domingo, 27 de junio de 2010

Qué bien pensado está el mundo: el cambio climático

Un tema muy controvertido

¿El cambio climático? Eso es un tema y lo demás tontería. Después del fútbol, es el mejor tema para hablar por hablar sin llegar a ninguna conclusión. No es un tema muy original, lo sé, que hablar del tiempo es lo más socorrido cuando quieres hablar y no sabes de qué. Sin embargo, el tema del tiempo llevado al extremo del cambio climático adquiere unas dimensiones tan morbosas y truculentas que lo convierten en uno de los temas más recurrentes y controvertidos de los últimos tiempos.

Lo tiene todo: dos bandos, imposibilidad de demostrar que alguno de los dos lleva razón, falta de conocimientos por parte de la mayoría de interlocutores, hechos que respaldan los argumentos de cada una de las dos posturas, etc. No le falta de nada.

Todas las épocas han alimentado discusiones bizantinas: la rotación de los astros, la redondez de la tierra, la búsqueda de la piedra filosofal, las ignotas regiones pobladas de dragones y unicornios, las profecías de Nostradamus… Por no hablar de todo el controvertido material que a este tipo de discusiones han aportado las altas jerarquías eclesiásticas: el tema de la providencia y el libre albedrío, la inmaculada concepción, la santísima trinidad… Siglos y siglos de sínodos y concilios baldíos discutiendo chorradas.

Las discusiones religiosas siguen sin tener solución por la incapacidad de demostrar con procedimientos científicos cuestiones que solo la fe puede desentrañar. Sin embargo, muchas de las controversias científicas de otros tiempos hoy han dejado de tener sentido. La evolución de los métodos científicos, el perfeccionamiento de los instrumentos empleados en las investigaciones y el conocimiento que tenemos de nuestro planeta han acabado despejando muchas incógnitas.

La historia, de cualquier forma, se repite, y donde antes se hablaba de la existencia de hadas y dragones hoy se conjetura la existencia de vida extraterrestre, donde antes se buscaban los confines de la Tierra hoy andamos desnortados intentando encontrar los límites del Universo. El cambio climático ha venido a ocupar uno de esos huecos que todas las épocas reservan a las grandes preocupaciones. Me refiero al fin del mundo. Siempre tiene que haber una profecía o vaticinio aciago para nuestro futuro inminente: Sodoma y Gomorra, el Armagedón, la Guerra Fría, las armas de destrucción masiva… Se puede observar cómo en las últimas décadas los temas de calado científico han ido desplazando a los religiosos, pero eso solo es una manifestación del signo de estos tiempos descreídos y ateos.

Catastrofistas y escépticos

La teoría del cambio climático y el efecto invernadero es bien simple, pero no es este el lugar para desarrollarla. Baste decir que los que creen en ella están convencidos de que la acción del hombre está modificando la atmósfera y alterando las condiciones climáticas de la Tierra. El calentamiento que estos fenómenos provocan en la Tierra es el causante del deshielo de los glaciares y de la progresiva desertización de muchos lugares. Además de otras manifestaciones climáticas extremas como los huracanes, las tormentas virulentas o las devastadoras inundaciones. Muchas especies del reino animal y vegetal también están sufriendo sus consecuencias, en ocasiones llegando a extinguirse.

A los que creen a pies juntillas que todo esto está sucediendo les llamaremos catastrofistas. Para los que creen que solo son teorías para engañar a los bobos y confundir a las masas –ellos piensan que la Tierra es demasiado grande para que la acción del hombre pueda alterar su funcionamiento- utilizaremos el término con el que normalmente se les conoce: escépticos.

