domingo, 28 de diciembre de 2008

Cariño perruno

Quiero aprovechar estos momentos tan entrañables y estas fechas tan señaladas para mandar a tomar por culo a unos cuantos. Ya me he cansado de soportar seres despreciables a mi lado. De hecho, llevo tiempo demostrándoles a todas las personas a las que dedico este post que sus vidas me importan un carajo. Hablo de un tipo de persona muy concreto: las personas que fingen que son tus amigos, pero que en el fondo te desean lo peor, ese tipo de personas que se ponen de mal humor cuando saben que las cosas te van bien. A todos estos seres desgraciados que se hacen pasar por mis amigos y que no son nada más que cuervos a la espera de sacarme los ojos les digo que se acabó. Mi nuevo año va a comenzar sin ellos. Sin rencores. Si en algún momento de nuestra vida hubo algo entre nosotros, bueno o malo, ya está finiquitado. Es el momento de la despedida. Pero no con pena sino con alivio.

Después de muchos años conviviendo conmigo, observándome, analizando todos y cada uno de mis actos, me he dado cuenta de que quiero a quien me quiere y desprecio a quien me desprecia. Mi criterio selectivo a la hora de elegir amistades es el mismo que el de un perrito, que te quiere siempre que tú le des cariño. El problema es librarte de aquellos que un día quisiste de este modo y que ya solo tratas por costumbre. La amputación en este caso es la solución más razonable. Ya está bien de tanta hipocresía gratuita. Ambas partes saldremos ganando.

No creo que estos cuervos de los que hablo lean este blog. Me extrañaría, aunque alguno se pasará alguna vez para decir que mis textos son una puta mierda, que escribo patochadas que no interesan a nadie y que no me creo ni yo, y que sigo siendo un escritor de tres al cuarto. Si es así, es posible que alguno de ellos se reconozca en estas líneas. Espero que eso no les anime a intentar arreglarlo. Lo mejor es dejar que nuestra relación se vaya enfriando. No llamar. Esperar a que pase el tiempo. Hasta que seamos solo dos viejos conocidos que se saludan cordial y fugazmente cuando se tropiezan por la calle.

Yo prometo no echar de menos a nadie. Me he dado cuenta de que tengo muchos amigos y que, por lo tanto, es estúpido perder el tiempo con quien no se lo merece. De cualquier forma, este texto va dedicado solo a dos o tres personas. Aunque es cierto que, a partir de hoy, es posible que me ahorre también los saludos con esos conocidos insidiosos que sé que no me soportan a pesar de sus sonrisas de pega cuando la mala suerte nos hace coincidir.

Si no son capaces de entender este texto o de comprender mi cambio de actitud respecto a ellos, puede ser que terminen descubriendo que no sólo soy como un perro por mi forma de encariñarme con la gente. También puedo ladrar y dar mordiscos.

sábado, 13 de diciembre de 2008

La justicia universal

Los que habéis superado ya el umbral de los treinta años me entenderéis mejor.

¿A que os sentís bien cuando os tropezáis con ese calvo barrigón que no tiene novia ni casi amigos y que en los tiempos escolares os esperaba a la salida del colegio para soltaros un par de hostias? ¿A que sentís cierto regodeo al encontrar a la más creída e insoportable del instituto arrastrando algún crío insufrible, un culo gordo que no le cabe por la puerta y esos kilos de maquillaje que no pueden ocultar lo mal que está envejeciendo? ¿A que os hace gracia ver al macarrilla de los años adolescentes haciendo lo imposible por que sus vástagos se comporten como personas y le dejen tranquilo las horas que no está currando? ¿A que no podéis evitar sentiros bien cuando veis a todos esos capullos que un día os miraron por encima del hombro y se rieron de vosotros soportando sobre sus espaldas el peso de una vida de mierda? Sí. Incluso da igual si tu propia vida también es una puta mierda. Lo importante es que ellos no están mejor que tú.

Pues no creáis que sois malas personas por disfrutar con las desgracias ajenas, que esto no es como reírse de un cojo o de un retrasado mental. Ese inefable sentimiento de plenitud que sentís en ese instante es un chispazo de felicidad producido por una extraña y absurda certeza que nos asalta de golpe, la certeza de que existe una justicia universal que pone a cada uno donde se merece.

Pero no nos engañemos, ese sentimiento se desvanece pronto. A nuestro alrededor un montón de capullos, de trepas, de engreídos, de creídas, de hijos e hijas de la gran puta manejan un montón de pasta, ostentan cargos importantes, tienen trabajos envidiables y, para colmo, se conservan estupendamente. No existe una justicia divina o natural que nos premie o nos condene. Lamentablemente.

Lo que sí es cierto es que aquellos individuos que tuvieron su momento de gloria en la adolescencia con el tiempo se vuelven seres patéticos, acabados, ridículos, como muñecos maltratados y abandonados. Los que en la adolescencia solo tuvimos granos y problemas, sin embargo, estamos muy felices de haber dejado atrás todo ese lastre. Y solo el hecho de habernos librado de tanto peso nos hace esbozar una sonrisa.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Que se vayan todos los inmigrantes

Pues sí, después de darle muchas vueltas al problema de la crisis creo que lo mejor sería que se fueran los inmigrantes. Todos. Paradójicamente, acabo de llegar a la misma conclusión que el más cazurro de España. Sin embargo, mis razones van más allá de las del cazurro, que echa la cuenta de la vieja y piensa: "Si hay casi tres millones de parados y los inmigrantes tienen casi dos millones de puestos de trabajo, que se vayan todos y así reducimos el paro". No es tan simple.

