jueves, 7 de mayo de 2009

Qué bien pensado está el mundo: la televisión


Exordio

Para inventos, la televisión. Eso sí que es una maravilla de la ciencia. Y sin embargo, desde su creación ha tenido que soportar el desprecio de muchos intelectuales y de gran parte de la sociedad, que no dudó en rebautizarla como la caja tonta. Pero de lo desagradecido que es el ser humano hablaremos otro día, que si no, esto sería el cuento de nunca acabar. Hoy quiero defender este entrañable aparato que tanto ha aportado a la historia de la humanidad y que tantas veces ha sido injustamente vilipendiado. Siento que, en esta ocasión, el artículo sea tan extenso, pero no he podido resumir más las innúmeras virtudes de este prodigio de la tecnología.

La tele entretiene

La televisión es un aparato tan sorprendente que, en muchas ocasiones, el contenido de sus emisiones es totalmente irrelevante. Su función fundamental -más adelante hablaré de otras secundarias- es la de entretener a todo el mundo. Y esa es su mayor virtud: la de ser un electrodoméstico totalmente democrático, ya que requiere pocas neuronas para su decodificación. De ahí que sea también un aparato muy útil para descansar. Si no te sientes con fuerzas para nada, lo mejor que puedes hacer es abandonarte delante de la pantalla del televisor y dejarte llevar por la inercia de los rayos catódicos. Hay programas de calidad, no lo discuto, pero normalmente se trata de conseguir la cuota de audiencia más amplia, y para eso es preciso igualar al espectador a la baja, todo lo democrático que queramos, pero con programas que un analfabeto pueda disfrutar lo mismo que un hombre ilustrado. De cualquier forma, como decía antes, no es tan importante el contenido como el continente. Porque está demostrado que cuando uno quiere ver la tele, se traga cualquier cosa. También nos sirven como ejemplo la fascinación que la televisión provoca en los niños, incluso en esos tan pequeños que todavía no hablan ni comprenden. A mi gato, por ejemplo, no le pasa. Para él la tele es como si no existiera. Lo que demuestra la singular inteligencia de los felinos respecto de las crías de homo sapiens.

Como decía antes, creo que el cometido principal de la televisión es entretener. Es normal, por lo tanto, que haya absorbido todas las manifestaciones del espectáculo, y, por supuesto, que haya intentado acabar con la competencia. La televisión necesita espectadores y para tener muchos espectadores hay que evitar que se vayan al cine, al teatro, a un concierto o al circo. Seamos claros desde el principio: la televisión vive de la publicidad y el precio de la publicidad asciende cuando el número de destinatarios es mayor. Pero dejo para más adelante el tema de la publicidad. Ahora quiero hablar de los espectáculos que han desaparecido gracias a la televisión.

La primera aportación que la televisión hace, en este sentido, a la civilización es la desaparición del circo. Los pocos que quedan sobreviven a duras penas y los niños hace tiempo que dejaron de perder el culo por un entretenimiento tan pedestre. Tantos circos se llevaron a la pantalla y tantos espectáculos circenses se incluyeron en los programas de variedades que, finalmente, terminaron aburriendo al público. Los animales que eran explotados vilmente en estos espectáculos y los abnegados padres que tenían que llevar a los niños al circo cada vez que plantaban una carpa en las afueras de su pueblo estarán eternamente agradecidos a la televisión.

El teatro también ha caído en el olvido en parte gracias a la televisión, y en este caso son los actores los que deberían estar agradecidos. En la televisión ganan mucho más dinero y además no tienen por qué repetir constantemente el mismo libreto. Supongo que trabajar todos los días con un nuevo texto tiene que ser un trabajo más llevadero. Los actores que siempre hablan maravillas del teatro probablemente lo hacen porque queda más culto. La realidad es que no se lo piensan dos veces cuando los llaman para hacer una serie de televisión.

Los actores de hoy en día también pueden trabajar en el cine. Pero lo bueno del cine es que puedes verlo en casa. Así te ahorras tener que soportar a los maleducados que indefectiblemente llegan tarde y van a dar por culo justo a la fila donde te has sentado tú, y a los cretinos que se pasan toda la película hablando o ronchando palomitas.

