jueves, 24 de noviembre de 2011

Un "déjà vu" al revés

El déjà vu es la extraña sensación que experimentamos cuando sentimos que ya hemos vivido algo que nos está pasando por primera vez. Estudiando historia muchas veces se experimenta el déjà vu al revés: sientes algo inefable al descubrir que ya sucedió en el pasado algo que estás viviendo en ese momento. No piensas "esto ya lo he vivido", sino "esto ya lo vivieron".

Este tipo de déjà vu no sucede siempre que encontramos alguna analogía histórica. Sería un no parar porque todos sabemos que la historia a grandes rasgos se repite. Solo es un déjà vu al revés cuando nuestro cerebro establece una analogía inesperada que nos deja pasmados.

Ayer sentí un déjà vu al revés en el transcurso de una clase. No era una clase de historia, pero leíamos un texto sobre historia para hacer un comentario. El texto intentaba explicar por qué los musulmanes habían conquistado con relativa facilidad el reino visigodo, un hecho que sorprendió mucho en su momento y que generó una gran cantidad de leyendas.

En mitad del análisis, cuando comentaba el párrafo donde se hablaba de la crisis que sobrevino a la caída del Imperio Romano, se me ocurrió de pronto relacionar ese hecho con la crisis actual y cambiar las palabras musulmanes y visigodos por populares y socialistas. Y ahí se produjo el déjà vu al revés, al encontrar una análogía insólita entre el momento actual y el reino visigodo a principios del siglo VIII.

En casa me acordé de la broma y decidí probar a ver si todas las piezas encajaban. El resultado es la página que algún día escribirá algún historiador para explicar cómo es posible que el Partido Popular arrasara en las urnas de una manera tan ostensible en las elecciones generales de 2011.

Aquí os dejo los dos textos, el original y el apócrifo. A lo mejor os parece un post un poco largo, pero creo que merecerá la pena.

La llegada de los musulmanes a la España visigoda

La España visigoda, que tan fácilmente fue conquistada por los musulmanes, adolecía de graves debilidades internas. El examen de la situación de la Península Ibérica al comenzar el siglo VIII resulta necesario no solo para comprender la conquista, sino también para apreciar debidamente el desarrollo cultural de la España islámica.
Parece que, a principios del siglo VIII, la aristocracia visigoda y la nobleza hispanorromana se habían fundido en un solo grupo privilegiado, que incluía a todas las “clases elevadas”. En el seno de esta clase superior existían fracciones opuestas, pero no parece que el enfrentamiento respondiera a causas raciales. A las clases elevadas pertenecía también la jerarquía eclesiástica.
Sin embargo, la monarquía misma distaba de ser fuerte. En principio, el rey era elegido por las clases elevadas de entre sus propios miembros. No existía una regla fija sobre la sucesión. Algunos reyes trataban de asegurar la sucesión de uno de sus hijos asociándole a su poder antes de su muerte, pero los restantes miembros de las clases superiores con frecuencia no estaban de acuerdo con este procedimiento. Las intrigas en torno a la sucesión fueron constantes. La debilidad del rey respondía también a la inadecuada naturaleza de su ejército. En teoría, todos los hombres libres capaces de empuñar las armas estaban obligados a la prestación militar cuando el rey les convocaba a ello; cada hombre mantenía una relación directa con el rey, a quien debía lealtad. Parece ser que, hacia fines del siglo VII, los reyes encontraron grandes dificultades para reclutar un ejército adecuado.
Además de las clases elevadas, la población se componía de hispanorromanos libres, así como de una considerable proporción de campesinos en régimen de servidumbre. Este último grupo social vivía en condiciones muy duras, pero también los hombres libres se encontraban discriminados. Por consiguiente, el descontento era grande, y amplios sectores populares recibieron a los musulmanes como libertadores y los apoyaron con todas sus fuerzas. Las ciudades, en particular, se encontraban en una situación más desfavorable que bajo la dominación romana, y habían perdido muchos de sus privilegios municipales. Dado el primitivo modo de vida de los visigodos, no es de extrañar que apenas apreciaran los beneficios del comercio y de la vida urbana en general; pero la razón más importante ha de buscarse probablemente en la regresión económica general que siguió a la caída del Imperio Romano.
Esta minusvaloración del papel del comercio tal vez fue una de las causas del severo trato a que fueron sometidos los judíos del reino, puesto que muchos de ellos eran comerciantes. Otro factor fue la íntima asociación entre los obispos y el rey; una gran parte de las tareas de gobernación del reino se discutía en los concilios eclesiásticos, y las jerarquías de la Iglesia, influidas naturalmente por consideraciones teológicas, veían a los judíos como enemigos. Los decretos especialmente rigurosos del Concilio del 693 hicieron prácticamente imposible que los judíos prosiguieran su actividad comercial, y un nuevo decreto del año 694 condenaba a la esclavitud a los judíos que no aceptaran el bautismo. Incluso aunque posteriormente esta medida se suavizara en la práctica y no se cumpliera estrictamente, el gran descontento existente entre los judíos contribuyó tal vez a estimular los proyectos musulmanes de invasión; en cualquier caso, es seguro que los judíos del norte de África estaban dispuestos a proporcionar toda la información que poseían. Una vez derrotado el ejército visigodo por los musulmanes, los judíos los apoyaron con todas sus fuerzas.
La debilidad del reino visigodo puede atribuirse, así pues, a tres factores principales: las divisiones entre las clases elevadas acerca de la sucesión del reino; el descontento de los demás sectores sociales ante los privilegios de las clases superiores, y, por tanto, la dudosa fidelidad del ejército; y, finalmente, la persecución contra los judíos.
                                                                        
