miércoles, 18 de mayo de 2011

Cuentos con moraleja: Las ranas y el sol


A menudo las fábulas del Esopo se confunden con las de Babrio. De Babrio se conservan más de un centenar de fábulas. Están escritas en griego, aunque él, por lo poco que se sabe, debía de ser latino o romano. Algunas de sus fábulas coinciden con las de Esopo. Porque lo utilizara como fuente o porque las fuentes de ambos sean comunes. Entre las fábulas que no aparecen en Esopo encontré el otro día una pequeña joya narrativa llamada “El sol y las ranas”. No copio el texto. Como siempre aprovecho para hacer una versión propia:
Llegó la fiesta de las bodas del Sol, que siempre tenía lugar cuando llegaba el verano, y todos los animales organizaron una gran celebración. Cantaban himnos al dios Apolo y bailaban sin descanso danzas en su honor. Incluso las ranas no paraban de chapotear en la poca agua que quedaba en sus charcas. Un sapo vino a llamarles la atención:
-¿Vosotras sois idiotas? ¿Os parece que es este un momento para bailes y celebraciones? ¿No os dais cuenta de que para nosotros será una gran desgracia que el Sol se case? Si él solo ya se basta para secarnos todas las charcas, ¿qué desgracias nos esperarán si además tiene un hijo y sigue los pasos de su padre?

Babrio escribe al final una moraleja en la que viene a decir que muchas personas ilusas se alegran sobremanera de cosas que no les traerán nada más que desgracias y sinsabores. Así veo yo ahora a algunos infelices –parados, obreros, albañiles, pensionistas, estudiantes… - que esperan con una ilusión patética que gane el PP las elecciones (municipales, autonómicas y nacionales) para que una inundación de gaviotas venga a devorar los restos putrefactos de la crisis como si fueran la mejor carroña.
¿Es que no se dan cuenta de que el PSOE ya está haciendo una política durísima de recortes que bien podría haber firmado cualquier Gobierno del PP? ¿Es que acaso los ciudadanos que viven en las comunidades gobernadas por el PP gozan de un nivel de vida superior al resto de los españoles? ¿No son capaces de ver que lo único que pueden hacer los gerifaltes populares es endurecer todas esas medidas que tanto nos han disgustado a todos?
Algunos se acuerdan del sol de la burbuja inmobiliaria de la época de Aznar sin darse cuenta de que ese sol maravilloso fue el que nos terminó robando hasta el agua de los charcos.
Con esto no quiero decir que prefiero que siga gobernando el PSOE. La gente está empezando a manifestarse porque está desconcertada, porque no comprende que los políticos se lucren impunemente aprovechando su poder, que cometan las mayores tropelías sin que haya consecuencias, que caigan en el populismo e intenten disfrazar sus verdaderas intenciones con palabrería hueca, que hayan destruido las ideologías para que no sepamos bien quiénes son los nuestros. ¿Quién puede votar a unos socialistas que hacen políticas de derechas? ¿Quién se puede fiar de unos políticos de derechas que intentan engañar a los trabajadores con el señuelo del empleo cuando todos sabemos que van de farol?

El sol nos va a terminar jodiendo porque, queramos o no, siempre acaba por salir. Y se multiplicará probablemente en menos de un año en forma de invasión de gaviotas como si de un mal remake de Hitchcock se tratara. Del sol no nos libra ni dios. Así que lo único que pido es que al menos tengamos el sentido común para no andar con celebraciones.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Oiga, doctor

