miércoles, 28 de diciembre de 2011

Un buen momento

El otro día paseaba por Toledo y me encontré un billete de 200 euros. Falso, claro, de papel cuché. No era ninguna broma de cámara oculta ni yo me tiré a por él creyendo que era de verdad. Cuando me agaché a recogerlo, fue por curiosidad. Quería saber quién había echado mano de un recurso publicitario tan trillado. Quizá lo único original era haber elegido los billetes de 200 euros, tan raros como que te sobre esa cantidad a final de mes.

Me sorprendí al encontrar en el anverso del billete la siguiente leyenda: “Jesús dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. No esperaba que fuera una secta cristiana la responsable de la paradójica campaña publicitaria: criticaban el dinero, pero intentaban que sus prédicas llegaran a todo el mundo con unos panfletos que habían podido costear porque a ellos no les faltaba.

En el reverso del billete se podía leer:
¿En qué confías?
Las riquezas ……………… no son seguras (crisis económica)
Los hombres …………….. fallan (ideologías, religiones)
La naturaleza …………….. no la podemos controlar (desastres naturales)
Las familias ……………….. se rompen (divorcios, violencia de género)
¿Qué podemos hacer?
Este billete …………………….. no te puede ayudar (es falso)
Como hombres ………………. te podemos defraudar (perdónanos)
Puedes tirarlo ………………… ¡Tú decides!
También puedes … seguir leyendo … un mensaje de mucho valor
Jesucristo dijo:
Haceos tesoros en el Cielo …………… no se destruyen…………
Creéis en Dios ………….. Creed también en mí………………….
Yo soy el camino……… y la verdad……………… y la vida………
Venid a mí …… todos los que estáis cansados………………….
DIOS TE AMA Y ÉL TE LLAMA       VEN A JESÚS
El mensaje terminaba con unas palabras del evangelio de Juan y un teléfono con prefijo de Cádiz.

Unos metros más adelante, un tipo vino decidido hacia mí y me dio un papel, también cuché, pero de tamaño cuartilla. En una de las caras se podía leer una especie de cómic titulado “La película de mi vida”. Tenía ocho viñetas:
1.Aparece dibujado un bebé en los brazos de su madre. Se lee: “Demasiado pequeño para pensar en Dios”.
2.Un chaval con su monopatín: “Demasiado distraído para pensar en Dios”.
3.Una pareja de jóvenes bailando: “Demasiado divertido para pensar en Dios”.
4.Una pareja casándose: “Demasiado feliz para pensar en Dios”.
5.Un hombre cortando metal con una radial: “Demasiado trabajo para pensar en Dios”.
6.Un hombre con su mujer y sus hijos preparando las maletas para irse de vacaciones: “Demasiado ocupado para pensar en Dios”.
7.Un viejo en una cama de hospital: “Demasiado viejo para pensar en Dios”.
8.Una tumba en un cementerio. Esta vez con letras rojas: “Demasiado tarde para pensar en Dios”.
¿Qué moraleja podemos extraer de tan edificante historia? Supongo que únicamente esta: no está bien divertirse en la niñez, ni salir de marcha en la juventud, ni casarte, ni trabajar, ni formar una familia, ni mucho menos ser viejo porque, total, al final te vas a morir y nada de todo eso te va a servir para ir al Cielo.

Me preocupó que hubiera gente tan imbécil que pudiera pensar que merecía la pena gastar su tiempo y su dinero en repartir aquellos papelajos. Y lo peor: que pudiera haber oligofrénicos en el mundo que se dejaran convencer con argumentos tan burdos y dañinos.

En la otra cara del papel se podía leer una pequeña historia sin ninguna gracia que terminaba con una invitación a pensar en la existencia del amor de Dios [sic], la paz de Dios, la salvación, el pecado y la eternidad. Luego había unas palabras entrecomilladas del evangelio de Juan y una invitación a leer la Biblia y a que me pusiera en contacto con ellos para que me regalaran “una porción de la Biblia”. Justo al final de esta cara del papel venía el nombre de la secta, presumiblemente evangelista, que estaba detrás de todo este despliegue publicitario. Se trataba de una secta de Madrid. Venían tres teléfonos y todos eran de Madrid. Me sorprendió que no coincidiera ningún teléfono con el que venía en el billete de 200. ¿Era posible que no tuvieran nada que ver con la secta gaditana? ¿Se trataba de una secta con distintas sedes que había decidido venir a Toledo y atacar por todos los flancos? ¿Era casualidad? ¿Todas las sectas de España competían por conquistar Toledo y arrebatárselo al arzobispo de la diócesis toledana?

Vivimos malos tiempos, pero no para todo el mundo. Las oportunidades existen para los que saben verlas. Sin duda es un buen momento para los que venden estufas de exterior a los dueños de los bares, para el mercado de coches de segunda mano, para los propietarios de hospitales y colegios privados, para los empresarios que buscan mano de obra barata, y, cómo no, para los usufructuarios del territorio de las supersticiones y las religiones, ese terreno indeterminado en el que no sería nada fácil separarlas con una linde. Es el momento de los tarotistas, los quirománticos, los sanadores y los videntes. Y, sin ninguna duda, de las sectas, especialmente de las fundamentalistas, de la religión que sea.

Hay muchas personas desnortadas, con brújulas torcidas, que se creerán las indicaciones del primero al que se encuentren. La gente está dispuesta a creerse cualquier cosa, como que se puede crear empleo solo con sentido común o que nos van a sacar de la crisis los mismos que nos metieron en ella. El mundo está lleno de inocentes.

martes, 13 de diciembre de 2011

Escenas memorables: Érase una vez en América

En las más de tres horas y media de la mítica Érase una vez en América de Sergio Leone hay muchas escenas impagables, pero ninguna me impresionó tanto como esa en la que el joven Patsy le lleva un pastel de nata a Peggy, una adolescente con vocación de prostituta, para conseguir sus favores sexuales.

Es una escena que no aporta nada a la trama principal de la película, pero el propio director -que tanto tuvo que pelearse con los productores para defender la desmesurada duración del metraje- tuvo que ser consciente de su importancia, de su profunda significación. Son cuatro minutos soberbios que Leone sabía que no podían quedarse fuera del montaje final. Porque el director italiano que inmortalizó el spaghetti western no solo quiso hacer una película de gángsters con todos sus ingredientes, sino meter dentro todo lo que para él significaba la América del siglo XX. La necesidad y la precariedad, moral y económica, de las primeras décadas del siglo sin duda le parecían un tema fundamental.

