martes, 21 de febrero de 2012

Cuentos con moraleja: Los extraterrestres y el tricornio

Alguien podría pensar que este chiste tiene el regusto de tiempos pretéritos. Sin embargo, han sido las últimas actuaciones de los Cuerpos de Seguridad del Estado en tierras levantinas las que me lo han traído a la memoria:

    Llegaron dos extraterrestres a la Tierra y empezaron a recoger muestras para analizar en su planeta. Lo tuvieron fácil porque habían aterrizado con su nave espacial en un vertedero de las afueras de Madrid.
     Allí la tarea que se les había encomendado resultaba la mar de sencilla. Uno recogía una bota; el otro, un peine; el primero, una botella de Fanta vacía; el segundo, una jaula de canario sin inquilino. Y así iban recogiendo y catalogando transistores rotos, escobas, ratas y cualquier cosa que encontraban en aquel hacinamiento de desechos.
       Como habían estudiado las peculiaridades del planeta Tierra antes de venir, identificaban con facilidad la mayoría de los objetos o bichos que se incautaban. Hasta que uno de ellos encontró un tricornio de la Guardia Civil y no supo qué apuntar. Lo miró intrigado durante un rato y después le preguntó a su compañero si sabía qué era aquello.
         -No sé. ¿Una palangana?
         -¿De este color? ¿De este material?
         -Bueno, pues una maceta.
         -No tiene agujero.
         -Una bota.
         -¿Has visto tú algún pie humano que tenga esta forma?
         -¡Ya lo tengo! ¡Ya lo tengo! ¡Un sombrero! ¡Un casco!
         El marciano que sostenía el objeto lo observó unos segundos y luego se lo puso en la cabeza. En efecto, era un casco. Un casco con picos. Le gustó tanto que se lo dejó puesto mientras seguían recogiendo muestras.
         Un par de horas más tarde, el marciano que llevaba puesto el casco se quedó mirando a su compañero con una cara de mala leche que echaba para atrás.
         -¿Qué te pasa? –le preguntó el otro.
         -Pues no lo sé, pero por lo que sea me están dando unas ganas increíbles de darte un hostión.

En estas últimas décadas han pasado a formar parte de los Cuerpos de Seguridad del Estado jóvenes nacidos o educados en el periodo democrático. Por eso hemos querido creer que en la Policía y en la Guardia Civil todo estaba cambiando. Incluso quise pensarlo la noche del 20 de marzo del año pasado, cuando miles de ciudadanos nos apiñamos en Sol dispuestos a no dejarnos desalojar y pudimos ver un comportamiento ejemplar de la Policía Nacional, un comportamiento que se correspondía con el de las miles de personas que se manifestaron pacíficamente.

Supongo que el mérito fue del Ministerio del Interior, entonces en manos de Rubalcaba. Las peticiones desaforadas de Esperanza Aguirre para que la Comunidad de Madrid tuviera su propia policía parece que así lo demuestran. Y da la sensación de que a la presidenta de la Comunidad de Madrid, ahora que sus colegas controlan el Ministerio del Interior, ya no le urge la creación de este cuerpo.

Por eso no quiero responsabilizar a la Policía Nacional o a la Guardia Civil de la que se nos viene encima. Son sus amos los que les azuzan para que muerdan. Y no suelen fallar cuando sueltan a los antidisturbios, que son sus perros de presa preferidos.

Supongo que en la Policía Nacional o en la Guardia Civil necesitan algo así como un código deontológico, unos límites éticos que les sirvan para oponerse a los despropósitos de los que mandan. No recuerdo el caso de ningún policía o guardia civil que haya hecho uso de la objeción de conciencia para desobedecer una orden que atente contra la ciudadanía.

Ni voy a culpar a todos los antidisturbios ni voy a exonerar al colectivo. En las imágenes de estos días se ve claramente cómo son solamente algunos los que aplican con violencia y rigor las órdenes que supuestamente reciben. Porque dar o no el último golpe en muchas ocasiones solo depende de la voluntad de cada agente. Me pregunto si son tan fieles por la mierda de hueso con el que los recompensan o si es que hay algo de sadismo en algunas de esas acciones.