La televisión también ha acabado con los espectáculos de feria, esos espectáculos cutres donde se exhibía a la mujer barbuda o al hombre de dos cabezas. Ahora los frikis trabajan en la pequeña pantalla, ya sea como artistas, ya como tertulianos. No hay nada más que ver a la Susan Boyle, el monstruo de la voz prodigiosa que tanto fascina al público palurdo de Inglaterra. Su mérito no es que cante bien, sino que lo haga siendo un adefesio.

Y no me olvido de los deportes. La televisión ha llevado los deportes a nuestros hogares. En nuestro lado del mundo el gran protagonista es el fútbol, que es la forma que nuestras evolucionadas sociedades tienen de canalizar la violencia para evitar otro tipo de enfrentamientos más salvajes. Si los romanos hubieran podido retransmitir el circo (ahora me refiero a ese en el que cebaban a los leones a base de cristianos), lo mismo habían salvado su gran imperio. Europa se siente más unida por la Champion que por la Unión Europea.

La tele informa

Otra de las funciones más destacadas de la televisión es la de informar. Sí, no os riáis. Informar informa, otra cosa bien distinta es que no nos digan toda la verdad. A lo mejor es por nuestro bien. Saber toda la verdad probablemente no nos iba a hacer más felices. Pagamos a los políticos y les dejamos lucrarse con el tráfico de influencias y otras regalías para que nos libren de la verdad. Y si mienten para ganar las elecciones, es posible que lo hagan porque han leído a Maquiavelo. Supongo que pensarán que cualquier mentira está justificada si con ella un partido político con un proyecto sólido llega al gobierno y salva el país.

Los poderosos, antes de la era de la televisión, tenían mucho miedo a la democracia. Ellos eran pocos y los pobres del mundo muchos. Entonces hubieran perdido todas las elecciones limpias que se hubieran propuesto con sufragio universal. Solo tuvieron que comprender dos cosas para terminar aceptando la democracia. La primera, que las masas se calmarían si les concedían ciertas comodidades burguesas. La segunda y más importante, que con el control de los medios de comunicación se podía manipular la opinión de las masas, y que no había medio más efectivo que la televisión. Ya se sabe que la mayor mentira puede llegar a tener visos de verdad si es repetida hasta la saciedad. Los medios de comunicación, con la televisión a la cabeza, han convencido a algunas personas de que disfrutan de una situación acomodada de clase media cuando viven en la más absoluta miseria. Por poner un ejemplo: una persona con un patrimonio valorado en 100.000 euros y unas deudas que asciendan a los 200.000 euros puede pensar, merced a una hipoteca que paga mensualmente, que no es pobre. Una simple resta bastaría para sacarle de su error. La verdad es que si cambiamos la palabra “banco” por “señor feudal” y la palabra “trabajador” por “vasallo”, no estamos ni más ni menos que recreando el sistema feudal, donde el pueblo llano tenía que pagar al señor una parte de su cosecha para que le dejara vivir en sus tierras.

Los telediarios también han servido para desdramatizar los problemas. Marshall McLuhan dijo que el medio es el mensaje y tenía toda la razón. Es normal que todo lo que sale en un aparato dedicado al entretenimiento termine convirtiéndose en algo trivial. Al final terminamos viendo la actualidad política como si fuera un culebrón. O los desastres del mundo y los horrores de la guerra con la misma indiferencia que si viéramos una película de Hollywood.

La tele educa

Algunos iluminados de los 60 pensaron, erróneamente por supuesto, que la televisión podía servir para enseñar. Esa era la motivación, por ejemplo, de los creadores de Barrio Sésamo. Pero el tiempo no les ha dado la razón y han sido otros programas los que han terminado ocupando los espacios en principio reservados para programas educativos infantiles. Los niños ven mucho más instructivos los programas como “El diario de Patricia”, que muestran el mundo tal como es, con sus miserias y sus abyecciones.

También hay documentales, pero cada vez menos. Hace tiempo que empezaron a desaparecer aquellos documentales con una voz en off cansina y monocorde que lo mismo daba cuenta de las maravillas de la naturaleza como de los horrores de la historia de la humanidad. Su puesto han venido a ocuparlo esos programas de reportajes supuestamente serios, al estilo de “Callejeros”, que resultan tan superficiales como una visita turística.

Las cadenas que se nutren de fondos públicos mantienen algunos programas educativos o culturales, pero no dejan de ser algo anecdótico. Desde luego no hay pujas millonarias entre las cadenas privadas por fichar a Eduard Punset o a Sánchez Dragó.

