viernes, 12 de marzo de 2010

Mitos

Cada civilización reescribe la historia y la hace suya. Eso es un hecho. Lo sorprendente es que en cada momento los historiadores y estudiosos que la reescriben creen estar en posesión de la verdad.

Recuerdo haberme reído bastante hace muchos años leyendo la enciclopedia que mi padre llevaba a la escuela en la Posguerra. Era descacharrante. En la universidad viajé más atrás en el tiempo. Leí muchos fragmentos de crónicas medievales donde la historia y la leyenda formaban una amalgama inextricable. Leer los libros de historia de otras épocas me producía hilaridad, entre otras cosas porque estaba convencido de que en la forma de contar la historia había un progreso imparable sustentado en bases científicas, que hacía que día a día fuera más fidedigna.

Ahora que tengo una edad y puedo comparar los distintos libros de texto de las distintas etapas que he vivido empiezo a tener serias dudas de que haya algo de verdad en todo lo que contamos en las clases de historia, algo más allá de los hechos, mondos y lirondos, que puedan justificar ciertos documentos o ciertos restos arqueológicos.

La mera observación de la realidad me hace comprender lo difícil que resulta contar la verdad. Ni siquiera nos ponemos de acuerdo a la hora de interpretar los hechos más recientes. Siempre hay como mínimo dos versiones: la del vaso medio lleno y la del vaso medio vacío. Y no vale con decir que está por la mitad porque vendrá alguien a preguntarte si falta medio vaso de agua o es que sobra la que hay.

Empecé a darle vueltas a todo esto hace unos días. Encontré mi libro de Literatura de 3º de BUP y me puse a echarle un vistazo. Entonces comprendí por qué no recordaba haber estudiado a Lope de Vega en el instituto. No venía en mi libro. Un genio eliminado por una decisión editorial. La realidad es demasiado extensa como para poder contarla de forma pormenorizada. En la selección está la trampa. Y más importante que lo que aparece es lo que no aparece.

Mirad en los huecos. Buscad las omisiones.

Esto me llevó a cotejar otros libros de Literatura de mi etapa de estudiante con los que manejo ahora como profesor. A veces los contenidos son idénticos, pero no los huecos. Hay autores que han desaparecido y otros nuevos que antes no venían. También me di una vuelta por algunos libros de Historia de España que estudié en la facultad. Me sorprendió encontrar muchos enfoques distintos a los que actualmente aparecen en los libros de texto. Los personajes no cambian, pero a veces sí los papeles: los malos, los buenos, las víctimas, los verdugos.

Los profesores trasmitimos los contenidos de los libros de texto y solo nos permitimos cuestionar algún apartado si da la casualidad de que trata de un tema en el que tenemos cierta especialización. Para tener un juicio elaborado sobre una época hay que estudiarla de forma muy exhaustiva. Es imposible que un profesor de instituto pueda tener un juicio propio y contrastado sobre todos y cada uno de los temas que se tratan enseñando historia.

Utilizo la historia de España como marco para mis clases de historia de la literatura. Disfruto mucho en esas clases. Y más desde que he descubierto que soy algo parecido a un cuentacuentos. Transmitimos cuentos que sirven para entender nuestra tradición y nuestra cultura.

Mitos. Nada más que mitos.

Toda civilización necesita una historia sobre la que asentarse. Da igual la historia que sea. Las matemáticas pueden ser más o menos universales. La historia en cada país es distinta. Tiene sus propios héroes, sus traidores, sus victorias, sus derrotas, sus periodos álgidos, sus depresiones. No importa que esta historia sea más o menos inventada. Escribimos la historia que queremos contar para que lo que hacemos ahora parezca una continuación con cierto sentido. Muchas veces para tener la sensación de que hemos progresado, de que somos tan listos que ya no volveremos a cometer los mismos errores que nuestros antepasados. Literatura pura y dura.

Literatura necesaria que sirve de cimiento para edificar nuestro futuro. La literatura es la base de las civilizaciones. Ahí están los judíos de Israel, que ocuparon un país porque leyeron en la Biblia que Dios les había regalado esa tierra.

Los cuentos son mejor que el vacío absoluto, que la duda ontológica que todo lo cuestiona. Toda sociedad necesita una historia más o menos ficticia que justifique su presente. Y a mí me pagan para que la haga amena, entretenida, soportable. Trabajar de cuentacuentos es algo gratificante. No hay ironía en mis palabras. Es imposible encontrar la forma objetiva de contar la historia, pero es apasionante formar parte de los que transmiten la versión más adecuada para este tiempo y este lugar. No todos los profesores la contamos de la misma manera. El que más y el que menos la adapta a sus convicciones y a sus intereses. Solo la literatura puede ofrecernos esa libertad.

2 comentarios:

Anuk dijo...

Hola Félix
Excelente nota. La última frase me ha resultado perfecta por eso me he tomado el atrevimiento de ponerla en mi blog (aclarando que te pertenece, obviamente)http://espectaculosnarración.blogspot.com
Espero que no te moleste, si me equivoco dímelo y la quito
Gracias. Me gusta mcuho tu blog y tu página
Anuk

Félix Chacón dijo...

Me halaga, Anuk. No te preocupes por el uso de citas. No necesitas pedirle permiso a nadie. Un placer tenerte por aquí. Echaré un vistazo a tu blog cuando tenga un rato.