domingo, 17 de mayo de 2009

El maravilloso mundo de los escritores

Ayer participé en un acto literario de los que no me gustan, un encuentro con otros escritores toledanos para poner en común nuestros puntos de vista sobre la literatura. Alguien se preguntará por qué participé y la respuesta es simple. Era un acto de la Feria del Libro de Toledo y me apetecía corresponder a quien había tenido la gentileza de invitarme. Por otra parte, los escritores tenemos que aprovechar cualquier oportunidad para darnos a conocer, que tampoco andamos sobrados.

Como me temía, me tocó compartir mesa con otros cuatro escritores que no compartían en absoluto mi forma de entender la literatura. Es posible que si hubiéramos ido a hablar de la crisis o de la Champion, nos hubiésemos llevado bien, que parecían buena gente, pero no era el caso. Para empezar, dos de ellos pertenecían a un grupo literario y a mí no se me ocurrió otra cosa que utilizar una de mis primeras intervenciones para decir que no creía en ese tipo de asociaciones. Mi visión de la literatura siempre es individualista y onanística, y, lo siento, no puedo entenderla de otra manera. Respeto que la gente haga talleres literarios y esas cosas, pero nunca participaría en ninguno. Además, todo lo que se puede encontrar en esas asociaciones ¬-pasado el momento inicial de sentirte parte de un proyecto literario y tener a una serie de individuos que van a reconocerte como escritor a cambio de que tú les devuelvas el favor- es negativo.

Yo nunca he estado en grupos literarios, como ya he dicho, pero participé en proyectos comunes, sobre todo en la universidad (revistas, fanzines…). Todo va bien en esos proyectos hasta que alguien empieza a despuntar, que es el momento en el que las envidias brotan con la fuerza de las malas hierbas. Y si alguno de los integrantes del grupo consigue algún contacto con algún medio de comunicación, alguna editorial o algún político subvencionista y no lo comparte con todos sus compañeros, será el fin de la concordia creativa. Estos grupos solo funcionan mientras el tráfico de influencias les beneficie a todos, independientemente del valor de sus obras particulares.

Resumiendo, que si el grupo literario de turno funciona como un club de lectura o se limita a ser un taller literario donde se hacen ejercicios de estilo y proyectos de equipo, puede durar eternamente y hacer felices a unas personas que anhelan sentirse escritores por un rato. Sin embargo, como a alguno de ellos le den el Nadal o le subvencionen algún proyecto en el que el resto no participe, dudo mucho que el buen rollo sea perpetuo.

Los miembros de este grupo literario también hablaron mucho de que las instituciones públicas deberían apoyar a los escritores e incluso hacer las veces de mecenas para apoyarlos. Esto sí que me dio miedito. Me imaginé a este tipo de asociaciones publicando libros de amiguetes en editoriales de amiguetes merced al dinero del erario público mientras los escritores que no pertenecíamos a esos colectivos éramos vilmente despreciados en todos los foros donde ellos tuvieran algún infiltrado. Sentí hasta algún escalofrío.

Y si profundizamos en lo que es la creación literaria, tengo que decir que dos escritores juntos suelen ser incompatibles, como escritores, que perfectamente –como seres humanos- pueden ser amigos. El escritor tiene una visión del mundo y del hecho literario que inevitablemente siempre será distinta de la del resto. Esto de la literatura no es ciencia sino opinión, y las opiniones son como los culos, únicos e intransferibles.

Hace un tiempo yo era muy tonto y, aunque no soy gregario, intentaba ser cordial con los escritores que conocía. Me preocupaba por conocer su obra e incluso hacía esfuerzos para juzgarla no como escritor, sino como lector imparcial. Dejé de esforzarme tanto el día que me di cuenta de que casi nunca era correspondido. Por eso ya no me intereso por los libros de los escritores que conozco si no lo hace antes la otra parte contratante. Mis últimas experiencias en este campo han seguido los mismos derroteros. Contaré dos a modo de ilustración.