La escena está protagonizada por Patsy (Brian Bloom), uno de los muchachos que hacen de comparsa de Noodles, el protagonista (Scott Tiler en el papel de adolescente y Robert de Niro en el de adulto). La secuencia empieza cuando Patsy va a comprar un pastel de nata de cinco centavos, que, como bien le explica a su amigo pastelero, es el precio estipulado para follar con Peggy, que por uno de dos no pasa de la paja.

Con el pastel bien envuelto se acerca hasta el piso de la muchacha y llama a la puerta. Sale a abrir la madre de la chica y le dice que espere, que Peggy se está bañando. Patsy, que alcanza a verla medio desnuda metida en un barreño, se queda esperando en las escaleras.

Sergio Leone debió de medir muy bien el tiempo de esta escena. Patsy se queda solo y no dice ni una palabra. El espectador tiene que entender todo el proceso mental del protagonista observando sus gestos y sus acciones. Me atrevería a comparar esta escena con aquella otra mítica de Chaplin en la que se comía una bota.

Patsy, que no sabe qué hacer mientras espera, observa que hay algo de nata en los bordes del papel del envoltorio. Casi como si se estuviera esforzando por dejar el regalo más presentable, recoge con los dedos esos restos de nata y se los lleva a la boca. Después de meditarlo unos instantes se decide a abrir el paquete y coge la guinda, pero se arrepiente y la vuelve a poner en su sitio. Se conforma entonces con rebañar la nata que se ha quedado adherida al envoltorio. Cuando termina de hacerlo, está decidido a dejarlo ahí y hacer como si no hubiera pasado nada. No puede. Finalmente se come la guinda. A renglón seguido hace un amago de querer envolver de nuevo el pastel, pero termina comprendiendo que ha quedado totalmente deslucido sin la guinda. Ha llegado a un punto de no retorno y ya no tiene sentido seguir engañándose. Es entonces cuando se abalanza literalmente sobre el pastel y empieza a devorarlo con ansiedad.

Cuando todavía tiene los dedos manchados de pastel y la boca ribeteada de blanco, se abre la puerta y sale Peggy cargada con un cesto de ropa. Patsy se apresura a esconder el papel del envoltorio. A lo que no le da tiempo es a preparar una buena justificación para explicar por qué la estaba esperando. Ella le pregunta qué quiere y él le dice que no quiere nada, que había ido a decirle algo de parte de los chicos, algo que no es capaz de decir qué es y que decide que ya le dirá en otro momento. Después de una explicación tan cantinflera, Peggy, que es puro genio, no le da más importancia y se aleja de allí meneando la cabeza, como dejándolo por imposible.

Para mí esta escena, aparte de tener una calidad cinematográfica incuestionable, me sugiere dos lecturas posibles, complementarias. Una muy literal: a veces el placer de comer puede superar al deseo sexual, sobre todo si acucia la necesidad. La otra, mucho más profunda: en ocasiones actuamos como movidos por resortes que no controlamos, por ideas que nos meten en la cabeza, por convenciones que aceptamos sin cuestionar, por instinto, por deseos irracionales. Y eso nos impide diferenciar lo principal de lo accesorio, lo necesario de lo prescindible.

Llegan tiempos duros en los que habrá que saber elegir qué es lo que queremos, por qué merece la pena hipotecarse, por qué merece la pena trabajar como un mulo. Y veo a mucha gente confusa, gente que no sabe diferenciar lo necesario de lo contingente, gente que se ofende si le dices que parte de sus problemas los tienen por haber intentado vivir por encima de sus posibilidades, que considera que haber comprado un piso de 300.000 euros, dos coches de 18.000, una Kawasaki 500 y una Playstation 3 era algo razonable que entraba dentro de las aspiraciones de un currante. Y, por supuesto, unas vacaciones caras en el extranjero. Y un montón de copas cada fin de semana en garitos caros, de los que tienen pestillo en el servicio para poder consumir a gusto el imprescindible gramo de farlopa.

Pero ahora todo se ha acabado. Para algunos, los que ya no tienen ni los cinco centavos que vale el pastel, definitivamente. Otros tendrán que elegir cómo sacarle partido a esos cinco centavos, a la calderilla que suena en el fondo del bolsillo.

A lo mejor no es tan difícil elegir. A lo mejor para acertar en la elección solo necesitamos, como Patsy, un poco de tiempo. El problema es que el mundo va demasiado deprisa y así es imposible  pensar.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Un "déjà vu" al revés

El déjà vu es la extraña sensación que experimentamos cuando sentimos que ya hemos vivido algo que nos está pasando por primera vez. Estudiando historia muchas veces se experimenta el déjà vu al revés: sientes algo inefable al descubrir que ya sucedió en el pasado algo que estás viviendo en ese momento. No piensas "esto ya lo he vivido", sino "esto ya lo vivieron".

Este tipo de déjà vu no sucede siempre que encontramos alguna analogía histórica. Sería un no parar porque todos sabemos que la historia a grandes rasgos se repite. Solo es un déjà vu al revés cuando nuestro cerebro establece una analogía inesperada que nos deja pasmados.

Ayer sentí un déjà vu al revés en el transcurso de una clase. No era una clase de historia, pero leíamos un texto sobre historia para hacer un comentario. El texto intentaba explicar por qué los musulmanes habían conquistado con relativa facilidad el reino visigodo, un hecho que sorprendió mucho en su momento y que generó una gran cantidad de leyendas.

En mitad del análisis, cuando comentaba el párrafo donde se hablaba de la crisis que sobrevino a la caída del Imperio Romano, se me ocurrió de pronto relacionar ese hecho con la crisis actual y cambiar las palabras musulmanes y visigodos por populares y socialistas. Y ahí se produjo el déjà vu al revés, al encontrar una análogía insólita entre el momento actual y el reino visigodo a principios del siglo VIII.

