martes, 10 de febrero de 2009

Teoría del desacuerdo y del conocimiento improbable

Y es en estos casos cuando uno lamenta no ser de ciencias. Porque quiero elaborar un esbozo teórico sobre un pensamiento pseudocientífico o pseudofilosófico (el prefijo pseudo- te alivia de muchas responsabilidades) y es posible que no acierte con el lenguaje técnico adecuado. Esto es lo que sucede cuando te pasas la vida leyendo novelas y poemas. Sabes perfectamente qué significan “deletéreo”, “arcano” y “pírrico”, pero no tienes ni repajolera idea de lo que quieren decir palabras como “desoxirribonucleico”, “vectorial” o “mediatriz”.

Con todo, lo voy a intentar. Al fin y al cabo esto no es una publicación académica sino un blog tan particular como el patio de mi casa.

La que yo llamo –para que al menos tenga un nombre con empaque- Teoría del Desacuerdo y del Conocimiento Improbable parte de la observación directa de mis congéneres. Cuántas veces no habré visto discutir a dos personas porque tenían opiniones encontradas o su versión sobre ciertos hechos era totalmente divergente simplemente porque los datos que manejaban ambos interlocutores eran distintos. Es la falta de datos en muchas ocasiones lo que nos lleva a a hacer juicios precipitados y erróneos. Podemos, por ejemplo, ver a una mujer que conocemos entrar en un hotel con un hombre que no es su marido, sospechar de infidelidad y más tarde enterarnos de que quien la acompañaba era su hermano, que se había alojado allí. Podríamos creer que un compañero de trabajo se ausenta de forma repetida e injustificada porque es un caradura y descubrir más tarde que tiene una grave enfermedad. En ambos casos el descubrimiento de un solo dato alteraría el juicio que teníamos sobre un mismo hecho. Un dato es suficiente para darle la vuelta a una historia.

Imaginemos que dos matemáticos trabajan en un mismo problema de cálculo y que uno de ellos ha confundido uno de los parámetros con los que trabajan, por un problema de comunicación o por lo que sea. La solución a la que llegarían cada uno de ellos sería diferente. Por un solo dato.

Pensemos en un algoritmo informático, una sucesión ordenada de instrucciones que debe provocar cierto resultado. Si en ese protocolo de actuación un error provoca la omisión de alguna de las instrucciones, probablemente el programa tendrá un comportamiento inesperado y, por supuesto, erróneo. Creo que cuando realizas un análisis –matemático, sociológico, filosófico u de otro tipo- partiendo de un planteamiento equivocado, se dice que el resultado obtenido es espurio, esto es, falso. Los planteamientos en muchas ocasiones pueden ser erróneos porque no manejamos todos los datos necesarios.

Por eso es muy difícil, creo yo, que lleguemos a un acuerdo los seres humanos. Son tantos los datos que habría que manejar que es imposible no ya procesarlos sino incluso almacenarlos. Dependiendo de los datos que demos para justificar nuestras acciones o para explicar unos hechos, podemos recrear la realidad a nuestro gusto. Eso lo saben muy bien los abogados, que siempre intentan defender a sus clientes con los datos que más les favorecen. No es necesario mentir. Solo ofrecer una visión sesgada de la realidad. También lo saben bien los historiadores y los políticos. Dependiendo de que destaquen u omitan ciertos acontecimientos pueden crear distintas visiones, muchas veces encontradas, de un mismo hecho. Por eso las guerras civiles se pueden defender siempre desde los dos bandos. Por eso todos los países y regiones pueden diseñar sus respectivas historias destacando lo que más les favorece para sus intereses.

La tergiversación de los datos puede ser intencionada, pero también, en ocasiones, inevitable. No podemos manejar todos los datos. La información siempre es selectiva. Por lo tanto las conclusiones a las que llegaremos serán siempre resultados espurios. Nuestra visión de los hechos, por más que nos esforcemos, siempre será sesgada y parcial.