         Montgomery Watt
                                                 Historia de la España islámica

La llegada de los populares a la España socialista

El Partido Socialista, que tan fácilmente fue arrasado por los populares, adolecía de graves debilidades internas. El examen de la situación de España al comenzar el 2011 resulta necesario no solo para comprender la victoria del PP, sino también para apreciar debidamente el desarrollo electoral de la España socialista.
Parece que, a principios de 2011, los socialistas marxistas y los socialistas más liberales se habían fundido en un solo partido político. En el seno del partido existían fracciones opuestas, pero no parece que el enfrentamiento respondiera a causas ideológicas. A este mismo grupo de poder estaban vinculados también los sindicatos.
Sin embargo, el liderazgo del partido socialista distaba de ser fuerte. En principio, el candidato a la presidencia era elegido entre sus propios miembros. No existía una regla fija sobre la sucesión. Algunos de los líderes trataban de asegurar la sucesión de uno de sus amigos asociándole a su poder antes de su dimisión, pero los restantes miembros del partido con frecuencia no estaban de acuerdo con este procedimiento. Las intrigas en torno a la sucesión fueron constantes. La debilidad del líder respondía también a la inadecuada naturaleza de sus electores. En teoría, todos los hombres y mujeres de ideología socialista estaban obligados a votarles cuando les convocaban para ello, pero parece que en las elecciones autonómicas de 2011 encontraron grandes dificultades para convencerlos.
Además de los miembros del partido socialista, la población se componía de ciudadanos a los que no les interesaba la política, así como de una considerable proporción de personas víctimas de las injusticias de los regímenes democráticos. Este último grupo social vivía en condiciones muy duras y de vez en cuando acampaba en las plazas de las grandes ciudades, pero también los ciudadanos a los que no les interesaba la política sufrían las consecuencias de una democracia llena de contradicciones. Por consiguiente, el descontento era grande, y amplios sectores de la sociedad recibieron a los populares como libertadores y los apoyaron con todas sus fuerzas. Las empresas, en particular, se encontraban en una situación más desfavorable bajo el mandato socialista, y habían perdido muchos de sus privilegios. Dada la ideología de los socialistas, no es de extrañar que apenas apreciaran los beneficios del liberalismo neoconservador y de la vida empresarial en general; pero la razón más importante ha de buscarse probablemente en la regresión económica general que siguió a la crisis mundial que comenzó en Estados Unidos.
Esta minusvaloración del papel del liberalismo neoconservador tal vez fue una de las causas del severo trato a que fueron sometidos los empresarios y los banqueros españoles. Otro factor fue la íntima asociación entre los sindicatos y el presidente del Gobierno socialista; una gran parte de las tareas de gobierno del Estado se discutía en las mesas de negociación con los sindicatos, y los representantes sindicales, influidos naturalmente por consideraciones marxistas, veían a los empresarios y a los banqueros como enemigos. Los decretos especialmente rigurosos de los socialistas en su primera legislatura hicieron prácticamente imposible que los empresarios y los banqueros prosiguieran sus actividades comerciales y financieras. Incluso aunque posteriormente, especialmente en la segunda legislatura, estas medidas se suavizaran en la práctica y no se cumplieran estrictamente, el gran descontento existente entre los empresarios y los banqueros contribuyó tal vez a estimular el proyecto de los populares para arrasar en las elecciones; en cualquier caso, es seguro que los empresarios y los banqueros españoles estaban dispuestos a proporcionar toda la información que poseían para favorecer la victoria de los populares. Una vez derrotado el partido socialista en las urnas por los populares, los empresarios y los banqueros los apoyaron con todas sus fuerzas.
La debilidad del partido socialista puede atribuirse, así pues, a tres factores principales: las divisiones entre los miembros del partido socialista acerca de la sucesión del candidato a la presidencia; el descontento de los demás sectores sociales ante los privilegios de los políticos, y, por tanto, la dudosa fidelidad del electorado; y, finalmente, la persecución contra los empresarios y los banqueros.
                                                                        
         Montgomery Pérez
                                                 Historia de la España socialista

jueves, 17 de noviembre de 2011

Cuentos con moraleja: Un reparto como Dios manda

Saber qué va a hacer Rajoy después de ser investido presidente es todo un misterio. Con un programa lleno de vaguedades y lugares comunes es muy difícil hacerse una idea.