En casa me acordé de la broma y decidí probar a ver si todas las piezas encajaban. El resultado es la página que algún día escribirá algún historiador para explicar cómo es posible que el Partido Popular arrasara en las urnas de una manera tan ostensible en las elecciones generales de 2011.

Aquí os dejo los dos textos, el original y el apócrifo. A lo mejor os parece un post un poco largo, pero creo que merecerá la pena.

La llegada de los musulmanes a la España visigoda

La España visigoda, que tan fácilmente fue conquistada por los musulmanes, adolecía de graves debilidades internas. El examen de la situación de la Península Ibérica al comenzar el siglo VIII resulta necesario no solo para comprender la conquista, sino también para apreciar debidamente el desarrollo cultural de la España islámica.
Parece que, a principios del siglo VIII, la aristocracia visigoda y la nobleza hispanorromana se habían fundido en un solo grupo privilegiado, que incluía a todas las “clases elevadas”. En el seno de esta clase superior existían fracciones opuestas, pero no parece que el enfrentamiento respondiera a causas raciales. A las clases elevadas pertenecía también la jerarquía eclesiástica.
Sin embargo, la monarquía misma distaba de ser fuerte. En principio, el rey era elegido por las clases elevadas de entre sus propios miembros. No existía una regla fija sobre la sucesión. Algunos reyes trataban de asegurar la sucesión de uno de sus hijos asociándole a su poder antes de su muerte, pero los restantes miembros de las clases superiores con frecuencia no estaban de acuerdo con este procedimiento. Las intrigas en torno a la sucesión fueron constantes. La debilidad del rey respondía también a la inadecuada naturaleza de su ejército. En teoría, todos los hombres libres capaces de empuñar las armas estaban obligados a la prestación militar cuando el rey les convocaba a ello; cada hombre mantenía una relación directa con el rey, a quien debía lealtad. Parece ser que, hacia fines del siglo VII, los reyes encontraron grandes dificultades para reclutar un ejército adecuado.
Además de las clases elevadas, la población se componía de hispanorromanos libres, así como de una considerable proporción de campesinos en régimen de servidumbre. Este último grupo social vivía en condiciones muy duras, pero también los hombres libres se encontraban discriminados. Por consiguiente, el descontento era grande, y amplios sectores populares recibieron a los musulmanes como libertadores y los apoyaron con todas sus fuerzas. Las ciudades, en particular, se encontraban en una situación más desfavorable que bajo la dominación romana, y habían perdido muchos de sus privilegios municipales. Dado el primitivo modo de vida de los visigodos, no es de extrañar que apenas apreciaran los beneficios del comercio y de la vida urbana en general; pero la razón más importante ha de buscarse probablemente en la regresión económica general que siguió a la caída del Imperio Romano.
Esta minusvaloración del papel del comercio tal vez fue una de las causas del severo trato a que fueron sometidos los judíos del reino, puesto que muchos de ellos eran comerciantes. Otro factor fue la íntima asociación entre los obispos y el rey; una gran parte de las tareas de gobernación del reino se discutía en los concilios eclesiásticos, y las jerarquías de la Iglesia, influidas naturalmente por consideraciones teológicas, veían a los judíos como enemigos. Los decretos especialmente rigurosos del Concilio del 693 hicieron prácticamente imposible que los judíos prosiguieran su actividad comercial, y un nuevo decreto del año 694 condenaba a la esclavitud a los judíos que no aceptaran el bautismo. Incluso aunque posteriormente esta medida se suavizara en la práctica y no se cumpliera estrictamente, el gran descontento existente entre los judíos contribuyó tal vez a estimular los proyectos musulmanes de invasión; en cualquier caso, es seguro que los judíos del norte de África estaban dispuestos a proporcionar toda la información que poseían. Una vez derrotado el ejército visigodo por los musulmanes, los judíos los apoyaron con todas sus fuerzas.
La debilidad del reino visigodo puede atribuirse, así pues, a tres factores principales: las divisiones entre las clases elevadas acerca de la sucesión del reino; el descontento de los demás sectores sociales ante los privilegios de las clases superiores, y, por tanto, la dudosa fidelidad del ejército; y, finalmente, la persecución contra los judíos.
                                                                        
         Montgomery Watt
                                                 Historia de la España islámica

La llegada de los populares a la España socialista

El Partido Socialista, que tan fácilmente fue arrasado por los populares, adolecía de graves debilidades internas. El examen de la situación de España al comenzar el 2011 resulta necesario no solo para comprender la victoria del PP, sino también para apreciar debidamente el desarrollo electoral de la España socialista.
Parece que, a principios de 2011, los socialistas marxistas y los socialistas más liberales se habían fundido en un solo partido político. En el seno del partido existían fracciones opuestas, pero no parece que el enfrentamiento respondiera a causas ideológicas. A este mismo grupo de poder estaban vinculados también los sindicatos.
Sin embargo, el liderazgo del partido socialista distaba de ser fuerte. En principio, el candidato a la presidencia era elegido entre sus propios miembros. No existía una regla fija sobre la sucesión. Algunos de los líderes trataban de asegurar la sucesión de uno de sus amigos asociándole a su poder antes de su dimisión, pero los restantes miembros del partido con frecuencia no estaban de acuerdo con este procedimiento. Las intrigas en torno a la sucesión fueron constantes. La debilidad del líder respondía también a la inadecuada naturaleza de sus electores. En teoría, todos los hombres y mujeres de ideología socialista estaban obligados a votarles cuando les convocaban para ello, pero parece que en las elecciones autonómicas de 2011 encontraron grandes dificultades para convencerlos.
Además de los miembros del partido socialista, la población se componía de ciudadanos a los que no les interesaba la política, así como de una considerable proporción de personas víctimas de las injusticias de los regímenes democráticos. Este último grupo social vivía en condiciones muy duras y de vez en cuando acampaba en las plazas de las grandes ciudades, pero también los ciudadanos a los que no les interesaba la política sufrían las consecuencias de una democracia llena de contradicciones. Por consiguiente, el descontento era grande, y amplios sectores de la sociedad recibieron a los populares como libertadores y los apoyaron con todas sus fuerzas. Las empresas, en particular, se encontraban en una situación más desfavorable bajo el mandato socialista, y habían perdido muchos de sus privilegios. Dada la ideología de los socialistas, no es de extrañar que apenas apreciaran los beneficios del liberalismo neoconservador y de la vida empresarial en general; pero la razón más importante ha de buscarse probablemente en la regresión económica general que siguió a la crisis mundial que comenzó en Estados Unidos.
Esta minusvaloración del papel del liberalismo neoconservador tal vez fue una de las causas del severo trato a que fueron sometidos los empresarios y los banqueros españoles. Otro factor fue la íntima asociación entre los sindicatos y el presidente del Gobierno socialista; una gran parte de las tareas de gobierno del Estado se discutía en las mesas de negociación con los sindicatos, y los representantes sindicales, influidos naturalmente por consideraciones marxistas, veían a los empresarios y a los banqueros como enemigos. Los decretos especialmente rigurosos de los socialistas en su primera legislatura hicieron prácticamente imposible que los empresarios y los banqueros prosiguieran sus actividades comerciales y financieras. Incluso aunque posteriormente, especialmente en la segunda legislatura, estas medidas se suavizaran en la práctica y no se cumplieran estrictamente, el gran descontento existente entre los empresarios y los banqueros contribuyó tal vez a estimular el proyecto de los populares para arrasar en las elecciones; en cualquier caso, es seguro que los empresarios y los banqueros españoles estaban dispuestos a proporcionar toda la información que poseían para favorecer la victoria de los populares. Una vez derrotado el partido socialista en las urnas por los populares, los empresarios y los banqueros los apoyaron con todas sus fuerzas.
La debilidad del partido socialista puede atribuirse, así pues, a tres factores principales: las divisiones entre los miembros del partido socialista acerca de la sucesión del candidato a la presidencia; el descontento de los demás sectores sociales ante los privilegios de los políticos, y, por tanto, la dudosa fidelidad del electorado; y, finalmente, la persecución contra los empresarios y los banqueros.
                                                                        
