martes, 28 de agosto de 2012

La vuelta al cole

Llamadme raro, pero a mí siempre me gustó la vuelta al cole. Me encantaba ir a la escuela. Allí estaban mis amigos. Allí sucedían cosas interesantes. Allí hablábamos de todo y ampliábamos nuestro mundo. Allí nos contaban historias sorprendentes y nos enseñaban a hacer esto y aquello. A mí me gustaba mucho aprender. Ni los gilipollas que hay en todos los colegios y que a veces me querían pegar a la salida, ni las lecciones soporíferas, que también las había, ni algunos maestros educados en el franquismo que todavía pegaban o insultaban a los alumnos consiguieron quitarme las ganas de ir a la escuela.

Y en el instituto me pasó otro tanto de lo mismo. Me gustaba ir a clase incluso para poder hacer novillos algunas veces. Los idiotas que pululaban por allí nunca me quitaron las ganas de empezar el curso, ni los malos profesores, ni las asignaturas que me fastidiaban, ni la puñetera selectividad. Llamadme empollón si queréis, pero a mí me gustaba ir al instituto. Y cuando terminaban las vacaciones de verano, más.

Muchos años más tarde, un buen día, pude volver al instituto como profesor. Recuerdo que me sentía pletórico por empezar otra vez un nuevo curso. Y ninguno de los años que llevo dando clase me ha importado que se acaben las vacaciones. Llamadme tonto si eso es lo que os parezco. Ni mi poca afición por madrugar, ni los alumnos más problemáticos, ni las generaciones más desmotivadas, ni las clases más conflictivas, ni los padres más beligerantes me han quitado nunca las ganas de impartir mis clases.

Y es ahora, después de casi diez años como docente, la primera vez que experimento un rechazo fuerte a la idea de volver a clase. Solo de pensar que faltan tan pocos días para volver de nuevo a las aulas me da mal rollo. Es la resaca del último curso, el recuerdo de las huelgas y las manifestaciones, de la angustia al ver cómo desaparecen recursos, cómo la precariedad económica a veces te escamotea hasta unas fotocopias, o te deja sin calefacción, o sin celo. Es la sensación de impotencia al darte cuenta de que están quitando apoyos a los alumnos con más necesidades, al ver las clases abarrotadas, al contemplar impotente cómo a miles de compañeros interinos los echan a la calle sin contemplaciones después de haber dedicado muchos años de su vida a la enseñanza.

Por todo esto y por lo que está por venir -temo que este curso será mucho peor que el anterior- es por lo que por primera vez en mi vida no tengo ganas de volver a clase. Lo que no consiguieron los gilipollas de la escuela, ni los asquerosos maestros franquistas que resistían en los años de la Transición, ni las asignaturas que detestaba, ni la selectividad, ni los alumnos problemáticos, ni las clases conflictivas, lo ha conseguido María Dolores de Cospedal en poco más de un año de gobierno y solo trabajando media jornada en Castilla-La Mancha, que Génova absorbe lo suyo. Gracias a ella puedo, por fin, hacerme una idea de lo que sienten esos compañeros que se dan de baja por depresión. De ella es todo el mérito. No era un reto sencillo desanimarme y ella, con y sin peineta, lo ha logrado. Pido un fuerte aplauso por esta esforzada gobernante que pronto podrá decir, a ciencia cierta, que la educación pública es una mierda y que hay que apostar por la privada. No se equivocará, que sus desvelos le está costando que sea así. Puede llamarme impertinente si le parece.

5 comentarios:

augocas dijo...

Muy bueno, gracias.

Anónimo dijo...

Pienso lo mismo!!

I.R.H dijo...

Increíble cómo consigues introducir semejante crítica en lo que al principio parece un relato. Estoy totalmente de acuerdo, sobretodo porque yo sigo estudiando en el instituto, y ya noto los nervios de comenzar lo que va a ser un frustante curso... menos profesores, más alumnos, menos presupuesto. Te felicito por tu ágil prosa. No podía esperar menos de un profesor. Jejeje

Saludos y hasta pronto. ;)

Mercedes García dijo...

Pues creo que a muchos, muchos les ha pasado esto mismo.

SIn embargo, seguro que conseguiremos "reanimarnos" los unos a otros...

Un saludo
MERCEDES

Félix Chacón dijo...

Es lo mejor que podemos hacer si queremos sobrevivir.