Yo quiero que se vayan para que se callen de una vez todos los que no paran de pedir que se controle más la inmigración. Curiosamente suelen ser los mismos políticos que se llaman a sí mismo liberales y que pregonan a los cuatro vientos las virtudes del mercado libre. Mercado libre: libertad de comercio, libre competencia, arbitrio de las leyes de la oferta y la demanda, estado no intervencionista... Lo que no entiendo es por qué luego quieren que el estado intervenga para que controle la inmigración. No podemos creer en las leyes del mercado sólo cuando nos conviene. Si es verdad que el mercado se autorregula mediante la oferta y la demanda, no sé por qué no confían en él para que se autorregule la inmigración. Si se necesita gente para trabajar, vendrán inmigrantes. En caso contrario, dejarán de venir. ¿Por qué hay que vigilar entonces las fronteras?

En este punto además los defensores del libre mercado cuentan con el apoyo de casi toda la población. ¿Por qué? Porque nuestras perturbadas mentes de primer mundo con alardes de nuevo rico nos conducen a todos a tomar una postura intermedia que nos deje la conciencia tranquila cuando vamos a dormir: "A mí no me importa que vengan los inmigrantes, pero que vengan sólo los que hagan falta". Lo que traducido a un lenguaje más sincero e hiriente quiere decir: "Que vengan sólo los inmigrantes que necesitamos para abusar de ellos, para explotarlos y pagarles una miseria por trabajos que no quiere hacer ningún español". Pocos inmigrantes trabajan fuera de la construcción, la hostelería y el servicio doméstico. Pocos ganan un buen sueldo. Ya dice el refrán que ni sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió.

Por todo eso quiero que se vayan todos los inmigrantes. Para no tener la sensación de que somos unos miserables y unos explotadores que se aprovechan de las miserias ajenas. Yo preferiría que se abrieran todas las fronteras del mundo y vinieran todos los que quisieran, pero como eso no lo van a permitir, que no venga ninguno. ¿Cuál es el criterio moral para permitir que unos vengan y otros no? O todos o ninguno. Demasiado arbitrario, demasiado injusto, si no es una redundancia decir que algo es injusto cuando ya es arbitrario.

Así que ya está: que se vayan todos. El populacho celebrará la medida y las personas con escrúpulos dejaremos de sufrir inútilmente. Pero vamos con calma, que esta operación no es tan sencilla. Hay que organizarse primero antes de tomar medidas apresuradas y de impredecibles consecuencias. Estamos hablando de unos cinco millones de inmigrantes. No podemos hacerlos desaparecer de la noche a la mañana sin tomar ciertas precauciones. Debemos pensar, antes de nada, en las consecuencias buenas y malas de esta decisión.

Entre las consecuencias buenas destaca sobre todo que nos van a dejar un montón de puestos de trabajos por cubrir, tanto legales como ilegales. La mayoría de los trabajos que desempeñan pueden realizarlos perfectamente los españoles: albañilería, hostelería, limpieza... Seguro que hay muchos españoles deseando ocupar esas plazas. Sólo en algunas profesiones echaremos de menos a los inmigrantes. Se me vienen a la cabeza dos: el fútbol y la prostitución.
Supongo que en el fútbol no tendremos ningún problema para rellenar las vacantes con las figuras nacionales que normalmente se ven relegadas a equipos de tres al cuarto por culpa de la inmigración. Lo de las prostitutas va a tener peor arreglo. Tendremos que hacer algo así como lo que hacían en la película "Amanece, que no es poco", que votaban quién iba a ser la puta del pueblo en las elecciones municipales.

En el lado negativo hay que contar de antemano con la desaparición de muchos puestos de trabajo. Muchos de nosotros tendremos que renunciar a nuestra profesión de forma altruista por el bien de la patria. Si se van cinco millones de personas van a sobrar profesores, médicos, arquitectos, agentes inmobiliarios, abogados... También habrá que cerrar algunos negocios, sobre todo tiendas. Muchas probablemente no tengan que cerrar, pero tendrán que reducir sus plantillas. Y en las fábricas pasará algo parecido.

Lo primero que se tendrá que decidir es el número de profesionales que van a tener que dejar sus empleos y el número de negocios que tienen que cerrar. A continuación, habrá que pedir voluntarios que quieran cesar en sus puestos por el bien del país. Estoy seguro que un montón de patriotas se sacrificarán de forma altruista. Qué importa tener que dejar un trabajo de arquitecto y trabajar de albañil si así salvamos España. O dejar la tiza y la pizarra para servir cañas detrás de una barra. Pensemos en el país antes que en nosotros mismos.

En el momento que estén claras las listas de renuncias por profesiones y el número de autónomos que van a cerrar sus negocios, podremos poner en marcha el plan de deportación masiva de inmigrantes. Y la repatriación será forzosa y sin excepciones.

