jueves, 12 de marzo de 2009

Qué bien pensado está el mundo: las drogas

Las drogas son maravillosas porque hacen felices a muchas personas. Y no me refiero solo a las que las consumen.

Las drogas son el camino más efectivo para evadirse de la realidad y el ser humano siempre ha sido de tomar atajos. Por eso es normal que la gente busque la felicidad absurda e inmediata que proporcionan ciertas sustancias. Lo malo en estos casos son los empachos de felicidad, que ya se sabe que las sobredosis son perjudiciales para la salud. Pero eso pasa con todo: si te zampas veinte tartas de golpe o echas veinte polvos seguidos puede ser que también revientes. Es lo que tiene la felicidad, que hay que dosificarla.

Y lo mejor de las drogas, lo que las hace más maravillosas, es que estén prohibidas. Tiene mucha más emoción consumir drogas si al mismo tiempo sabes que estás transgrediendo las leyes. Para los jóvenes sobre todo, que necesitan un subidón de adrenalina de vez en cuando. Por eso la prohibición de las drogas, paradójicamente, les beneficia. Los amigos de los estupefacientes, alucinógenos y opiáceos deberían oponerse siempre a su legalización. ¡Qué sería de la emoción de las drogas si ya no hubiera que ir a pillar de estrangis! Con lo bien que se lo pasa uno comparando las distintas remesas para saber cuál de ellas está más cortada. La adulteración de las drogas, por otra parte, es un elemento más de entretenimiento: como no las cortan siempre con los mismos productos y en las mismas dosis, al final siempre tienes mezclas diferentes con las que experimentar variadas sensaciones.

Los que consumen drogas (la palabra drogadicto la dejo para los que tienen galones), como decía al principio, no son los únicos que se benefician de ellas. Muchos parásitos del sistema, esos que se niegan a currar como todo hijo de vecino, tienen en el trapicheo de las drogas una salida digna. Y hay que dar gracias, que muchos, si no tuvieran esta fuente de ingresos, lo mismo andaban por ahí robando o vaya usted a saber, que el que no quiere trabajar casi siempre encuentra alternativas. También es cierto que no todos los que trapichean con drogas son este tipo de rémoras. Muchas veces las drogas sirven para que familias que lo están pasando mal de forma coyuntural consigan salir del bache. Por otra parte, muchos jóvenes industriosos , que no saben cómo canalizar sus inquietudes empresariales, encuentran en la distribución clandestina de sustancias alienantes una forma de realizarse. Entre los camellos también te encuentras a un montón de gente estupenda.

Las mafias son otro de los sectores más beneficiados. Por eso se han opuesto siempre a la legalización de las drogas. Si legalizaran la prostitución y las drogas tal vez se verían obligados a dirigir negocios legales, algo que siempre ha ido en contra de sus principios. Las grandes redes criminales necesitan la droga para ser fuertes económicamente. Los sistemas fiscales de los países democráticos son demasiado estrictos y siempre hacen falta canales alternativos por los que mover el dinero negro. Por otra parte, las drogas son siempre una inversión segura que sirve de base económica para sostener otro tipo de negocios más arriesgados, ya sean legales o ilegales, que estos individuos no ven ninguna diferencia entre unos y otros, como no sea la forma de gestionarlos, que los legales siempre requieren más trámites burocráticos.

Y no nos olvidemos de que muchos países poco desarrollados sobreviven gracias a los ingresos de la droga. Si la legalizaran, seguro que venían las grandes potencias y en un abrir y cerrar de ojos les quitaban de las manos el control de estos recursos naturales y de las industrias vinculadas a ellos. Muchos agricultores viven gracias al cultivo de drogas y, lo más importante, muchas personas desesperadas pueden intentar dar el golpe de su vida y salvar su situación pasando droga de contrabando en las aduanas. Estos viajes pueden ser para mucha gente la oportunidad de empezar una nueva vida.

Los políticos también tienen en las drogas una buena arma. Gracias a las drogas pueden rellenar expediente en lo que se refiere a la seguridad y a la salud de los ciudadanos. Para la Policía, la Guardia Civil o cualquier cuerpo de seguridad del mundo son un recurso muy importante. Atrapar a un criminal, a un atracador o a un ladrón de guante blanco es mucho más difícil e inusual que detener a un traficante de mierda. Los pequeños traficantes están por todas partes y siempre cae alguno. El gasto que ocasiona tener a muchos narcos entre rejas siempre puede compensarse con los ingresos extras que se obtienen con las multas que endosan a los consumidores de drogas incautos y con las sanciones que imponen los jueces a los condenados por tráfico. El sistema funciona.

Por otra parte, las drogas son siempre un argumento de peso para que los jueces autoricen a los cuerpos policiales a realizar escuchas telefónicas o para que les concedan órdenes de registro en los domicilios de los delincuentes. Gracias a los permisos que ha obtenido la policía para perseguir y espiar a los traficantes, se han descubierto, de rebote, crímenes mucho más terribles. No es que las drogas conduzcan a delitos más graves, que quede claro. Lo que sucede, y es lo normal, es que los delincuentes se sienten atraídos por este negocio tan lucrativo y tan libre de carga fiscales. Así que, en muchas ocasiones, puede ser como miel para atrapar moscas.

Es cierto que el Estado podría obtener unos pingües beneficios, vía impuestos indirectos, si legalizara las drogas. Se podrían construir grandes autopistas, hospitales con las últimas tecnologías y colegios bien equipados, pero para eso ya tiene el tabaco, el alcohol y los juegos de azar. Hay que diversificar los recursos. Las drogas tienen sus propias funciones sociales, como acabo de exponer.

No creáis que soy un iluso. También sé que las drogas tienen su parte mala (hay gente que no vuelve), pero una cosa por otra. Como el tabaco, el alcohol y otras sustancias legales, las drogas suponen muchos puestos de trabajo. Si consiguiéramos hacerlas desaparecer –no sé cómo-, mucha gente se quedaría en paro: policías, médicos, enfermeros, carceleros (perdón, funcionarios de prisiones), psicólogos, jueces, abogados, enterradores, etc. Por no hablar de los puestos de trabajo ilegales, que también cuentan: los camellos, los intermediarios, las mulas (que son los que cruzan las aduanas con los alijos escondidos), los que trabajan en laboratorios químicos clandestinos...

No hago distinción entre drogas blandas y duras porque todas cumplen igualmente su función social y aportan su granito de arena en esta sociedad que tanto las necesita.

2 comentarios:

Julio Vegas dijo...

Totalmente de acuerdo y con la envidia de que no se me haya ocurrido escribirlo a mi! Perfecto!

Miguel Avilés dijo...

Drogas duras legalizadas:
El alcohol, la telebasura, las religiones, Tele Nadrid, el capitalismo salvaje, y un alucinogeno potente de nombre desconocido que tiene a los jovenes embotados y calladitos a pesar de la que está cayendo en el mundo.