Me duele ver que hay ciertas cosas que no cambian. Sobre todo porque sé que esos policías son gente como nosotros: tipos que fueron a las mismas escuelas que nosotros, que vieron los mismos programas de la tele que nosotros, que tienen en sus casas problemas parecidos a los nuestros, y que incluso puede que pertenezcan a nuestras mismas familias. No puedo entender por qué se transforman cuando se ponen el uniforme y esconden su rostro tras la pantalla de policarbonato que les protege. Supongo que se sienten igual de desinhibidos que los que se disfrazan en Carnaval y saben que todo lo que digan o hagan  bajo esa máscara no tendrá consecuencias.

viernes, 17 de febrero de 2012

Perdidos (1)

Ya hace mucho tiempo que descubrí que, como administrador de mi blog, podía acceder a un apartado muy interesante donde aparecen las estadísticas de las visitas al blog. Probablemente uno de los más visitados por los blogueros, que es muchas veces la vanidad, y no otro sentimiento más noble, la que nos anima a escribir en internet sin que el sacrificio nos reporte beneficios económicos. Sin embargo, a pesar de ser asiduo visitante de esta sección, tardé bastante tiempo en darme cuenta de que había un apartado aledaño llamado “Palabras clave de búsqueda”. En cuanto lo encontré supe que aquello era un potosí para cualquier aficionado a las desviaciones psíquicas del género humano. En las “Palabras clave de búsqueda” aparecen, de forma casi milagrosa, las palabras que los internautas han introducido en los buscadores para haber terminado allí.

Fue también una cura de humildad. Comprendí que muchos individuos que engordan el número de visitas de un blog llegan a él por casualidad y se van decepcionados.

Voy a aprovechar este post para rescatar viejos posts con la misma técnica que usan las series americanas para hacer de vez en cuando y por la cara un capítulo recopilando, con cualquier excusa, recortes de otros anteriores.

Por ser el primer post que hago sobre este tema me voy a centrar en los tres posts que ocupan el podio de mi blog.

El número 1 corresponde a:

Supongo que las mermadas capacidades hermenéuticas de algunos ciudadanos son las responsables de que aparezcan constantemente búsquedas de esta guisa:
moraleja el traje nuevo del emperador
moraleja del cuento andersen emperador

También los hay que buscan versiones, aunque nunca me dicen si les gusta la mía:
el traje nuevo del emperador versiones distintas
distintas versiones de lo que sucedió a un rey con los pícaros

Y los que me hacen más gracia son los que terminan en mi blog porque no conocen El rincón del vago:
trabajo con el cuento el traje nuevo del emperador

El número 2 del podio está ocupado por los que odian al Real Madrid (no deja de ser irónico que también aquí esté el Real Madrid de número dos):

Las búsquedas más habituales son las que reproducen el prosaísmo del inequívoco título de mi post:
odio al real Madrid
odio el real madrid

Luego están los finos:
detesto al real Madrid

Y los líricos:
poema de odio al real Madrid

Y los reflexivos:
porque se odia al real Madrid

Y los morbosos:
fotos de odio al real madrid fotos

Y los frikis:
el perro que odia el real madrid
camiseta del real madrid para un perro labrador


En el número 3 está este post:

Nunca pensé que mis “cuentos con moraleja” fueran a tener tanto éxito. “El cuento de la inundación” lleva una temporada sin muchas visitas, pero durante mucho tiempo fue uno de los más visitados. Creo que eran hispanoamericanos los que introducían estas palabras clave:
moraleja cuento de la inundación
cuento de la inundación moraleja

Supongo que buscaban algún cuento hispanoamericano con ese título, pero a día de hoy no me ha dado por investigarlo. Me da pereza. Sobre todo sabiendo, como sé, que lo más probable es que todos mis esfuerzos terminen desembocando en mi propio blog.

También ha habido otros que han acudido al reclamo de este cuento buscando cosas como:
cuento hombre helicoptero inundaciones

Y a otros a los que puede que mi post sí les haya servido de ayuda:
una moraleja de inundaciones
cuento dios inundacion cura
cuentos de dios y el hombre con moraleja

Y aquí me planto. Otro día continuaré con este apasionante estudio sociológico.

Os dejo para terminar algunas palabras clave desconcertantes:
"profesores malisimos" van corriendo
hombres penetrando a las chicas
llevo mas de sesenta dias con la cuarentena
juegos de la maria estupida y el felix tan bien
http://comandito-39.blogspot.com (en comandita)
nina desnuda index

En algunos casos ignoro qué era lo que buscaban los seres confusos y desnortados que las introdujeron en un buscador. En otros, no sé por qué misterios de la informática acabaron en mi blog.