Los catastrofistas ganan premios
A la cabeza de los catastrofistas está Al Gore, ese hombre altruista que instruye al mundo entero de los peligros del cambio climático por el desinteresado y módico precio de 200.000 dólares por conferencia. Al Gore fue el vicepresidente de los Estados Unidos cuando gobernaba Bill Clinton. Más tarde se enfrentó a George Bush en unas elecciones presidenciales, tuvo más votos que él y, sin embargo, las perdió. Semejante catástrofe vital le llevó a volcar todos sus esfuerzos en luchar contra los malvados gobiernos que no cumplen con los acuerdos internacionales para reducir la emisión de gases que provocan el efecto invernadero. Para empezar, el suyo, que Estados Unidos nunca ha cumplido –ni probablemente cumplirá- los acuerdos del protocolo de Kioto. Este esfuerzo, me refiero al de Al Gore, fue generosamente premiado con el premio Nobel de la Paz.

“Una verdad incómoda”, la película que hizo para que el contenido de su conferencia llegara a todos los hogares civilizados del mundo, tampoco se fue de vacío, que fue la ganadora de un Oscar en 2006. En el documental, de forma muy ilustrativa y con un corte divulgativo apto para todos los públicos, el hombre que de haber sido presidente de Estados Unidos probablemente no habría dicho nada de todo esto ni tampoco habría ratificado el protocolo de Kioto, este hombre, digo, explica de forma muy ilustrativa cómo la industrialización y la superpoblación producen los gases que provocan el efecto invernadero, que provoca el calentamiento global, que provoca la descongelación de los glaciares, que provoca los etcétera.

Los escépticos disfrutan llevando la contraria

Los escépticos no tienen un cabecilla tan popular y mediático, pero son legión, que bien conocida es la afición del ser humano a llevar la contraria en cualquier controversia. El enemigo más sobresaliente de los catastrofistas es un danés llamado Bjorn Lomborg, un tipo que escribió un libro llamado “El ecologismo escéptico” y que ponía en tela de juicio todas las teorías catastrofistas. Gran parte del mundo científico arremetió contra este genio, pero no pudieron acusarle de deshonestidad científica porque, para empezar, ni siquiera es científico. Sus estudios de ciencias políticas, filosofía y estadística no le hacen precisamente un experto en la materia. Con todo, su falta de preparación no ha sido obstáculo para que su libro sea conocido en medio mundo y para que sus teorías hayan prosperado. En España, a falta de una lumbrera tan destacada, tenemos a Rajoy y a su primo, que, por lo visto, es catedrático de Física en la Universidad de Sevilla y, según el eterno candidato a la presidencia del gobierno, eso lo hace infalible.

Para los escépticos, el calentamiento de la Tierra se debe a fenómenos cíclicos que son una constante a lo largo de la historia. Y en cualquier caso, si fuera verdad que este momento es un caso especial e insólito, no consideran que esté demostrado que estos fenómenos sean la consecuencia de la industrialización y la contaminación de la civilización actual. Y si es verdad que el estudio de los glaciares en sus distintas fases de congelación ha ayudado a saber la temperatura de la Tierra en los últimos milenios, también es cierto que para otro tipo de comparativas carecemos de los datos necesarios. No es posible, por ejemplo, saber si ha descendido el número de precipitaciones porque solo disponemos de registros fiables a partir de las últimas décadas del siglo XX. Otros fenómenos más puntuales –como puede ser la abundancia de precipitaciones en este mismo año- también les sirven para reafirmarse en sus posturas descreídas y suspicaces.

Lo importante es participar

Llegados a este punto, quizá alguien se esté preguntando –si es verdad que ha tenido la paciencia necesaria para leer un post tan largo- de qué lado estoy yo. Eso me gustaría a mí saber. Creo que lo fundamental de este apasionante y absurdo debate es participar. No conducirá a nada, pero ayudará a pasar el rato, que no se puede estar todo el tiempo hablando de fútbol. Yo, por mi parte, seguiré leyendo las noticias que me permitan tener argumentos suficientes para posicionarme en uno u otro bando dependiendo del interés del momento. En estas controversias suele ser muy divertido sacar de sus casillas a los radicales, sean catastrofistas o escépticos. Sin acritud ni animadversión. Por diversión solamente, que si fuéramos serios, dejaríamos estos debates en manos de gente más preparada y acataríamos sus decisiones sin rechistar.

