viernes, 28 de enero de 2011

La colección de poesía "Hecho en Lavapiés" en la Fnac Callao

Sí, amigos. La gira continúa. Nos faltaba pasarnos por una librería de prestigio y la Fnac ha tenido la osadía de ofrecernos su fórum. Los poetas de "Hecho en Lavapiés" estaremos allí el lunes 31 de enero para ofreceros lo mejor de nuestros repertorios. La presentación será a las 19 horas. Ya sabéis, en Madrid en la calle Preciados, 28.

Será probablemente la última vez que presentaré "Decoración de interiores" en Madrid. Espero que no os lo queráis perder.

lunes, 24 de enero de 2011

La mierda de debajo de la alfombra

Internet nos ha venido muy bien para abandonar toda esperanza en un futuro mejor. La democratización de los medios ha sido la mejor manera para dejar de confiar en la sociedad. El siglo pasado teníamos a los progres izquierdosos siempre dando la tabarra con la importancia de formar al pueblo y escuchar su voz. Pues bien, ese tiempo ha llegado. ¿Para qué? Para descubrir que vivimos rodeados de idiotas. Internet solo nos ha servido para sacar a la luz la mierda que escondíamos debajo de la alfombra.

Entra en cualquier periódico digital que permita los comentarios de los internautas. No son lo mismo que las cartas al director. Aquí no hay un esmerado proceso de selección. Sentirás terror al comprobar la cantidad de idiotas que hay en el mundo. Y esos idiotas no son una abstracción ni una realidad virtual. Son tus vecinos, tus compañeros de curro, la gente que hace la misma cola que tú en el súper, los que depositan el voto en tu mismo colegio electoral, el amigo al que le cuentas tus problemas…

Y no me refiero a los trolls. Esos están ahí para provocar o liarla. No confundamos a los idiotas con los trolls. En los trolls encontramos un amplio abanico de frikis que van desde los que se dedican a fastidiar por puro aburrimiento hasta los que han encontrado en esa afición la forma de canalizar sus frustraciones. Nada que reprocharles. Bastante tienen. Mucho más lamentables son los idiotas, que son los que caen en sus provocaciones y les siguen la corriente. Los idiotas son los que participan en esos foros totalmente en serio. Los que están convencidos de que el mundo debe conocer su opinión sobre la corrupción, sus ideas para acabar con el paro, qué harían ellos con los terroristas de ETA o a quién ficharían de nueve para el Real Madrid.

Internet y los programas de Telecinco del estilo de La noria han hecho creer a la gente que cualquier opinión es respetable. Lo mismo vale la opinión de María Antonia Iglesias que la de la Belén Esteban, lo mismo la de Enric Sopena que la de cualquier papanatas del Gran Hermano. No sé si es respetable que todo el mundo pueda dar su opinión. Supongo que sí. Pero qué pocas opiniones se pueden considerar respetables por sí mismas. Por la absurdidad de su contenido o por la poca credibilidad de los que las defienden.

Resulta paradójico que la democratización de los medios de comunicación me haya hecho dudar de las bondades de la democracia. Visto lo visto, sería de necios confiar en las revoluciones sociales para arreglar los previsibles problemas del futuro. En este momento hasta el sufragio universal se me antoja un dislate.

Y que no me cuenten cuentos los que dicen que la sociedad está embrutecida por un mal sistema educativo o por la perversión de nuestro sistema económico y nuestros valores materialistas. También nos han intentado inculcar valores positivos como la igualdad, la solidaridad y la libertad. Y nos han dado una formación básica, muchos libros y una cantidad de información infinita gracias a las nuevas tecnologías. En ninguna etapa de la historia el ser humano contó con tantos recursos para formarse. ¿Y qué hemos hecho con todo ese caudal de conocimientos? Limpiarnos el culo. Ya dijo Sartre que el ser humano es una pasión inútil.

¿Y qué podemos hacer para librar al mundo de la idiocia? Y yo qué sé. Abre un foro en Internet, plantea el tema y verás como hay un montón de idiotas que sí lo saben. Los fachas y los simples, que a veces son hasta la misma cosa, seguro que no solo lo saben, sino que además, si quieres, te lo cuentan.

Yo, humildemente, solo podría decirte los cuatro remedios caseros que me ayudan a no caer en una profunda depresión. Aunque vaya usted a saber si a alguien más le pueden funcionar. Para empezar, no leo nunca los comentarios anónimos de las noticias en la prensa digital. Tampoco dejo comentarios, que no soy yo de luchar contra gente desarmada ni de perder mi tiempo con quien no lo merece. En Internet solo participo en debates cuando conozco a los interlocutores (con amigos en Facebook, por ejemplo) o en blogs particulares que puedan tener alguna credibilidad por ser visitados por ciertas minorías o porque conozco a los titulares de los mismos. No veo las tertulias de la televisión. No pertenezco a ningún partido político. No soy de ninguna ONG ni de ningún colectivo. Evito los conflictos en las reuniones de vecinos y, a ser posible, en el trabajo. No quiero cambiar el mundo y no aspiro a casi nada. Ah, y siempre tengo palomitas para, en caso de que se precipite el fin del mundo, poder sentarme tranquilamente a disfrutar del espectáculo.

