sábado, 23 de febrero de 2013

Dimitir


Pues aunque en este país no dimite nadie, yo me paso los días dándole vueltas a la idea de dimitir. Y más que a la idea de dimitir, que la tengo clarísima, a la forma de hacerlo. No estoy hablando de mi trabajo. Soy docente por vocación y, aunque las condiciones son cada vez más lamentables, no se me alcanza otra forma de ganarme la vida en estos momentos. También dimitiría si pudiera, que el que no dimite cuando se están haciendo las cosas mal, aunque no sea el responsable del desastre, si lo acepta, se convierte en cómplice. Pero para presentar ciertas dimisiones lo primero que hace falta es tener dinero o alguna alternativa, y no es mi caso. Como decía antes, no es al cargo de profesor al que quiero renunciar, sino al de ciudadano tonto del culo, que vaya usted a saber cómo terminé asumiéndolo un buen día.

Y es ahí donde empiezan los problemas. Porque como no sé ni dónde ni cuándo ni de qué manera adquirí la condición de ciudadano tonto del culo, no sé ni dónde ni cuándo ni de qué manera tendría que presentar mi solicitud de dimisión. Ni mucho menos a quién.

Sorprendido, a la par que admirado, me dejó hace unos días Benedicto XVI, que fue capaz de presentar su dimisión al mismísimo Dios. Era una gestión difícil, pero él al menos sabía quién lo había nombrado. Y aunque no le habrá contestado, debe de ser que en este caso el silencio administrativo es positivo. Los hay con suerte.

Creo que me voy a acercar a la manifestación que convoca hoy Marea Ciudadana a ver si entre tanta gente con ganas de dimitir a alguien se le ocurre alguna forma de hacerlo.

lunes, 11 de febrero de 2013

Qué bien pensado está el mundo: Eurovegas


¡Vaya potra hemos tenido con lo de Eurovegas! Eso es suerte y lo demás tontería. Ahora que nadie tenía ni puta idea de qué industria podría reflotar España, ha venido Mr. Adelson a alumbrarnos el camino.

Cuando me enteré de que estaban pensando poner un complejo al estilo de Las Vegas en la Comunidad de Madrid, tengo que reconocer que me mosqueé un poco. A ver si me explico. Siempre me ha llamado la atención que exista un sitio como Las Vegas en un país tan mojigato como Estados Unidos, pero no hay que olvidar que los americanos son, aparte de un poco pacatos, buenos empresarios. Para el espíritu anglosajón todo forma parte de un inmenso cerdo del que todo se puede aprovechar. Y algo tenían que hacer en mitad de aquel desierto de Nevada, un territorio que, por cierto, antes fue de la corona española. ¿Y qué hicieron los españoles con él? Nada. Ni siquiera lo llegaron a colonizar completamente. ¡Para qué! Era un puto desierto. Y, sin embargo, ese territorio en manos de los norteamericanos se ha convertido en una zona próspera. Y todo gracias a consagrar la ciudad de Las Vegas al juego y a todo tipo de entretenimientos, legales o ilegales, respetables o vergonzosos. América necesitaba un sitio para poder desfogar y ese lugar no podía servir para otra cosa. Lo que no puedas hacer en ninguna parte hazlo en Las Vegas. Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Otra de esas manifestaciones de la triple moral norteamericana: pienso una cosa, digo otra distinta y hago lo que me parece. Os contaba todo esto para que comprendáis por qué al principio me mosqueé. Me imaginé al tipo este, Mr. Adelson, mirando un mapa de Europa y pensando: “A ver dónde hay en este continente un terrenito que no valga ni para tomar por culo y en el que me dejen hacer mi santa voluntad”. Y eso, la verdad, hiere un poco el orgullo patrio. Por eso anduve un tiempo mohíno, sin saber qué pensar de todo esto. Pero estos últimos días he abierto los ojos, sobre todo desde el momento en el que me he dado cuenta de que estamos gobernados por una banda de (presuntos) mafiosos y que son esos mismos (presuntos) mafiosos los que van a ajustar toda la legislación a las componendas y exigencias de Mr. Adelson.

Todo encaja. Si hoy Las Vegas ha llegado a ser lo que es, ha sido gracias a los gángsters y a las mafias. Y si estamos gobernados por (presuntos) mafiosos tendremos que comprender que este es el tipo de cosas que hacen los mafiosos, que pretender otra cosa sería como pedirle tomates a un peral. Y qué coño, ¿es que acaso tenemos la esperanza de que vuelva a prosperar en nuestro país la industria textil? ¿La del automóvil? ¿La del carbón? ¿Es que alguien piensa que van a volver a abrir los astilleros? ¿O es que nos vamos a convertir de la noche a la mañana en un país puntero en investigación I+D? Venga ya, seamos serios: esto es lo que hay y no es esta la peor salida, que solo hay que fijarse en Las Vegas para tener esperanzas. Las Vegas no para de crecer y nunca tiene sus casinos vacíos.

No sé si por miopía o por la obsesión que tienen con lo políticamente correcto la progresía anda revuelta con este tema. Y es que, sinceramente, los progres -con los que comparto filiaciones, no lo voy a negar- muchas veces son unos cortarrollos de cuidado. Tienen una extraña tendencia a despreciar un montón de cosas divertidas. ¿Es que no se dan cuenta de que una Ciudad del Pecado en el corazón de España puede ser algo genial? Olvidémonos de los puestos de trabajo directos e indirectos que un complejo así puede generar, y de si serán de mejor o peor calidad, que ya está bien de pensar tanto en cosas serias y sesudas. Dejemos por un momento de salvar el mundo y fijémonos en el aspecto lúdico de la propuesta: casinos, espectáculos, atracciones, prostitutas, drogas, alcohol, más casinos, más espectáculos, más prostitutas… Tenéis que reconocer que no pinta nada mal y que de ahí pueden salir juergas espectaculares. Y si la Policía y la Guardia Civil ponen de su parte y hacen un poco la vista gorda para no perjudicar los intereses del negocio puede ser el no va más.

Yo estuve en Las Vegas y me lo pasé genial, y me importó un pito que fueran un montón de mafiosos los que se encargaran de dirigir aquel tinglado. No se puede ir por la vida de escrupuloso y amargado. Y con la misma buena disposición iré a Eurovegas cuando lo inauguren. A ver si os pensáis que el día que vaya de casino en casino hasta arriba de copas me voy a acordar de los tejemanejes de la calle Génova. Bastante preocupación voy a tener con no fundirme la tarjeta de crédito y acertar a volver a mi casa. Y los moñas, si no quieren venir, que se vayan a Eurodisney o a patearse los cascotes de la Acrópolis, pero que no den el coñazo, por favor.

Tampoco tenemos que olvidar que un sitio así puede convertirse en una fuente inagotable de entretenimiento tanto para los telediarios como para los programas más amarillos de Tele 5: ajustes de cuentas, vendettas, sicarios, atracos, tráfico de estupefacientes, crímenes, persecuciones de coches, enterramientos en descampados… Además, si os interesa la literatura y el cine, aquí va a haber materia prima de calidad para infinidad de libros y películas. Ya me estoy imaginando las rutilantes carteleras que anunciarán los últimos estrenos del cine español: Leaving Alcorcón, Miedo y asco en Alcorcón, Resacón en Eurovegas y Torrente XIV, misión en Eurovegas. Y supongo que tendré que volver a sintonizar Telemadrid para ver CSI Alcorcón.

¿De verdad que os gustaría perderos todo esto?