jueves, 27 de octubre de 2011

Tocado por los espaguetis del pastafarismo

Dudas existenciales y miedos de senectud
Supongo que tenía que llegar este momento: el momento en el que mis fuerzas de ateo recalcitrante empiezan a flaquear mientras pienso en la posibilidad de que exista un Dios piadoso y un Más Allá más o menos paradisiaco.

Les pasa a muchos hombres y mujeres en edad provecta. A lo mejor, en mi caso, al no haber llegado ni a los cuarenta, os parece un miedo prematuro, pero teniendo en cuenta que el récord de longevidad de los varones de mi saga familiar está en los cincuenta y tres años, creo que no resulta una aprensión infundada y gratuita.

Siempre me aterrorizó que pudiera llegar este día. Principalmente porque en mis tiempos de agnosticismo juvenil hice una ruta turística por todas las religiones medianamente conocidas con la esperanza de encontrar algún resquicio de luz entre las sombras de la caverna de la fe y el resultado fue totalmente decepcionante. Ni católicos ni protestantes ni testigos de Jehová ni judíos ni budistas ni hinduistas ni musulmanes ni mormones ni adventistas del séptimo día lograron convencerme de nada ni inspirarme el mínimo respeto intelectual. Las religiones, como la psicología, la brujería y la psicomagia, para el que le sirvan, whatever works for each one.

Tampoco creo ahora que ninguna de las alternativas post mortem que me ofrecen las religiones al uso pudiera satisfacerme  o tranquilizarme. Ni el descafeinado Cielo de los cristianos ni la sensualidad y voluptuosidad del Janah de los musulmanes. Ni mucho menos la posibilidad que me ofrecen el budismo o el hinduismo de reencarnarme en un ser más o menos perfecto. Tampoco me seduce la idea de acabar en alguno de los terroríficos infiernos de estas religiones o reencarnado, por mi mala cabeza, en un kakapú, en una cochinilla o en José María Aznar.

Nunca pensé que pudiera haber una religión hecha a la medida de alguien como yo hasta que hace pocos meses el pastafarismo vino a alumbrar la senda de mi existencia. Aún no soy un creyente acérrimo, pero me reconforta pensar que existe una religión con unos ritos y unas ceremonias que me harían disfrutar, una religión en la que podría ser tan radical como un opusino o un muyahidín sin recato ni vergüenza.

La revelación
No sé qué periódico digital visitaba hace unos meses por culpa de esa afición mía a leer mentiras cuando me tropecé con la noticia de un austriaco llamado Nico Alm que había liado la de dios es cristo para que le dejaran aparecer en la foto del carné de conducir con un colador de espaguetis en la cabeza. La noticia se ilustraba con la imagen del flamante carné de conducir del austriaco, que lucía orgulloso su sombrero pastafari. Supongo que por deformación profesional me vino a las mientes la imagen de don Quijote calándose con gran dificultad la bacía de barbero que él siempre creyó yelmo de Mambrino. La combinación de ingredientes y connotaciones produjo en mí un efecto insospechado. Nico Alm de repente se me antojó una mezcla de quijote que luchaba por la justicia mundial y de mártir que estaba dispuesto a soportarlo todo para no renegar de sus ideas. De hecho, no le fue nada fácil conseguir su propósito. Tuvo que enfrentarse a la dura prueba de pasar un examen psiquiátrico que un elevado tanto por ciento de los conductores españoles probablemente no superaría.

El argumento con que Nico Alm defendía su postura era tan sencillo como incontestable: tenía el mismo derecho que tiene una monja a fotografiarse con el hábito o una musulmana con el hiyab. Leyendo aquella noticia y sin saber aún nada del pastafarismo sentí una especie de vértigo, ese cosquilleo que uno experimenta cuando presiente que está a punto de dar un paso transcendental en su vida. Crucé los dedos y deseé en el fondo de mi corazón que aquella religión tuviera algo que ver con la pasta italiana, que siempre ha sido mi comida favorita.

