismo. Los pusilánimes la llevan a rajatabla, eso es cierto, pero también los hay que se arriesgan, y esto es lo bonito, interesante y creativo de la censura. Los atrevidos siempre andan buscando mil maneras para burlarla con los ardides más sutiles. Y es aquí donde entra la habilidad para decir las cosas sin decirlas, cuando todos los recursos expresivos se ponen a trabajar para decir lo que no se dice sin que parezca que se dice gracias a las metáforas, las alegorías, las dilogías, los juegos de palabras y la ironía, la bendita ironía, que es el recurso estrella de todas las etapas inquisitoriales. También nos queda, al menos de momento, el reino de la ficción, el cine y la literatura. Viene una buena época para los creadores de mundos imaginarios, fantasías futuristas y terribles distopías que sirvan de espejo de la realidad del momento.

Y debéis reconocer que decir las cosas sin decirlas es mucho más meritorio que decirlas a bocajarro y de forma llana. Y es que con libertad de expresión plena se gana en sinceridad pero se pierde en riqueza expresiva y en creatividad. Con la libertad de expresión también se vuelve muy difícil escandalizar a la gente, si es escandalizar a la gente lo que en ese momento te apetece, claro. André Breton, adalid de los surrealistas franceses y experto, por tanto, en el escándalo gratuito, se lamentaba a mediados del siglo pasado de que ya nadie se escandalizaba por nada en París. Y lo lamentaba con razón. Porque el mundo, cuando todo está permitido y no hay posibilidad de cometer transgresiones y herejías, se vuelve mucho más aburrido. Esa es la pura verdad.

Por eso estoy convencido de que viene un tiempo maravilloso para los creadores de ficciones y para los mártires que se sacrifican por una causa noble. Ya veréis qué buenas novelas y qué películas más interesantes se van a hacer a partir de la entrada en vigor de la bien llamada Ley Mordaza. Y no solo van a ser buenas las obras que se creen durante el tiempo que esté vigente, sino que su estela perdurará. Los creadores de ficciones del futuro no dejarán de volver a relatar aquellos años oscuros en los una serie de políticos corruptos arrebataron los derechos fundamentales a los españoles con la complacencia de una gran parte de la ciudadanía que obstinadamente seguía manteniéndolos en el poder. Seguro que dentro de unas décadas habrá una serie estupenda con gran éxito de audiencia que recreará estos tiempos aciagos, algo así como Follar en tiempos confusos.

Esto no ha hecho nada más que empezar y ya estoy emocionadísimo, y no quiero emocionarme demasiado por si al final todo esto queda en nada, que lo mismo viene en cualquier momento el Tribunal de Estrasburgo o cualquier otro organismo internacional de esos que velan por los derechos humanos y nos jode la fiesta.

domingo, 17 de mayo de 2015

Espectáculo

Vivimos en un mundo en el que todo es susceptible de transformarse en espectáculo. Cualquier cosa que quede plasmada en fotografía o vídeo y pase a formar parte de los contenidos que difunden los medios de comunicación se convierte automáticamente en materia para el show business. Las noticias, sin ir más lejos, no dejan de ser un entretenimiento más. Fijaos, si no me creéis, en la indiferencia con la que vemos en muchas ocasiones los bombardeos o los terremotos que suceden en países lejanos. Os pongo un ejemplo curioso. Yo no veo casi nunca un partido de fútbol, pero, sin embargo, me gusta ver los deportes en el telediario. Me divierte la sociología del fútbol, saber qué equipos ganan o pierden y conocer las aspiraciones y frustraciones de las diferentes aficiones futboleras. Ese conocimiento me ayuda, además, a poder participar en ciertas conversaciones de barra de bar, lo que me supone un plus de diversión.

Esto lo digo porque, sorprendentemente, estoy empezando a disfrutar de las corridas de toros. Y es algo de lo que me alegro, que vivo en una comunidad en la que se destina una gran partida de dinero público, de mi dinero, de vuestro dinero, a subvencionar ese entretenimiento cruel en el que un señor que marca paquete, lleva medias ceñidas y se adorna con lentejuelas tortura hasta la muerte a un animal, que tiene que agradecerle al tipo de las lentejuelas la buena vida que se ha dado hasta ese momento porque si no hubiera corridas de toros, ni existiría.