         Montgomery Pérez
                                                 Historia de la España socialista

jueves, 17 de noviembre de 2011

Cuentos con moraleja: Un reparto como Dios manda

Saber qué va a hacer Rajoy después de ser investido presidente es todo un misterio. Con un programa lleno de vaguedades y lugares comunes es muy difícil hacerse una idea.

Hace pocos días pensaba en todo lo que ha dicho y hecho en los últimos meses en busca de una respuesta y era como estrellarme una y otra vez contra un trampantojo pintado en un muro. Nunca es fácil saber qué quiere decir realmente un político, aparte de vótame, y en este caso el ambiguo galleguismo del candidato lleva la complicación a límites insospechados.

Riéndome de sus ocurrencias más felices me vino a la cabeza la que más ha repetido durante este año: que España necesita un Gobierno como Dios manda. La ha repetido tanto que incluso le hicieron un especial en El Intermedio. Hasta Zapatero se atrevió a ser ingenioso, con resultados discutibles, comentado esta humorada de Rajoy.

Una extraña asociación de ideas me trajo a las mientes un cuento que recopiló Jean-Claude Carrière en El círculo de los mentirosos. Fue toda una revelación. De repente comprendí que era posible que aquella frase aparentemente tan banal escondiera toda una declaración de principios e intenciones.

Reescribo de memoria la historia:

En un lugar de la India dos campesinos discutían por unas manzanas. El manzano era de uno de ellos, pero estaba tan cerca de la linde que dividía sus propiedades que algunas manzanas habían caído en la tierra del otro hombre. Los dos estaban convencidos de que las manzanas caídas les pertenecían.
Casualmente acertó a pasar allí un brahmán, un hombre religioso que además tenía fama de sabio. A los dos les pareció buena idea pedirle que les ayudara a decidir cuál de los dos tenía razón.
Después de plantearle el problema, el brahmán les puso una condición antes de responderles:
         -Os ayudaré a encontrar una solución si me prometéis que respetaréis mi decisión.
Los dos hombres se lo prometieron y entonces el brahmán les dijo:
         -Solo me falta saber si queréis que el reparto se haga según el criterio de Dios o según el criterio de los hombres.
         Los dos hombres no dudaron: seguro que sería mucho mejor hacerlo según el criterio de Dios.
      -Pues así lo haremos –convino el brahmán-. No recuerdo quién de los dos es el amo del manzano. Mucho mejor. No me lo digáis. Eso ayudará a hacer las cosas como Dios manda.
Nada más decir eso, hizo dos montones con las manzanas. En uno solo dejó una manzana y en el otro, todas las demás.
         -Tú mismo coge este y tú, el otro. Se acabó la discusión.
Ni siquiera se fijó a quién le daba cada montón. Y sin añadir nada más se alejó de allí antes de que los dos hombres, que se habían quedado perplejos, se atrevieran a protestar.

Esta vez creo que la moraleja es tan sencilla que no hace falta añadir nada más.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Cuentos con moraleja: Los estorninos que huyeron de los hombres

En las fábulas de Babrio encuentro esta pequeña joya que recreo a mi antojo:

Era el tiempo de la siembra y un labrador andaba preocupado porque los estorninos le robaban parte de los granos de trigo que arrojaba en el barbecho. En cuanto se acercaban a robarle las semillas, le gritaba a su hijo que le llevara corriendo la honda. A pedradas los reventaba con la esperanza de que no volvieran más.

Pero los pájaros no cejaban en su empeño. El festín era demasiado apetecible para renunciar a él. Pronto aprendieron que el grito del hombre pidiendo la honda era la señal que les avisaba de que era el momento de huir.

El labrador no tardó en darse cuenta de la astucia de los pájaros y estuvo un buen rato pensando cómo podría engañarlos. Finalmente se acercó a su hijo y le dijo que iban a cambiar de táctica. Ya no le gritaría que le llevara la honda, sino que le acercara el agua. Esa sería la señal para que le llevara la honda y un buen cargamento de piedras.

Así lo hicieron y los pájaros, despreocupados, siguieron picoteando las semillas esparcidas por el barbecho después de escuchar cómo el hombre le pedía agua a su hijo.

El labrador les disparó sin piedad. Antes de que pudieran reaccionar les reventó las cabezas a un par de estorninos y a otros dos les partió las alas.