Todo esto hay que estudiarlo bien antes de dar ningún paso. Yo me he erigido en consejero áulico, pero tiene que ser el gobierno el que con gente más preparada que yo desarrolle el proyecto.

Algunos puntos flojos que habrá que revisar:

1.¿Qué pasa con los inmigrantes ilegales? ¿Cómo impediremos que entren nuevos inmigrantes si muchos aprovechan un viaje turístico para atravesar nuestras fronteras? ¿Cómo impediremos que los delincuentes internacionales utilicen estas mismas vías para entrar en nuestro país? Pues habrá que estudiar la posibilidad de prohibir el turismo. La gente piensa que es fácil controlar la inmigración, pero no lo es mientras los extranjeros tengan derecho a atravesar nuestras fronteras con la excusa de ir de vacaciones.

2.¿Y qué pasa si la gente se niega a dejar su empleo voluntariamente? Pues que no podría llevarse a cabo el plan. En tal caso, insto al gobierno a que abra de par en par las fronteras, porque, como decía al principio, es injusto y poco ético permitir la entrada a unos y negársela a otros. Esa es la situación discriminatoria que tenemos en la actualidad y hay que poner remedio. Aunque solo sea por el respeto que le debemos a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Aquí dejo mi idea sin derechos de autor para quien la quiera aprovechar. Contribuyo así de forma altruista y desinteresada a subsanar los males de mi patria. Si se pone en marcha, espero que se abstengan de preguntarme si me presento voluntario para dejar mi trabajo. Creo que mi contribución a la causa es ya más que suficiente. Y además acabo de aprobar una oposición y no me parece lógico, después de tanto esfuerzo, poder disfrutar de mi puesto de funcionario tan poco tiempo.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Qué bien pensado está el mundo: las religiones


De pequeño yo, como todos, vivía en un mundo mágico. Y no solo porque tuviera mi cabeza llena de seres fantásticos como el Ratoncito Pérez, el Coco y el Hombre del Saco, sino también porque los mayores me hablaban de un ser mucho más fantástico. Me refiero a Dios. Dios era la hostia. Estaba en todas partes y metía las narices prácticamente en todos los asuntos. Además tomaba notas. Tenía una libretilla (o una agenda electrónica, que para eso era Dios) y apuntaba todo lo que hacías. En dos columnas: las buenas acciones y las malas acciones. Se suponía que al final de tu vida te estaría esperando en algo llamado el Juicio Final y que allí te ajustaría las cuentas. Dependiendo de si el balance de tu vida salía positivo o negativo, te mandaría al Cielo o al Infierno, respectivamente. Y para los casos dudosos, o los que ni bien ni mal sino regular, estaba el Purgatorio, que era como el Infierno pero solo para una temporada. Porque el Cielo y el infierno eran cadenas perpetuas para toda la eternidad, que a saber lo que será eso: la eternidad. Aún hoy no soy capaz asimilar el significado de esta palabra.

Lo bueno que tenía la libretilla (o la agenda electrónica) de Dios es que se podía ir corrigiendo. Podías eliminar las cosas malas. Y además era bastante fácil. Sólo tenías que ir a contárselas a un metomentodo vestido de negro con alzacuellos que, a cambio de recitarle unos poemas a Dios -que te oía porque estaba en todas partes-, te perdonaba.

Dios, por otra parte, no estaba solo. Contaba con una banda increíble. Tenía un Hijo (que se le parecía tanto que a veces hasta los confundíamos) y una mujer, la Virgen, que era una y ahora son muchas y que también era la esposa de un tal José, que también era santo. Santos también había un montón, pero no todos eran José. Para casi todos los nombres había un santo (hasta para nombres como Cucufate o Sisenando). Y también había un palomo, un palomo que en un episodio se convertía en lenguas de fuego. Vamos, que lo del palomo no lo entendía ni Dios.

Todos los miembros de su banda estaban para echarte un cable si Dios no daba abasto, que bastante tenía muchas veces con ir apuntando las cosas en su libretilla (o agenda electrónica). Dios estaba para solucionar las cosas gordas y no para andarle molestando por un quítame allá esas pajas. Para las chorradillas y los asuntos de poca importancia estaban las vírgenes y los santos, y si no, los ángeles de la guarda, que eran una especie de seguratas celestiales que te ayudaban en los problemas cotidianos. Cada uno tenía el suyo particular. Había algunos que eran muy profesionales, pero otros eran un desastre total. El mío era regular tirando a flojo. Que me acuerdo de algunas putadas que no me merecía y que no supo evitar: hostiones con la bici, acosadores escolares que me perseguían, resbalones, patadas en las espinillas jugando al fútbol... En fin, que mi ángel de la guarda no estaba en lo que tenía que estar.

Dios tenía un enemigo terrible, el Demonio. Estaba siempre en busca y captura, pero tenía un montón de pasaportes falsos con nombres de lo más pintoresco: Diablo, Satanás, Belcebú, Lucifer... Además se podía transformar en lo que él quisiera, como Mortadelo. El Demonio siempre andaba poniéndote pruebas: te ofrecía experiencias interesantes, aventuras prohibidas y retos arriesgados y emocionantes. Lo único que quería era que Dios te pillara haciendo alguna tropelía para que te la apuntara en la lista de las malas acciones. El Demonio regentaba el Infierno y no quería quedarse sin inquilinos. Muchas veces, de todas formas, hacíamos cosas malas. No pasaba nada porque luego ibas al metomentodo vestido de negro con alzacuellos, se lo contabas y te las borraban.

