lunes, 21 de enero de 2013

Progres y conservadores


Cuando hace años, joven e ingenuo, me preguntaba por qué las compañías discográficas normalmente apostaban con todo su arsenal publicitario por grupos bisoños para adolescentes con dos dedos de frente, leí que los estudios de mercado habían llegado a la conclusión de que musicalmente solo éramos influenciables hasta los 23 o 24 años. Es decir, que después de esa edad podías sentirte atraído por grupos y artistas nuevos siempre que estos tuvieran algo que ver con los que te gustaban antes.

Semejante descubrimiento no solo me sirvió para comprender el comportamiento de las casas discográficas, sino el de mucha gente que a partir de cierta edad congela su mundo y se vuelve impermeable a las novedades: los que se niegan a utilizar las nuevas tecnologías, los que no quieren saber qué es un smartphone o los que no se han acercado nunca a ver qué es eso de Facebook o Twitter y lo rechazan sin haberlo probado… A mí me recuerdan a los abuelos que en mi juventud se negaban a usar el mando a distancia de la tele y nunca querían aprender cómo funcionaba el “vidrio”. Pero no hablo solo de viejos. Conozco treintañeros con estos mismos síntomas. Y no me refiero solo al desfase tecnológico, que tampoco soy yo un fanático de las nuevas tecnologías, sino a estar en el mundo, a formar parte de. Porque ahora, nos guste o no, el mundo es en gran medida virtual, y la gente que no participa de esa otra realidad vive un poco fuera de él, extramuros. Puede que más tranquilos, pero también más aislados y marginados, algo así como los que en otros tiempos eran analfabetos y no se enteraban de lo que publicaban los periódicos. Estar en el mundo requiere un esfuerzo. Incluso a los que intentamos no perderle el paso a veces nos cuesta seguir su ritmo. Hace unos días leía que recientes estudios habían revelado que para los jóvenes las redes sociales son una parte de su vida, tan real como salir de botellón con los amigos, mientras que para los mayores que las utilizan no dejan de ser una herramienta más, más o menos útil, más o menos entretenida, pero simplemente una herramienta.

Estos días le daba vueltas a todo esto al darme cuenta de que muchas de esas personas que se consideran progresistas, esos que querrían echar a patadas al rey para que volviera la república, que piden cada día que se cambie la constitución y se resetee el estado democrático, que reclaman que de una puta vez el estado sea absolutamente laico, que creen que la gente debería dejar de creer en supersticiones y desterrar de su cabeza todos los dislates de las doctrinas religiosas, todos esos, digo, tal vez no sean tan progresistas como piensan y aparentan. Puede que solo se dediquen a mantener las ideas que incubaron durante sus años de juventud. Porque son muchos de esos progres los que ponen el grito en el cielo por algo tan estúpido y baladí como que la RAE haya cambiado tres o cuatro normas ortográficas. Ahí los tienes diciendo todo ufanos que ellos se pasan por el culo lo que diga la puñetera RAE, que van a seguir poniéndole tilde al solo, y al este, al ese y al aquel, y a guion, aunque no tenga ningún sentido porque es un diptongo, y no van a consentir que nadie en su presencia llame ye a la y griega, etcétera, etcétera. ¿Y todo eso por qué? ¿Porque son unos rebeldes que se enfrentan a la dictadura lingüística de la RAE? ¿Es que acaso pone multas al que incumple sus normas? ¿O es que es una de las pocas transgresiones que uno se puede permitir sin que le castiguen?

Supongo que no se dan cuenta de que lo que ellos exhiben como rebeldía no es más que conservadurismo puro y duro, porque las reglas ortográficas que defienden también las puso la RAE, la de hace años. Las normas ortográficas son convencionales y da lo mismo que sean unas u otras mientras haya algunas, que no hay usuario de una lengua más inconsciente que el que no respeta ninguna. Lo curioso del caso es que las nuevas normas tienden a la simplificación y son más fáciles que las anteriores. ¿No resulta ilógico rebelarse cuando te ofrecen normas más simples? Si tan rebeldes se imaginan los que desobedecen las últimas indicaciones de la RAE, ¿por qué no cuestionan, por ejemplo, la pervivencia de la puñetera e inservible hache? Rebeldes y progresistas son los alumnos de primero de la ESO, que, como vienen frescos, todavía no tienen la cabeza taponada por costumbres y prejuicios y darían cualquier cosa por poder eliminar la hache, poner bes en todas las uves, usar la jota como Juan Ramón Jiménez, y poder escribir casa y queso con ka, y cerdo y cinta con zeta. Y yo, que siempre he respetado las normas ortográficas y que a lo mejor sí soy un progre de verdad, no dudaría en darles la razón si no supiera de antemano que la mayoría de vosotros os negarías aceptarlo.

domingo, 13 de enero de 2013

Nuevos lanzamientos de Hecho en Lavapiés


A pesar de la crisis, la editorial Amargord sigue apostando por la poesía con diferentes colecciones, entre las que destaca Hecho en Lavapiés, la colección que dirige Hipólito García Bolo y en la que tuve la suerte de publicar mi último poemario.