Los que consiguieron escapar decidieron que había llegado el momento de irse a vivir a un lugar menos peligroso. En el camino se encontraron a unos grajos que iban en dirección contraria. Estos, extrañados, les preguntaron adónde se dirigían.

-Nos vamos a algún lugar donde no haya hombres –les explicaron los estorninos-. Y vosotros deberíais dar la vuelta y hacer lo mismo. Maldita sea la especie de los malvados hombres, que han aprendido a decir una cosa al mismo tiempo que son capaces de hacer otra bien distinta.

Nosotros no podemos huir de nuestra propia especie, pero sí alejarnos de aquellos que han perfeccionado hasta límites insospechados la habilidad del ser humano para engañar. Ese podría ser el caso de muchos predicadores. Aunque los que más peligrosos me parecen ahora mismo son los que han hecho de esa despreciable facultad la base de su profesión.

No espero nada de esta campaña electoral. Intentarán atraernos hacia las urnas mientras van preparando la munición.

Después del 20N no vamos a saber dónde meternos para que no nos alcancen las pedradas.

jueves, 27 de octubre de 2011

Tocado por los espaguetis del pastafarismo

Dudas existenciales y miedos de senectud
Supongo que tenía que llegar este momento: el momento en el que mis fuerzas de ateo recalcitrante empiezan a flaquear mientras pienso en la posibilidad de que exista un Dios piadoso y un Más Allá más o menos paradisiaco.

Les pasa a muchos hombres y mujeres en edad provecta. A lo mejor, en mi caso, al no haber llegado ni a los cuarenta, os parece un miedo prematuro, pero teniendo en cuenta que el récord de longevidad de los varones de mi saga familiar está en los cincuenta y tres años, creo que no resulta una aprensión infundada y gratuita.

Siempre me aterrorizó que pudiera llegar este día. Principalmente porque en mis tiempos de agnosticismo juvenil hice una ruta turística por todas las religiones medianamente conocidas con la esperanza de encontrar algún resquicio de luz entre las sombras de la caverna de la fe y el resultado fue totalmente decepcionante. Ni católicos ni protestantes ni testigos de Jehová ni judíos ni budistas ni hinduistas ni musulmanes ni mormones ni adventistas del séptimo día lograron convencerme de nada ni inspirarme el mínimo respeto intelectual. Las religiones, como la psicología, la brujería y la psicomagia, para el que le sirvan, whatever works for each one.

Tampoco creo ahora que ninguna de las alternativas post mortem que me ofrecen las religiones al uso pudiera satisfacerme  o tranquilizarme. Ni el descafeinado Cielo de los cristianos ni la sensualidad y voluptuosidad del Janah de los musulmanes. Ni mucho menos la posibilidad que me ofrecen el budismo o el hinduismo de reencarnarme en un ser más o menos perfecto. Tampoco me seduce la idea de acabar en alguno de los terroríficos infiernos de estas religiones o reencarnado, por mi mala cabeza, en un kakapú, en una cochinilla o en José María Aznar.

Nunca pensé que pudiera haber una religión hecha a la medida de alguien como yo hasta que hace pocos meses el pastafarismo vino a alumbrar la senda de mi existencia. Aún no soy un creyente acérrimo, pero me reconforta pensar que existe una religión con unos ritos y unas ceremonias que me harían disfrutar, una religión en la que podría ser tan radical como un opusino o un muyahidín sin recato ni vergüenza.

La revelación
No sé qué periódico digital visitaba hace unos meses por culpa de esa afición mía a leer mentiras cuando me tropecé con la noticia de un austriaco llamado Nico Alm que había liado la de dios es cristo para que le dejaran aparecer en la foto del carné de conducir con un colador de espaguetis en la cabeza. La noticia se ilustraba con la imagen del flamante carné de conducir del austriaco, que lucía orgulloso su sombrero pastafari. Supongo que por deformación profesional me vino a las mientes la imagen de don Quijote calándose con gran dificultad la bacía de barbero que él siempre creyó yelmo de Mambrino. La combinación de ingredientes y connotaciones produjo en mí un efecto insospechado. Nico Alm de repente se me antojó una mezcla de quijote que luchaba por la justicia mundial y de mártir que estaba dispuesto a soportarlo todo para no renegar de sus ideas. De hecho, no le fue nada fácil conseguir su propósito. Tuvo que enfrentarse a la dura prueba de pasar un examen psiquiátrico que un elevado tanto por ciento de los conductores españoles probablemente no superaría.

El argumento con que Nico Alm defendía su postura era tan sencillo como incontestable: tenía el mismo derecho que tiene una monja a fotografiarse con el hábito o una musulmana con el hiyab. Leyendo aquella noticia y sin saber aún nada del pastafarismo sentí una especie de vértigo, ese cosquilleo que uno experimenta cuando presiente que está a punto de dar un paso transcendental en su vida. Crucé los dedos y deseé en el fondo de mi corazón que aquella religión tuviera algo que ver con la pasta italiana, que siempre ha sido mi comida favorita.

Seguí leyendo con el corazón en un puño y casi creía estar alucinando cuando descubrí que el Dios al que adoraban los pastafaris era el Flying Spaghetti Monster (FSV) o, dicho en castellano, el Monstruo de Espagueti Volador (MEV). Sentí en ese momento cómo su apéndice tallarinesco me tocaba en lo más profundo de mi alma.

La buena nueva del MEV
El Monstruo de Espagueti Volador es ese dios que siempre hubiera soñado: una deidad creadora sobrenatural que se asemeja a una enorme bola de espaguetis con albóndigas. Eso sí, invisible e indetectable, lo que explica claramente que nadie haya podido percibirlo con los imperfectos sentidos del ser humano y sus rudimentarios aparatos científicos.

Después de leer la noticia del pastafari austriaco me puse a investigar sobre el pastafarismo. Lo primero que descubrí es que su último profeta era Bobby Henderson, un joven de Oregón al que el Monstruo de Espagueti Volador había inspirado en el año 2005 para que luchara en contra de los creacionistas, que en aquellos momentos intentaban que su teoría del diseño inteligente fuera impartida en las escuelas de Estados Unidos para socavar la credibilidad de la teoría de la evolución de Darwin. A lo mejor Bobby Henderson os parece un profeta de pacotilla, pero si lo comparamos con Moisés, Abraham o Mahoma, tiene a su favor una licenciatura en Física.