La tele nos hace iguales

Y no me canso de añadir aportaciones de la televisión a la democracia. ¿Qué me decís de la democratización del éxito, la fama y el dinero? Al principio la tele era muy elitista. Las estrellas de la televisión tenían que ser famosas por alguna habilidad que previamente hubieran demostrado: cantar, hacer música, actuar en películas, tener tropecientas carreras… Gracias al Gran Hermano y a otros programas similares ha terminado esa insidiosa discriminación. Ahora cualquier persona puede ser famosa o popular, y su opinión, democráticamente, vale tanto como la de cualquier eminencia. ¿O es que los analfabetos, los chulos, las putas, los inútiles y los parásitos no tienen derecho al éxito en un mundo en que se supone que todos somos iguales?

Menos mal que hace tiempo cayeron en descrédito los programas para eruditos, que siempre dejaban en evidencia a los pobres ignorantes. Afortunadamente las cadenas acabaron con programas tan discriminatorios como “El tiempo es oro”. Algunos más suaves, como “Cifras y letras”, se mantienen en la parrilla. Supongo que los cerebritos frikis también tienen derecho a tener su pequeño espacio en la pequeña pantalla. Mucho más accesibles para todo el mundo son los programas concursos de ahora. Un modelo de concurso televisivo actual puede ser el exitoso programa “Allá tú”, donde la única habilidad que se requiere es la de ser capaz de abrir una caja.

La tele da prestigio

Todo lo que sale por la tele adquiere cierto prestigio. Los grupos de música, los escritores, los directores de cine y cualquier creador saben que esto es así, y que no empezarán a ser tomados en serio hasta que salgan por la pequeña pantalla. Eso ya lo sabía McLuhan. Eso también lo saben los publicistas. Por eso, para mejorar la opinión que los consumidores tienen sobre un producto, no es necesario que éste sea bueno, no es necesario mejorarlo, no es necesario ir de feria en feria haciendo exhibiciones para demostrar su efectividad. Lo único que hace falta es sacarlo por la tele. La contribución de este aparato a la consolidación del sistema capitalista merecería un artículo aparte.

La tele salva matrimonios

Y todavía no he hablado de los usos terapéuticos y domésticos del aparato. La televisión contribuye a la armonía familiar. ¡Cuántas discusiones habrán ahorrado estos aparatos! Hay estudios que dicen que las parejas discuten más en vacaciones porque tienen tiempo para hablar. Antes, sin televisión, las personas estaban condenadas a tener que hablar bastante cada día. Muchos hombres, para evitar enfrentamientos conyugales, tenían que irse al bar durante horas por el bien de su familia. Ahora, gracias a la televisión, ya no es necesario. La televisión te permite entretenerte escuchando un montón de estupideces sin necesidad de tener que ir a escucharlas al bar.

La tele ayuda a los padres

¿Y qué sería de los niños sin la televisión? ¿Y de los padres? Para los padres de hoy este aparato viene a ser el equivalente a una niñera. Y resulta mil veces más económico. La televisión, después de los abuelos, es el mejor sitio para dejar a los niños aparcados un rato. Los rayos catódicos los subyugan, los controlan, los anulan, y eso no hay Mary Poppins que lo iguale. Los viajes con niños son mucho más tranquilos desde que se inventaron los DVD portátiles. En este aspecto, solo los videojuegos y los somníferos pueden competir con la televisión.

Corolario

Yo no veo la tele todo lo que me gustaría. Entre otras cosas porque todavía me empeño en leer, en escribir, en pensar, en charlar, en salir… En definitiva, en vivir. Pero es probable que si algún día me canso de todo eso, termine sentado frente al televisor, hipnotizado e insensible, totalmente indiferente al mundo que me rodea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y hay otra gran ventaja de la tele actual que has omitido. Como entre el cable, la digital y la T D T acumulamos unos 100 canales, podemos adquirir cultura zapeando un minutito o dos en cada uno. Son dos horitas que se pueden aprovechar viendo media noticia de cada informativo, media canción de cada cadena musical, seis o siete trocitos de telenovelas y así sucesivamente. Garantizo un sopor y una tontuna que duermes 8 0 9 horas como un bendito. M aviles