Todo este mundo de ilusión empezó a resquebrajarse por culpa de los Reyes Magos. Los Reyes Magos también te ajustaban las cuentas, pero estos anualmente. Nunca supe si tenían su propia libretilla (o agenda electrónica) o es que Dios les pasaba una copia de sus informes. El caso es que el 6 de enero te hacían regalos cuya calidad era directamente proporcional a lo bueno que habías sido. La teoría siempre la entendí, pero nunca me cuadraba con la realidad: mis regalos siempre eran una castaña, independientemente de cómo me hubiera portado ese año. Muy pronto descubrí que eran un engaño de los padres. No sé si lo descubrí o ellos mismos me lo dijeron para excusarse de la mierda de regalos que me echaban. Desde muy pequeño me explicaron que no tenían dinero para comprarme regalos más acordes con mi comportamiento y mis notas. En parte se lo agradezco, porque, la verdad, no entendía que hubiese un montón de capullos que tuvieran unos regalos de puta madre mientras a mí sólo me dejaban una bolsa de comanches de plástico del mercadillo.
El descubrimiento del misterio de los Reyes Magos espoleó mi curiosidad. Quería descubrir más engaños y me volví muy atento. Analizaba todo lo que decían los mayores y observaba sus acciones. Me apasionaba descubrir contradicciones entre lo que decían y lo que hacían. La televisión también me servía para abrir los ojos. Y los libros de texto, porque nada tenía que ver, por ejemplo, lo que nos contaba el de Naturales con el de Religión, y eso me hacía recelar de unos y otros. Llegó un momento en que no pude aguantarme más y terminé mordiendo la manzana prohibida. Descubrí entonces caminos ocultos entre la maleza y llegué a sitios insospechados. Leí libros prohibidos, libros que cuestionaban la realidad de ese mundo mágico en el que me habían hecho creer que vivía (ríete tú de la Tierra Media de Tolkien). Por un momento me sentí como Jim Carrey en "El show de Truman". Toda mi vida era un fraude.

Ya no sé si me echaron del Paraíso o fui yo mismo quien salió por su propio pie. Lo que sé es que luego no pude encontrar el camino de regreso. Aparte de que ya no quería volver. Estaba resentido con todo aquello que dejaba atrás. Me habían estado tomando el pelo toda la vida. Como en el mito de la caverna, sólo me habían ofrecido sombras. Y ya estaba cansado de esa realidad tan trucada. Prefería la verdad, aunque fuera sórdida, cruel, aburrida y absurda.

Sin embargo, ahora que soy mayor empiezo a comprender que la gente no quiera abandonar su mundo mágico. Y que quieran que sus hijos y los hijos de sus hijos vivan en sus mundos particulares. Porque hay muchos mundos mágicos. Yo sólo viví en uno, pero ahora sé que los judíos, los árabes, los hindúes o los budistas viven en mundos distintos al que yo viví, mundos paralelos, igual de mágicos, igual de alucinantes.

Supongo que todos los fundamentalistas en el fondo son unos idealistas. Y todo lo que hacen es por una buena causa, para conservar su mundo de fantasía, algo así como lo que hacía Atreyu en "La historia interminable". Cuando pienso en los fundamentalistas no me refiero solo a los talibanes. También hablo de los opusinos, los kikos, los creacionistas y todos los radicales de las innúmeras religiones que existen. Por conservar su universo mágico son capaces de todo: manipular conciencias, tergiversar los conocimientos científicos, mentir a toda la humanidad, quitarle el dinero a otros por la fuerza o con engaños, torturar a los que ellos consideran herejes o matar inocentes si es preciso (afortunadamente no todos tienen que llegar a esos extremos). Es ley de vida: unos pocos tienen que pagar para que otros puedan vivir en su mundo maravilloso.

Hace poco he visto dos películas en las que se ve muy bien el sentimiento altruista que lleva a los padres a construir mundos mágicos para que sus hijos sean más felices. Hablo de "Camino" de Javier Fesser y de "El bosque" de Shyamalan. A los buenos padres no les importa hacer daño a otras personas si con eso salvaguardan el mundo mágico de sus hijos. Quien cree que son unos tarados no comprende que es su amor paterno o materno el que les lleva a cometer tales excesos.

Los fundamentalistas son personas que nos ofrecerían un mundo mucho mejor si fueran capaces de ponerse de acuerdo en el argumento de la ficción. Lo que no puede ser es que cada uno te cuente una cosa. Eso de que haya tantas religiones es algo que cuestiona la veracidad de todas ellas. Aparte de que los argumentos de todos los libros sagrados están llenos de contradicciones y errores de bulto. Hombre, por favor, que contraten buenos guionistas, que hay unos fallos de guion y de racord que echan a perder algunos argumentos que no están nada mal.