En otras cosas no se ha lucido la señora doña Dolores de Cospedal, pero en lo de los toros sí, que le faltó tiempo para declararlos Bien de Interés Cultural y para ofrecerles a los ganaderos y empresarios taurinos todo tipo de facilidades. Y ha funcionado, que en menos de cuatro años ha conseguido que sea Castilla-La Mancha la región de España que lidera el ranking de los festejos taurinos. También ha organizado el I Congreso Internacional de Tauromaquia en Albacete y no deja de invertir dinero público en plazas de toros y en escuelas, de tauromaquia quiero decir, que las otras, las de estudiar, las tiene dejadas de la mano de dios.

Como os decía, desde hace un tiempo me he dado cuenta de que la tauromaquia también puede ser un buen entretenimiento para los que creemos que las corridas de toros son un espectáculo repugnante y bárbaro. No deja de producirme placer, por ejemplo, observar cómo los telediarios se esfuerzan por rellenar como sea sus minutos dedicados a los toros, en ocasiones con noticias totalmente ridículas o intrascendentes. O ver televisados los enfrentamientos entre los grupos animalistas y los taurinos, que, la verdad, si a los animalistas tanto les gustan los animales deberían tener un poco más de respeto por los taurinos. También me divierte mucho ver a ciertos artistas, pongamos que hablo de Joaquín Sabina, defendiendo los toros con argumentos infantiles y balbuceos intelectualoides. O escuchar a intelectuales de la talla de Fernando Savater decir que los animales están ahí para que los seres humanos hagamos con ellos lo que nos salga del culo. Y debe de ser verdad, que Savater es un tipo listísimo y es bien sabido que solo dice bobadas cuando habla de UPyD, de la ETA o de las carreras de caballos. Disfruté también mucho viendo una corrida de toros en Youtube. Vi solo un trocito, ese en el que le brindaban un toro a la señora doña Dolores de Cospedal, y todo el público, para expresarle la gratitud que sentían por sus desvelos en defensa de la tauromaquia, la abucheaba sin compasión. Y me gustan, para qué nos vamos a engañar, como a la mayoría de vosotros, las cornadas que se llevan los toreros. Si no fueran entretenidas, no las televisarían. Quién no disfruta con una buena cogida de José Tomás. Los toreros de hoy, gracias a los avances de la cirugía, ya casi nunca mueren en el coso, pero eso es casi mejor porque así valen para más veces. El otro día un toro ensartó por el cuello a un muchacho y al día siguiente ya estaba en el telediario diciendo que se moría de ganas de volver al ruedo. No seré yo el que se lo impida, que ese muchacho seguro que en el futuro nos ofrecerá muchas más tardes de gloria.

Tengo que aclarar que no disfruto con todas las noticias que tienen que ver con los toros. El otro día se escapó un toro en Talavera y no me hizo tanta gracia. Hizo daño a personas que nada tienen que ver con el espectáculo de la tauromaquia y eso me pareció mal. Como mal me parecería que me obligaran a participar en un encierro. A mí me gusta ver cómo cornean y patean a los mozos en los encierros solo porque ellos se han prestado voluntariamente a grabar esos vídeos que tanto nos divierten.

A veces tengo ensoñaciones y fantaseo con que un día algún toro con inquietudes políticas salte al tendido donde esté la señora doña Dolores de Cospedal con su mantilla y su peineta y se la lleve por delante para regocijo del público presente. Sin consecuencias graves, que una mujer que ha hecho tanto por el entretenimiento nacional es mejor que siga viva. Me atrevería a decir que medio guion de El Intermedio se lo hace ella solita. Pero una buena cornada en el glúteo de la señora De Cospedal compensaría con creces todo el dinero público que estamos invirtiendo en ese espectáculo.