Seguí leyendo con el corazón en un puño y casi creía estar alucinando cuando descubrí que el Dios al que adoraban los pastafaris era el Flying Spaghetti Monster (FSV) o, dicho en castellano, el Monstruo de Espagueti Volador (MEV). Sentí en ese momento cómo su apéndice tallarinesco me tocaba en lo más profundo de mi alma.

La buena nueva del MEV
El Monstruo de Espagueti Volador es ese dios que siempre hubiera soñado: una deidad creadora sobrenatural que se asemeja a una enorme bola de espaguetis con albóndigas. Eso sí, invisible e indetectable, lo que explica claramente que nadie haya podido percibirlo con los imperfectos sentidos del ser humano y sus rudimentarios aparatos científicos.

Después de leer la noticia del pastafari austriaco me puse a investigar sobre el pastafarismo. Lo primero que descubrí es que su último profeta era Bobby Henderson, un joven de Oregón al que el Monstruo de Espagueti Volador había inspirado en el año 2005 para que luchara en contra de los creacionistas, que en aquellos momentos intentaban que su teoría del diseño inteligente fuera impartida en las escuelas de Estados Unidos para socavar la credibilidad de la teoría de la evolución de Darwin. A lo mejor Bobby Henderson os parece un profeta de pacotilla, pero si lo comparamos con Moisés, Abraham o Mahoma, tiene a su favor una licenciatura en Física.

No os voy a aburrir con datos que bien podéis leer en la Wikipedia, pero todo en esta religión parecía estar pensado para alguien tan descreído y escéptico como yo. Como lo de los espaguetis y las albóndigas. No hay hostia consagrada que pueda competir con un plato tan exquisito.

La explicación que el pastafarismo da de los errores del mundo también está muy por encima de las de otras religiones, que suelen enredarse en galimatías para terminar no diciendo nada. Esas son las torpezas de las religiones que abocan  a los seres humanos al desasosegante agnosticismo o a un ateísmo sin esperanza. En el pastafarismo todos los errores del creador –guerras, enfermedades, catástrofes naturales… - son asumidos con humildad y explicados de forma plausible: el Monstruo de Espagueti Volador creó la Tierra con tantas imperfecciones por culpa de la borrachera que se pilló el día de la creación del Universo.

El colador de espaguetis en la cabeza puede parecer algo incómodo, pero no es preceptivo. Podríamos decir que es un complemento reservado para las grandes ocasiones o para las fotos de los días transcendentales. El atuendo que distingue a los pastafarianos o espagnósticos es el de los piratas. Y que nadie me diga que no mola un montón ir por ahí disfrazado de Jack Sparrow. El pastafarismo y la piratería guardan una intrínseca y sorprendente relación desde sus orígenes.

Fue un pirata, el capitán Mosey, el primer profeta del pastafarismo. A él fue a quien el Monstruo de Espagueti Volador entregó en la cima del Monte Salsa la tabla con los “Realmente preferiría que no”, que son los mandamientos de todo buen pastafari. Por otra parte, los estudios científicos más avanzados demuestran que es en gran medida la progresiva desaparición de la piratería la causante del calentamiento global y de gran parte de las catástrofes naturales. Y no, como quieren hacernos creer el papa y los obispos, la relajación moral que nos aleja de las creencias religiosas. La realidad demuestra que hay países con un alto índice de creyentes, cristianos o musulmanes, que han sufrido terremotos y huracanes mientras que los cada vez más laicos países europeos siguen sin convertirse en Sodoma y Gomorra.

Sin embargo, los últimos estudios ponen de manifiesto que la paulatina desaparición de los piratas mantiene una tendencia descendente desde el siglo XIX mientras las catástrofes naturales y los estragos provocados por el cambio climático van en aumento. Hay pruebas objetivas que apuntalan esta teoría. El caso de Somalia es indiscutible y sirve como demostración irrebatible: es el lugar del planeta con más piratas y curiosamente uno de los que menos contribuye al cambio climático por sus bajas emisiones de CO2.