Las religiones no son malas porque ayudan a vivir a alguna gente en mundos más bonitos, pero alguien debería poner orden. Tendrían que inventar una religión-esperanto que le sirviera a todo el mundo por igual. Y que entre los guionistas se contratara a algunos científicos que ayudaran a crear una trama que la ciencia no estuviera todo el rato poniendo en tela de juicio.

Y para los que ya no podremos creer en ninguna ficción por muy bien que la pergeñen, que legalicen los alucinógenos y los subvencione la seguridad social.

martes, 18 de noviembre de 2008

Somos Extremaydura

“Tierra de conquistadores
No nos quedan más cojones...”
Extremoduro

Estos días observaba desde el autobús los carteles de una campaña de publicidad de Extremadura. La promoción es bien sencilla. En cada cartel aparece la cara de una mujer bastante agraciada con un eslogan bien simple: “Somos Extremadura”.

Los dos primeros carteles que vi me chocaron porque eran dos mujeres rubias. Después de verlos varias veces pude reconocer en uno a la triunfita Soraya y en el otro a la otra rubia que sale en “Sé lo que hicisteis”. Digo “la otra” porque para mí la rubia de ese programa es Patricia Conde. Al principio supuse que lo de haber fichado a dos rubias era una argucia de publicistas, para que hiciera contraste con la palabra “Extremadura” y llamara la atención.

Sin embargo, hoy, esperando el autobús, pude observar detenidamente otro cartel de la misma campaña. La chica que aparecía en el cartel no era rubia. Tampoco tan popular como las otras dos. Acercándome mucho a la marquesina de la parada de autobuses donde estaba el anuncio, he conseguido encontrar en el ángulo inferior izquierdo del cartel, en pequeñito, el nombre de la chica y su profesión, en este caso periodista. No recuerdo el nombre de la muchacha, pero sí que, como las otras dos, era muy guapa. Puede que la Junta de Extremadura diga a los medios de comunicación que la campaña pretende transmitir la idea de que Extremadura es cuna de gente que vale mucho, pero la verdad es que lo único que ve uno son “tías buenas”. Y a mí al relacionar la idea de “tías buenas” con Extremadura inevitablemente se me viene a la cabeza la canción de Extremoduro que decía: “Extrema y dura, tus mujeres mo la ponen extrema y dura...”. Y sólo puedo pensar que al Robe le han robado la idea y que debería cobrar parte del sueldo de los creativos que han ideado el anuncio. O que, para compensarle, deberían hacer un anuncio para televisión con la misma idea y con la música de fondo de Extremoduro, para que por lo menos cobrara derechos de autor. No sería tan desternillante como el anuncio de las mellizas de Bancaja, pero probablemente también nos echaríamos unas risas.

APOSTILLA: Después de escribir este texto he echado un ojo en el Google y he descubierto que la campaña completa la han protagonizado –en carteles independientes- tres mujeres y tres hombres destacados de Extremadura (yo es que probablemente sólo me fijo en lo que me interesa). Supongo que por aquello de contentar a todo el mundo y porque las mujeres también tienen derecho a ver muchachos con buena planta. Ellos también son bien parecidos. De cualquier forma, se trata de vender físico para promocionar a una región. Lo han hecho siempre con los yogures y los coches. La novedad es hacerlo para atraer turistas.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Igualdad democrática

Estos americanos siempre dándose pisto. Ahora dicen que esto de que haya sido un negro el que ha ganado las elecciones fortalece la democracia porque demuestra que “cualquiera” puede llegar a presidente. Eso no tiene ningún mérito. Nosotros lo hicimos mucho antes y sin tanta solera democrática. No exactamente con un negro, sino con Aznar, que tenía mucho más riesgo. Eso sí, los norteamericanos han sido valientes. Nosotros fuimos temerarios.

sábado, 11 de octubre de 2008

Yo también pido la objeción de conciencia

Está bien: objetemos. Estoy con los obispos. Hay que objetar contra la educación manipuladora. No recuerdo que en tiempos de Franco la Iglesia Católica hiciera algo parecido, pero a lo mejor es que no se dieron cuenta porque eran ellos mismos los que manipulaban al personal (entonces ni siquiera eran ciudadanía).

A lo que iba, que sí, que hay que objetar. Además a la carta. Yo no puedo hacerlo porque no tengo hijos, pero todos aquellos que tenéis hijos en la enseñanza obligatoria podéis empezar a reivindicar vuestros derechos. Si hay unos pocos que tienen derecho a solicitar la objeción de conciencia a una asignatura de ética aplicada (que eso es lo que realmente es Educación para la Ciudadanía) significa que se abre la veda, que podemos objetar prácticamente de cualquier materia.

Alumnos y alumnas, esta es la vuestra, pedidle a vuestros papás para reyes que objeten de la asignatura que menos soportéis. En principio todas son susceptibles de objeción. Atentos:

-La Física y Química, la Biología y las Ciencias Naturales atentan mucho más contra la Biblia que Educación para la Ciudadanía. ¿O habéis visto en alguno de sus libros el origen del hombre y la mujer en el paradisiaco Edén? ¿Y la fantástica cosmogonía de Jehová creando el mundo en una semanita tonta que no tenía nada mejor que hacer? Unos libros tan gordos y luego los puntos más importantes se los saltan. Los habrán hecho ateos.

