domingo, 30 de agosto de 2009

Escenas memorables: Los lunes al sol

“Los lunes al sol” es una película realista en tono menor que cuenta la vida anodina de unos trabajadores que se quedaron en paro cuando cerraron los astilleros en los que trabajaban. Es una película con mucha carga social y que nos muestra con gran sensibilidad la terrible vida de los parados. En España, al contrario que en Francia o en Gran Bretaña, no se hace apenas cine de denuncia social. Y es una pena. Este tema daría para mucho. Supongo que la realidad del cine actual, que baila al son que marca Hollywood, no está para estas aventuras. Hace poco leía una entrevista en la que Fernando León de Aranoa, director de la película, contaba entre bromas cómo habían promocionado “Los lunes al sol” para exportarla al mercado norteamericano. La presentaron en un tráiler con fondo de música flamenca como si se tratara de una película de gánsters y mafiosos.

Muchas escenas se podrían destacar de esta joya de nuestro cine: el momento en el que Santa compara la realidad de España con la de una Australia idealizada (que viene a ser justo lo contrario por ser las antípodas), la lectura del cuento de la cigarra y la hormiga, el momento en el que Santa descubre las condiciones insalubres en las que vive Amador, etc. Pero yo me voy quedar con la escena de la farola. A lo largo de toda la película se va desgranando la historia del juicio de Santa, que tiene pendiente el pago de una farola que supuestamente rompió durante los enfrentamientos que hubo entre los trabajadores y las fuerzas del orden durante las manifestaciones que tuvieron lugar para evitar el cierre de los astilleros. Estamos hablando de poco dinero: 8.000 pesetas. Santa se niega a pagar no solo por su precaria situación de parado sino también por un profundo sentimiento de orgullo y dignidad. Y como él mismo explica cuando sus amigos le presionan para que pague y se deje de problemas: “No es que sea cara o barata. (…) ¿Cuánto valen 8.000 pesetas? (…) 8.000 pesetas moralmente valen mucho más”. Finalmente, después de agotar todos los recursos posibles para evitar el pago, termina entregando las 8.000 pesetas. De vuelta a casa, en el coche de su abogado, que intenta tranquilizarlo diciéndole que ha hecho lo correcto y que esta experiencia le va a servir para madurar, Santa, que está encarnado magistralmente por Javier Bardem, no dice ni mu. Hasta que le indica al abogado que siga recto -y aquí viene la escena que yo quería destacar- para indicarle minutos más tarde que se detenga. “Es un momento”, se excusa Santa cuando baja del coche. El abogado no sabe qué pasa. Están en mitad de ninguna parte, al lado de los astilleros abandonados. No sabe qué pretende ahora su cliente. Santa coge unas piedras del suelo y anda unos pasos más para acercarse a su objetivo. Solo necesita una pedrada para reventar la farola que unos minutos antes le han hecho pagar.

A mí también me han multado injustamente. Nada importante, como lo de Santa. No os voy a aburrir con los pormenores del caso. Simplemente diré que aparqué en un lugar en el que según un policía municipal no podía aparcar aunque la señalización indicara lo contrario. Antes de mover el coche hablé con otro policía y me dio la razón, aunque se negó a quitarme la multa y ha mentido en el informe que le han solicitado tras recurrir por segunda vez la denuncia. Yo pensaba –ingenuo de mí- que los dos recursos que he puesto servirían para que me la quitaran porque era un caso muy claro. Podría llevarlo a los tribunales, pero mis únicos testigos son dos policías que me trataron como a una escoria, que han mentido en su informe y que no van a desautorizar a un compañero. El riesgo de que mientan en el juicio (que es lo que, de ordinario, se hace en los juicios) es demasiado grande. Me iba a costar más el remedio que la enfermedad. Así que terminaré pagando la multa, que no es para tanto. Para ser exactos, 90 euros. Pero no me quito de la cabeza la imagen de Santa en el momento angustioso en el que tiene que doblegarse a los mecanismos de la justicia y apoquinar los 1.600 duros.