Podría extenderme mucho más para dejar claras las ventajas del pastafarismo, pero baste decir que su día sagrado es el viernes, que siempre viene muy bien para descansar de las salidas nocturnas de los jueves, y que no le falta ninguno de los ingredientes de las otras religiones:  cielo, infierno, fiestas, ritos y, como ya dije antes, mandamientos.

Si no quedas satisfecho
El pastafarismo piensa en sus adeptos con el respeto que una empresa de calidad lo hace en sus clientes. Por eso ofrece treinta días de garantía. Si en ese tiempo no quedas satisfecho, siempre puedes volver a tu antigua religión.

No me digáis que no es una religión alucinante. Sí, ya sé que no podemos competir en originalidad con la historia de un dios que tuvo un hijo, que era él mismo y al mismo tiempo su padre, y que ambos, sin dejar de ser ellos mismos, eran también una paloma, que de alguna manera era también ella misma, y que a este hijo Dios lo mandó a la Tierra –lo que también puede significar que se mandó a sí mismo- convertido en ser humano, pues nació del vientre de una mujer que no por ello dejó de ser virgen, para que hablara de Dios a los hombres -que era una forma como otra cualquiera de autopromoción- y se sacrificara para que los pecados de toda la humanidad fueran perdonados dejándose crucificar por los romanos.

Reconozco que en la parte creativa el pastafarismo no le llega ni a la suela de los zapatos al cristianismo, pero es que en ese aspecto la historia de Jesucristo no tiene parangón.

De cualquier forma, nada perdéis por probar durante un mes el pastafarismo. Pasado ese tiempo podéis volver al catolicismo o a cualquier otra corriente del cristianismo que se os antoje. No tendréis ningún problema. Hace poco estuve en una iglesia y pude comprobar que tenían bastantes plazas libres.

Ramén



miércoles, 12 de octubre de 2011

Homenaje a José María Fonollosa

El 7 de octubre de 1991 murió José María Fonollosa, que solo un año antes había publicado uno de los libros de poesía más importantes del siglo XX: "Ciudad del hombre: New York". Trabajó en este proyecto durante 40 años en el más absoluto anonimato y en el libro que se publicó antes de su muerte solo se incluyó una selección de los poemas que integraban la obra completa. Después de su muerte se publicó otra selección distinta con el título "Ciudad del hombre: Barcelona". Posteriormente salieron a la luz "Destrucción de la mañana", un libro demoledor sobre el fracaso vital escrito en los años 50, y una interesantísima novela en verso llamada "Poetas en la noche".

La ciudad, el sexo, la violencia, la creación, el fracaso, la muerte, la intrascendencia de la existencia y la soledad ontológica del individuo son los temas que obsesionaban a Fonollosa y que aparecen en sus poemas con diferentes voces, a veces enfrentadas, que pueden corresponderse con distintos estados de ánimo del poeta o, lo que es más plausible, con distintos personajes que nos ofrecen una visión certera y demoledora del hombre actual.

Tengo el honor de estar detrás de la organización de este tributo. Mi más sincero agradecimiento a todos los poetas y lectores de Fonollosa que se han entusiasmado con el proyecto y que se han querido sumar a él. En especial a Hipólito García "Bolo", sin cuya colaboración y apoyo no hubiera sido posible.



Después de la muerte de Fonollosa encontraron en su mesa de trabajo este poema:

                             No a la transmigración en otra especie.
                             No a post vida, ni en cielo ni en infierno.
                             No a que me absorba cualquier divinidad.
                            
                             No a un más allá, ni aun siendo el paraíso
                             reservado a islamitas, con beldades
                             que un libro garantiza siempre vírgenes.