-La Filosofía es incluso más peligrosa, que la mayoría de los libros le dedican más espacio al sacrílego Nietzsche que a Santo Tomás y San Agustín juntos.

-La Historia o las Ciencias Sociales por razones similares son igual de abominables. No hay nada más que ataques contra la Iglesia: que si inquisiciones por aquí, que si apoyos a gobiernos de sátrapas, tiranos y monarcas demenciales, que si conjuras eclesiásticas para desestabilizar gobiernos legítimos... Infundios, injurias, calumnias... ¡blasfemias! Historia Sagrada en su lugar sería lo más correcto.

-¿Y Eduación Física? Vade retro. Los contactos que hay en ciertos deportes son terriblemente pecaminosos. O el bamboleo de las turgencias femeninas cuando van en carrera. Educación Física es una asignatura totalmente obscena e impúdica que atenta contra todo decoro.

-Las Matemáticas también son cuestionables. Ciencias esotéricas y extrañas ideadas por paganos pervertidos: Pitágoras, Euclides... Griegos invertidos y sodomitas todos.

-Y qué decir de la asignatura de Lengua y Literatura, con un libro todo salpicado de textos que incitan al amor, al contacto carnal, a la rebeldía...

-Para objetar del Inglés digan ustedes que son antiyanquis y que no quieren que sus hijos aprendan la lengua del Imperio, que además está capitaneado por un país en gran medida protestante.

-Y no se olviden de la Informática. Los ordenadores son esos aparatos diabólicos que incitan a cometer todos y cada uno de los pecados capitales, con especial énfasis en el de la lujuria.

Podría seguir con todas las materias, pero creo que queda claro cuál es el plan. Abarrotemos los juzgados de demandas de objeción, que me han dicho a mí que ahora mismo no tienen mucho lío. Armemos un follón de tres pares de cojones.

Un buen abogado confundiría fácilmente a cualquier juez o a cualquier tribunal. ¿Quién podría establecer dónde está la frontera entre la formación y el adoctrinamiento? Y más si hablamos de una educación como la nuestra, que pretende educar en valores. Todos nuestros conocimientos están impregnados de una moral, de una forma de ver el mundo. A ver quién es el guapo que hace el corte.

Si alguien pide la objeción a la asignatura de Educación para la Ciudadanía y se la conceden, se estaría dando el primer paso hacia la anarquía. Es curioso que sean los reaccionarios censores e intolerantes los que se pasan el día demandando a voz en grito más libertad. Para lo que les conviene (para seguir manteniendo los colegios concertados, la asignatura de Religión y poco más). Hasta cantan "Libertad sin ira" de Jarcha o citan el "venceréis pero no convenceréis" de Unamuno. Todo esto es excesivo, incluso para mí, que a casi todo le veo los dos lados.


Los reaccionarios suelen utilizar los mecanismos del estado de derecho para reventarlo. Por ejemplo, el derecho a manifestarse siempre se ha utilizado para que algún colectivo reivindique o exija algún derecho. Pues bien, en los últimos años hemos visto a la derecha manifestarse para que a ciertos colectivos les quiten o restrinjan sus derechos (es el caso, por ejemplo, de los ataques a las leyes que han hecho a los homosexuales –que pagan sus impuestos como todo el mundo- ciudadanos de pleno derecho).
De acuerdo. Juguemos a su juego. Probemos a ver qué pasa si todos jugamos sobre el mismo tablero y con las mismas trampas. Aquí dejo mi propuesta por si algún colectivo progresista quiere apropiársela: Objetemos. Creemos el caos y veamos qué sucede.


CRUCIFIQUEMOS ESTE GATO Y VEAMOS QUÉ PASA (Nicanor Parra)

miércoles, 1 de octubre de 2008

Qué bien pensado está el mundo: el capitalismo

Últimamente he estado leyendo un libro muy interesante sobre los tejemanejes de la CIA en España desde la Posguerra hasta la Transición. El libro se titula "La CIA en España" y su autor es Alfredo Grimaldos. Es impresionante. Os lo recomiendo encarecidamente. Reescribe toda nuestra historia reciente. Además el otro día, por si no tenía suficiente CIA, me tragué la miniserie "The Company", que también trata de las operaciones de los servicios de inteligencia norteamericanos en los años de la Guerra Fría. Ahora que se van desclasificando documentos y que algunos de los personajes que participaron ya han escrito sus memorias, podemos estar seguros de que fueron los servicios de inteligencia de las dos superpotencias (la CIA y el KGB) los que muchas veces forzaron los acontecimientos históricos.

Pero simplificando un poco: me cuesta creer que fueran sólo los servicios de inteligencia y contrainteligencia norteamericanos los que consiguieron virar la política mundial hacia el capitalismo. Algo más tiene que haber. Utilizando términos mercantilistas: ¿Qué tenía la oferta de Estados Unidos que no tenía la competencia comunista?

Para empezar, aunque a primera vista pueda parecer lo contrario, el capitalismo es más igualitario que el comunismo. Dentro del sistema capitalista cualquier idiota puede triunfar. Puede triunfar alguien inteligente y puede triunfar un ganapán. Los tontos tienen cabida en el sistema. Incluso pueden liderar el gobierno del país que impone su ley en el planeta. George Bush Jr. es un buen ejemplo de ello, demasiado claro diría yo.