Tampoco se me va de las mientes la imagen de la farola reventando de una certera pedrada.

sábado, 1 de agosto de 2009

Cuentos con moraleja: El chiste del dentista

Hoy toca un chiste de toda la vida. Muchos lo conoceréis:

“Un hombre fue al dentista. Si queréis podemos decir que era un hombre que sentía verdadero pavor por estos esforzados profesionales de la tortura. Tuvo que ir porque padecía unos dolores terribles y no vio otra solución.

En el momento en el que el hombre se sentó en la silla de dentista, que tiene también algo de potro de torturas, y se le acercó el doctor empuñando sus instrumentos en actitud sádica, lo cogió fuerte de los huevos y le dijo:

-No nos haremos daño, ¿verdad, doctor?”

Este breve relato humorístico sirve muy bien para reflejar la actual coyuntura económica y laboral. Por una parte están el gobierno y los sindicatos (juntos pero no revueltos) y por otro, la patronal y el PP (que, como siempre, dice que no, pero es que sí). El problema es saber qué bando se corresponde con el dentista y qué bando con el paciente.

No sigáis leyendo.

Pensadlo vosotros solos.

Es posible que no haya una sola respuesta.

También puede que después de este ejercicio tengáis mucho más claro por quién tenéis que votar en las próximas elecciones.

La respuesta no es sencilla porque tan válida puede ser una posibilidad como la otra.

Estas son las dos opciones:

O pensar que el dentista es el gobierno. Y en ese caso sería la patronal la que le amenaza para coaccionarlo.

O pensar que el gobierno es el paciente. Los empresarios son muy poderosos. Ellos son los que tienen el control de la economía, pero un gobierno siempre les puede hacer daño si hace que la legislación no les favorezca.

Elige tu opción y ya te habrás posicionado.

Si piensas que el gobierno debería poner en su sitio a los empresarios, recordarles que el gobierno no puede controlarlos totalmente, pero sí allanarles o entorpecerles el camino, decirles que deberían atenerse a razones porque lo que quiere el gobierno no es perjudicarles, sino tomar medidas a su favor para que recuperen la confianza y sigan invirtiendo antes de que se derrumbe el castillo de naipes de nuestra economía, debes votar a la izquierda. Eres un soñador y ahí están los tuyos. Eres un tipo ingenuo y te mereces lo mejor. Es enternecedor ver que hay gente que todavía piensa que los tiburones de de la patronal pueden ser amaestrados. A lo mejor es falta de vista. Cuando ocultan sus aletas y no enseñan los dientes pueden confundirse fácilmente con delfines.

Evidentemente, si piensas que los empresarios deberían joder a ZP, porque al fin y al cabo ellos son los que tienen la pasta, los que pueden cortar el grifo, los que pueden despedir a los trabajadores y provocar una crisis de tres pares de cojones para culpabilizar al gobierno por su ineptitud, la siguiente vez que votes no olvides que los tuyos están a la derecha. Si eres empresario, puede que seas un tío listo. Si eres un currito, no me vengas llorando cuando recorten las prestaciones por desempleo o se extinga tu contrato y te den una indemnización de mierda. Puede que en un mundo controlado por los empresarios, con despidos baratos y pocas cargas fiscales, hubiera más trabajo. Pero ¿qué tipo de trabajo? ¿En qué condiciones? ¿Con qué derechos para los trabajadores?

¿Que qué pienso yo? Que ZP ha caído en otra trampa. Los empresarios se han reunido con él para conseguir que todos los titulares se hagan eco del fracaso del gobierno para llegar a un acuerdo. Y Zapatero ha picado sin darse cuenta de que el pez grande siempre se come al chico. A los empresarios les da igual el revuelo mediático. Su imagen pública no puede empeorar más. Y ellos no tienen que renovar su cargo cada cuatro años por votación popular.

En septiembre quieren retomar las negociaciones. Lo que quiere decir que en septiembre continuarán con su campaña de acoso y derribo al gobierno. La gente del lado oscuro también se toma vacaciones en verano.