En estos últimos tiempos también he tenido algunas visitas muy sospechosas. Es posible que buscaran a alguien con mi mismo apellido, alguien que evidentemente no soy yo. Creo que ha sido una moda pasajera porque en los últimos días no han vuelto a aparecer:
chacon wikipedia
odio a  chacon
la tonta de chacon
chacon en cronicas marcianas
frases de chacón + piratas
estais contentos de no tener a chacon en el ejercito
chacon para follar

lunes, 13 de febrero de 2012

Cuando me paro a contemplar mi estado

Hace pocos días cumplí cuarenta años. No me gustó nada. Y eso que llevaba un par de años diciendo que estaba más en la cuarentena que en la treintena para irme haciendo a la idea. Ahora he visto que una cosa es decirlo y otra bien distinta saber que los tienes. Los años pesan y no solo en la báscula.

Cuarenta años es una cifra redonda que te invita a pensar, a hacer balance. Supongo que cada vez que inicias una década la ocasión se presta.

Sorprendentemente me arrepiento de pocas cosas de las que he hecho en mi vida, prácticamente de ninguna. Supongo que esto, dicho así, suena un poco soberbio y sé que los hombres de vida errática que finalmente se arrepienten de sus pecados y piden perdón gozan de las simpatías del público, pero ya no tengo edad para intentar pasar por lo que no soy.

Desde mis dieciocho años hice lo que quise. Puede que incluso desde los dieciséis. Tomé mis propias decisiones y asumí en todo momento las consecuencias. No es una cuestión de autocomplacencia. A veces me equivoqué y otras acerté. Pero hice míos tanto los errores como los aciertos porque siempre medité mucho cada uno de mis pasos.

Como nunca improvisé demasiado, puede que algunas veces, con tanta prudencia, restara emoción a mi vida. Fue el precio que tuve que pagar por andar durante muchos años en la cuerda floja. Me pasé tanto tiempo haciendo funambulismo sin red que aún me asombra no haberme desgraciado en ninguna aparatosa caída. Supongo que fue en parte gracias a esa prudencia de la que hablaba antes.

Por esa ética contumaz que padecemos todos los que no tenemos creencias religiosas casi toda mi vida me he sentido obligado a ser íntegro, algo que más o menos creo haber conseguido. Por eso no me arrepiento de nada. Como no sea de cosas muy puntuales e intrascendentes. Quizá no debí decir eso en aquella ocasión. Tal vez debería haber dejado ese trabajo un poco antes. No tuvo sentido esperar tanto aquello. Perdí el tiempo con esa gente que no merecía la pena. Etcétera. Nada grave. Tomé mis propias decisiones y no tengo nada que reprocharme.

Por suerte o por desgracia, cuando era joven me despegué lo suficiente de mi familia para no tener que hacerlos partícipes ni de mis éxitos ni de mis fracasos. Luché por lo que quise y si algo no salió, quizá fue porque desistí antes de tiempo, o porque no me lo merecía, o porque la suerte no me acompañó. No tengo nada que reprocharle a la suerte: ni siempre estuvo de mi parte ni siempre estuvo en mi contra. En todo momento intenté tener claro adónde iba y me esforcé todo lo que pude.

Y sin embargo ahora, cuando se supone que todo debería ser más fácil, es cuando más dudas tengo.

Cuando era pequeño nadie me habló nunca de política, pero en aquellos años de la Transición había algo en el ambiente que invitaba al optimismo. Uno podía pensar que con esfuerzo y un poco de suerte cualquier cosa era posible. Lo pasé mal en muchos momentos de mi vida, pero mi trayectoria personal, en líneas generales y dejando aparte las crisis coyunturales,  siempre fue de menos a más. Y eso siempre anima.

Ahora todo está cambiando demasiado rápido. La aguja de la brújula de mi vida, que en otros tiempos tan bien me funcionó, gira de forma alocada. Probablemente ya no encuentra norte al que dirigirse. Nos lo han quitado todo a cambio de una conexión a Internet y un smartphone. Es deprimente ver a tantos individuos con un teléfono que les supera en inteligencia.

Resulta paradójico que toda esa información que tenemos a nuestro alcance no sirva para nada positivo. Porque toda esa información que fluye por caudalosas corrientes invisibles termina anegándonos. Y ya no sé si este empacho de megabytes nos hace más libres o nos obliga a soportar un peso tan oneroso que finalmente nos frena, nos atonta, nos aturulla.

Por eso, después de toda una vida mirando hacia delante, ahora temo equivocarme al dar mi próximo paso. Porque tengo el presentimiento de que la próxima vez que haga balance (¿con cincuenta?, ¿con sesenta?) tendré que arrepentirme por no haber sabido hacia dónde avanzar en estos momentos. O por haberme quedado quieto y no haber ido a ninguna parte.


“¡Me conservo entero!”, se decía el cascote.

                               Rafael Sánchez Ferlosio