martes, 14 de agosto de 2012

El sueño de una noche de verano

No sé si empezaba así el sueño, pero es lo primero que recuerdo: los GEOS o un grupo especializado parecido empezaba a rodear el edificio. Era una operación de grandes dimensiones y eran miles los agentes que se preparaban en las calles, en las azoteas o incluso sobrevolando el cielo de Madrid en helicópteros. Puede que fueran soldados. No lo sé. Parecía la escena de una película americana en el momento en el que rodean el edificio donde se esconde un criminal peligroso o algún terrorista.

Iban vestidos con un uniforme azul oscuro, llevaban cascos con visera que ocultaban sus rostros y cargaban con fusiles de asalto y ametralladoras. En la retaguardia estaban dispuestos varios carros de combate y otros vehículos blindados. Por eso no estaba seguro de si el ejército estaba o no implicado en la operación. No era algo que me preocupara. Al mando estaba Christian Bale y eso me tranquilizaba bastante. Aunque no iba caracterizado como Batman porque ingenuamente pensaba que todavía había gente que no sabía que era él.

El edificio que estaban a punto de asaltar era la Bolsa de Madrid. Tenía, si le quitas la bandera yanqui, el mismo aspecto que la Bolsa de Nueva York, pero porque yo no sé cómo es la Bolsa de Madrid. Puede que por razones parecidas -o por algún tipo de asociación lógica- en mi sueño la bolsa de Madrid estuviera en la Carrera de San Jerónimo ocupando el espacio del Congreso, incluso conservando las escaleras y los leones a los lados.

A pesar del tremendo despliegue policial se trataba de una operación secreta que pretendía pillar desprevenidos a los que estaban dentro. Los brokers y demás individuos trajeados que entraban y salían del edificio, incomprensiblemente, no parecían darse cuenta de lo que estaba sucediendo.

Miré el reloj y vi que eran las 18.20. Era la hora convenida para el inicio de la operación. Supongo que parte de los detalles de este sueño le deben algo a mi reciente lectura de Anatomía de un instante de Javier Cercas. Por eso tampoco me parece raro que en ese momento Christian Bale, o Batman, llevara puesto un gorro muy parecido a un tricornio. El efecto que causaba, sin embargo, era justo el contrario al que en el 23F causó Tejero. Un tipo como Tejero solo podía inspirar desconfianza e inquietud. Christian Bale inspiraba fe ciega. En parte porque sabíamos que era Batman y eso, quieras que no, tranquiliza.

Fue entonces cuando Christian Bale, con la ayuda de un megáfono, pidió a todos los que estaban dentro de la Bolsa que salieran pacíficamente, con las manos en alto y sin ofrecer resistencia. Afortunadamente hablaba con la misma voz que tiene cuando le doblan en España. Era de agradecer. Me desconcierta que en el doblaje le cambien la voz a los actores extranjeros.

Esperamos unos minutos para ver lo que sucedía. Aproveché para preguntarle por qué en la última entrega de Batman se convertía en un férreo defensor del capitalismo. Como no contestó decidí meter los dedos en la llaga y añadí: “Parecías un superhéroe neocón”.  Finalmente me dijo: “Si algún día son otros los que pagan la película, seré de otra manera. En eso estamos, ¿no?"

Fue entonces cuando vimos cómo las puertas de la Bolsa se cerraban como las compuertas de una ciudad fortificada cuando va a sufrir un ataque. En uno de los balcones colgaron una pancarta que decía “Ni un desalojo más”. “¡Mierda! ¡Serán cínicos los hijos de puta! ”, soltó de muy mala hostia Christian Bale. Luego dio la orden para iniciar la segunda fase de la operación.

Varios grupos de agentes empezaron a acercarse al edificio por todos sus flancos. Desde el edificio los recibieron con ráfagas de ametralladora. Muchos agentes cayeron abatidos. Otros consiguieron llegar a los muros y empezaron a trepar por ellos para alcanzar las ventanas. Antes de dormir había visto un capítulo de Hermanos de sangre y supongo que por eso me pareció que todos los agentes vestían el uniforme militar del ejército estadounidense en la Segunda Guerra Mundial.  “Hubiera sido mucho más fácil hacer lo mismo que hicieron con el Palacio de la Moneda en Chile”, murmuró Christian Bale.

