viernes, 6 de agosto de 2010

Estampa costumbrista

Un calor asfixiante que te machaca nada más salir a la calle, que te aplasta contra el asfalto. Los saltamontes no saltan por temor a quedarse churruscados en el aire. La imposibilidad de ponerte la chaqueta. La incomodidad de no saber cómo llevarla y no poder desprenderte de ella. El camino hacia una iglesia a la que no piensas entrar. El alivio de beber unas cañas para que se te pase el sofoco. Otra vez a la calle. El consuelo de ver que al menos tú no te has puesto corbata. La corbata parece una soga de ahorcado. La chaqueta otra vez, que pasa de una mano a otra sin encontrar acomodo. Los pies te arden. Tu reino por arrojar los zapatos, arrancarte los calcetines y ponerte unas sandalias. Otra vez ante la puerta de la iglesia bajo un sol inclemente esperando a que salgan para poder volver al bar. Gritos, aplausos y besos. Han arrojado cosas y te han puesto perdido. Te sacudes el pelo. Vuelta al bar. Unas cañas más y algunas tapas. Sabes que no debes comer, pero estás un poco borracho por beber en ayunas. Buscas un chófer que te lleve al restaurante. El calor y las tapas te han dejado sin hambre, pero comes. También bebes sin sed. El líquido se convierte en el sudor que dibuja una aureola alrededor de tus sobacos. Ya ni sientes los pies. El aire acondicionado no mitiga el calor. Te ríes sin ganas de lo que dicen el resto de comensales. Dices alguna gracia que los demás ríen sin ganas. Engulles y engulles hasta que decides que ha llegado el momento de tomar un Almax. En lugar de la tarta y el helado. Deberías haberte tomado el helado en lugar de la carne. Deberías haber bebido menos vino. Es el momento del champán. Brindas. Sueltas un montón de pasta. Poco después bebes una copa mientras bailas alguna canción de Shakira. Vas y vienes al servicio. Vas y vienes a la barra. Vas y vienes a la pista. David Bisbal. Georgie Dann. Un pasodoble. Marta Sánchez. Otra vez Shakira. Chayanne. Carlos Baute. Sevillanas. Paquito el Chocolatero. Hablas un rato al lado de la barra mientras apuras la penúltima copa. Llega el momento de irse y te pasas quince minutos buscando la chaqueta. El sol te ciega cuando sales a la calle. Sigue haciendo un calor insoportable. Falta mucho aún para que se haga de noche. Alguien propone ir a un bar. Tú dices que irás después. Necesitas cambiarte de ropa. Probablemente vomitar.

Así es una boda en pleno agosto en mi pueblo.

Sobre la mesa una invitación me recuerda que mañana estoy convocado.

No sé si la emoción me dejará dormir esta noche.

1 comentario:

Félix Chacón dijo...

Epílogo: Salvo porque en un arranque de cordura decidí dejar la chaqueta en casa y no tuve que preocuparme por ella, todo sucedió tal y como lo imagíné. Y sí, después del baile, volví a casa, me cambié y continuamos la fiesta hasta que el cuerpo no pudo más. No vomité si queréis saber más detalles.