                             Porque esos son los juegos para ingenuos
                             en que mi agnosticismo nunca apuesta.
                             Mi envite es al no ser. A lo seguro.

                             Rechaza otro existir, tras consumida
                             mi ración de este guiso indigerible.
                             Otra vez no. Una vez ya es demasiado.

sábado, 1 de octubre de 2011

La conciencia del director del IES concertado (voz en off)

¿La huelga de los profesores de la enseñanza pública? Una vergüenza. ¿Por qué hay que apoyar la escuela pública si es más costosa para la sociedad que la concertada? O que la privada, que no recibe ni un duro del Estado aunque ahora la Comunidad de Madrid les desgrave algo en la declaración de la renta a los padres que llevan a sus hijos a esos colegios. A qué viene engañar así a la gente. Nosotros hacemos el mismo trabajo con mucho menos presupuesto. Normal que en las comunidades con sentido común, como la Comunidad de Madrid, cada vez se nos haga más caso. ¿De qué se quejan ahora los profesores de la pública? ¿De que van a dar 20 horas de clase? Nosotros damos desde hace siglos 24 o 25. Y las guardias de recreo ni siquiera se consideran lectivas. Y aquí no se queja ni dios, incluso cobrando menos que los profesores de la pública. Porque si no les interesa, ya saben por dónde se sale. Que aquí por cada profesor que ha opositado para irse a la pública tenemos cien llamando a la puerta para ocupar su puesto. Y ahora con todos los interinos que han echado de la enseñanza pública no nos va a dar ni tiempo a leer todos los currículos. Ya verás tú como si contratamos a uno de estos rebotados de la escuela pública que anda por la calle con la camisetita verde aporreando una cacerola, luego aquí no dice ni mu. Ni por dar más horas ni por pasarse mucho tiempo en casa preparando las clases o corrigiendo exámenes. Aquí nadie rechista porque todo el mundo sabe lo que hay. Si trabajan mucho en casa, a lo mejor lo que pasa es que simplemente son un poco lentos o les falta preparación. En ese caso lo que deberían hacer es darnos las gracias por contratarlos sin merecerse el puesto. ¿Por qué dicen que va a empeorar la educación? ¿Porque el número de alumnos por clase va a ser demasiado elevado? Gilipolleces. Nosotros llevamos años con las clases a tope y no nos hemos muerto. Aquí no nos podemos permitir tener clases de la ESO con menos de 30 alumnos. Nuestro presupuesto es muy ajustado y hay que rentabilizarlo. Y no tenemos desdobles ni nada de eso. Esos caprichos quedan para la pública, que es la que se puede permitir esos lujos con todo el dinero que le dan. Luego se quejan de que no admitimos muchos alumnos inmigrantes o con necesidades educativas especiales. ¿Quién nos pagaría a nosotros los profesionales necesarios para atenderlos? Que nos den a nosotros el dinero que le dan a un instituto público y ya verán como ponemos desdobles, apoyos y una cancha de baloncesto nueva. El doble de profesores que ellos tendríamos para atender al alumnado con dificultades. Porque con nosotros trabajarían más horas. Esas son las cuentas que hay que echar. No el número de profesores que trabajan, sino la cantidad de horas de trabajo que se consiguen invirtiendo menos dinero. También se quejan algunos profesores de la pública de que ahora les obligan a impartir asignaturas de las que no son especialistas. Nosotros lo llevamos haciendo toda la vida y nadie ha protestado. Un profesor de Historia puede dar una clase de Filosofía perfectamente con poco que se la prepare. Y un profesor de Matemáticas no debería tener problemas para dar Física. Ni uno de Inglés para dar Lengua Castellana. ¿O no? ¿O es que por ser de Inglés no va a saber español? Incluso al revés. El que más y el que menos hoy chapurrea el inglés y total, para la mierda de nivel que tienen ahora la ESO y el