Probablemente nuestro cerebro sea una versión mejorada de la versión 1.0 del hombre primitivo, pero sigue siendo un programa muy limitado. Y que no tiene apenas memoria, capacidad de almacenaje. Si partimos del hecho de que los datos que manejamos sobre la realidad son muy pocos (incluso en las personas más inteligentes) y que cada uno tenemos un disco duro distinto donde almacena una selección de datos que siempre va a ser diferente de la de su vecino, llegamos a la conclusión de que lo normal es que nuestros cerebros, a la hora de realizar las operaciones lógicas que nos permiten analizar la realidad, lleguen a soluciones distintas e incluso, en muchas ocasiones, opuestas. Otra persona que se pusiera a plantearse esto mismo y que no manejara los mismos datos que yo probablemente sacaría otras conclusiones. Transmitir un número muy limitado de datos para sacar a alguien de un error tal vez es posible. Trasplantar un cerebro con toda su información es imposible. Y es toda esa información, la totalidad de la información que almacenamos en cada una de nuestras cabezas, la que nos conduce a tener unos pensamientos u otros.

La Teoría del Desacuerdo y del Conocimiento Improbable, a modo de hipótesis, me lleva a dos conclusiones:

1. Todas las personas nunca podremos estar de acuerdo en nada porque la información que manejamos nunca podrá ser la misma.
2. Los seres humanos nunca podremos comprender el mundo porque nuestros cerebros no tienen capacidad de almacenaje suficiente para guardar todos los datos que serían necesarios para analizar correctamente la realidad.

La Teoría del Desacuerdo y del Conocimiento Improbable es tan alucinante que se desdice a sí misma. No puedo estar seguro ni nunca lo podré estar de su veracidad porque los datos que me han servido para elaborarla son tan limitados que no son fiables. En cualquier momento podría recibir alguna información que alterara mis conclusiones.

Probablemente esto que acabo de decir ya está dicho por alguien más listo que yo pero, como os decía, el número de datos que podemos almacenar en nuestro cerebro es limitado. No puedo repasar todo lo que se ha dicho en la historia de la filosofía y la ciencia. Perdonad mis limitaciones. Hago lo que puedo.

La Teoría del Desacuerdo y del Conocimiento Improbable es inquietante porque nos lleva a una terrible conclusión: nunca entenderemos nada. O al menos nunca estaremos seguros de si es cierto todo lo que creemos entender. Esto puede causarnos desazón, pero tiene su parte positiva. El mundo es mucho más entretenido. Los seres humanos podemos investigar, discutir, evolucionar, disentir, descubrir... Si todas las cabezas de los seres humanos almacenaran todos los datos necesarios para comprender el mundo y tuvieran instalado un programa idéntico que nos permitiera analizarlos, es posible que llegara la concordia universal. Todos llegaríamos a conclusiones similares y no habría espacio para la disensión. Pareceríamos autómatas. Es posible que incluso desapareciéramos de la faz de la Tierra. Pensar que podemos evolucionar, mejorar y cambiar el mundo nos da fuerzas para seguir vivos, da sentido a nuestras vidas.

Muchas teorías científicas han tenido aplicaciones en la vida real. Esta teoría que yo he elaborado dudo que las tenga. Si alguien las descubre, por favor, que me las haga saber.

Ahí queda eso.

Otros hay, y en estos, que son los peores, entro yo, que no saben nada, ni quieren saber nada, ni creen que se sepa nada y dicen de todos que no saben nada y todos dicen dellos lo mismo, y nadie miente.Francisco de Quevedo

3 comentarios:

cambalache dijo...

Muy interesante Chacón. De todos modos, mejor así porque a mi me gusta mucho discutir y a ti, me consta, que también. De no ser de este modo apenas nos daría tiempo a tomar un botellín y se trata justamente de lo contrario. Es decir de debatir mucho para tener una coartada para la cogorza. O eso o que nos han dado garrafón. Todo un clásico

Miguel Avilés dijo...

Muy buena tu teoría y si nos la aplicasemos todos, el mundo estaría mas evolucionado. Pero ucurre que hay multitud de gente que cree disponer de todos los conocimientos y de todos los datos y por tanto son poseedores de verdades absolutas.
Y así el debate entre los que tenemos dudas y los iluminados es imposible.

Anónimo dijo...

pretender que podemos es ridículo, presupone que el lenguaje fue creado para comunicar, pero éste es un látigo sadista desarrollado para dominar, domeñar y domesticar al oyente.