Mi amigo Rubén Bravo, que sabe los cuentos que me
gustan para esta sección y que estudia la obra de Tono, me ha mandado un breve
relato que menciona este autor en un artículo publicado en 1977. Lo cuento a mi
manera:
Hace
muchos muchos siglos un hombre salió de su casa dispuesto a resolver unos
asuntos que tenía pendientes. Nada más poner el pie en la calle se dio cuenta
de que estaba empezando a llover. Pensó en volver a entrar dentro de la casa y
coger un paraguas, pero decidió esperar un rato a que escampara refugiado bajo
el alero del tejado.
No
sospechaba que acababa de empezar el Diluvio Universal.
La moraleja que sacaba Tono de esta historia
es que así somos los españoles, que siempre estamos esperando a que deje de
llover sin poder estar seguros de que eso vaya a suceder. La moraleja que saca
mi amigo Rubén de todo esto es que nada cambia. Y que este cuento es hoy tan
actual como lo era hace treinta y cinco años. No puedo estar más de acuerdo con
los dos.
Con Tono, porque es verdad que mucha gente
está esperando a que esto acabe pasado mañana y volvamos por arte de
birlibirloque a la España de hace diez años. Muchos sueñan con la venida de la
Segunda Burbuja Inmobiliaria como en otros tiempos se soñó con la vuelta del
Mesías. Pero hay varios indicadores que apuntan a que estamos cambiando de
ciclo. No son pocos los expertos en economía que auguran que esto no es una
tormenta pasajera.
Y con Rubén también estoy en sintonía. Todo
es lo mismo y es igual, y se repite y lo vivimos, con una ingenuidad
conmovedora, como si fuera algo inédito. Durante varias décadas la palabra
crisis no ha dejado de sonar en mis oídos. Incluso esos casi diez años que para
mucha gente fueron de bonanza para mí no lo fueron: me fui de Madrid, en parte,
por culpa de los desorbitados precios de la vivienda, me dediqué a estudiar
oposiciones, trabajé en unos grandes almacenes y de profesor interino y nunca
conseguí ahorrar nada, me metí en una hipoteca de por vida… Además nunca fui
optimista porque nunca me creí que España se hubiera convertido en una gran
potencia económica. Para los que leíamos la prensa y escuchábamos lo que se
decía en los mentideros de Internet el final de la burbuja inmobiliaria era la
crónica de una muerte anunciada. Desde el principio. Si es verdad que los
dirigentes del PSOE pensaron que aquello podía durar, es que son totalmente
gilipollas. Me creo más que apuraran los últimos cartuchos para que algunos
terminaran de llenarse los bolsillos de billetes. Que aquello era un espejismo
era un secreto a voces desde el día que empezó. Por eso no os extrañará que hace
poco, ahora que me está dando por la poesía epigramática, necesitara un solo verso para escribir un poema con el título Crisis. Dice así:
“Siempre son malos tiempos”.