Bachillerato... ¿O es que si te quedan unas horas sueltas de una asignatura vas a tener que contratar un profesor más? Aquí tenemos varios profesores que imparten más de una asignatura. Y no siempre los más preparados son los mejores profesores. Uno de los mejores que tenemos en el Departamento de Lengua ni estudió Filología ni nada que se le parezca. Estudió Ciencias Políticas y lo cogimos porque es sobrino del jefe de estudios. Todo un acierto. De los mejores. Nunca ha dado ningún problema. Otra cosa igual. Siempre están quejándose los de la enseñanza pública de las oposiciones. ¿Es que se creen que porque hayan pasado una oposición son mejores que nosotros? Aquí tenemos un montón de profesores que cogimos porque tenían algún conocido en el centro o porque eran antiguos alumnos. Y nos ha ido muy bien. Porque lo que funciona es tener referencias, saber que van a ser fieles y respetuosos con la idiosincrasia de nuestro centro. Aunque no todos los profesores que trabajan aquí entraron por tener algún contacto. Hay bastantes que entraron por currículum y después de pasar entrevistas muy rigurosas. Algunos se han terminado yendo a la pública, supongo que para trabajar menos, pero no han sido muchos. El truco para que los profesores te duren está en saber elegirlos. Está bien, por ejemplo, contratar profesores que comulguen con nuestras creencias. O que vivan cerca. Parece una tontería, pero un profesor que viva cerca no querrá presentarse a una oposición por si le dan un destino lejos de casa. Y si además tiene hijos, mejor. Una persona que se tenga que hacer cargo de sus hijos no va a arriesgarse a hacer una oposición para que la manden a la otra punta de la Comunidad de Madrid. A los profesores y profesoras que quieren les permitimos escolarizar aquí a sus hijos, y cuando son pequeños, en el colegio que tenemos enfrente. Es una oferta que muy pocos pueden rechazar. Es otro vínculo y ya he explicado que son los vínculos con el centro los que garantizan la fidelidad. Da igual si es un vínculo personal o afectivo. El caso es que haya algún vínculo. Eso vale mucho más que tener a un profesor que sabe mucho y que lleva cinco años preparando oposiciones. Por eso funciona bien nuestra empresa. Por eso y porque tenemos contentos a nuestros clientes. Y no se trata de ofrecer calidad. Si la enseñanza pública tiene tanta calidad, no sé por qué cada vez más gente nos prefiere a nosotros. Los padres no quieren calidad. Quieren que sus hijos se porten bien y aprueben. Eso es lo que les damos aquí. Y el que quiere calidad le busca a su hijo un profesor particular. Porque eso es la calidad, la enseñanza personalizada. Pero eso tiene un coste, claro, y nuestra sociedad no se lo puede permitir. ¿O es que yo no iba a querer poner más profesores si me dieran el dinero para hacerlo? Pero no hay dinero y de lo que se trata es de tener al cliente satisfecho. Es lo que hacemos nosotros. La escuela pública nunca podrá tener la exclusividad y el prestigio que tiene estudiar en nuestro centro. Por mucha calidad y recursos que puedan ofrecer los institutos públicos. Porque a la gente lo que le gusta es sentirse un poco especial y pensar que está dando a sus hijos algo extra. Es importante que el día de mañana sus hijos vean que sus padres hicieron todo lo que pudieron para darles la mejor educación, que no se conformaron con lo que tenía cualquiera. Eso es lo que quieren. En la enseñanza pública hay padres resignados. Nosotros tenemos clientes satisfechos. Porque les damos lo que quieren. O al menos les hacemos creer que lo que les damos es lo que quieren. ¿Y eso cómo se consigue? Con publicidad y buena prensa. Eso es mucho más importante que la calidad. Y más barato. ¿A quién coño le importa la calidad? ¿Quieren ver el grado de satisfacción de mis clientes? ¡Háganles una encuesta! Todos los años se dan de hostias para conseguir una plaza en nuestro instituto.