martes, 11 de enero de 2011

Mundos perdidos: La biblioteca de fumadores de Noviciado

A principios de los noventa había una biblioteca en Madrid con un reservado para fumadores. Algo totalmente insólito. Era una biblioteca que dependía de la Universidad Complutense y estaba en una de las calles que salen de San Bernardo, muy cerca del metro Noviciado. Soy muy malo para las fechas, pero supongo que iba por allí más o menos por el 92 o el 93.
A finales de los 80 ya habían prohibido el tabaco en muchos espacios públicos. Sin embargo, se comprendía entonces más a los fumadores. Los últimos veinte años de demonización mediática de este colectivo están dando sus frutos. Por eso resultaba chocante, aunque comprensible, que en aquella biblioteca los usuarios de la misma hubieran llegado a un entendimiento que se saltaba la ley.
Más que una biblioteca de préstamo era una biblioteca de estudio. En las épocas de exámenes estaba a reventar. Disponía de tres salas. En la planta baja había dos: la sala de Humanidades y la de Derecho. En el segundo piso estaba la de Ciencias, que sería tan grande como las dos salas de abajo juntas. Al no estar comunicadas se pudo habilitar una de ellas, la de Derecho, para los fumadores. Vendría a ser la cuarta parte de la biblioteca o algo menos.
Era una sala totalmente dañina para la salud, deletérea y cancerígena de necesidad. En sus momentos de apogeo, esto es, en los exámenes, su atmósfera era una densa nube de humo en la que se sumergían los estudiantes que encontraban hueco en alguna de sus mesas. Era la sala con más aforo ocupado.
Los no fumadores no protestaban. Disponían de más sitio y nadie les molestaba. Estoy seguro de que los que estaban a cargo de la biblioteca hubieran acabado con el experimento si no hubiera habido un clima de entendimiento y tolerancia.
Me gustaba mucho aquella biblioteca porque me parecía un ejemplo de civismo y de respeto entre los distintos intereses de los miembros de una misma comunidad. No lo digo ahora a toro pasado. Ya entonces lo comentaba.
Esta biblioteca ya no existe. Y creo recordar que en sus últimos años ya no dejaban fumar en ninguna parte. Probablemente terminaron llamándoles la atención. Hoy alguien les hubiera denunciado a los cinco minutos. La culpa la tiene esa puta moralidad mal entendida que nos inculcan constantemente para imponernos lo que se considera bueno, correcto y educado en nuestra sociedad. La censura –en ocasiones autocensura- de lo políticamente correcto. Es curioso que los que están en sintonía con la moral estándar de una época se presumen poseedores de la verdad absoluta sin darse cuenta de lo cuestionables que son todas las convenciones.
Yo no comparto la prohibición de fumar en los bares porque me parecen negocios privados y entiendo que uno en su negocio debería poder hacer lo que quisiera, siempre que sea legal. Y el tabaco, en principio, lo es. Pero, en fin, si aceptamos que los bares son sitios públicos y que en los sitios públicos no debemos fumar, no entiendo que no se permita construir reservados para los fumadores. Aunque sea sin camareros. Los hay en otros países.
Tampoco entiendo que hayan prohibido en las empresas las smoking rooms. O que vayan a prohibir los smoking points en los aeropuertos.  Poco gasto suponían para las empresas estos reservados. Y servían para aliviar a esos seres cada vez más patéticos que son los pobres fumadores. No me digáis que no sentís pena por ellos en los aeropuertos cuando los veis a través del cristal en los smoking points como peces encerrados en un acuario de vertidos radioactivos. Que sí, que no son mayoría, pero un 30% de la población me parece una “minoría” bastante populosa. No olvidemos que la democracia bien entendida no es el sistema político en el que se hace lo que imponen las mayorías, sino el que nunca desatiende ni discrimina a ningún sector de la población.
No puedo soportar que el Estado –hipócrita por cobrar unos impuestos abusivos por la compra de este producto- me diga lo que debo o no debo hacer con mi salud y con mi vida. Me molesta que el Estado me trate como a un niño al que hay que castigar por malo. El otro día un colega defensor de la nueva ley me decía que también la gente protestó cuando nos obligaron a ponernos el cinturón de seguridad. Pues también me parece mal. En lo que solo me puede perjudicar a mí nunca debería meterse el Estado.
Información y madurez para asumir las consecuencias de los propios actos. Ese debería ser el camino. Caiga quien caiga. También me parecen despreciables esos fumadores cínicos que un día enfermaron y demandaron a las tabacaleras. Todo el mundo sabe que el tabaco es malo para la salud. Si fumas y enfermas, te jodes.
El debate en la calle es pueril y maniqueo. No fumo: estoy contento con la ley. Fumo: no estoy contento con la ley. Para mí es la intromisión de un Estado hipócrita en nuestra libertad personal. Y una discriminación de gran parte de la sociedad. Estamos tratando a los fumadores como a leprosos sin ofrecerles ninguna alternativa. Como no sea la de no fumar. Que es como cuando la Iglesia dice que la mejor forma de evitar los embarazos no deseados es no follar.
Por cierto, no fumo. De momento. Cada día se me antoja más atractivo.