Hace poco conocí a un tipo que últimamente está teniendo bastante fortuna editorial y entablé con él una animada conversación. Mostré, eso sí, mucho más interés yo por su obra que él por la mía. Al final quedó en avisarme de la publicación de uno de sus libros, un libro juvenil que dijo que, como profesor, me interesaría. Recibí el aviso por mailing (uno más en una larga lista de posibles clientes) y por ser simpático le contesté en otro de mis vanos intentos por hacer colegas en este mundo de “primas donnas” (además compartimos algunos conocidos y me gusta llevarme bien con los amigos de mis amigos). Todavía estoy esperando que me conteste, aunque sea simplemente con un saludo. Supongo que para él no soy más que la posibilidad de vender un libro, o muchos, si decido poner su novela como lectura obligatoria a mis alumnos. Por mi parte se va a comer los mocos.

La segunda anécdota es de hace solo unos días. Volví a coincidir por segunda vez con un escritor que me cae bien, aunque tenemos una visión de la literatura totalmente distinta, y, charlando largo y tendido (tomamos juntos varias cañas) sobre la dificultad de publicar poesía, me contó que había publicado un libro con una editorial que a mí me llama la atención. De hecho, hace poco quise contactar con ellos, pero no encontré la manera trasteando en su web. Por eso me atreví a pedirle que me pasara el contacto, una dirección de correo electrónico simplemente para comunicarme con ellos. Ni se me ocurrió pedirle que me echara una mano, que prácticamente somos dos desconocidos. Han pasado varios días y sigo esperando. Y sé que no se le ha olvidado porque le insistí cuando nos despedíamos.

Ya recomendé en otra ocasión “Poetas en la noche” de José María Fonollosa, que explica de forma magistral los odios, envidias y rencores subterráneos que se profesan los miembros de un grupo de poetas que se supone que son amigos y que comparten la maravillosa experiencia de la escritura. Hoy quiero recomendar “La información” de Martin Amis, una novela donde dos amigos novelistas se enzarzan en un duelo personal porque uno de ellos se convierte en un “best seller” mientras el otro intenta sobrevivir en la tercera división del mundo literario.

Yo soy escéptico porque el mundo me ha hecho así. En fin…

APOSTILLA (18 de mayo): Finalmente, el colega que me prometió mandarme el contacto de una editorial lo ha hecho. ¿Mala memoria? ¿Ha leído este “post” y le han entrado remordimientos? Sea como fuere, me alegro. Porque, como ya he dicho, me cae muy bien. Como en todos los negocios, en este también hay gente legal. Le corresponderé leyéndole.

3 comentarios:

cambalache dijo...

Veo que sigues guerrero con los literatos. Eso está bien. Un saludo en un receso de la culminación de mi magna obra que se adscribe a influencias diversas con concomitancias generacionales propias del tardofranquismo. Cuánta gilipollez hay en este mundillo. Un abrazo amigo Chacón

Félix Chacón dijo...

También se encuentra uno a gente como tú, Germán. No todo es malo. Es que siempre soy así de negativo escribiendo. Ánimo con esa magna obra.

Unknown dijo...

Hola Félix, realmente comparto contigo todo cuanto dices. Yo, que escribo desde que tengo uso de razón, pese a no ser conocida ni tampoco demasiado interesada en publicar nada, coincidí una vez en un vuelo a Uruguay con un escritor paraguayo que regresaba de dar un curso en la universidad de Salamanca. Yo cuando vi que estaba sentada a su lado, pensé que no era mas que un sueño. Entablamos conversación y le demostré mi admiración por él como poeta. Le dije que yo escribía, ante lo cual no hizo ni el mas mínimo comentario. Después, me envió varios libros a mi casa dedicados que yo le agradecí mucho. Un día le envié un poema, con el cual había ganado un certamen literario años antes. A partir de ese momento, se lo tragó la tierra.No supe nada mas de él.
Con esto no quiero decir que yo sea tan buena que alucinó y le entro miedito por la competencia, claro está que no, pero es evidente que lo que ocurrió refuerza claramente lo que tu contabas.Un saludo félix!