viernes, 22 de agosto de 2014

Pienso

Las nuevas tecnologías han venido a demostrar que consumimos pienso barato porque de alguna forma nos gusta y no porque sea lo único que nos echan en el pesebre televisivo.

El otro día escuchaba a un humorista quejarse de que los espectadores veían sus monólogos más en Youtube que cuando se emitían por la televisión. Entiendo su preocupación porque el único criterio que tiene la televisión para mantener un programa en antena es la audiencia. Y son verdaderamente crueles cuando deciden que un programa tiene que desaparecer. Crueles y maleducados, diría yo, porque en el caso de las series me parece una falta de respeto para el espectador interrumpir de forma abrupta su emisión porque no alcanzaba el share esperado. Sin embargo, es comprensible que haya gente que prefiera ver un programa de televisión en el día y a la hora que le venga bien y no cuando dispongan los programadores de la televisión.

Ya no estamos en los tiempos en los que la tiranía de unas cuantas cadenas de televisión controlaban el entretenimiento nacional. Actualmente, son las mismas cadenas de televisión las que ofrecen sus programas en sus webs, de forma gratuita, aunque trufados debidamente de cortes publicitarios. Por estos mismos recursos que nos ponen a disposición las cadenas de televisión y por la posibilidad de descargarte infinidad de películas y series mediante programas P2P es por lo que no entiendo que la gente siga viendo la televisión en directo, quitando algunos programas que puedan requerir cierta inmediatez, como los telediarios o los eventos deportivos.

Como tampoco entiendo –y esto lo entiendo menos– que la gente vea programas mediocres pudiendo elegir otros mejores. A lo mejor estáis pensando que son las personas mayores, las que no se ha integrado en el uso de las nuevas tecnologías, las que mantienen la audiencia de los programas de televisión para oligofrénicos, pero, sin quitarles su parte de mérito, no creo que sean los únicos responsables. Twitter, que es una red social más o menos joven, lo desmiente. Son muchos los tuiteros que se dedican a comentar programas lamentables como Sálvame, Mujeres y hombres y viceversa o los realities más inmundos. O lo que es más sorprendente: cuando en la televisión emiten alguna película famosa, infinidad de tuiteros la comentan o expresan su alegría porque por fin van a poder verla. No tiene sentido esa fascinación por lo que emiten en un mundo en el que uno puede ver, legal o ilegalmente, cuando quiera y como quiera, la película que le dé la gana. También me llama la atención que la gente siga en la televisión las series más abominables y no haya visto otras como The Wire o Los Soprano porque no las emiten en un horario razonable y en las cadenas famosas. Me sorprende, en definitiva, que la televisión tradicional siga existiendo y que sigan siendo tan poderosas ciertas cadenas de televisión.

La televisión actual debería ser como la carta de un restaurante en la que uno elige lo que quiere comer a la hora que le viene bien. Y si esto no es así, solo puede haber dos explicaciones: o de verdad nos gusta el pienso barato o, simplemente, la función de la caja tonta es la de ofrecernos entretenimiento de la forma más fácil y cómoda sin que importe demasiado la calidad del mismo. Tan sencillo como darle a un botón y dejar la mente en blanco. Un pesebre lleno de pienso barato sin el mínimo esfuerzo antes que tener que mover el culo para salir a buscar prados más jugosos.

No seré yo quien critique la televisión si es verdad que cumple una función social tan encomiable.

miércoles, 6 de agosto de 2014

En defensa de los corruptos

Qué fácil es criticar en Twitter y en Facebook sin moverse del sillón y qué difícil ponerse en el lugar del otro para intentar comprenderlo. Así nos va. No os voy a decir que me gusta la corrupción para que no me tachéis de cínico, pero es un fenómeno que está tan extendido, tanto horizontalmente, esto es, por toda la geografía del orbe, como verticalmente, desde las altas esferas de la política hasta el último concejal de un ayuntamiento de mierda, que estaréis de acuerdo conmigo en que debe de tener algún tipo de explicación. Porque, considerando que no se trata de una epidemia y que son tantos los probos ciudadanos que han terminado cayendo en la tentación de llenarse los bolsillos a costa del erario público, si fuéramos humildes y cautos, que no lo somos, tendríamos cuidado de no criticar lo que nosotros mismos podemos terminar haciendo algún día. Un poco de empatía es lo que necesitamos para no digo ya tolerar, pero sí al menos a comprender este fenómeno.