De cualquier forma, en este debate no habrá ni vencedores ni vencidos.

Si las teorías del cambio climático fueran verdad y, de repente, se precipitaran los fenómenos que arrasaran el planeta, estoy seguro de que los escépticos seguirían pensando que nada tendrían que ver esos fenómenos con la industrialización y con el efecto invernadero. Si, por el contrario, continuáramos décadas y décadas sin que los cambios se recrudecieran, los catastrofistas seguirían en su papel de funestos agoreros para amargarnos la existencia.

Cuando dentro de mucho tiempo, siglos tal vez, los expertos puedan analizar los hechos con la perspectiva necesaria, se podrá saber cuál de los dos bandos se acercaba más a la realidad. Pero será demasiado tarde para nosotros y lo mismo nos dará si la Tierra se puebla de seres mutantes o revienta de una vez por todas salpicando el Universo entero de mierda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Felix, me estreno en tu blog y en este post (todo un placer)... con un comentario breve... o no...

Yo tampoco estoy posicionado, ni falta que hace... en ese sentido formaría parte de los "agnósticos", ni creyente (catastrofista) ni ateo (escéptico, según tus etiquetas).

El cambio climático me parece un tema apasionante, y como todos los temas apasionantes, no es ni blanco ni negro... de ahí que no me posicione... como tú, estoy a la expectativa.

El fútbol me parece también un tema apasionante, como sabes, precisamente por lo mismo: España es y no es favorita para ganar el Mundial... en la incertidumbre está la gracia! Ahí sin embargo sí me posiciono, pero desde la pasión y la emoción, no desde la razón!

Pues eso es lo que tienen en común estos dos temas: que se tratan en la esfera pública (me refiero a los discursos dominantes) desde cualquier lado menos desde el de la razón, desde el de la ciencia, en el caso del cambio climático...

¿Y qué le ocurre al cambio climático? Lo que le ha ocurrido siempre al fútbol, y al deporte en general, que ha sido objeto preferido de la demagogia y de la manipulación política... Lejos de abordarse con seriedad, se aborda desde el interés electoral... desde la emoción por ganar las elecciones, podríamos decir... que equivale a la emoción de ganar el mundial...

Igual que los triunfos deportivos han sido usados por el poder desde tiempos remotos (Antigua Grecia... supongo que antes...) hasta la actualidad (típica foto del presidente de turno recibiendo al equipo campeón... Sarkozy, en este caso por una derrota, llamando al orden al seleccionador francés...), pasando por toda clase de dictaduras (la de Franco y el gol de Marcelino a la URSS)...

Igual que los triunfos deportivos, digo, el cambio climático se usa partidistamente por unos y otros: para favorecer la causa del capitalismo, o para favorecer la causa de la antoglobalización y tal...

El cambio climático, se instrumentaliza, como se instrumentaliza el fútbol: que si la selección juega bien y gana por estar llena de catalenes, dicen unos (los que saltan de alegría cuando gana España sin saber por qué... bueno, sin querer saberlo), que si la selección es un crisol de comunidades autómomas y en ese sentido ayuda a vertebrar a España, dicen otros (los que odian a Xavi, pero se matarían por siquiera rozar su camiseta..)

Y lo mismo que nadie cambia de equipo de fútbol, nunca jamás (se selección por supuesto, pero tampoco de club), pues nadie se va a bajar jamás del burro del catastrofismo o el escepticismo, por más que esto avance y avance, y se torne más blanco que negro o más negro que blanco...

Perdona que te haya inundado el post de fútbol, pero lo has puesto a huevo, y más en este contexto mundialista!!!!!

Un abrazo

Pedro López

Félix Chacón dijo...

Un placer, Pedro, tenerte en mi blog. Ya sabes que te considero un derroche de lucidez.
Hablando de fútbol, aprovecho para decir que espero que gane España. La felicidad que produce algo así es algo irracional, pero bendita irracionalidad. PODEMOS!!!