No os voy a aburrir con datos que bien podéis leer en la Wikipedia, pero todo en esta religión parecía estar pensado para alguien tan descreído y escéptico como yo. Como lo de los espaguetis y las albóndigas. No hay hostia consagrada que pueda competir con un plato tan exquisito.

La explicación que el pastafarismo da de los errores del mundo también está muy por encima de las de otras religiones, que suelen enredarse en galimatías para terminar no diciendo nada. Esas son las torpezas de las religiones que abocan  a los seres humanos al desasosegante agnosticismo o a un ateísmo sin esperanza. En el pastafarismo todos los errores del creador –guerras, enfermedades, catástrofes naturales… - son asumidos con humildad y explicados de forma plausible: el Monstruo de Espagueti Volador creó la Tierra con tantas imperfecciones por culpa de la borrachera que se pilló el día de la creación del Universo.

El colador de espaguetis en la cabeza puede parecer algo incómodo, pero no es preceptivo. Podríamos decir que es un complemento reservado para las grandes ocasiones o para las fotos de los días transcendentales. El atuendo que distingue a los pastafarianos o espagnósticos es el de los piratas. Y que nadie me diga que no mola un montón ir por ahí disfrazado de Jack Sparrow. El pastafarismo y la piratería guardan una intrínseca y sorprendente relación desde sus orígenes.

Fue un pirata, el capitán Mosey, el primer profeta del pastafarismo. A él fue a quien el Monstruo de Espagueti Volador entregó en la cima del Monte Salsa la tabla con los “Realmente preferiría que no”, que son los mandamientos de todo buen pastafari. Por otra parte, los estudios científicos más avanzados demuestran que es en gran medida la progresiva desaparición de la piratería la causante del calentamiento global y de gran parte de las catástrofes naturales. Y no, como quieren hacernos creer el papa y los obispos, la relajación moral que nos aleja de las creencias religiosas. La realidad demuestra que hay países con un alto índice de creyentes, cristianos o musulmanes, que han sufrido terremotos y huracanes mientras que los cada vez más laicos países europeos siguen sin convertirse en Sodoma y Gomorra.

Sin embargo, los últimos estudios ponen de manifiesto que la paulatina desaparición de los piratas mantiene una tendencia descendente desde el siglo XIX mientras las catástrofes naturales y los estragos provocados por el cambio climático van en aumento. Hay pruebas objetivas que apuntalan esta teoría. El caso de Somalia es indiscutible y sirve como demostración irrebatible: es el lugar del planeta con más piratas y curiosamente uno de los que menos contribuye al cambio climático por sus bajas emisiones de CO2.

Podría extenderme mucho más para dejar claras las ventajas del pastafarismo, pero baste decir que su día sagrado es el viernes, que siempre viene muy bien para descansar de las salidas nocturnas de los jueves, y que no le falta ninguno de los ingredientes de las otras religiones:  cielo, infierno, fiestas, ritos y, como ya dije antes, mandamientos.

Si no quedas satisfecho
El pastafarismo piensa en sus adeptos con el respeto que una empresa de calidad lo hace en sus clientes. Por eso ofrece treinta días de garantía. Si en ese tiempo no quedas satisfecho, siempre puedes volver a tu antigua religión.

No me digáis que no es una religión alucinante. Sí, ya sé que no podemos competir en originalidad con la historia de un dios que tuvo un hijo, que era él mismo y al mismo tiempo su padre, y que ambos, sin dejar de ser ellos mismos, eran también una paloma, que de alguna manera era también ella misma, y que a este hijo Dios lo mandó a la Tierra –lo que también puede significar que se mandó a sí mismo- convertido en ser humano, pues nació del vientre de una mujer que no por ello dejó de ser virgen, para que hablara de Dios a los hombres -que era una forma como otra cualquiera de autopromoción- y se sacrificara para que los pecados de toda la humanidad fueran perdonados dejándose crucificar por los romanos.

Reconozco que en la parte creativa el pastafarismo no le llega ni a la suela de los zapatos al cristianismo, pero es que en ese aspecto la historia de Jesucristo no tiene parangón.

De cualquier forma, nada perdéis por probar durante un mes el pastafarismo. Pasado ese tiempo podéis volver al catolicismo o a cualquier otra corriente del cristianismo que se os antoje. No tendréis ningún problema. Hace poco estuve en una iglesia y pude comprobar que tenían bastantes plazas libres.

Ramén



miércoles, 12 de octubre de 2011

Homenaje a José María Fonollosa

El 7 de octubre de 1991 murió José María Fonollosa, que solo un año antes había publicado uno de los libros de poesía más importantes del siglo XX: "Ciudad del hombre: New York". Trabajó en este proyecto durante 40 años en el más absoluto anonimato y en el libro que se publicó antes de su muerte solo se incluyó una selección de los poemas que integraban la obra completa. Después de su muerte se publicó otra selección distinta con el título "Ciudad del hombre: Barcelona". Posteriormente salieron a la luz "Destrucción de la mañana", un libro demoledor sobre el fracaso vital escrito en los años 50, y una interesantísima novela en verso llamada "Poetas en la noche".

La ciudad, el sexo, la violencia, la creación, el fracaso, la muerte, la intrascendencia de la existencia y la soledad ontológica del individuo son los temas que obsesionaban a Fonollosa y que aparecen en sus poemas con diferentes voces, a veces enfrentadas, que pueden corresponderse con distintos estados de ánimo del poeta o, lo que es más plausible, con distintos personajes que nos ofrecen una visión certera y demoledora del hombre actual.

Tengo el honor de estar detrás de la organización de este tributo. Mi más sincero agradecimiento a todos los poetas y lectores de Fonollosa que se han entusiasmado con el proyecto y que se han querido sumar a él. En especial a Hipólito García "Bolo", sin cuya colaboración y apoyo no hubiera sido posible.



Después de la muerte de Fonollosa encontraron en su mesa de trabajo este poema:

                             No a la transmigración en otra especie.
                             No a post vida, ni en cielo ni en infierno.
                             No a que me absorba cualquier divinidad.
                            
                             No a un más allá, ni aun siendo el paraíso
                             reservado a islamitas, con beldades
                             que un libro garantiza siempre vírgenes.

