jueves, 27 de septiembre de 2012

Estímulos

La democracia es agotadora. A esa conclusión llegué el martes mientras me pateaba los alrededores del Congreso (muy alrededores, que al menos yo no lo pude ver ni de lejos). Y es que esto de ser democrático requiere mucha dedicación y esfuerzo: ve a votar, participa en asambleas, sal a manifestarte cuando estés en desacuerdo, haz huelga para protestar, infórmate, firma este manifiesto en contra de esto y de aquello… Supongo que para el que tenga vocación sindical o política esto tiene que ser como un abono para un parque de atracciones. Para el resto de los mortales es difícil de llevar. Sobre todo si trabajas y tienes que hacer la compra y limpiar la casa y llevar el gato al veterinario y llamar al fontanero y pasar la revisión de la ITV. Y no me quiero ni imaginar el trajín que tiene que suponer para los que además tienen hijos. A mí me supone un gran sacrificio solo por tener que renunciar a mi amado y sagrado tiempo libre.

Durante el curso pasado me fastidiaba mucho que los alumnos se tomaran los días de huelga como días festivos. Para mí eran un suplicio porque estaba de manifestaciones desde por la mañana hasta por la noche. Llegaba a casa como si viniera de correr una maratón.

Por eso algunas veces uno necesita un descanso. Y más en estos tiempos en los que las convocatorias de protesta se agolpan en el calendario como si fuera el camarote de los hermanos Marx. A veces te sientes tan cansado y echas tanto de menos tu rutina que te planteas seriamente dejarlo durante una buena temporada. Es entonces cuando llega, pongamos, la Cospedal y viene a decir que todos los que están de acuerdo con las convocatoria del 25S son unos golpistas. O cuando abre la boca Gallardón y dice que lo único que tiene que hacer un ciudadano de bien es echar la papeleta cada cuatro años y estarse calladito, aunque el Gobierno de turno esté incumpliendo una por una todas sus promesas electorales o esté dinamitando los servicios públicos o consintiendo que los bancos desahucien a miles de españoles que no encuentran trabajo. O cuando  Rajoy va a Estados Unidos a fumarse un puro y a decir que los buenos españoles son los que no se manifiestan. O cuando el ministro del Interior se atreve a decir que nos merecemos los palos porque estábamos en una manifestación ilegal. Esos y no otros son los estímulos que te empujan a salir de la apatía y el abatimiento, que te devuelven a las calles para luchar un día más por la democracia.

El martes por la noche regresaba a Toledo después de haber estado unas horas rodeando el Congreso y a punto estuve de dar la vuelta después de escuchar en la radio cómo un diputado del PP insinuaba que los que habíamos estado en esa convocatoria éramos poco menos que delincuentes, golpistas o terroristas.

Si a ese tipo de declaraciones sumamos la desproporcionada violencia con la que la policía actuó esa noche y la defensa a pies juntillas de su actuación por destacados miembros del Gobierno, ahí tenemos el estímulo suficiente para que miles de personas sacaran fuerzas de flaqueza y fueran otra vez al día siguiente a manifestarse a las (lejanas) puertas del Congreso.

Y es que el PP ha contribuido al afianzamiento de la democracia en nuestro país como ningún otro partido. Acordaos cómo consiguió movilizar a todo el electorado en 2004 para que ganara las elecciones Zapatero. Porque fueron ellos, intentando engañarnos para que pensáramos que había sido la ETA la que había puesto las bombas en los trenes, los que consiguieron que los indecisos renunciaran al asueto dominical y se acercaran a las urnas a depositar el voto como buenos demócratas. Todavía me acuerdo de cómo los chorros de sudor de Ángel Acebes, entonces ministro del Interior, le delataban cuando, pocas horas antes de las elecciones, intentaba convencernos contra toda lógica de que aquello no tenía nada que ver con el terrorismo yihadista, la foto de las Azores y la guerra de Irak.

Tampoco en las elecciones de 2008 nos permitieron relajarnos un poco, que mucha gente se hubiera quedado en su casa tan a gusto o tomando unas cañas en el bar antes que ir a votar. Pero no, ellos no lo consintieron. Se pasaron toda la primera legislatura de Zapatero crispando a los ciudadanos y consiguieron que hasta los votantes más remisos fueran a las urnas a concederle una nueva victoria.

Solo el PP es capaz de sacudirnos la apatía que nos insuflan los tediosos partidos de izquierdas. Solo el PP nos recuerda cada día lo importante que es la democracia y lo mucho que merece la pena luchar por ella.

1 comentario:

I.R.H dijo...

mmmm... tienes toda la razón, como siempre... aunque creo que hay un punto de ironía al final que no consigo captar... xDD

Te sigo leyendo... ;p