Hace pocos días pensaba en todo lo que ha dicho y hecho en los últimos meses en busca de una respuesta y era como estrellarme una y otra vez contra un trampantojo pintado en un muro. Nunca es fácil saber qué quiere decir realmente un político, aparte de vótame, y en este caso el ambiguo galleguismo del candidato lleva la complicación a límites insospechados.

Riéndome de sus ocurrencias más felices me vino a la cabeza la que más ha repetido durante este año: que España necesita un Gobierno como Dios manda. La ha repetido tanto que incluso le hicieron un especial en El Intermedio. Hasta Zapatero se atrevió a ser ingenioso, con resultados discutibles, comentado esta humorada de Rajoy.

Una extraña asociación de ideas me trajo a las mientes un cuento que recopiló Jean-Claude Carrière en El círculo de los mentirosos. Fue toda una revelación. De repente comprendí que era posible que aquella frase aparentemente tan banal escondiera toda una declaración de principios e intenciones.

Reescribo de memoria la historia:

En un lugar de la India dos campesinos discutían por unas manzanas. El manzano era de uno de ellos, pero estaba tan cerca de la linde que dividía sus propiedades que algunas manzanas habían caído en la tierra del otro hombre. Los dos estaban convencidos de que las manzanas caídas les pertenecían.
Casualmente acertó a pasar allí un brahmán, un hombre religioso que además tenía fama de sabio. A los dos les pareció buena idea pedirle que les ayudara a decidir cuál de los dos tenía razón.
Después de plantearle el problema, el brahmán les puso una condición antes de responderles:
         -Os ayudaré a encontrar una solución si me prometéis que respetaréis mi decisión.
Los dos hombres se lo prometieron y entonces el brahmán les dijo:
         -Solo me falta saber si queréis que el reparto se haga según el criterio de Dios o según el criterio de los hombres.
         Los dos hombres no dudaron: seguro que sería mucho mejor hacerlo según el criterio de Dios.
      -Pues así lo haremos –convino el brahmán-. No recuerdo quién de los dos es el amo del manzano. Mucho mejor. No me lo digáis. Eso ayudará a hacer las cosas como Dios manda.
Nada más decir eso, hizo dos montones con las manzanas. En uno solo dejó una manzana y en el otro, todas las demás.
         -Tú mismo coge este y tú, el otro. Se acabó la discusión.
Ni siquiera se fijó a quién le daba cada montón. Y sin añadir nada más se alejó de allí antes de que los dos hombres, que se habían quedado perplejos, se atrevieran a protestar.

Esta vez creo que la moraleja es tan sencilla que no hace falta añadir nada más.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Cuentos con moraleja: Los estorninos que huyeron de los hombres

En las fábulas de Babrio encuentro esta pequeña joya que recreo a mi antojo:

Era el tiempo de la siembra y un labrador andaba preocupado porque los estorninos le robaban parte de los granos de trigo que arrojaba en el barbecho. En cuanto se acercaban a robarle las semillas, le gritaba a su hijo que le llevara corriendo la honda. A pedradas los reventaba con la esperanza de que no volvieran más.

Pero los pájaros no cejaban en su empeño. El festín era demasiado apetecible para renunciar a él. Pronto aprendieron que el grito del hombre pidiendo la honda era la señal que les avisaba de que era el momento de huir.

El labrador no tardó en darse cuenta de la astucia de los pájaros y estuvo un buen rato pensando cómo podría engañarlos. Finalmente se acercó a su hijo y le dijo que iban a cambiar de táctica. Ya no le gritaría que le llevara la honda, sino que le acercara el agua. Esa sería la señal para que le llevara la honda y un buen cargamento de piedras.

Así lo hicieron y los pájaros, despreocupados, siguieron picoteando las semillas esparcidas por el barbecho después de escuchar cómo el hombre le pedía agua a su hijo.

El labrador les disparó sin piedad. Antes de que pudieran reaccionar les reventó las cabezas a un par de estorninos y a otros dos les partió las alas.

Los que consiguieron escapar decidieron que había llegado el momento de irse a vivir a un lugar menos peligroso. En el camino se encontraron a unos grajos que iban en dirección contraria. Estos, extrañados, les preguntaron adónde se dirigían.

-Nos vamos a algún lugar donde no haya hombres –les explicaron los estorninos-. Y vosotros deberíais dar la vuelta y hacer lo mismo. Maldita sea la especie de los malvados hombres, que han aprendido a decir una cosa al mismo tiempo que son capaces de hacer otra bien distinta.

Nosotros no podemos huir de nuestra propia especie, pero sí alejarnos de aquellos que han perfeccionado hasta límites insospechados la habilidad del ser humano para engañar. Ese podría ser el caso de muchos predicadores. Aunque los que más peligrosos me parecen ahora mismo son los que han hecho de esa despreciable facultad la base de su profesión.

No espero nada de esta campaña electoral. Intentarán atraernos hacia las urnas mientras van preparando la munición.

Después del 20N no vamos a saber dónde meternos para que no nos alcancen las pedradas.