                             Porque esos son los juegos para ingenuos
                             en que mi agnosticismo nunca apuesta.
                             Mi envite es al no ser. A lo seguro.

                             Rechaza otro existir, tras consumida
                             mi ración de este guiso indigerible.
                             Otra vez no. Una vez ya es demasiado.

sábado, 1 de octubre de 2011

La conciencia del director del IES concertado (voz en off)

¿La huelga de los profesores de la enseñanza pública? Una vergüenza. ¿Por qué hay que apoyar la escuela pública si es más costosa para la sociedad que la concertada? O que la privada, que no recibe ni un duro del Estado aunque ahora la Comunidad de Madrid les desgrave algo en la declaración de la renta a los padres que llevan a sus hijos a esos colegios. A qué viene engañar así a la gente. Nosotros hacemos el mismo trabajo con mucho menos presupuesto. Normal que en las comunidades con sentido común, como la Comunidad de Madrid, cada vez se nos haga más caso. ¿De qué se quejan ahora los profesores de la pública? ¿De que van a dar 20 horas de clase? Nosotros damos desde hace siglos 24 o 25. Y las guardias de recreo ni siquiera se consideran lectivas. Y aquí no se queja ni dios, incluso cobrando menos que los profesores de la pública. Porque si no les interesa, ya saben por dónde se sale. Que aquí por cada profesor que ha opositado para irse a la pública tenemos cien llamando a la puerta para ocupar su puesto. Y ahora con todos los interinos que han echado de la enseñanza pública no nos va a dar ni tiempo a leer todos los currículos. Ya verás tú como si contratamos a uno de estos rebotados de la escuela pública que anda por la calle con la camisetita verde aporreando una cacerola, luego aquí no dice ni mu. Ni por dar más horas ni por pasarse mucho tiempo en casa preparando las clases o corrigiendo exámenes. Aquí nadie rechista porque todo el mundo sabe lo que hay. Si trabajan mucho en casa, a lo mejor lo que pasa es que simplemente son un poco lentos o les falta preparación. En ese caso lo que deberían hacer es darnos las gracias por contratarlos sin merecerse el puesto. ¿Por qué dicen que va a empeorar la educación? ¿Porque el número de alumnos por clase va a ser demasiado elevado? Gilipolleces. Nosotros llevamos años con las clases a tope y no nos hemos muerto. Aquí no nos podemos permitir tener clases de la ESO con menos de 30 alumnos. Nuestro presupuesto es muy ajustado y hay que rentabilizarlo. Y no tenemos desdobles ni nada de eso. Esos caprichos quedan para la pública, que es la que se puede permitir esos lujos con todo el dinero que le dan. Luego se quejan de que no admitimos muchos alumnos inmigrantes o con necesidades educativas especiales. ¿Quién nos pagaría a nosotros los profesionales necesarios para atenderlos? Que nos den a nosotros el dinero que le dan a un instituto público y ya verán como ponemos desdobles, apoyos y una cancha de baloncesto nueva. El doble de profesores que ellos tendríamos para atender al alumnado con dificultades. Porque con nosotros trabajarían más horas. Esas son las cuentas que hay que echar. No el número de profesores que trabajan, sino la cantidad de horas de trabajo que se consiguen invirtiendo menos dinero. También se quejan algunos profesores de la pública de que ahora les obligan a impartir asignaturas de las que no son especialistas. Nosotros lo llevamos haciendo toda la vida y nadie ha protestado. Un profesor de Historia puede dar una clase de Filosofía perfectamente con poco que se la prepare. Y un profesor de Matemáticas no debería tener problemas para dar Física. Ni uno de Inglés para dar Lengua Castellana. ¿O no? ¿O es que por ser de Inglés no va a saber español? Incluso al revés. El que más y el que menos hoy chapurrea el inglés y total, para la mierda de nivel que tienen ahora la ESO y el Bachillerato... ¿O es que si te quedan unas horas sueltas de una asignatura vas a tener que contratar un profesor más? Aquí tenemos varios profesores que imparten más de una asignatura. Y no siempre los más preparados son los mejores profesores. Uno de los mejores que tenemos en el Departamento de Lengua ni estudió Filología ni nada que se le parezca. Estudió Ciencias Políticas y lo cogimos porque es sobrino del jefe de estudios. Todo un acierto. De los mejores. Nunca ha dado ningún problema. Otra cosa igual. Siempre están quejándose los de la enseñanza pública de las oposiciones. ¿Es que se creen que porque hayan pasado una oposición son mejores que nosotros? Aquí tenemos un montón de profesores que cogimos porque tenían algún conocido en el centro o porque eran antiguos alumnos. Y nos ha ido muy bien. Porque lo que funciona es tener referencias, saber que van a ser fieles y respetuosos con la idiosincrasia de nuestro centro. Aunque no todos los profesores que trabajan aquí entraron por tener algún contacto. Hay bastantes que entraron por currículum y después de pasar entrevistas muy rigurosas. Algunos se han terminado yendo a la pública, supongo que para trabajar menos, pero no han sido muchos. El truco para que los profesores te duren está en saber elegirlos. Está bien, por ejemplo, contratar profesores que comulguen con nuestras creencias. O que vivan cerca. Parece una tontería, pero un profesor que viva cerca no querrá presentarse a una oposición por si le dan un destino lejos de casa. Y si además tiene hijos, mejor. Una persona que se tenga que hacer cargo de sus hijos no va a arriesgarse a hacer una oposición para que la manden a la otra punta de la Comunidad de Madrid. A los profesores y profesoras que quieren les permitimos escolarizar aquí a sus hijos, y cuando son pequeños, en el colegio que tenemos enfrente. Es una oferta que muy pocos pueden rechazar. Es otro vínculo y ya he explicado que son los vínculos con el centro los que garantizan la fidelidad. Da igual si es un vínculo personal o afectivo. El caso es que haya algún vínculo. Eso vale mucho más que tener a un profesor que sabe mucho y que lleva cinco años preparando oposiciones. Por eso funciona bien nuestra empresa. Por eso y porque tenemos contentos a nuestros clientes. Y no se trata de ofrecer calidad. Si la enseñanza pública tiene tanta calidad, no sé por qué cada vez más gente nos prefiere a nosotros. Los padres no quieren calidad. Quieren que sus hijos se porten bien y aprueben. Eso es lo que les damos aquí. Y el que quiere calidad le busca a su hijo un profesor particular. Porque eso es la calidad, la enseñanza personalizada. Pero eso tiene un coste, claro, y nuestra sociedad no se lo puede permitir. ¿O es que yo no iba a querer poner más profesores si me dieran el dinero para hacerlo? Pero no hay dinero y de lo que se trata es de tener al cliente satisfecho. Es lo que hacemos nosotros. La escuela pública nunca podrá tener la exclusividad y el prestigio que tiene estudiar en nuestro centro. Por mucha calidad y recursos que puedan ofrecer los institutos públicos. Porque a la gente lo que le gusta es sentirse un poco especial y pensar que está dando a sus hijos algo extra. Es importante que el día de mañana sus hijos vean que sus padres hicieron todo lo que pudieron para darles la mejor educación, que no se conformaron con lo que tenía cualquiera. Eso es lo que quieren. En la enseñanza pública hay padres resignados. Nosotros tenemos clientes satisfechos. Porque les damos lo que quieren. O al menos les hacemos creer que lo que les damos es lo que quieren. ¿Y eso cómo se consigue? Con publicidad y buena prensa. Eso es mucho más importante que la calidad. Y más barato. ¿A quién coño le importa la calidad? ¿Quieren ver el grado de satisfacción de mis clientes? ¡Háganles una encuesta! Todos los años se dan de hostias para conseguir una plaza en nuestro instituto.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Cuentos con moraleja: La tonta que quería tener inteligencia