La política del pelotazo establece esa norma: todos los idiotas pueden forrarse, llegar a la cima y pisar las cabezas de los desafortunados. Por otra parte, a los que están abajo les queda el consuelo de pensar que ellos también podrían ser los afortunados, que su número también está dentro del bombo. Y aprovechando el símil: el sistema también prevé soluciones de excepción para los casos imposibles, me refiero, claro, a la lotería. Para ganar en la lotería no hacen falta luces, sólo suerte. Y la suerte en los juegos de azar es arbitraria, estadísticamente poco probable, pero no imposible. Lo suficiente para alimentar la ilusión de millones de seres infaustos. La televisión también ha conseguido que cualquiera pueda alcanzar la fama y el dinero. El Gran Hermano y otros realities vinieron a ofrecer a la gente sin talento la posibilidad de saborear las mieles del éxito.

¿Qué ofrecía el comunismo? Dentro del sistema comunista todo genio está condenado a fracasar. A fracasar entre una población de fracasados que no tendrán ninguna razón para esforzarse porque estudiar, trabajar duro o invertir no te van a servir de mucho. En el sistema comunista se supone que nadie padece necesidades perentorias, pero tampoco cuenta con ninguna ilusión que ayude a sobrellevar el tedioso día a día. Lo único en lo que el comunismo podía superar al capitalismo era en la honradez de sus funcionarios, pero ni siquiera eso consiguieron. Fue la corrupción en muchos casos la que se encargó de firmar el acta de defunción de muchos estados comunistas.

En el sistema capitalista, aunque denunciemos la corrupción y la cataloguemos como delito, implícitamente la aceptamos. ¿Por qué sabes que todos o casi todos los que están arriba son corruptos? Y la respuesta del hombre de la calle es meridiana: porque yo también lo sería. Y la corrupción muchas veces es difícil de detectar. La corrupción no es solo trincar la pasta y salir corriendo. El tráfico de influencias en ocasiones puede ser mucho más rentable que desvalijar los fondos reservados. La corrupción es inherente al capitalismo. Y cuando pasa a tribunales y se convierte en algo público el sistema la asimila como parte del show business de los medios de comunicación. Para el capitalismo toda la realidad es un inmenso cerdo del que todo se aprovecha.

Sólo en un mundo lleno de muertos de hambre podía triunfar un sistema que quería equiparar a todos los individuos por lo bajo. El mundo feliz del comunismo se basaba en la conformidad, en la suposición de que la gente sería feliz teniendo cubiertas las necesidades básicas. Grave error. La felicidad es relativa. La felicidad no es directamente proporcional al poder económico, sino que depende de cómo estén los demás. Un individuo que tenga un mendrugo de pan en un mundo de hambrientos se sentirá inmensamente afortunado. Hoy, para acercarnos a ese sentimiento de éxito, como poco tenemos que acertar una Primitiva multimillonaria.

Ahora que está en peligro el sistema capitalista tras el desplome de Wall Street, todos deberíamos poner de nuestra parte para salvaguardar el paraíso de los idiotas. Y por una vez puede que George Bush Jr., el idiota por antonomasia, tenga razón. Hay que inyectar dinero en el sistema para salvarlo. No importa que el dinero tenga que salir de las arcas públicas. Estamos hablando de la felicidad de los ciudadanos. ¿Por qué protestan algunos congresistas republicanos y alegan que eso es improcedente porque parece una medida socialista? ¿A qué viene ser ahora tan remilgados? ¿Desde cuando se ha caraterizado el gobierno de Estados Unidos por su coherencia ética? La CIA, por ejemplo, respaldó gobiernos dictatoriales (España, Chile...) para salvaguardar el poder omnímodo de Estados Unidos, el adalid de la democracia. El sistema capitalista se ha caracterizado siempre por su oportunismo y sus soluciones chapuceras.

De cualquier forma, si el dinero es del pueblo norteamericano, es a él al que habría que preguntar. Un referéndum sería lo más acertado en circunstancias de excepción como esta. No sería fácil redactar la pregunta, pero siempre podríamos llamar a algún asesor de Ibarretxe para que nos echara una mano. Yo propondría algo así: ¿Quiere usted que el Estado ponga el dinero suficiente para que nuestro sistema económico siga en pie y usted pueda seguir viviendo en un mundo donde cualquier idiota puede alcanzar la fama, el poder y el dinero?

El éxito del "sí" sería abrumador. Los innúmeros idiotas del mundo votarían que sí. Yo mismo, si en España hubiera que votar, votaría que "sí" ante la imposibilidad de saber si soy o no soy idiota. El pueblo preferiría salvar su mundo de ilusiones aunque hubiera que incurrir en contradicciones a la hora de tomar medidas. Y esa es la grandeza de la democracia.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Poetas en la noche

Hace unos días tuve una noche de esas que hace siglos evitaba. Estuve hablando de temas culturetas y estilísticos con otros escritores. Salió casi sin yo querer. Surgió sin que pudiera evitarlo. Y luego me fui a mi casa pensando en un libro de José María Fonollosa: Poetas en la noche.