Pongámonos en la piel de un político cualquiera y pensemos en la de codazos que tiene que dar para llegar a ser alguien dentro de su partido. Las encarnizadas luchas intestinas de los distintos grupos políticos requieren mucho esfuerzo y dedicación absoluta. Pisar cuellos y defender a tu camarilla a capa y espada es un trabajo muy absorbente y muy mal pagado. ¿Y todo para qué? Para, con mucha suerte, llegar gobernar y que te hagan un contrato que durará, si no pasa nada, cuatro años. Normal que, si puedes, en esos cuatro años te lleves algún extra. O que si, estando en la oposición, alguien te quiere sobornar, no te lo pienses, que bastante disgusto has tenido ya perdiendo las elecciones. Un buen soborno es ese tren que para un concejalillo de tres al cuarto solo pasa una vez en la vida.

Y luego pongámonos en el pellejo del político que consigue un cargo importante, un sillón desde el que se reparten millones de euros en concepto de concesiones de obras y servicios. ¿No es lógico que el que hace entrega de esos millones se lleve una comisioncilla? ¿Qué pensamos? ¿Que los políticos son personas normales o santos y hermanitas de la caridad? Seguro que los proyectos que se presentan a los concursos públicos deben de ser muy parecidos. ¿Cómo decantarse entonces por uno o por otro? No me digáis que de estar vosotros en su lugar no tendríais en cuenta cuestiones como la relación familiar, el trato de amistad, la posibilidad de obtener favores en el futuro o algún regalito en forma de sobre lleno de billetitos en B. Y con todo lo que se privatiza lo mismo. Alguna compensación debe tener expropiar a la ciudadanía para beneficiar a los empresarios, que es muy duro lo de ser político y que cada día haya un montón de gente insultándote en todos los mentideros de Internet y cagándose en tu puta madre. Eso cuando no salen a la calle a llamarte hijoputa a voces y en procesión.

Sé que esto es generalizar mucho, que el fenómeno de la corrupción es harto complejo y que habría que ir analizándolo caso por caso para comprenderlo en profundidad. Poneos, por ejemplo, en el papel de Bárcenas, venga a repartir sobres y billetes por aquí y por allá, sin tregua, a todas horas, a este y a la otra y al de más allá. Tendría que haber sido un fraile cartujo para resistirse a la tentación. O pensad en la abnegada vida de Jordi Pujol. ¿Habéis visto su foto de familia Opus Dei style? No tuvo que ser fácil criar a tantos hijos ni mucho menos buscarles una buena colocación. A lo mejor os parece que se pasó, que para eso no hacían falta miles de millones, pero tened en cuenta que a un buen padre todo le parece poco para sus hijos. O si pensáis en el caso de los ERE de Andalucía, hay que considerar seriamente cómo la tradición y las costumbres modifican y modelan la conducta de los individuos. Son muchas las generaciones de andaluces que a lo largo de los siglos han soñado con una vida regalada sin pegar un palo al agua como forma de realización personal, y esto pasa de padres a hijos igual que la devoción por la virgen del Rocío o la afición a los toros. ¿Cómo no comprender a aquellos afortunados a los que se les presenta la virgen en forma del cerro de billetes que les puede hacer realidad su sueño? Y en la Comunidad Valenciana no olvidéis que, entre la gente bien, la corrupción no deja de ser una forma de relacionarse como otra cualquiera. ¿Qué creéis que conseguiría un político valenciano si decidiera negarse a la práctica de la corrupción? ¿Un premio? Una mierda y una patada en el culo, eso es lo que recibiría. Allí, si quieres integrarte dentro de la vida política, tienes que practicar la corrupción a un nivel profesional, que a estas alturas ha alcanzado la categoría de deporte de élites y ya solo compite con el golf y las regatas. Son tantas las variantes de la corrupción que hasta por aburrimiento puede llegar uno a ser corrupto. Pensad en Urdangarín recién casado e imagináoslo en palacio, dando vueltas con las manos en los bolsillos y bostezando sin saber qué hacer en su condición de infante consorte.

Como veis, son muchas las razones que pueden llevar a una persona a la práctica de la corrupción y no deberíamos juzgarlas a la ligera. La verdad, no sé si algunos de los que critican tanto a los corruptos lo hacen por rectitud moral o por envidia cochina. No olvidéis que vivimos en un país democrático, que cualquiera puede entrar en un partido político, en un sindicato o en la misma Casa Real, y que todos vosotros, con voluntad y un poquito de suerte, también podríais llegar a ser corruptos algún día. Reconoced que sería una pasada.