sábado, 6 de febrero de 2010

Cuentos con moraleja: la zorra y las uvas

Uno de los cuentos de Esopo que más fortuna ha tenido a lo largo de los siglos es el de la zorra y las uvas. Supongo que casi todos lo conoceréis. Lo cuento de memoria:

Una zorra encontró unas uvas en una parra e intentó alcanzarlas. Después de varios intentos frustrados en los que le fue imposible llegar a los racimos, desistió. Y se dijo a sí misma: “Da igual. No están maduras”.

La moraleja de Esopo es que algunas personas no reconocen su incapacidad para alcanzar ciertas metas y le echan la culpa a las circunstancias.

En el siglo XVIII, Félix María de Samaniego -que por extrañas razones que hoy se nos escapan pensó que era una gran idea reescribir los cuentos tradicionales en poemas rimados- hizo una versión del cuento en la que no es tan severo con los defectos del género humano. Su versión desarrolla un poco más la parte en la que la zorra hace mil intentos para alcanzar las uvas, pero es muy parecida a la original. Lo interesante es que al final, no sin cierta dosis de ironía, recomienda a un tal Fabio que no se corte y haga lo mismo que hizo la zorra cuando se encuentre en una situación similar.

En otras versiones ampliadas del cuento la zorra queda en peor lugar. Alguna he leído en la que la zorra se da cuenta de que hay otro animal que la ha estado observando y siente vergüenza. Y es por orgullo por lo que dice en alto que las uvas no están maduras, en un vano intento por no quedar en ridículo.

Quizá sería reprobable esa actitud orgullosa y altiva de la zorra si no fuera porque todos hemos pecado de lo mismo en alguna ocasión. No nos gusta reconocer nuestras limitaciones delante de los demás. Es comprensible, por tanto, la actitud de la zorra delante del otro animal. Sin embargo, me llama mucho más la atención la versión de Esopo porque en ella la zorra no tiene que disimular delante de nadie y parece que incluso se engaña a sí misma. Ese autoengaño en el que vivimos es el que me hace pensar que es una de las mejores fábulas que he leído. Esta pequeña historia vendría a explicar el destino de todos y cada uno de nosotros. En cada paso que damos en la vida estaría presente.

Como educador lo veo a diario. Los alumnos siempre dicen que no les gusta una asignatura cuando no se les da bien. Y los que no tienen facilidad para ninguna dicen que no les gusta estudiar. Que no les gusta, dicen, cuando la realidad es que no son capaces. Y no es que mientan. Es muy difícil que te guste algo que no entiendes, que te cuesta un trabajo enorme y que te produce frustración. Los mayores no somos muy distintos.

Me gusta la fábula pero no comparto el reproche final de la moraleja. ¿Por qué esforzarse por algo que no vamos a poder conseguir? Entiendo que merece la pena esforzarse si hay alguna posibilidad. Hay veces que es necesario entrenar para alcanzar ciertas metas. Pero de no ser así, pienso que sería mejor buscar otros racimos más accesibles, otras empresas que nos reporten más satisfacción. Me acuerdo ahora de amigos que echaron a perder su vida porque sus familias les obligaron a estudiar algo para lo que no estaban capacitados y terminaron sin conseguir el título. O si lo consiguieron, después mucho esfuerzo y mucho sufrimiento, hoy viven encadenados a un trabajo que odian y que les fastidia cada día de sus miserables vidas.

No todo el mundo puede alcanzar los mismos racimos por mucho que las leyes progresistas de educación se empeñen en ello. Casi todos podríamos aprender a jugar al tenis, pero muy pocos seríamos capaces de llegar a tenistas de élite, y muchos menos a ser tan buenos como Roger Federer o Rafa Nadal.

Por eso, no pasa nada por despreciar ciertos racimos y buscar otros que estén a nuestro alcance. No perdáis vuestra vida en algo que os produzca frustración. Lo lógico sería que reconociéramos con franqueza que no llegamos al racimo y siguiéramos adelante con desparpajo.

Dejé la música porque no era buen músico. Y no me dedico a cantar porque lo hago muy mal. Y no dibujo ni pinto porque no sé hacer la o con un canuto. Y no juego al fútbol porque de pequeño era muy malo y nadie me quería en su equipo. Y no me voy a esquiar porque con la nieve me resfrío. Y nunca he querido ir a Pasapalabra no por falta de léxico sino porque sé que soy muy lento y me faltarían reflejos. Y nunca me han interesado mucho las ciencias porque hay un montón de cosas que no soy capaz de entender. Y nunca hubiera sido cirujano porque tengo muy mal pulso. Y decidí estudiar literatura porque se me daba bien. Nunca me costó mucho trabajo hacer un comentario de texto. Y me hice profesor porque tengo facilidad para hablar en público y no me resulta arduo explicar los contenidos de mi asignatura. Y escribo porque escribir es algo que puedo hacer, mejor o peor, sin demasiado esfuerzo.

Resumiendo: que todos somos un poco zorras y que no pasa absolutamente nada.

2 comentarios:

Birubao dijo...

100 % de acuerdo, yo creo que la culpa es de la moral cristiana del autoflagelamiento y el "sólo venciéndote vencerás".

Susie Pérez dijo...

Es una buena forma de interpretar la fabula, y también estoy de acuerdo; la vez pasada leí sobre la felicidad sintetizada y se basaba en ésta fabula para desarrollar la idea. Aquí dejo el link http://www.neoteo.com/to-bit-or-not-to-bit-sepa-como-conseguir-felicidad