Ya hace bastante tiempo que lo leí, pero recuerdo que me impresionó mucho. Es una novela en verso, género abandonado desde tiempos inmemoriales (afortunadamente). No sé en qué oscura borrachera se le pudo ocurrir a este genio maldito escribir en endecasílabos blancos la historia de un grupo de poetas que se reúnen por la noche en la Barcelona de los años sesenta. A priori el argumento puede parecer poco atractivo, pero merece la pena hacer el esfuerzo. El libro es una rara avis en la poesía de la segunda mitad del siglo XX. No deberían dejar de leerlo todos aquellos que quieran ser escritores o artistas en general.

Poetas en la noche nos descubre las rivalides, los odios y las envidias que existen entre los miembros de un grupo de jóvenes poetas. Es un libro evidentemente de desengaño. Es posible que eso fuera lo que Fonollosa sacara en claro de las reuniones de escritores antes de convertirse en el outsider de la poesía castellana, en un solitario francotirador.

El libro tiene algunos versos defectuosos porque su autor nunca terminó de corregirlo, pero eso no le resta ningún valor. Yo me sentí muy identificado al comparar ciertas vivencias mías de mis tiempos universitarios con las situaciones de la historia de Fonollosa. Tras mi paso por la universidad, terminé escarmentado de todo tipo de reunión de carácter literario. El escritor es un lobo para el escritor. Dos escritores juntos suelen ser dos mundos enfrentados. Contraste de visiones. Choque de galaxias. Aparte de los inevitables celos que tus compañeros te van a profesar si las cosas te van bien, me refiero a editorialmente. O las putadas que te pueden hacer para ayudar a que te vayan mal. Algunos grupúsculos de amigos creadores funcionan, pero eso sólo pasa cuando existen intereses compartidos (y aquí hay que entender interés según la siguiente acepción del diccionario: conveniencia o beneficio en el orden moral o material) o tráfico de influencias. Muy rara vez puede surgir de una sana amistad sin más.

A lo mejor es incapacidad mía, no sé. Yo nunca he funcionado bien dentro de ninguna agrupación de este tipo. Como ya he dicho, hice en su día varios intentos y siempre salí malparado. Por eso aborrezco discutir sobre posturas estéticas. Sobre todo si hablo con escritores, especialmente si son de mi generación. Si alguna vez comparto ratos de ocio con otros escritores no suelo hablar nada más que de cosas intrascendentes, de nimiedades, de gilipolleces. Para alternar es suficiente.

Me pasa con la cultura lo mismo que con la politica: solo hablo de cultura o política cuando estoy seguro de que mi interlocutor está totalmente de acuerdo de antemano con lo que voy a decir. Me he convertido en el personaje de ese chiste al que le preguntan que por qué es tan viejo y responde que porque nunca le ha llevado a nadie la contraria. Su interlocutor le espeta que no puede ser por eso. Y el hombre viejo y sabio concede: "Pues no será por eso". Eso mismo digo yo con tal de no discutir.

Pero la otra noche coincidí con otros escritores con los que compartía amistades y por intentar ser simpático –eso creo, porque ni siquiera iba borracho- me metí en camisa de once varas. No se me ocurrió otra cosa que ponerme a hablar sobre posturas estéticas. La verdad es que pensaba que lo que decía era de cajón, para hablar por hablar y pasar el rato. Pero de repente me vi envuelto en una controversia de la que tardé un buen rato en salir. Yo creo que me llevaban la contraria porque sí, porque mi cara lo pedía a gritos, porque era ese desconocido que te da por culo y no sabes muy bien por qué. Lo de la atracción y el rechazo que sentimos hacia otras personas suele ser algo irracional. Especialmente si se trata de personas que acaban de conocerse.

En fin, creo que en un momento dado, sin ser capaz de sujetar las riendas de la conversación, llegué a ponerme pedante. También me recuerdo en un momento especialmente borde (le dije a una tipa que si pensaba lo que pensaba era porque no había leído lo suficiente).

No hicimos buenas migas, no. A pesar de que fuera esa mi intención de partida. A pesar de que al final, cuando me di cuenta de que estaba consiguiendo justo lo contrario de lo que buscaba, intenté contemporizar, concedí, dije que estaba de acuerdo con ellos e incluso alabé ciertos textos de la misma tipa a la que un rato antes había acusado de poco leída. Sí, de acuerdo, me bajé los pantalones. Quería que me dejaran beberme mis cañas en paz. Ay si me hubieran pillado hace unos años, cuando era más puñetero. Les hubiera pateado el culo. Metafóricamente hablando, por supuesto.

Pero ahora quiero llegar a viejo y me aburren los enfrentamientos verbales, me cansan nada más empezar porque sé que tanto esfuerzo no lleva a ninguna parte ni merece la pena. Y que si quiero vivir tranquilo es mejor que me aleje de las víboras. Entablar relación con otros escritores solo me serviría para hacer gremio, pero dudo que eso me trajera algo más que rivalidades, odios y envidias.

Todo tiene su lado positivo. Ya he recordado por qué dejé de acercarme a los cenáculos literarios y por qué dejé de hablar de cosas trascendentes con otros escritores. Y además me he dado cuenta de que ha llegado el momento de releer "Poetas en la noche". Para no olvidar la lección.