Yo creo que no estoy bien, doctor, que cada vez estoy peor. Una cosa es ser parte de las minorías en algunas estadísticas y otra, pensar siempre al revés. O todo el mundo está gilipollas o es que el gilipollas soy yo, que es la hipótesis más probable. Por eso estoy aquí, doctor. Me preocupa la relación dialéctica que existe entre la realidad y yo. Me explico. Nunca he sido de pensar como todo el mundo, eso es cierto. De hecho, no han sido pocas las veces que he terminado pensando lo contrario de lo que yo mismo pensaba. Sin embargo, nunca me pareció nada grave. Las veces que estaba en desacuerdo por las que estaba a favor. Por otra parte, mis periodos de inadaptación tenían una duración variable, pero siempre breve. A esta nueva crisis no le veo el final. Y nada de lo que sucede está en sintonía con lo que pienso. Todo lo veo al revés que el resto del mundo. Y no es que tenga ganas de discutir ni mucho menos. Tengo que reconocer que en otros momentos de mi vida disfrutaba llevándole la contraria a los dogmáticos, aunque solo fuera por pasar el rato, pero esa etapa ya pasó. Ahora lo que me gustaría es ser como todo el mundo y formar parte, aunque solo fuera de vez en cuando, de las mayorías. Creo que así sería más feliz. La teoría es fácil. Llevarlo a la práctica es otra cosa. Puedo disimular e incluso llevarle la corriente a la gente, pero no puedo evitar pensar lo que pienso, que es lo que verdaderamente me atormenta. Si quiere, puedo ser más concreto, aunque ya le he dicho que me pasa con cualquier tema que me plantee. Por ejemplo, lo del príncipe Guillermo. No es que me parezca una tontería perder el tiempo comentando los pormenores de una boda -cómo van los novios, qué vestidos llevan las invitadas, cuántas personas van al convite…-, que eso es lo que se hace en mi pueblo en cada boda que hay. No es eso. El problema es que no puedo aceptar que existan las monarquías, ni la británica ni la nuestra ni ninguna. O lo del País Vasco, que no es que me gusten a mí los etarras ni mucho menos, pero escucho a las partes en el tema de la legalización de Bildu y no me cabe en la cabeza que puedan ilegalizar ese partido. Si tienen en sus listas a algún delincuente, que lo detengan, que lo juzguen o que le prohíban presentarse a las elecciones, pero si no es así y en sus bases hay un rechazo explícito a la violencia, no sé por qué hay que pensar que todo es una maniobra de ETA. ¿Dónde se queda la presunción de inocencia? Si hay sospechas, lo que tienen que hacer nuestros cuerpos de seguridad es vigilarlos de cerca y esperar que cometan algún error. En nuestro pasado reciente ya se habló de unas armas de destrucción masiva que finalmente no existían para justificar la invasión de un país. No volvamos a cometer los mismos errores. Es posible que parte de la izquierda abertzale quiera optar por una vía pacífica. No digo que lo crea. Solo digo que es posible y que no los puedo criminalizar a priori. Y lo de que el ejército de Estados Unidos haya ajusticiado a Bin Laden con técnicas propias de la mafia me parece una atrocidad. Ese es el principio de la barbarie. Ya es que ni siquiera guardan las formas. La desfachatez galopante del Gobierno estadounidense es muy preocupante. Con Sadam Husein al menos se molestaron en hacer el paripé en un juicio de pega. Lo del pueblo americano también tiene tela. Que todavía me acuerdo de lo ofendidos que estaban cuando aparecieron imágenes de palestinos celebrando el ataque terrorista al World Trade Center. Y todo para haber terminado haciendo ellos lo mismo al enterarse del asesinato de Bin Laden. Luego está lo de Juan Pablo II, que es de traca. Porque que yo piense que era un ser malvado y peligroso puede ser una opinión. Pero que, para hacerlo beato, se inventen que una monja rezó a Juan Pablo II y se le curó el parkinson me parece tan forzado que no me serviría ni para un sketch de Muchachada Nui. La cobertura mediática del evento, por otra parte, me pareció un insulto a nuestra inteligencia. Y en lo del clásico o los clásicos del Real Madrid y el Barça ya rizo el rizo, que tan mal me ha parecido el juego sucio del Madrid como el teatro del Barça. Ahora, lo que no se entiende es que el Madrid propale la idea de que todos los árbitros de España están contra ellos. Bien saben los directivos del Madrid que los árbitros no se pueden comprar, que si se pudiera, ya tendrían ellos un par de docenas. Y si el fútbol le parece a la gente un deporte polémico e injusto, que se pasen al tenis, que hay ojo de halcón. ¿Se da cuenta de cómo estoy, doctor? Podría tirarme así toda la tarde. Dígame cualquier cosa que opine la mayoría y ya verá como le doy la vuelta. Sí, sí, lo de las elecciones también. Pienso que deberían perder los que las van a ganar. Y no porque crea que tengan que ganar los otros, que también pienso que deberían perderlas. Ya le digo que mi manía contradictoria está en una fase avanzada y me temo que irreversible. Y lo lamento. En otros tiempos me gustaba alimentar la controversia y discutir por discutir. Era para mí algo entre una religión y un deporte. Pero estoy cansado. Ahora me gustaría ser como aquel tipo del chiste al que le preguntaron por qué era tan viejo.  El hombre respondió que era porque nunca le llevaba  a nadie la contraria. No contento con la respuesta su interlocutor le espetó: “No será por eso”. Y el buen hombre convino: “Pues no será por eso”. Así querría ser yo. Sí, ya sé que no hay ningún medicamento que pueda curarme. Yo estaba pensando en la lobotomía. ¿Qué me dice de esa posibilidad, doctor?