Después de leer el título de este maravilloso cuento seguro que alguno está pensando que voy a contaros una versión sui generis del Mago de Oz. No van por ahí los tiros. Encontré este cuento en la apócrifa biografía del cuentista griego Esopo.

Esta es mi versión:

Una mujer sufría mucho porque su hija era tonta y odos los días le rezaba a Dios para pedirle que le diera algo de inteligencia. La muchacha, que escuchaba sus plegarias, sentía una gran pena por su madre.
Un día fueron al campo a dar un paseo. La madre se quedó descansando debajo de un árbol y la tonta se fue a dar una vuelta por los prados. Al acercarse a una arboleda escuchó unos ruidos sospechosos y se internó en ella. Allí descubrió a un hombre penetrando a su burra. La chica no supo interpretar bien lo que estaba sucediendo y le preguntó al hombre qué hacía.    
-Le inspiro inteligencia –le explicó el hombre, que se había quedado paralizado.
La tonta, aunque lo era, no tardó en relacionar lo que acababa de escuchar y las oraciones de su madre.          
-Pues inspírame a mí también inteligencia –le suplicó.
La proposición era muy tentadora para el hombre, pero no le pareció bien aprovecharse de que la muchacha fuera tan corta de luces y le dijo que no. Para excusarse le explicó que no se lo haría a ella porque las mujeres son siempre muy desagradecidas.
            -No es verdad –dijo la tonta-. Mi madre sí te lo agradecerá. Si me inspiras inteligencia, ella te recompensará.
La chica insistió tanto que, finalmente, el hombre accedió a sus súplicas y la desvirgó.
Nada más terminar, la tonta salió corriendo en busca de su madre para darle la buena noticia. Estaba totalmente eufórica:
            -¡Ya tengo inteligencia, madre! –le gritaba-. ¡Ya tengo inteligencia!
La madre, que no podía comprender qué era lo que le quería decir, le siguió el juego y le preguntó de dónde la había sacado.
            La muchacha le explicó cómo había descubierto a aquel hombre penetrando a su burra con una cosa rojiza, larga y dura que tenía entre las piernas y cómo ella misma le había pedido que le hiciera lo mismo.
            -Hija mía –le dijo la madre después de escuchar con espanto la historia-, no solo no has conseguido ser más inteligente, sino que has perdido la poca inteligencia que pudieras tener antes.


Muchos dichos y frases hechas podrían servir como moraleja de esta historia: salirte el tiro por la culata, ir por lana y salir trasquilado, tirar piedras a tu propio tejado, etcétera. Esto mismo es lo que les ha pasado en Castilla-La Mancha a muchos que han votado al PP. A algunos de forma directa, que seguro que muchos de los 15.000 empleados públicos que se van a quedar en la calle les votaron. A otros de forma indirecta. Me refiero a toda esa gente que cree en lo público (en la sanidad pública, en la educación pública, en las prestaciones por desempleo, en las jubilaciones, etc.) y se ha dejado engañar por las falacias populistas de los populares.

El PP no cree en la rentabilidad de las empresas públicas y siempre va a favorecer todas las iniciativas privadas que ocupen su espacio. No van a eliminar todo lo público porque no es posible, pero sí pueden reducirlo a una mínima expresión, a unos precarios servicios mínimos para los que no puedan pagar un seguro médico privado, un colegio privado o concertado, o un fondo de pensiones.

Todos mis respetos por los votantes del PP que comparten su forma de pensar. Toda mi conmiseración para los que creen en lo público y votan al PP. También para aquellos que se han dejado convencer por los discursos en los que los populares piden a los ciudadanos altura de miras y sacrificios personales porque están convencidos de que los recortes que están haciendo en Castilla-La Mancha y en otras regiones son la única forma posible de salvar la maltrecha situación económica. A otro perro con ese hueso.

Que nadie crea que con esto estoy alentando a la gente a votar al PSOE. Hace tiempo que, como le pasó a la tonta con la inteligencia, perdieron la poca credibilidad que tenían (quitaron el impuesto de patrimonio, subieron los impuestos indirectos, dieron un pasito más hacia el despido libre, que está a la vuelta de la esquina, etc.). Comparten más posturas con el PP de las que nos quieren hacer creer por mucho que Rubalcaba se empeñe en maquillarlo. Ha quedado claro en la sumarísima reforma de la Constitución que han hecho en comandita, sin consenso en el parlamento y sin un referéndum ciudadano.

Después de leer este cuento a uno le da por pensar que la protagonista bien pudiera ser la niña aquella de la que hablaba Rajoy en la campaña electoral de 2008.