Hubo más tiros y más bajas, pero algunos agentes-soldados seguían alcanzando su objetivo y se colaban por las ventanas. Pensé que su misión sería abrir la puerta desde dentro, pero me equivoqué. No sé de dónde salió un tanque que empezó a aproximarse al edificio. Cuando tuvo a tiro la puerta principal disparó y la hizo saltar por los aires. En pocos minutos los agentes se precipitaron dentro del edificio y redujeron a todos los que seguían con vida.

Cuando empezaron a sacar a los brokers detenidos y esposados, le pregunté a Batman qué sería de ellos. Antes de responderme estuvo unos segundos observando sus gestos contrariados e intentando comprender sus palabras amenazantes. "No sabéis lo que hacéis, no sabéis lo que estáis haciendo. Os arrepentiréis”, decían algunos. Los policías que los llevaban detenidos se reían de ellos y les decían cosas como: “Hale, payaso, a jugar a otro sitio, que aquí ya se ha acabado la fiesta”. Christian Bale por fin se decidió a contestarme: “Si te refieres a esos, que son solo los perros de sus amos, no tienes que preocuparte. Aunque tendrán su castigo. Algunos se suicidarán. Otros, los que sean capaces de soportarlo, terminarán trabajando de contables en alguna empresa de mierda”.

Eché un vistazo a las noticias de Twitter para ver cómo iba la operación en otras partes del mundo. Me alegré al ver que las Bolsas más importantes –Nueva York, Frankfurt, Londres, Tokio…- también estaban siendo desalojadas en esos momentos.

“¿Qué pasará ahora?”, le pregunté a Christian Bale. Con su gesto impertérrito me respondió: “La Bolsa se cerrará para siempre. Esperamos que este final sea el principio de algo mucho mejor”.

Parecía que iba a añadir algo más, pero llegaron los periodistas y nos interrumpieron. Contra todo pronóstico no fueron a por Christian Bale, sino a por mí. “¿Cómo se te ocurrió la idea?”, me preguntaban varios periodistas a la vez mientras me atacaban con sus grabadoras y micrófonos. Tardé en contestar porque trataba de averiguar cómo habían conseguido descubrir que había sido mía la genial idea de acabar con la Bolsa para solucionar la crisis.

Finalmente les expliqué que se me había ocurrido viendo un capítulo de House. El equipo de House descubría que los problemas de su paciente venían del bazo y decidían extirparlo. Luego le decían al paciente que después de la operación podría llevar una vida totalmente normal. Me pregunté entonces para qué hostias servía el bazo. Todo el mundo sabe qué es lo que hace el corazón, o los riñones, o los pulmones, o los testículos, pero ¿el bazo? Les pregunté a los periodistas si ellos lo sabían y ninguno supo responder. “Pues eso mismo me pasó a mí”, les expliqué, “ justo antes de pensar que la Bolsa podía ser a la sociedad lo mismo que el bazo al cuerpo humano”. Una periodista impertinente me preguntó sarcástica si me parecía lógico y razonable que una operación de esta magnitud, cuyas consecuencias aún estaban por determinarse, tuviera como fundamento el visionado de una serie de televisión. “Bueno”, improvisé, “supongo que también tuvo que ver algo el principio de la navaja Ockham”. “Ah”, dijo la periodista, y se abstuvo de preguntar más porque probablemente no tenía ni puta idea de quién era Guillermo de Ockham. A punto estuve de decirle que era el protagonista de El nombre de la rosa, pero me mordí la lengua a tiempo.

Los periodistas se fueron muy satisfechos discutiendo si iban a titular por House o por Ockham y me dejaron en paz. Y yo, con la satisfacción de haber salvado el mundo, me sorprendí al darme cuenta de que llevaba puesto el traje de Batman y me desperté.

1 comentario:

Anónimo dijo...

xD excelente sueño