Mañana, lunes 14 de enero, se presentarán los títulos que han llegado a las librerías recientemente y los que están a punto de ver la luz. También aportaremos nuestro granito de arena algunos de los poetas que publicamos en la colección en años anteriores.

Será en Madrid, en la Sala Triángulo (calle Zurita, 20, Lavapiés) a las 21 horas.


viernes, 4 de enero de 2013

Mi carta a los Reyes Magos


Vaya por delante que no creo en los Reyes Magos, pero, en fin, tampoco creo que me vaya a tocar la Primitiva y echo todas las semanas. Por eso este año decidí escribirla, casi como si de un acto poético se tratara, y más cuando pensaba escribirla con intenciones totalmente altruistas.

No la voy a trasladar entera. Para lo que os quiero contar es suficiente con que vayamos al párrafo en el que daba cuenta de mis peticiones, y es como sigue: “No pido nada para mí porque, al fin y al cabo, estoy mejor que mucha gente. A mí me gustaría hacer algo por los demás y por eso he decidido pediros que ayudéis a nuestro presidente Mariano Rajoy. Creo que en este año que viene va a necesitar mucho coraje para enfrentarse a los mercados y a los especuladores que no dejan de atacar a nuestro país, así como para hacerse valer en la Unión Europea. Tampoco le vendría mal un poco de sensibilidad para comprender a las personas más necesitadas. No puedo evitar pensar que es un hombre sin corazón cuando reduce o elimina los subsidios y no hace nada para evitar los desahucios indiscriminados. Supongo que no debe de ser fácil enfrentarse a una situación así, por lo que no quiero olvidarme de pediros que le deis también la inteligencia necesaria para que sepa resolver todos los problemas de España.”

Después de releer ese párrafo pensé que a lo mejor estaba excediéndome en mis peticiones, así que añadí lo siguiente: “Si esto no es posible, me conformo con que me mandéis un presidente nuevo.”

La firmé, la metí en un sobre y la eché al correo, y, por si Ratzinger tenía razón en eso de que los Reyes Magos eran de Tartessos, puse en el destinatario: “A los Reyes Magos de Oriente o de Andalucía”. Y creo que ahí ha estado el acierto, porque esta mañana he recibido contestación, aunque para mi sorpresa ha sido por WhatsApp, supongo que porque es más barato y menos moroso que el correo ordinario: “¡Quillo!, hasta esta mañana no hemos podío leer tu carta, que vamos este año un poco pegaos, y ya mañana tenemos todo el día apalabrao de cabalgatas, así que creo que te vamos a tener que dejar unos calsonsillos y unos carsetines como otras veses, que lo que nos pides va a ser que no. ¿Pero tú t’has dao cuenta lo que nos pides, pisha? ¿Coraje? ¿Sensibilidá? ¿Inteligensia? To el mundo sabe que lo que viene siendo el valor, el corasón y el serebro son competensia del Mago de Oz. Y la segunda petisión menos, que ustedes sabéis que a los Reyes Magos se les piden juguetitos, aparatos electrónicos y vehículos de mayor o menor tamaño, pero no personas. Jartos estamos de desirlo, que todos los años hay arguno o arguna que nos pide un tío bueno o una tía buena, como si se pudieran comprar en el Eroski. Para ese tipo de deseos, mejor las estrellas fugases. No es que sean mu de fiar, pero poco pierdes por intentarlo. Ya sabes, para el año que viene pide argo más concreto. No se pue pedir saber alemán, como está pidiendo to er mundo este año, pero sí un curso de esos por fassículos pa aprender alemán. No se pue pedir encontrar trabajo en otro país, pero sí un billete de avión pa pirarte. Y tampoco pidáis lo de la lotería, que eso es cosa de San Pancrasio, que nosotros no queremos abarcarlo todo como Telepizza.”

La verdad es que, como no esperaba nada de nada, los calcetines y los calzoncillos van a colmar todas mis expectativas. Para lo otro voy a probar con el GPS, que lo veo más práctico que esperar una estrella fugaz. A ver si poniendo País de Oz como destino hay suerte.